Ganadería
“Las vacas de la ganadería ecológica viven más y mejor”

Jauregia abandonó el modelo convencional en 2009, y ahora es el vivo ejemplo de que se puede vivir dignamente de la ganadería sostenible.
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Recogiendo el ganado a última hora de la tarde. Mónica Prado

@aitorbalbasruiz

@monitarula

6 feb 2022 08:14

En Aniz, pueblo prepirinanico de sesenta habitantes, una pequeña explotación agropecuaria cambió de arriba a abajo su modo de subsistencia hace trece años. Desde entonces, producen y venden leche lo más cercana y saludable posible. También la transforman en queso, yogures y batidos. Es una familia que lleva cuatrocientos años sin moverse del lugar y que, en 1993, montó la segunda casa rural de Navarra. Esta entrevista nace de la conversación con Mikel Azkarate, uno de sus promotores.

¿Cómo definirías vuestra iniciativa?
Jauregia es una “forma de vida”. Una pequeña granja en la que ordeñamos 28 de las 51 vacas que tenemos y de la que vivimos seis personas. Pero en el Valle de Baztán, que es donde vivimos, hay 3.000 o 4.000 vacas, sin contar las de carne, y en total solo hay tres ganaderos de menos de cuarenta años.

¿Qué pasa con la carne?
Pasa que un ternero se vende a los 20 días de nacer, y que pagan entre 130 y 150 euros, cuando hace treinta años se vendían a 40.000 o 50.000 pesetas (entre 240 y 300 euros). Antes se podía vivir bien de la carne, ahora es difícil. Pero, volviendo al asunto, en Jauregia somos dos hermanos y cuatro trabajadoras. Sale a cinco vacas lecheras por persona. Esa es nuestra sostenibilidad. En proporción, somos la granja más pequeña de Navarra, y la única de ganado vacuno en ecológico. De ovejas sí que hay, pero tres o cuatro, no más. Ahora mismo ya no vendemos a la agroindustria; transformamos todo lo que producimos. Hacemos el ciclo completo: desde el pasto hasta los consumidores. Ordeñamos a las seis de la mañana y tres horas después alguien puede tomarse un café con esa leche en la cantina de Katakrak, a 55 kilómetros de nuestra casa.

¿Por qué sois ganaderos?
Nuestro punto de partida siempre fue que queríamos vivir y trabajar en el pueblo, y una de las pocas alternativas que hay es la ganadería. En 2000 yo me incorporé a trabajar con mi padre, para hacer una granja potente, de 60 vacas. Entonces funcionábamos en convencional y vendíamos el 100% de la producción a Kaiku. Aquello daba para un puesto de trabajo. Luego mi hermano Aitor se quiso instalar con nosotros, y claro, tenía que generar su puesto de trabajo, pero el Gobierno de Navarra nos exigía instalar otras 50 vacas, y ampliar la nave, y más tierra... y no queríamos. Veíamos claro que con la ganadería convencional y la venta a la industria no había futuro. Pero el problema es que nadie transformaba la leche de vaca, todos vendían a la industria, no había cálculos de rentabilidad.

Al final lo conseguisteis...
Fue un tira y afloja con el Gobierno de Navarra: no nos querían dar el permiso porque automáticamente les obligaba a darnos ayudas económicas. Investigamos, fuimos a Francia y conseguimos mucha información. Les demostramos que con diez vacas cuya leche se destinara a queso, generábamos ese segundo puesto de trabajo. En 2004, después de un año de pelearnos con ellos, conseguimos que no nos obligaran a poner más vacas, y que nos dejaran montar la quesería. Al principio producíamos 2.200 litros de leche al día y con una parte de esa leche empezamos a hacer queso. Luego cada vez producíamos más queso, y hacíamos menos venta a la industria, hasta que en 2009 decidimos salirnos de la venta a la industria, producir todo para nosotros, y cambiarnos a la ganadería ecológica. Ahora sacamos 500 litros de leche al día de media.

Nuestro punto de partida siempre fue que queríamos vivir y trabajar en el pueblo, y una de las pocas alternativas que hay es la ganadería
¿Fue difícil?

Veníamos de un manejo muy intensivo: éramos como una granja de 8.000 mil vacas, pero en pequeño. En invierno sacábamos el purín nevando, porque las vacas estaban de mierda hasta los tobillos. Era un mercado nuevo, y no estábamos formados para trabajar en ese modelo. Tuvimos que empezar casi de cero. No sabíamos ni qué hacer con las mastitis, porque ya no podíamos utilizar los antibióticos. Hicimos muchos viajes a Francia y a Galicia, y a Iparralde también. Ahora a veces pasa al revés, que vienen aquí a informarse, y nos ayudamos mutuamente, pero la verdad es que lo pasamos muy mal. Aquello fue muy duro.

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¡Nadie regala nada!

Sacábamos las vacas al pasto y no sabían ni cómo comer la hierba. No lo habían hecho nunca y se quedaban ahí quietas, mirando. Ese primer año, con las 35 hectáreas, solo tuvimos pasto para un mes. En todo este tiempo lo hemos ido optimizando y este año hemos tenido alimento para nueve meses.

¿Ahora ya sois económicamente viables?

Totalmente. La que no es sostenible es la agroindustria de leche convencional, que está pagando 33 céntimos por litro de leche. Y lo que tampoco se sostiene es que le des a una vaca entre 10 y 14 kilos de pienso al día, que no salga a pastar, y que uses los campos para echar el purín. Nosotros les damos dos kilos de pienso certificado al día, y hay cuatro meses al año que ni siquiera comen pienso.

¿Os ayuda la Unión Europea?
Una gran parte de los impuestos que pagamos se van a Europa; aproximadamente la mitad de ese dinero vuelve otra vez aquí en forma de subvenciones con la famosa PAC [Política Agraria Comunitaria], en teoría para promover un modelo verde y sostenible... pero, ¿quiénes se llevan aquí la mayoría de las ayudas? Nuestro modelo ecológico sale perjudicado en comparación con las explotaciones convencionales, porque los parámetros que se valoran para el reparto tienen muy en cuenta el volumen. Las granjas con cientos o miles de vacas se llevan mucho dinero.

¿Cuánto campo necesitaríais para ser autónomos?

Con las 35 hectáreas, que la mitad son alquiladas a gente que ha dejado la actividad, no somos autosuficientes, pero casi.

¿Qué producís exactamente?

Leche, yogurt, quesos y batidos. No hacemos mantequilla, porque se requieren 15-20 litros por kilo y una vez que le quitas la grasa a la leche y se convierte en desnatada, ¿qué haces con esa leche? Los consumidores de leche ecológica no quieren leche desnatada, y es un rompecabezas que no hemos sabido resolver.

La madre del cordero está en que la vaca vaya a por su propio alimento, que tú no tengas que recoger el pasto y llevárselo al pesebre
Hablando de la cuadratura del círculo, ¿cómo sacáis adelante vuestro día a día?

Aquí la madre del cordero está en que la vaca vaya a por su propio alimento, que tú no tengas que recoger el pasto y llevárselo al pesebre, porque eso genera mucho gasto de recogida, de maquinaria y de gasoil. Lo más importante es que las vacas que han salido hoy, a las seis de la mañana, vayan comiendo a lo largo del día. Hacemos pastoreo rotacional, o sea, colocamos un hilo de lado a lado del campo y lo vamos moviendo a lo largo de la semana y del mes. En primavera, verano y otoño las vacas están 22 horas al día en el prado, salvo los dos ratos de ordeñar. Y si el invierno va seco, las ordeñamos a las seis de la mañana, les damos algo de comer algo dentro, les ponemos la bola de forraje fuera, y salen hasta las cinco de la tarde.

¿Vuestro modelo ecológico necesita vacas especiales?

Hasta finales de los setenta estaba la vaca parda alpina. Aquella daba entre 10 y 12 litros de leche al día y tenía una nata del copón. Entonces nadie les daba pienso porque era muy caro. En 1980 llegó la frisona, la vaca blanca y negra que está en todas partes. Con esa vas a sacar 40 litro al día; es la raza que más leche produce a nivel mundial, pero también la de menor calidad. Nosotros nos hemos cambiado a la montbeliarde. Trajimos cuatro puras y el resto lo estamos cruzando con un toro montbeliarde. En la tercera generación, la montbeliarde absorbe genéticamente a la frisona. Llevamos diez años, todavía nos queda un 40% del ganado. Dan 20 litros al día, pero es mejor así que en en el modelo convencional, porque ahí lo que una vaca les da a partir de 25 litros se lo gastan en veterinario, pienso, etcétera. Vamos lentos, pero queremos vacas que nazcan aquí, porque el ganado que se compra fuera no está inmunizado frente a las bacterias locales, y muchos de los terneros se mueren a los tres días. Tienes que congelar el calostro para dárselo, porque nacen sin anticuerpos.

¿Aquí tratáis mejor a los animales?
Cuando trabajábamos en el modelo convencional, teníamos todo digitalizado. Las vacas iban con pulseras y chips, todo se registraba y estaba centralizado en un ordenador. Teníamos una antena con la que recogíamos los números, los celos, y todo. Ahora cada vaca tiene su nombre y conocemos bien a cada una.

Pero, aparte de la tecnología, ¿hay diferencias?
Yo solo digo que las vacas de la ganadería ecológica viven más y mejor. Cuando tienen que salir al pasto, abres el portillo, y antes de salir ya te están esperando. El primer día después del invierno es muy bonito, solemos grabarlo porque salen brincando. En convencional viven cinco o seis años y tienen 2,15 partos de media, en ecológico viven el doble y tienen siete partos de media. En la ganadería convencional, a partir del tercer día de vida, es decir, después del calostro, ya les empiezan a achuchar, les dan leche en polvo para que crezcan más rápido, y las separan de la madre. No toman ni su propia leche. A los 15-16 meses tienen el cuerpo hecho y ya las están inseminando, para que a los dos años hayan parido y empiecen a producir leche, pero antes del parto les ponen inyecciones, porque con la bajada de la leche tienen una carencia de calcio fuerte. En comparación, en ecológico las alimentamos con la leche de la madre los primeros 90 días, y la madre y la ternera van juntas. Desde el primer día ese ternero va a tener una constitución más amplia y más salud. Viven más, tienen menos cojeras, porque están mucho menos tiempo sobre el hormigón, sufren menos enfermedades en general, y no tienen problemas de reproducción como las otras. En ecológico tenemos prohibido pinchar hormonas, pero tampoco es necesario, porque son mucho más fértiles. En la ganadería convencional les pinchan sistemáticamente.

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De algo enfermarán vuestras vacas...
Muy poco. Alguna mastitis en invierno es lo más común por aquí, por la humedad. Y poco más. Nos da dolor porque el Gobierno de Navarra nos obliga a vacunar de lengua azul, aunque no lo necesitemos. En diez años hemos hecho un par de cesáreas, pero no hemos tenidos problemas de “cuajar”, que es cuando se desplaza el estómago. En una granja convencional es muy común. Cuando la vaca tiene una dieta muy desequilibrada, con exceso de proteínas, tiene problemas de cetosis y la tienen que operar. Aquí tiramos de aceites esenciales como antiinflamatorio; usamos árbol del té, con una mezcla hecha de canela y otras hierbas de base, diluida en aceite de girasol ecológico.

¿Cuál es la situación de la ganadería vacuna?

En Navarra hay 25.000 vacas de leche. A mediados de los años 1990 había 1.500 pequeñas granjas; hoy quedamos 140. Sin embargo, las cabezas de ganado se mantienen, no se han reducido. Lo que pasa es que las granjas pequeñas han desaparecido absorbidas por las grandes. De todas formas, cuando tienes 300 vacas el funcionamiento puede llegar a ser muy parecido al de una macrogranja de 8.000 cabezas.

El primer día después del invierno es muy bonito, solemos grabarlo porque salen brincando
Pero, ¿en Jauregia también contamináis, no?

La normativa europea pone muchas restricciones a la producción ecológica. Solo puedes tener dos vacas por hectárea. En nuestro caso, con el manejo que tenemos, el tema de los purines está muy controlado. Además, tenemos que apuntar lo que producimos, y el CPAEN (Consejo de la Producción Agrícola Ecológica de Navarra) calcula los kilos por hectárea que nos corresponden. Se chequea mucho.

¿Es mucho purín?

Producimos muy poco, porque nuestras vacas están nueve meses en el pasto, abonando el campo.

Eroski, que compra la leche a la macrogranja de Caparroso, dice que su leche es kilómetro cero.

Yo creo que el consumidor tiene que saber lo que consume, asumir su responsabilidad y, en su caso, preguntar a su marca de confianza la procedencia del producto. De todas maneras, no somos buenos transmitiendo las bondades de lo que hacemos. Y otras veces, directamente, hasta los técnicos de la administración desconfían de la ganadería ecológica.

¿Cómo es posible eso?

Pasa constantemente. Hace no mucho vino un inspector a mirar los campos, porque no se creía los números que le enviábamos. Vio que tenemos los pastos como un jardín, y se quedó perplejo, porque están acostumbrados a ver prados a los que les meten palizas de nitrógeno. También se extrañó de que las vacas estuvieran tranquilas, de que no se asustaran cuando pasábamos a su lado. Eso en convencional no pasa, porque no existe una relación entre el ganadero y las vacas. Aquí tratamos a cada vaca diferente porque, aunque sean muy jerárquicas, cada vaca es distinta y tiene su carácter. No puedes tratarlas a todas por igual.

¿Qué puedes decirnos de macrogranjas como la de Caparroso?

No mucho. Por desgracia en Navarra hay muchas granjas con manejo de macrogranja. Una vez estuve en una y vi que cada ternera está sola en una especie de iglú. Les dan la leche en biberón y les ponen una cosa parecida a una cazadora. Le pregunté a uno que andaba por allí: “¿Y no es mejor que estén con la madre?”, y me contestó: “Bah, déjate, que es una liada y, además, si la temperatura baja de 15º el ternero sufre mucho”. Les ponen música para tranquilizarlas, y a ti te puede dar por reírte, pero tienen calculado que sube la producción un 2%. Eso en miles de vacas son muchos litros, eh. Tienen ventiladores que se encienden cuando el termostato sube a cierta temperatura. Y así todo. Para echar el purín, utilizaban una cisterna de 20.000 litros.

Hasta los técnicos de la administración desconfían de la ganadería ecológica
Muchos litros me parecen...

Te parecerá lo que quieras, pero así era. Una cisterna de dos ejes con unas ruedas más grandes que yo. Y puedes imaginarte el tamaño del tractor. Así que claro, con cuatro gotas de agua que caigan en una finca, con esas toneladas no puedes entrar, porque se te hunde. Supongo que cuando el tiempo no acompañe echarán el purín donde puedan. Eso sí, todo, maquinaría, leche y vacas, subvencionado al 30%.

¿Por qué la ganadería ecológica no tiene más éxito?
Tal vez la PAC tenga algo que ver: el que más produce más cobra, y las granjas que estamos en ecológico, somos pequeñas. El consumidor y la consumidora también tienen que espabilar y conocer la procedencia de los alimentos que consumen; si no, luego no vale quejarse, pero la verdad es que no acabamos de arrancar. El 50% de lo que se produce en España sale de Galicia. Allí hay dos industrias que compran leche ecológica y bastantes pequeños productores. También hay una ganadería en Ciudad Real. El resto, poca cosa, somos cuatro gatos. Aquí al lado, en Espinal, hay un chico que hace yogures y que lleva dos años que si sí que si no, dudoso de pasarse al ecológico. El Intia [Instituto Navarro de Tecnologías e Infraestructuras Alimentarias] ha hecho una granja experimental en ecológico y vende la producción a Aspace. Aquí al lado, en Gipuzkoa, hay tres productores: uno con seis vacas, otro con diez, y otro con 30.

¿No sois profetas en vuestra tierra?
Pues no. Ni siquiera en nuestro Valle de Baztán conseguimos convencer a nadie para que siga con el modelo de producción en ecológico. Solo estamos cuatro productores: uno de huevos, la sidra Lekaroz, un vino blanco y nosotros. Quizás tendríamos que cambiar de discurso. El modelo intensivo está totalmente agotado, pero la gente del sector ganadero tiene una media de 55 años, y cambiar de mentalidad con esas edades es muy difícil. De todas maneras, lo que da pena es cuando ves a un chaval de 20-25 años que se mete en una inversión enorme, con todas las subvenciones que tú quieras, eh, pero que luego hay que pagar.

Este es un sector difícil, da igual convencional que ecológico; en todas partes cuecen habas
¿Cómo animarías a la gente a pasarse a la ganadería ecológica?

Ahora estamos trabajando la línea de la formación. Se va a montar una Escuela Agroecológica en Oronoz el próximo año, hemos estado con el Ayuntamiento participando en la mesa de trabajo, colaboramos con la Escuela-Taller de Villava, nos mandan estudiantes en prácticas, hacen visitas. Estamos en ese camino, a ver si la gente da el paso, aunque está claro que fácil no es. Aquí, en Baztán, ya les puede contar que en los últimos treinta años ha cerrado el 90% de las explotaciones pequeñas de Navarra, que los mayores no facilitan el relevo generacional y menos animan al ecológico. Todo lo contrario: empujan a los hijos y a las hijas para que se busquen otro trabajo que no sea la ganadería. Es triste, pero es así. Este año se han puesto en el Valle Baztán tres granjas nuevas. Cada una con entre 100 y 200 vacas, ventiladores, robots de ordeño...

¿Robots de ordeño?

Es como una cabina telefónica de las antiguas a la que le salen unos brazos por debajo. El ganadero ni siquiera está cuando se ordeña la vaca. Cada cacharro vale 200.000 euros, y en cada granja nueva han puesto dos o tres. Echa cuentas. Todo subvencionado, por supuesto.

Suena a cuento de la lechera...

Este es un sector difícil, da igual convencional que ecológico; en todas partes cuecen habas. Nosotros estuvimos sembrando maíz y nos decían que para que fuera bueno hacía falta echarle glifosato y más cosas, y al final abandonamos. Nos juntamos con 25 ganaderos y montamos una quesería en Baztán que tampoco nos salió: otra vez a perder dinero. Pusimos también una máquina expendedora de leche, y al principio no veas tú que éxito: nos llamaban de todos los lados para saber dónde las habíamos comprado. Hasta un constructor de Tenerife vino aquí. Les contábamos que se fabricaban en Italia y que se vendían a 40.000 cada una. Tres granjas de Álava se juntaron y compraron ocho y entre transporte, maquinaria para pasteurizar, y esto y lo otro, se metieron en medio millón de euros de inversión. Estuvieron tres años y luego se arruinaron. Nosotros, con la expendedora, lo comido por lo servido. Ahí estamos, en el ensayo y error. Y luego están los imprevistos, que son constantes.

¿Por ejemplo?

Este verano, estaba un día hablando con el veterinario en el camino; aquí mismo, donde estamos ahora. De repente, miré para el prado, vi un montón de buitres revoloteando, y me dije, ¡mecagüen! Fuimos corriendo a toda hostia, pero para cuando llegamos no quedaban más que los huesos de la cría, que no sé si había nacido muerta o no. A la madre le estaban picoteando el culo y ya tenía mucha herida, pero por suerte estaba el veterinario, y la salvamos de milagro.

¡Menudo susto!

Susto y disgusto.

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