Opinión
Vox en Vallekas

Ayer, 7 de abril de 2021, a las 19:00 horas, en la salida del metro Alto del Arenal en Vallecas, área madrileña de 354.000 habitantes, se podían ver pequeños grupos de las personas convocadas al mitin de Vox en la conocida como la Plaza Roja. Los más, grupos de señores y señoras de mediana edad, recién llegados de los barrios ricos de la ciudad para acompañar a Santiago Abascal y Rocío Monasterio. Su estética, pija-cayetana, —flequillos, ropa de caza, pantalones de equitación y la perfecta ropa planchada por su servicio doméstico migrante—, les delataba. De este perfil se vieron por Vallecas unas cuantas decenas, como también se vieron algunos jóvenes fascistas con símbolos de extrema derecha. El más usado, tras la bandera española: el requeté, tanto en su acepción carlista como en la de los tercios españoles. Todo en sintonía con la idea de reconquista imperial que propugna Santiago Abascal.
Los 23.232 euros de renta bruta al año de Vallecas frente a los más de 91.154 del barrio que acunó a estos Cayetanos que llegaban de reconquista
De telón de fondo, una realidad, los neocon madrileños —una de las fuerzas políticas con mayor inteligencia del país—, le están ganando la partida electoral a Rocío Monasterio. Frente a eso, los de Abascal necesitaban salir a ganar en la calle y movilizar su imagen. La mejor opción, convocar en La Plaza Roja de Vallecas, código postal 28018, uno de los barrios de Madrid con mayor presencia migrante y gitana. Los 23.232 euros de renta bruta al año de este barrio frente a los más de 91.154 del barrio que acunó a estos Cayetanos que hoy llegaban de reconquista.
El guión de lo que iba a suceder estaba demasiado cantado, todo reducido en los medios oficiales, sobre todo de la derecha, a un juego de violentos y radicales que atacan al partido de Abascal. La pregunta en el barrio, al menos en las organizaciones sociales de Vallecas, estuvo planteada desde el principio. ¿Cómo actuar ante la provocación?
Desde muy pronto se veía que todo lo previsto se iba a cumplir, una concentración de Vox con unas pocas decenas de personas, no más de 100 personas, y una concentración mucho más grande, se encontrarían en la plaza. La consigna en el barrio, tras muchas discusiones por redes y alguna reunión, era no caer en la provocación, no darles la foto.
Sin embargo, faltaba un actor por participar, el PSOE. El Partido Socialista, con cada vez menos arraigo en el barrio y al mando de la Delegación de Gobierno de Madrid con la polifacética nueva delegada Mercedes González al mando, actuó de manera astuta en favor de sus intereses. Con enorme sorpresa y contando con un despliegue policial muy poderoso, actuó al revés de todo lo esperable. Tan solo una hora antes de la llegada de Abascal, la policía había dejado que una buena parte de la concentración de protesta estuviese paseando por el espacio donde los técnicos terminaban de montar el escenario. En un juego de espejos, la estrategia de Abascal y de la Delegación de gobierno fueron coincidentes, ambos prepararon un campo de batalla.
El PSOE buscó el enfrentamiento y mezclar al máximo ambas concentraciones, para que cualquier roce provocase las cargas y las fotos esperadas
Con esta jugada, el PSOE buscó el enfrentamiento y mezclar al máximo ambas concentraciones, para que cualquier roce provocase las cargas y las fotos esperadas. Aun así, se aguantó el embite hasta que Abascal apareció en escena. Al ver que no estaba logrando el efecto deseado, se lanzó contra los manifestantes antifascistas y el guión volvió a funcionar. Cargas policiales, heridos y detenidos. Sin duda, la simbiosis que mejor funcionó anoche fue la de Vox con la Delegación del Gobierno del PSOE.
Algunas lecciones para la izquierda
A pesar del oxígeno mediático que quiere sacar Abascal de esta estrategia, no tendrá réditos electorales. En Madrid, el voto de derechas se mueve más por la solidez del mantenimiento del orden material de las oligarquías que por el moral. Todo ello a pesar de que su estrategia política sea a través de una enorme maquinaria de producción de guerras culturales en torno a la economía moral de nuestro país. A día de hoy, la gran contradicción de Madrid es que la única oportunidad que tiene el arco izquierdo de ganar es que Ayuso arrase a Vox y Ciudadanos con tanta fuerza que no logre completar la mayoría absoluta.
Este juego por la derecha obliga a entender que ayer se jugaba en el campo de las izquierdas. El PSOE, a tensar la cuerda con la realpolitik desde los aparatos del Estado, mientras se sumaba a la llamada a la calma y no salir a las calles desde sus agrupaciones en Vallecas junto a Más Madrid y Unidas Podemos.
Y es que, desde que Abascal anunció su presencia en Vallecas, los partidos de izquierdas han llenado sus redes con sermones y moralinas de todo tipo, tratando a quienes estaban intentando pensar una respuesta lo mas inteligente posible a la estrategia de Abascal, como meros actores subordinados a su estrategia y lógica electorales.
Pero ¿cuál era su propuesta? No hacer nada. En ese escenario, la concentración se hubiese transformado en un teatrillo. Un teatrillo con varias decenas de grupos de nazis campando a sus anchas en un barrio donde la práctica totalidad del comercio es regentado y trabajado por personas migrantes, donde viven miles de personas gitanas y también numerosos colectivos LGTBI. El mensaje era claro: esto no se arreglará con movilizaciones, ni con organización, sino votando el #4M contra Ayuso. Pero lo cierto es que nadie podía escapar de la violencia que significaba esta convocatoria.
Muy al contrario de lo que se quiere hacer parecer, del otro lado estuvieron organizadas muchas de las fuerzas sociales de Vallecas. De ellas salió un sentido común de no caer en provocaciones. Hubo bloque feminista, música desde algún balcón, cánticos y muchas consignas antifascistas, antirracistas y feministas. Pero fallaron dos cosas. La primera, que no se pensó un dispositivo general, una manera de desobedecer al guión o reírse de Abascal en su cara, evitando la foto deseada.
La segunda, que se dio por hecho que con las fuerzas con las que contaba la policía nacional en el barrio —tres horas antes del evento—, se separarían ambos espacios y quedaría en evidencia lo ridículo de la concentración de Vox frente a las 1.500 personas que les rodeaban.
Era evidente para cualquiera que la presencia de Vox y de la simbología fascista de muchos de sus seguidores generó durante unas horas un ambiente de violencia simbólica muy fuerte
Lo cierto es que la inmensa mayoría de quienes allí viven —fueran o no a la concentración—, entendían la visita de Abascal y Monasterio como una agresión, y estuvieron en la calle aunque sin participar en la primera línea de la protesta. Era evidente para cualquiera que la presencia de Vox y de la simbología fascista de muchos de sus seguidores generó durante unas horas un ambiente de violencia simbólica muy fuerte. Y también fue evidente que la opción de estar juntos y juntas, llenar las calles y salir con una posición firme desescaló esa violencia y devolvió al barrio a su lugar: racializado, migrante, gitano y precario.
El disputado voto vallecano
De cara a futuro, lo que sucedió en Vallecas aclara al menos tres grandes cuestiones. La primera, que ese fantasma de la extrema derecha sigue sin movilizar en los barrios obreros, algo que es una buena noticia. La segunda, que su amenaza tampoco moviliza a la contra más allá de los sectores de izquierdas y, la tercera, que las movilizaciones antifascistas necesitan nuevos modelos de protesta. Acciones más imaginativas que sean capaces de desarticular las estrategias comunicativas del ámbito partidista y de Estado, a la vez que resuelvan la tensión entre su vocación maqui/partisana y la necesaria desobediencia civil no violenta.
Es a partir de ahí desde donde debemos pensar algo que será crucial en los próximos años: cómo construir movilización y organización que no se subordinen a la lengua de trapo de la izquierda electoralista y que abra líneas de lucha unilaterales y autónomas, que no esperen ni se vean afectadas por los púlpitos moralistas y de tutela de los figurines políticos.
Además, es necesaria alguna otra reflexión. Que ayer no se movilizase con mayor intensidad la vallekas precaria, migrante y racializada es todo un aviso a navegantes. Para quienes impulsaron la concentración, por saber que ninguna lucha futura de clase podrá desarrollarse con solvencia si no se cuenta con alianzas más fuertes, estables e interseccionales. Y para las elecciones del #4M, porque anuncia la clásica desmovilización de quienes entienden que la Europa antifascista no se construye con guerras culturales sino garantizando el derecho a una vivienda digna, una renta garantizada generalizada y parándole los pies a las élites.
Los mismos que en el Congreso dan cobertura al gobierno progresista que, de fondo, nos intenta siempre vender la misma burra, que es posible repartir la riqueza sin tumbar los privilegios de unos pocos, se atreven a tirar de las orejas al abstencionismo popular
En ese contexto, en las últimas semanas se han escuchado multitud de voces políticas poniendo la abstención de Vallecas en la picota. Entre el ánimo a votar y la regañina moral —todo muy poco seductor, la verdad—, se llama a la participación masiva para frenar a la derecha. Los mismos que en el Congreso dan cobertura al gobierno progresista que, de fondo, nos intenta siempre vender la misma burra, que es posible repartir la riqueza sin tumbar los privilegios de unos pocos, se atreven a tirar de las orejas al abstencionismo popular.
Todo, sin aprenderse bien la lección. Mientras los recursos caigan con cuentagotas a las mayorías precarias vallekanas y los beneficios fluyan a borbotones para las élites, una parte muy importante de Vallecas seguirá absteniéndose, y con razón. Porque las guerras culturales de la izquierda, por muy teñidas de antifascistas que vayan, no están dando de comer a nadie. Muy al contrario que en el flanco derecho, donde las guerras culturales son el fuego de cobertura de un nítido gobierno de clase en favor de las élites y de las clases medias con mayor renta, a las que la vida les sigue sonriendo.
Hoy es un día para la reflexión y para mandar un fuerte abrazo a las detenidas y las apaleadas por la policía. A todas las vecinas que apretaron los dientes y dieron la cara navegando en un mar de intereses electorales que ganaron el relato mediático pero perdieron a pie de obra. Ahí es donde debemos seguir encontrándonos. Vamos Vallekas.
Crónica
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