Energía
La cautela tras el apagón añade euros, emisiones y energía verde desperdiciada a la factura de la luz

El pasado 28 de abril, toda la malla eléctrica peninsular se vino abajo. Desde entonces, y a falta de conocer detalladamente las causas del apagón, Red Eléctrica de España (REE) está operando el sistema con especial cautela para impedir nuevos fundidos a negro. Dentro de esos criterios técnicos, el operador está forzando la entrada en el mix de energía proveniente de las centrales de gas de ciclo combinado que de otra forma estarían apagadas. Aunque esta energía suma solidez al sistema, también añadirá euros a la factura de la luz —aumento que se verá amortiguado por la buena producción renovable de estas semanas—, además de suponer un aumento de las emisiones y de los vertidos, es decir, energía que se desperdicia.
Se ha señalado como culpable probable del apagón a la falta de estabilidad del mix energético en el momento del cero. Aunque esto de por sí no es un problema dado que el sistema ha operado con mayor porcentaje de energías que no aportan solidez en otros momentos, sí ha podido ser parte de la cadena de fallos que empezó en Granada y terminó con la península sin luz.
Joaquín Coronado: “Aunque conducir a 120km/h por una autopista no es ningún riesgo, después de un susto se está conduciendo a 90 km/h, hay que estar seguro que todo funciona bien antes de volver a los 120”
Ante esta situación, Red Eléctrica ha decidido desperdiciar parte de la energía renovable que se produce e introducir en la malla eléctrica potencia procedente de la quema de gas o de la fisión de uranio. “Aunque conducir a 120km/h por una autopista no es ningún riesgo, después de un susto se está conduciendo a 90 km/h, hay que estar seguro que todo funciona bien antes de volver a los 120”, hace el símil “simplista” el analista y divulgador Joaquín Coronado. Traduciendo los kilómetros hora a porcentajes de penetración, el día del cero eléctrico tan solo un 20% de la energía que entraba a la red —esos 120 km/h— provenía de fuentes que aportan firmeza al sistema; hoy, esa cifra se ha duplicado hasta el 40% —los 90 km/h de la metáfora—.
“Es normal que sea así”. De esta forma responde Mario Sánchez-Herrero, profesor de Economía en la Universidad Complutense de Madrid (UCM), cuestionado por El Salto por la cautela de REE. “Quieren asegurarse de que cuentan con potencia gestionable y una central de gas puede funcionar como el acelerador de un coche”, explica el también fundador de la cooperativa de energía Ecooo.
El precio que pagar por la mayor seguridad que aportan los ciclos combinados será una factura de la luz más cara, más emisiones de CO2 y un mayor desperdicio de energía verde. Esto último, conocido como vertidos de energía, es uno de los resortes de Red Eléctrica para casar oferta y demanda: en caso de bajada de demanda, de sobreproducción renovable o —en este caso— de criterios técnicos, el operador puede ordenar desacoplar energía de la red. Es decir, ‘tirar a la basura’ la energía fotovoltaica o eólica que ya se ha producido.
Una factura algo más cara
El mercado ibérico de la luz funciona en libre mercado (con asterisco). Lo primero es decidir en una subasta qué plantas generadoras van a suministrar la electricidad del día siguiente. El criterio es el de la rentabilidad y es por esto por lo que tenemos una gran penetración de energía renovable: es, simple y llanamente, la más competitiva. Un informe de la Agencia Internacional de la Energía desglosa cómo, en la Unión Europea, el coste de la solar o eólica es mucho menor que el de otras formas de generación: la fotovoltaica cuesta 50 dólares por megavatio hora frente a los 170 de la nuclear, 205 del gas o 290 del carbón. Estas cifras tienen en cuenta los costes de la infraestructura.
Lo segundo —y aquí es donde entra el asterisco— es que Red Eléctrica puede hacer recortes u obligar a producir a otras centrales según criterios técnicos. En este caso, como la prioridad del operador es otorgar más estabilidad al sistema, está expulsando energía renovable del mix para favorecer a otras, como la nuclear o el gas.
En los días previos al apagón, las centrales atómicas aportaban en torno al 10%; ahora se acercan al 20%. Las centrales de gas estaban apagadas por no poder competir con otras fuentes de generación y la producción actual es de en torno a uno de cada diez megavatios que entran en la red.
La ministra de Transición Ecológica opinaba que el impacto en la factura puede ser pequeño; los datos hablan de más sobrecoste, pero posiblemente amortiguado por precios bajos
La mayor presencia de energías no tan baratas en el mix encarecerá la factura. ¿Cuánto? Es difícil decir. “Esperamos que el impacto sea muy pequeño. Los consumidores no lo van a ver apenas en sus facturas”, prometía la ministra de Transición Ecológica, Sara Aagesen, a mediados de mayo. Sánchez-Herrero, el fundador de Ecooo, se remite a los datos: el 1 de enero de este año, las restricciones técnicas —el sobrecoste de no usar las energías más baratas— supusieron el 5,42% de la factura de ese día; el primero de mayo, con la cautela ya instaurada como principio rector de Red Eléctrica, el coste de las restricciones ascendió al 47% del total. A falta de promedios, este tipo de comparaciones da fe del aumento en la factura por las restricciones al comparar días similares.
Sánchez-Herrero califica de “muy relevante” el sobrecoste de las restricciones técnicas, pero señala que este fenómeno puede verse compensado en parte por los bajos precios de la energía de este mes. “El precio medio en el mercado diario era mucho más alto a principios de año que en mayo, que el mercado diario está dando precios negativos en todas las horas solares”, explica el economista. Es decir, la mayor entrada de gas y nuclear se notará en la factura, pero la buena producción renovable amortiguará esa subida.
Vertidos de energía y aumento de las emisiones
Los vertidos, o curtailments en inglés, son aquella producción que por saturación de red u otras cuestiones se expulsa del sistema, explica Javier Andaluz, coordinador de Energía de Ecologistas en Acción. “La energía solar tiene un pico de producción en las horas centrales del día y, a veces, ese pico es mucho mayor a la demanda y esta ya está cubierta. Entonces, esa energía no es necesaria en el sistema y se deshecha”, ejemplifica el ambientólogo, que los vertidos pueden ocurrir echando un cable a tierra en las propias centrales generadoras o en puntos determinados de la red eléctrica.
Se calcula que la energía vertida pueda ser un 11% de la eólica y un 8% de la solar
La mayor producción de nuclear y gas ordenada por Red Eléctrica está desplazando las energías eólica y solar. Javier Revuelta, de la consultora Afry, calculaba para El País que la cantidad de energía vertida se situaría en un 11% para la proveniente del viento y en un 8% para la fotovoltaica.
Los vertidos no solo dependen de la producción, sino también de la capacidad del almacenamiento, señala Andaluz, por lo que una forma de no desaprovechar tanta energía limpia sería la instalación de más baterías. Con límites, eso sí, “porque el almacenamiento no puede ser infinito; tiene impactos ambientales relevantes”, matiza el experto, que opina que el libre mercado no puede hacerse cargo de esta planificación.
Otra forma de evitar vertidos sería con sistemas de gestión de la demanda, “que es que el operador ordene a distintos consumidores de electricidad que empiecen a trabajar, enciendan máquinas y otros procedimientos para adaptarse a la disponibilidad de esa energía más barata”, apunta Andaluz.
El funcionamiento de las centrales de gas podría estar aumentando las emisiones de este fuente de energía en un 28%
El coste de la energía producida en las centrales de ciclo combinado no solo son los euros en la factura o el coste de oportunidad perdido por esa energía verde desechada, sino que también están las emisiones de generación. Las estimaciones de Red Eléctrica indican que un megavatio hora producido en una central de gas emite 0,37 toneladas de CO2 equivalente. Esa cifra, multiplicada por los 20 gigavatios más que se están consumiendo de electricidad generada por gas en comparación con los días preapagón, según calcula Andaluz, daría la cifra de 6.800 toneladas más de CO2 equivalente expulsado a la atmósfera. Un 28% más (con respecto a las emisiones de las centrales de gas, no de todo el sistema) que antes del cero eléctrico. Estos números son “estimaciones”, recalca el activista de Ecologistas en Acción, pues “los rangos de incertidumbre son muy relevantes”. “Las emisiones van a incrementarse, pero no sabremos cuánto exactamente hasta que veamos el impacto concreto de esta medida de refuerzo”, dice.
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