El caso Carioca a través de una migrante explotada sexualmente: indemnización mínima y complot policial

El guardia civil Armando se aliaba con proxenetas y abusaba sexualmente de mujeres prostituidas haciendo uso de su capacidad para regularizar su situación.
Carioca Armando avogado
Fran Pérez Armando Lorenzo Torre (izquierda) y su abogado Emilio Rodríguez Prieto (derecha) a la entrada de la Audiencia Provincial de Lugo..
18 jul 2024 16:25

Son prácticamente inabarcables las miradas e historias personales que engloba el caso Carioca. Iniciada en el 2008, la macrocausa judicial que investigó la red conformada por proxenetas y policías que más documentación ha generado en el Estado español —120.000 folios— hizo pasar por el juzgado de instrucción número 1 de Lugo cerca de 400 testigos y víctimas e identificó a más de 200 mujeres explotadas sexualmente en distintos prostíbulos de la provincia, cada una con su mochila de experiencias vividas. Algunas tan estremecedoras como la de una joven forzada a abortar sin anestesia, o la de la mujer que quiso denunciar a los socios del club Queens (Lugo) y las represalias y violencia institucional acabarían atándola a una silla de ruedas tras saltar al vacío con la intención de suicidarse.

Las vivencias de Heloísa (nombre ficticio) no destacan por su drama entre las atrocidades que pueden encontrarse en el sumario. Tampoco por ofrecer un material especialmente propicio para la confección de un relato sensacionalista. Es “una más”. Pero hay dos elementos por los que merece ser contada: sintetiza el funcionamiento de una trama verdaderamente compleja y el tratamiento judicial que se le dio al caso y es la única persona que tuvo fuerzas para presentarse como acusación particular en el juicio celebrado en la primera semana del mes de junio.

Una historia de rivalidad entre clubes de alterne

Heloísa entró en España en el 2004 recomendada por una amiga para ejercer en el club Tritón (O Corgo) en búsqueda de una mejor situación económica. En Santarém (Brasil) se encargaba de las ventas en una zapatería en la que ganaba poco. Había estudiado magisterio, pero extravió la maleta con su documentación en el viaje a España, por lo que, por más que quisiera, no podría homologar el título.

En el ambiente de la prostitución era bien conocida la enemistad de los regentes del Tritón con el del Queens, epicentro del caso Carioca. Era una rivalidad asimétrica: el Queens jugaba en una liga superior. José Crego, del Tritón, declaró que todo surgió porque varias mujeres se fugaron del Queens a su club sin acabar de pagar la deuda reclamada por el dueño del primero de los burdeles, José Manuel García Adán. Adán los amenazaría de muerte y el Tritón sufriría un incendio. Ocurrió poco antes de la incorporación de Heloísa al Tritón, pero eso no evitó que el sucedido llegara a sus oídos. Los dueños cederían y le abonarían a Adán más de 4.000 euros que reclamaba, aunque eso no puso fin a las represalias.

El proxeneta del club Queens se había granjeado la amistad y la colaboración de agentes de la Policía Local, de la Policía Nacional y de la Guardia Civil

Adán se había granjeado la amistad y la colaboración de agentes de la Brigada Nocturna de la Policía Local, del Grupo Operativo de Extranjeros (GOE) de la Policía Nacional y del Equipo de Delincuencia Organizada y Antidroga (EDOA), el Equipo de Personas y el Equipo de la Mujer y el Menor (EMUME) de la Guardia Civil. Integrante de los dos últimos era Armando Lorenzo Torre, cabo primero encargado de las inspecciones a los prostíbulos a los que extorsionaba para que le pagaran importantes sumas de dinero a cambio de blindaje policial. Adán accedió y Armando se convirtió en su mano derecha. José Crego no lo hizo y sufrió el acoso y las amenazas de encarcelamiento del guardia civil.

Heloísa debía pagar con la prostitución la deuda contraída con los dueños del Tritón. Según declaraciones de ella, podía decidir qué parte del beneficio iba al club y se limitaron a cobrarle el viaje. Una sentencia del 2014, sin embargo, considera probado que a principios de los años 2000 se les imponían horarios, precios y ganancias a las mujeres en ese local, además de un sistema de multas si, por ejemplo, no alternaban clientes. El contenido de la sentencia, producida tras llegar a acuerdos de conformidad con la Fiscalía, debe ser tomado con cautela, porque en la época de los hechos investigados Armando ofrecía a las mujeres del Tritón regularizar su situación administrativa a cambio de firmar denuncias falsas contra los proxenetas. No obstante, posteriormente a ese período varios empleados como camareros denunciaron un clima laboral de control absoluto, humillaciones e insultos en horarios que iban de las cinco de la tarde a las seis de la mañana.

Desde 2004 hasta finales de 2006, Heloísa pasó la mayor parte del tiempo ejerciendo en el Tritón, a excepción de unos meses en los que lo hizo en clubes de Ponferrada y Pontevedra. En febrero del 2006, una redada policial en el Tritón no la sorprendió en el prostíbulo por puro azar. Peor suerte corrió en la del mes de noviembre, en la que fue detenida junto a 11 compañeras más y sancionada con una orden de expulsión y la retirada del pasaporte. Se produciría una redada más a principios del 2007. La versión del proxeneta es que fue víctima de una persecución policial con el objetivo de espantar a las mujeres hacia otros clubes, particularmente el Queens.

Una nueva inspección en el Tritón podría truncar su anhelo de un mejor sustento económico en España. Desde la redada de noviembre del 2006, Heloísa comenzó a recorrer diversos clubes del noroeste ibérico: Santiago de Compostela, Santander, Oviedo, Gijón, Avilés, Vilagarcía de Arousa, Navia, Ribadeo... Precisamente en Ribadeo, el club Carús se dispuso en 2008 a hacerle un contrato como camarera y, transcurridos más de tres años en el país, Heloísa reunía todos los requisitos para solicitar una autorización de residencia y trabajo por circunstancias excepcionales. La Subdelegación del Gobierno, apoyada en un informe de la Brigada de Extranjería, se la denegó basándose en la carta de expulsión. En las mismas fechas, otra inmigrante en idéntica situación, explotada sexualmente en el Queens, hizo el mismo trámite consiguiendo una resolución favorable gracias a la intervención de Armando, a pesar de no aportar toda la documentación exigida ni acreditar su permanencia en España por más de tres años.

Que en el Queens el trato policial era diferente era comentado más allá de las verjas que cercaban el burdel. También, que los dueños no pedían documentación ni llevaban un registro con los datos de las mujeres allí explotadas —aunque fuera haciéndolas pasar por clientes de hostal—, de forma que las irregulares quedaban menos expuestas. Ese fue exclusivamente el motivo por el que Heloísa y una compañera del Tritón detenida en la misma redada optaron por ejercer allí: “Teníamos miedo de que si en un club hacían ficha pudiera cogernos la Policía”, justificaría Heloísa ante la jueza instructora.

Vivir siete meses de explotación en el club Queens

La primera vez, en febrero del 2007, fue fugaz. A Heloísa le bastó una sola noche para decidir abandonar el Queens, asustada por la detonación de un disparo procedente de una pistola que Adán llevaba con él, algo que le comentaron que era un comportamiento habitual en él. Pero acabaría resignándose dos años después, ejerciendo de forma continuada hasta septiembre del 2009. Colegas suyas del burdel manifestaron que Heloísa detestaba estar allí, a pesar de disfrutar de mejores condiciones y trato que compañeras suyas a las que Adán les exigía el pago de la deuda o que residían en el club.

Entraba a las 21.00h y salía a las 5.00h por semana y a las 7.00h en los fines de semana. Las que residían en el club entraban a las 17.30h y no podían alternar períodos de trabajo y de descanso como hacía ella. Lo que tenían todas en común era el sistema de cobros y multas, tanto por la casa —incluso para Heloísa, que no se alojaba allí—, como por llegar tarde o faltar, incluso si se debía a una enfermedad. Debían ejercer también con la regla, usando esponjas vaginales. Heloísa fue testigo de la fuga de una compañera que “no tenía dinero ni para ir al dentista” porque, según la información que ella tenía, las mujeres endeudadas “tenían que dejar todo para pagar la deuda” y cuando querían coger algo de las ganancias debían solicitárselo a los encargados del burdel. Allí presenció múltiples peleas y se inició en el consumo de cocaína “para poder trabajar”, según sus declaraciones, porque “hay clientes que solo suben [a las habitaciones] con chavalas que consumen coca”. A su vez, engancharse a la cocaína alargaba la deuda de aquellas que la tenían.

Todo aquello ocurría en la presencia de “muchos amigos [de Adán] policías nacionales, locales y de la Guardia Civil” a los que Heloísa observaba tomar copas en la barra y “nunca pagaban nada”. Algunos eran caras nuevas para ella, como José Manuel Díaz Suárez, que “a veces iba en coche oficial de Policía y muchas veces entraba uniformado”. A otros, como Luis Ferreiro González, ya los conocía de antes: fue quien le abrió las puertas del calabozo cuando la arrestaron en el Tritón, de donde también era cliente.

Ramón Vázquez Río, sargento de la Policía Local, se le presentó a Heloísa como socio del club Queens cuando ella ejercía en el Tritón

También José Ramón Vázquez Río, quien se le presentó a Heloísa como socio del Queens cuando ella aún estaba en el Tritón, adonde Ramón era asiduo. Ella se negó en aquel momento a subir con él porque le exigía hacerlo sin preservativo. Heloísa supo de su profesión cuando se lo recriminaron en el club: “¿Pero tú no sabes quién es ese? ¡Es el policía socio de Adán en el Queens!”. Ramón, sargento de la Policía Local, subarrendaba a Adán la parcela en la que se situaba el Queens sin percibir un solo euro por eso, se reunía con Adán en el despacho, se había encargado personalmente de varias reformas del club, en ocasiones fue a buscar mujeres al aeropuerto para llevarlas al burdel y probaba, según Heloísa, “a las que acababan de llegar de Brasil”. En una rueda de reconocimiento fotográfico practicada durante la instrucción, Heloísa lo describió como “un asqueroso, porque piensa que puede hacer lo que le dé la gana con una persona, estaba todo el tiempo allí, le gustaban las nuevas, las recién llegadas, que no entendían el idioma principalmente y no sabían defenderse”.

Cuestionada si no le daba miedo que hubiera policías en el club teniendo una orden de expulsión, Heloísa respondería: “No, todo lo contrario, para mí y también para las demás chavalas que hubiera policías de clientes en el Queens era una seguridad. Yo me quedaba a trabajar en el Queens porque no tenía papeles y sabía que ahí no pasaba la Policía y cuando iba a pasar nos avisaban”. De hecho, sabía que compañeras suyas no habían acudido al Queens el día de la redada de febrero del 2009 porque estaban bajo aviso de clientes policías. En una conversación telefónica intervenida, Armando le preguntó a Adán por teléfono cómo se había portado Evaristo Rodríguez, inspector jefe de la Brigada de Extranjería: “De puta madre: miraba pero nada [...] Me dijo que no le debo nada, pero que le debo una”. A Evaristo, Heloísa lo conocía como cliente del Tritón. Su subordinado, el subinspector Eduardo Castro, formaba un tándem perfecto con Armando para hacer y deshacer a voluntad. Heloísa presenció que en una ocasión un camarero del Queens le cobró una copa al no identificar que era policía y el encargado que tenía Adán en el club intervino después para devolverle el dinero y reprender al camarero.

Los chivatazos no eran las únicas demostraciones policiales de generosidad de las que tuvo conocimiento Heloísa. Antes de ejercer en el Queens, llegó a sus oídos que por 400 euros Adán enviaba a Madrid los pasaportes de las mujeres en las que tenía más interés y al cabo de una semana los tenían de vuelta con sellos falsos de salida y entrada en España, de manera que constase que se encontraban en el plazo legal como turistas. Heloísa habló incluso con una de las beneficiadas para que le pidiera el favor a Adán, pero ejercer en el Queens era un requisito y, sumado al temor a las consecuencias que pudiera acarrearle tener un pasaporte falsificado, terminó por desistir de su idea. De acuerdo con las indagaciones realizadas durante la instrucción judicial, el policía del que echaba mano Adán era Francisco Javier Fernández Becerra. Heloísa coincidió con él en el Queens, donde supo que era familiar de un camarero del prostíbulo y que estaba destinado en el Aeropuerto de Madrid-Barajas. Por lo que ella pudo observar, al agente se le concedía quedar fuera con mujeres del club sin pagar las salidas.

Agresiones sexuales continuadas de un guardia civil

A quien sí recurrió Heloísa para tratar de regularizar su situación fue al guardia civil Armando. Lo conoció en mayo del 2009 en un encuentro en el piso que compartían varias compañeras del Queens, cuando él le ofrece a ella retirarle la carta de expulsión, algo que Heloísa trató de concretar en sucesivas reuniones en las que Armando le explicó que debía conseguir un contrato de trabajo y tenía que ejercer unos días en el club Carús para denunciar a sus regentes, los Manolos. “Yo pregunté qué iba a decir de los Manolos, si nunca había visto nada raro ni ilícito en ellos y Armando me dijo que estuviera tranquila, que él sería el que haría las preguntas, insinuándome que él prepararía el texto de la denuncia”.

A finales de agosto, Heloísa avisó a Armando de que iba a hacer una plaza en el Carús, quien la informó de que Eduardo Castro estaba preparando una redada allí, pero la tranquilizó porque sería después de su estancia en el Carús y en caso de que se adelantara ya le había facilitado una fotocopia de su pasaporte al subinspector de Extranjería para que no actuaran contra ella. Además, podía aprovechar para hacer la denuncia.

A pesar de la insistencia de Armando, que la intentó convencer asegurándole que no figuraría su nombre, Heloísa no quiso ser partícipe de una denuncia falsa e intentó en su lugar solucionar su documentación exclusivamente mediante un contrato de trabajo: “Yo quería que me lo hiciera Manolo, porque yo quería trabajar en la discoteca. Armando me dijo que no, que los Manolos estaban muy fichados en la comisaría. Yo le dije que no tanto como Adán y Armando contestó que con Adán estábamos entre amigos”.

Heloísa sabía que necesitaba de las maniobras arbitrarias de Armando. Numerosas conocidas suyas habían logrado regularizarse recurriendo a él. De hecho, presenció la retirada de una carta de expulsión a una amiga suya como obsequio de aniversario. “A mí también me quiso dar ese regalo”, declararía Heloísa, aunque las gestiones necesarias no estuvieron hechas el día en el que celebró su cumpleaños, el 3 de septiembre, y ni siquiera para cuando estalló la operación Carioca en el mes de octubre. También conocía casos en los que Armando había concedido ayuda a cambio de relaciones sexuales.

El guardia civil Armando se valió de su situación de superioridad con Heloísa, que denunció abusos sexuales continuados desde el día en el que lo conoció

El guardia civil tampoco tuvo reparos en valerse de su situación de superioridad con Heloísa, que denunció abusos sexuales continuados desde el día en el que conoció a Armando: “Siempre que me veía intentaba sobarme”. Cada vez que debía concertar una reunión con él procuraba que fuera en la presencia de alguna amiga del Queens para contenerlo. Según declaró, por teléfono le decía que “la quería follar” y ella respondía que para eso que fuera al club y pagara. En una ocasión la llamó por la mañana y acudió a su piso con el pretexto de la retirada de la carta de expulsión y allí se puso a tocarle los pechos sin su consentimiento.

Además, Armando echó mano de ella con el propósito de complacer sus amistades. El Salto reveló que Armando organizó varios encuentros sexuales con mujeres prostituidas en el Queens para socios comerciales de su hijo, entre ellos el entonces alcalde del PP Enrique Calvete. Una de las mujeres a las que llamó para el segundo encuentro fue Heloísa, si bien según los testimonios en esta ocasión no llegaron a consumarse las pretensiones de Armando porque varias de las presentes se negaron a hacerlo sin pagar, como demandaba Calvete.

A pesar de que, de acuerdo con las pesquisas judiciales, Armando había realizado requerimientos sexuales a decenas de mujeres a cambio de favores, agrediéndolas sexualmente en varios casos, solo Heloísa se presentó como acusación particular contra él en el juicio celebrado en el mes de junio. Hoy vive fuera de España desconectada de la prostitución y de su pasado. Su abogada se esmeró en localizarla para que pudiera continuar con la acusación pero, transcurridos 15 años de los hechos, Heloísa no seguía tan involucrada. Así, su letrada accedió a un pacto con la Fiscalía y Armando que evitó el juicio y que su defendida reviviera los hechos. La pena impuesta a Armando por el conjunto de todos los requerimientos sexuales fue de un mes y cuatro días de multa a razón de ocho euros diarios por un delito de cohecho sexual continuado. A Heloísa debió abonarle 500 euros de indemnización, que su defensa confirmó que ya ha recibido.

Más allá de los requerimientos sexuales, los más de 70 posibles delitos apreciados durante la instrucción con respecto a Armando por sus actividades en relación con la prostitución acabaron reflejándose en una condena de prisión, dada a conocer este miércoles, de cinco años y nueve meses en total.

Los indicios de un asesinato que quedaron en papel mojado

Un suceso al que los investigadores del caso Carioca prestaron atención fue el presunto asesinato por parte de Adán de al menos una mujer del Queens, sobre el que se reunieron diversos indicios. Heloísa fue uno de los hilos de los que tiraron para sus indagaciones. Según manifestó, una de sus mejores amigas, muy próxima a Adán, le había confiado que el proxeneta la había llevado hasta el lugar en el que estaba enterrada, posiblemente a modo de amenaza, pero Heloísa desconocía cuál era ese lugar. Su amiga tenía pánico a sufrir represalias por la información que tenía de Adán, apenas salía de la casa y dormía con cuchillos y, aunque no lo cumplió, le habría ordenado a Heloísa que no comentara nada con otra gente ni en sus declaraciones en sede judicial. Al no localizar ningún cadáver debieron desertar de sus pesquisas.

Corrupción
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