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Energías renovables
Jaume Franquesa: “La transición energética no existe”
Coordinador de Clima y Medio Ambiente en El Salto. @PabloRCebo pablo.rivas@elsaltodiario.com
“Pues ahí lo estás viendo, el mundo termina ahí”. En el horizonte, sobre un acantilado de 300 metros de altura, el río rompía el paisaje. Sin embargo, no era esto lo que suponía un contraste. Lo que Bernat, un vecino de La Fatarella (Tarragona), enseñó a Jaume Franquesa asomado al balcón del Ebro en una mañana de 2010 no era simplemente un paisaje, una frontera natural y su “fin del mundo” particular, era el límite entre un mundo agrario y uno industrial. Medio siglo de desarrollo energético visible a simple vista en un área que congrega los reactores nucleares de Ascó y Vandellós, grandes centrales hidroeléctricas como las de Riba-Roja y Mequinensa y todo un abanico de macroproyectos eólicos, además de otros tantos solares. Todo con sus infraestructuras auxiliares, subestaciones, nodos de conexión, líneas de alta tensión e industrias asociadas.
Energías renovables
Transición energética El Gobierno desoye a la España vaciada y relaja la normativa sobre macroproyectos energéticos
En La Fatarella, una localidad de apenas mil habitantes de la comarca tarraconense de Terra Alta, a Jaume Franquesa, doctor en Antropología Social por la Universidad de Barcelona y hoy profesor en la Universidad de Búfalo, Nueva York, le llaman Toronto. El apodo le viene de ser esa ciudad canadiense donde vivía cuando empezó la investigación que analiza ese enmarañado cóctel de industria energética en la zona, un trabajo que acabó en la publicación de Power Striggles: Dignity, Value and de Renewable Energy Frontier in Spain (Indiana University Press, 2018), traducido ahora al castellano por Elena Pérez San Miguel como Molinos y gigantes: la lucha por la dignidad , la soberanía energética y la transición ecológica (Errata Naturae, 2023).
En esta localidad del sur catalán vivió entre 2010 y 2014, donde analizó y profundizó en los procesos que han derivado en que las comarcas más meridionales y despobladas de Catalunya se hayan convertido en el principal suministrador de energía de la comunidad autónoma, además de una de las zonas del Estado más afectadas hoy por los macroproyectos eólicos, como ayer lo fueron por la energía nuclear y las hidroeléctricas. Un territorio que ha sufrido el envite energético en todo su esplendor y se ha convertido en ejemplo de un proceso que se ha reproducido en buena parte de la llamada España vaciada. Regiones que se sacrifican en virtud de una transición energética que algunos, él entre ellos, ponen en entredicho.
El éxito de esta multitud de plataformas va a depender de su capacidad de movilización; de su capacidad para trabajar juntas, que eso es un reto importante; y de su capacidad de proponer
Desde Nueva York, Franquesa comenta con El Salto la reedición en castellano de su libro, publicado en inglés en 2018 y actualizado ahora con unos capítulos sobre el desarrollo eólico en el último lustro. Un buen documento para entender el desarrollo energético español, desde los chanchullos de Franco y el régimen con el presidente ultracatólico de Hidrola, germen de la actual Iberdrola, a las políticas que llevaron a la consolidación del oligopolio eléctrico y la lucha de las organizaciones que hoy enarbolan la bandera del “Renovables sí, pero no así”.
La transición energética se ha enfocado comunicativamente como una panacea que solo trae virtudes, pero en el desarrollo de las renovables en España hay muchos puntos negros. Parece que la base de los problemas que se están generando es el enfoque con el que se ha planteado, extractivista y dominado por un reducido grupo de empresas. ¿Las energías renovables conllevan una ruptura con los antiguos modos de producción de la energía fósil? ¿O no necesariamente?
No necesariamente. Podrían, pero no lo hacen, o no siempre lo hacen. Quizás es por donde deberíamos empezar: la transición energética no existe. El concepto de transición energética nos remite a una historia de sustituciones, o presuntamente sustituciones, de fuentes energéticas. Tendríamos una especie de secuencia donde habríamos pasado de unas fuentes a otras. Pero si uno mira la historia de consumo, y hablo a nivel mundial pero lo podríamos bajar a nivel nacional o continental, esta sustitución no existe. Es decir, cuando el petróleo adelanta al carbón como primera fuente energética a nivel mundial el consumo de carbón sigue subiendo. Ahora mismo lo que se da es una adición, una suma. Incluso si pensamos en términos de renovables, la reducción de consumo fósil en los últimos años es mínima y se da en un contexto de decrecimiento del consumo energético a nivel mundial. Con lo cual, lo que tenemos es que las nuevas fuentes que se van utilizando lo que hacen es añadir a lo que ya teníamos para suplir una demanda creciente. Con lo que la transición energética no existe.
En Alemania se dijo una cosa muy clara: que ninguna empresa eléctrica de las grandes puede tener más del 50% de ningún parque eólico
Mencionas en el prólogo del libro que solo el 10% de la capacidad renovable a nivel global reemplaza otras fuentes de energía. ¿Nos hemos olvidado del decrecimiento en este proceso? ¿El viejo mantra de crecer hasta el infinito sigue vigente?
Se sigue con la idea de que el crecimiento es bueno, de que es un fin en sí mismo. Y para mantenerlo creamos falacias como la del crecimiento verde. Esta idea de un crecimiento verde pasa por una hipótesis, que es que se puede desacoplar el crecimiento económico de la presión sobre los recursos ambientales. La bibliografía existente no corrobora esta hipótesis. Como mucho se pueden producir en algunos momentos desacoples relativos, en el sentido de que el crecimiento pasa a ser menos intensivo. Hay cierta discusión, pero un desacople absoluto donde el crecimiento va hacia un lado y la presión sobre los recursos hacia otro no es documentable, no es un hecho.
Una periferia rural que se transforma y se industrializa para dar servicio a un centro urbano que necesita energía. Hay quien lo llama regiones de sacrificio. ¿Ese es el camino elegido?
El término región de sacrificio es un término que tiene origen en Estados Unidos, y es interesante que se utiliza por primera vez para referirse a lugares como lo que aquí llaman los Four corners, las cuatro esquinas, que es la zona esta donde se unen Arizona, Nevada, Nuevo México y Utah. Es una área de mucha población indígena, sobre todo navajos, y es una zona de extracción de uranio para las nucleares, además de otros tipos de extracción.
La idea de zona de sacrificio dice que para que el país pueda ir bien de cara a una especie de interés general supuesto algunas zonas deben sacrificarse. Claro, aquí hay varias asunciones que deberían ponerse en entredicho. Primero, ¿es realmente un interés general? ¿Es un interés que es para todos o lo es solo para determinados sectores, clases, etcétera? Y dos, ¿es necesario que haya una zona de sacrificio para que las otras vayan bien? Ya en los años 70, en España se genera una especie de conciencia en determinadas zonas del territorio en las que se habla de colonialismo interior. Esto se pasa bastante en Aragón, donde tienen todas las térmicas e hidroeléctricas, y se dice en muy claramente en el sur de Catalunya, que es de donde más hablo en el libro.
El impuesto al sol es una prueba de que al final no puedes ir contra la marea: ha tenido que ser eliminado
Hay un punto clave ahí. Dicen: esto de las nucleares es seguro pero por si acaso no lo fuera y pasa algo, mejor que pase ahí que no en otro lugar más poblado, valioso, o como le quieras llamar. Al mismo tiempo pasa todo esto, en los años 80 se habla de un trasvase del río Ebro, y se hace. Es lo que se llamo el minitrasvase, hacia Tarragona y un poco hacia Barcelona. Es decir, hay una sensación ya muy claramente en los años 70 en el sur de Catalunya, y en otras partes de España también, de que sí, se nos está pidiendo que nos sacrifiquemos en el altar de un doble discurso, el llamado bien nacional y el crecimiento económico. En el libro cito al ministro de la UCD diciendo: “O ponemos nucleares o lo que viene son las tinieblas”. Y las tinieblas no solo en el sentido de que no tendremos luz y por tanto estaremos a oscuras, sino una especie de regresión a lo a lo bárbaro.
En tu libros analizas con detalle el proceso acaecido en el sur de Catalunya, en concreto en las comarcas de Ribera, Terra Alta y Priorat, donde han vivido el proceso de industrialización energética por partida doble: primero con las nucleares e hidroeléctricas desde mediados del pasado siglo, y ahora con las renovables. ¿Por qué allí?
Es un proceso que no es único del sur de Catalunya, pero ¿por qué allí? Hay una combinación. Primero, la existencia de recursos. Si tienes que refrigerar un reactor nuclear, necesitas agua. Lo mismo con las hidroeléctricas. Por otro lado, hay una cuestión sobre lo que decías sobre el sacrificio, donde ciertas zonas, si se pierden, importa menos. La narrativa dice que son zonas donde hay poca gente y poca actividad económica. Y la versión oficial señala que no solamente tienen poco valor real, una idea que yo disputo, sino que se puede hacer poco con ellas, que no podemos esperar mucho de lo que den por ellas mismas. Con lo cual, si tenemos que instalar este tipo de centrales que pueden suponer la inundación de pueblos, donde el peligro de las nucleares siempre está ahí, deben ir en estas zonas.
Hay un punto que me parece muy interesante. En los años 80 la Generalitat de Catalunya hizo un plan de residuos, y el lugar donde tenían que ir esos vertederos se parece mucho a la geografía que tienen estos lugares de producción energética. Es decir, son áreas, regiones, que sirven a la vez como lugar de extracción y como sumidero. Cuando alrededor del año 2000 se produce esa gran explosión social que llamo la revuelta del sur, una explosión de indignación en en el sur de Catalunya, es interesante que va casi en paralelo a cuando se anuncian distintos proyectos energéticos: la central térmica de Enron en Móra la Nova o el plan eólico. También se anuncia un gran vertedero en la zona, que al final no se hace. Y luego está el gran tema de indignación, que fue el trasvase. O sea, vamos a producir aquí energía; vamos a meter lo que otros lugares no quieren, o pensamos que no van a querer, o creemos que van a tener más capacidad para resistirse a ello. Lo ponemos todo aquí, nos llevamos el agua y metemos también los desechos. Yo creo que esta falta de poder político local, esta presunta incapacidad para rebelarse contra esta geografía de extracción y de sumidero, es lo que hace que estos lugares se reiteren como lugares de extracción y sumidero.
¿Que tu comarca o región sea invadida por molinos e infraestructuras industriales asociadas supone que tu modo de vida y el de la región se van a ver devaluados, ampliandose factores como la despoblación, el empobrecimiento o el declive agrario?
Aquí el tema interesante es que este tipo de infraestructuras siempre son presentadas en las comarcas al revés: esto va a ser lo que os va a poner en el mapa y lo que os va a permitir a progresar, enriqueceros, ser modernos. Esto sucede sin ningún tipo de duda cuando llegan las nucleares. Y sucede muy claramente cuando llegan los parques eólicos. Es decir, la idea es: viene la bonanza económica, ahora os vais a hacer de oro. Pero claro, lo que sucede es que las gentes de estas zonas este cuento ya lo han oído muchas veces y saben que no ocurre. Pero de ahí a que realmente vaya a ir a peor ya es más discutible. Lo que seguro que no pasa es que de repente llegue la infraestructura y las zonas se conviertan en nuevos polos de actividad económica.
Ellos decían siempre, ¿verdad que no ponemos molinos en Montserrat? Pues no los pongamos en el Montsant
Si analizamos el tema de la despoblación, algo muy sensible en estas zonas, solo hace falta mirar los datos. No, no se produce una repoblación de estas zonas. ¿Contribuyen a lo contrario estos proyectos? No necesariamente. Lo que pasa es que en este caso, cuando los proyectos eólicos llegan a la Catalunya del sur, llegan en un momento donde hay una serie de proyectos y una cierta sensación de nueva autoestima. Es un momento donde hay un repunte de la economía vitivinícola, que sigue a día de hoy. Hay un cierto repunte e interés en la idea de que el turismo rural es algo que va a pasar, es algo que estaba en el ambiente. Pensemos que estamos hablando del cambio de siglo más o menos. La Catalunya del sur, en el año 2011 si me equivoco, se declara reserva de la biosfera. Y todo esto es algo que tiene mucho que ver con decir: tenemos unos valores ambientales que van a repercutir en posibilidades de ganarnos la vida. Entonces, claro, poner una nueva infraestructura energética manda el mensaje opuesto.
Aquí hay un ejemplo que en la Catalunya del sur tocó bastante, que es la región vecina del Matarraña, en Aragón. Son zonas donde la frontera entre comunidad autónoma no existe, muy cercanas y además muy parecidas en términos de orografía y de paisaje. Yo diría que debe ser una de las zonas de Aragón donde la cuestión del turismo rural realmente ha despegado y ha ido mejor, con una idea clara de decir: aquí no vamos a poner molinos.
Pero el Matarraña es hoy uno de los puntos donde se están planteando varias macrocentrales eólicas.
Sí, pero en su momento no era así. Entonces, cuando se produce esta sensación de que los lugares a los que les va bien no tienen molinos, o lugares donde son un poco más pequeñas joyas de la corona en el sentido del turismo rural, manda el mensaje que donde sí se ponen son lugares donde hay desinterés por esas cuestiones.
Por entrar un poco en la resistencia a todo este proceso, de las tres provincias que analizas Priorat es la única que se ha salvado de esa explosión de centrales eólicas. ¿Cuál es la clave? Porque en aquella revuelta del sur estaban las tres comarcas meridionales catalanas sobre las que investigas.
El Priorat es capaz de hacer una cosa que las otras comarcas no son capaces de hacer. Pensemos que uno de los primeros parques eólicos que se construye en Catalunya se levanta en el Priorat. Lo que sucede allí es que esto llega en un momento donde el boom de la cuestión vitivinícola ya está en marcha. Y lo que hace el Priorat es decir: bueno, hagamos un acuerdo comarcal. Un acuerdo comarcal que dice que, dado el territorio que tenemos y dada la población que tenemos, ¿cuánto creemos que podemos instalar? Si no recuerdo mal se dijeron tres parques eólicos, unos 150 megavatios. En ese acuerdo se involucran gran parte de los representantes políticos, el sector vitivinícola y la plataforma del Priorat, que en ese momento se se estaba movilizando en contra de la masificación eólica. Entonces, Priorat consigue dos cosas: un frente común, no sin disidencias, pero con un cierto consenso, y un plan. Dicen: si vamos a hacer un desarrollo eólico, creemos que esta es la cantidad y estas las zonas. Y esta consideración de cuáles son las más mejores zonas para ello tiene que ver con el valor llamémosle patrimonial del lugar, es decir, lo que es la Sierra del Montsant, que es un poco el límite del marcador cultural natural central de la comarca. Ellos decían siempre, ¿verdad que no ponemos molinos en Montserrat? Pues no los pongamos en el Montsant.
El decreto parece estar pensado para dar más herramientas para esquivar la creciente resistencia con que los proyectos de desarrollo eólico se encuentran en los espacios rurales donde pretenden asentarse
Luego, tuvieron en cuenta en qué lugares este tipo de instalación eólica podía tener una una mejor sinergia con las actividades agrícolas que se estaban llevando a cabo. Un poco lo que se dijo fue que las zonas de olivares eran más adecuadas que las de viñedo. O sea, presentan un plan y detrás del plan hay un consenso y esto tiene una gran ventaja, que es decir a la administración: señores, esto no puede ser ancha es Castilla, el plan es este. Las otras comarcas no son capaces de conseguir este acuerdo y lo que se produce precisamente es uno de los grandes problemas del desarrollo renovable en este país, que es que se produce una dinámica, a veces querida y a veces involuntaria, de divide y vencerás. Esto lo vemos muy claramente entre entre municipios. Esa idea que dice, uy, todos vemos los molinos, por lo tanto mejor que me lo pongan en mi municipio que algo rascaré. También dentro de cada pueblo: si se tienen que poner los molinos cerca de mi parcela agrícola que al menos sea dentro de mi parte agrícola, que así voy a tener algo.
Energías renovables
Macroproyectos energéticos Una central eléctrica llamada España vaciada
La última normativa aprobada al respecto, la reciente convalidación del tercer Real Decreto-Ley 20/2022 por el que se agilizan los trámites para la implantación de centrales de más de 50 MW y se eliminan procedimientos como la necesidad de una declaración de impacto ambiental para instalarlos, parece una reacción a la rebelión de esos cientos de organizaciones locales diseminadas por todo el Estado que se resisten a ver su territorio lleno de molinos, subestaciones eléctricas y líneas de evacuación energética. ¿El Gobierno y las comunidades han tomado partido?
En efecto, el decreto parece estar pensado para dar más herramientas para esquivar la creciente resistencia con que los proyectos de desarrollo eólico se encuentran en los espacios rurales donde pretenden asentarse. Esto es lo que parece haber detrás de la idea de “agilizar la tramitación”, eximiendo a un gran número de ellos del trámite de evaluación de impacto ambiental. De esta agilización quedan exentos, como sabrás, algunos proyectos, en especial aquellos que se incluyen en áreas protegidas por la Red Natura 2000, por motivos obvios. Esto lo subrayo porque tal exención es consistente con algo de lo que hablo en el capítulo 4 del libro. Me refiero a que parece ser que solo las restricciones de carácter ambiental-conservacionista, como mínimo aquellas más claramente respaldadas por la ley (como el caso de la Red Natura 2000), puedan ser tenidas en cuenta a la hora de implementar o paralizar un proyecto eólico, mientras que otras consideraciones de carácter social son ignoradas.
El autoconsumo está creciendo, y esto es una gran noticia
La resistencia antinuclear, con su descentralización y sus fallos, consiguió grandes triunfos. Al fin y al cabo, el plan inicial contaba con 35 reactores nucleares en España, aunque aquella rebelión social no fue el único factor por el que se frenó el plan original. ¿Qué futuro le ves a todo este movimiento que se engloba bajo el mantra “Renovables sí pero no así?
El éxito de esta multitud de plataformas va a depender de su capacidad de movilización; de su capacidad para trabajar juntas, que eso es un reto importante; y de su capacidad de proponer. El ejemplo del Priorat es bueno, en el sentido de que el Priorat propone, no solamente se opone. Esta capacidad propositiva tiene que ver con con dos cuestiones. Una, ser capaz de decir esta es una cuestión de planeamiento territorial. Aquí nos estamos jugando muchas cosas y nos estamos jugando la vertebración del país, la relación campo-ciudad, el futuro de la agricultura llamémosle familiar... Pero también tenemos delante una necesidad de cambiar el modelo energético. El 90% de estas plataformas dicen renovables sí, pero no así no. Es decir, no están en contra de las renovables. Pero si eso eso es verdad, y en general creo que es verdad, tiene que haber una propuesta de decir: bueno, entonces, si no es así, ¿cómo? Tiene que haber esta vertiente propositiva, y deben no solo tenerla sino también divulgarla.
Así como Hidrola, germen de Iberdrola, contó con el favor de Franco y del régimen, y este estableció la base para el oligopolio eléctrico, ¿la ley sigue hecha hoy a pedir de boca de los herederos de ese oligopolio?
Sí, no hay duda. Aquí hay una cuestión clave que en el libro comento. El modelo español de desarrollo renovable actual, a nivel legal e institucional, se inspira en el alemán. Pero hay un par de diferencias importantes. Estoy hablando de los años 90, pero aunque ha cambiado mucho la normativa muchos de los males vienen de ese momento. En Alemania se dijo una cosa muy clara: ninguna empresa eléctrica de las grandes puede tener más del 50% de ningún parque eólico. Aquí ya estamos invitando a la entrada de nuevos actores en el sector. Dos, ninguna empresa eléctrica puede hacer renovables en su zona histórica de trabajo. Es decir, en el caso de Hidrola, País Valenciano y Madrid, básicamente. En el caso Fecsa, después Endesa; Catalunya, Aragón, Andalucía. Con lo que, ¿cuál es el mensaje? Es un caso muy obvio, lo que se está intentando es luchar contra los mecanismos clientelistas.
Luego, tercero, y clave: en Alemania esto se da en un contexto de estabilidad. Es decir, si el consumo eléctrico es el mismo y entran nuevas centrales, en este caso renovables, hay que sacar algo de algún lugar. En España no. En España esto se hace en un contexto de crecimiento de la demanda muy grande. Es la época del boom inmobiliario, del 95 más o menos hasta 2008. Las grandes empresas españolas habían visto que las grandes empresas alemanas recurrieron al recurso y no les salió bien. Por lo tanto, dicen: seguramente a nosotros tampoco nos va a salir bien y aquí estamos creciendo; sumémonos al carro, más vale que lo hagamos nosotros a que lo hagan otros.
Se sigue con la idea de que el crecimiento es bueno, de que es un fin en sí mismo. Y para mantenerlo creamos falacias como la del crecimiento verde
Entonces, sí, aquí se hace claramente para que sirva a las grandes empresas. Además, grandes y pequeñas, en general, han tenido muy poco interés en convertir a los ciudadanos de las regiones donde esto se implanta en, llamémosle, socios. Hay algunos contratos, sobre todo más al principio, donde los municipios se quedaban parte de la facturación de los parques eólicos, pero esto es más bien la excepción. Lo de tener tanto parte de la propiedad como del beneficio, eso no se ha hecho. Y si se hubiera hecho probablemente habría menos oposición.
O sea, que para conseguir un modelo diferente, como el alemán o el danés, donde desde el principio estuvieron muy presentse el autoconsumo y las comunidades energéticas, así como pequeños y medianos promotores, lo que hace falta es legislar al respecto. Todo esto, al fin y al cabo, es una decisión política.
Sí, es en gran parte una decisión política. Pero no podemos organizar el territorio a base de real decreto. La legislación es necesaria pero no es suficiente. Es decir, aquí, si creamos comunidades energéticas tiene que haber la iniciativa de decir: bueno, aprovechemos esto y hagamos una comunidad energética. Por eso, en el prólogo del libro, donde intento poner al día cuatro cosas entre la publicación inicial y la actualidad, pongo énfasis en esto. En La Fatarella (Terra Alta) están haciendo una comunidad energética poniendo placas solares en el tejado de la cooperativa agrícola, y esto se ve con muy distintos ojos. ¿Por qué? Porque repercute directamente en esto que decíamos: me va a salir más barata la factura de la luz, esto es un beneficio muy tangible y además siento que lo estoy organizando, que lo estamos organizando nosotros mismos.
El autoconsumo está creciendo, y esto es una gran noticia. El impuesto al sol iba en la dirección contraria y es un ejemplo claro de legislación que intenta prohibir el autoconsumo, aunque también es una prueba de que al final no puedes ir contra la marea: ha tenido que ser eliminado.
¿Hay aún espacio en España para las comunidades energéticas y los pequeños promotores en el desarrollo de la energía eólica? ¿O el oligopolio ha ganado todas las batallas?
Yo no quiero caer nunca en el pesimismo total. Hay que ser lúcido y realista, pero caer en el pesimismo es perder, especialmente en esas zonas rurales. Hay muchas razones para el pesimismo, para la frustración y para sentirse abandonado. Todo esto tiene condiciones objetivas. Ahora, si a esas condiciones objetivas le sumas la sensación subjetiva, ahí ya has perdido.
Hay un dato interesante, y es que en Catalunya, donde el parón del desarrollo eólico, post 2014 más o menos, ha durado. No es hasta este año cuando se van a poner en marcha nuevas centrales eólicas. Y en casi una década, la única instalación eólica que se ha llevado a cabo ha sido justo al lado de donde yo soy, en Pujalt. El proyecto se llama Vivir del aire y es básicamente comunitario.
O sea, hay esperanza.
Hay que tener esperanza. Un señor mayor en mi trabajo de campo me dijo una vez: “Es que si no tienes esperanza ellos vuelven”. Ese es el mensaje.