Granada
Los restos de Madre Carmela, José Raya, José García y Francisco Soriano vuelven a casa, con sus familias
El Albergue Municipal de Víznar, Granada hasta la bandera. De nuevo, este pequeño pueblo de poco más de 1.000 habitantes muy cercano a la ciudad de Granada, se ha convertido en escenario de un acto de profundo significado histórico y humano: la entrega de los restos identificados de cuatro víctimas del golpe de Estado de 1936. Este viernes, 19 de diciembre de 2025, Carmen Rodríguez Parra, José Raya Hurtado, Francisco Soriano López y José García Esteban se reencontraban de nuevo con sus familiares.
Un evento que no sólo cierra el círculo de sus vidas, de su memoria, como indicaba María Ortega, concejala de cultura de la localidad anfitriona; también ha marcado el cierre de la quinta campaña del proyecto “Barranco de Víznar. Lugar de Memoria”, y simboliza todo un acto de justicia para quienes fueron silenciados durante décadas, exactamente 89 años.
En la sala no solo estaban los familiares de las cuatro víctimas. También se encontraban quienes aún esperan, algún día, “tener esa suerte” y poder encontrar a los suyos; y quienes ya lograron recuperar a sus seres queridos y regresan ahora para acompañar a otras familias que, tras tantos años de espera compartida, sienten también como propias.
Desde que en 2021 comenzaron los trabajos de recuperación de víctimas del franquismo en lo que parece ser una enorme fosa de restos humanos, se han recuperado 194 víctimas del Barranco de Víznar, gracias a la financiación estatal y autonómica, y al trabajo del equipo “Universidad y Memoria” de la UGR. Liderado por el historiador Francisco Carrión, el equipo multidisciplicar ha logrado recuperar 28 personas en la reciente exhumación de la fosa común más grande hallada hasta ahora en el lugar, que supone una muestra palpable de la magnitud de la tragedia ocurrida en este rincón de Granada.
Un pueblo que pone todo de su parte para sacar a la luz los restos de las víctimas inocentes y dejar atrás este pasado oscuro para que nunca se repita;para que esas personas y sus seres queridos ejerzan un derecho básico y esencial que corresponde a todo ser humano: un lugar donde reposar con su nombre, libres de estigma y criminalización. Como señaló Fernando Martínez, secretario de estado de Memoria Democrática, que recordó estos largos años de silencio y miedo. Recordó a las familias señaladas, las víctimas convertidas en culpables, los nombres borrados del espacio público, “ni en las familias se hablaba de ellos. Muchos años en los que no pudieron hacerles el duelo que solemos hacer cuando nuestros familiares fallecen para que puedan descansar en paz, para que todos puedan descansar en paz; muchos años donde no podían llevarles flores a sus tumbas porque no sabían donde estaban”.
Carmen Rodríguez Parra: “Madre Carmela”
Carmen Rodríguez Parra, conocida afectuosamente como “Madre Carmela”, fue una figura mítica del anarquismo granadino. Junto a su marido, Antonio López Capel, regentaba la Taberna Carmela en la calle Elvira, un lugar que servía de centro de reunión, refugio y amparo para las personas sin recursos; uno de los puntos neurálgicos del anarcosindicalismo granadino más importantes a principios del siglo XX.
Su papel en el movimiento anarquista se manifestó a través del refugio y la asistencia social: El local servía como un espacio de cobijo y amparo para los militantes. Allí se alimentaba a los compañeros que carecían de recursos o que llegaban a Granada sin medios para subsistir.
También funcionaba como centro de reunión: Era el lugar de encuentro habitual donde reunirse para tomar café y conversar, especialmente durante los días festivos. Su relevancia era tal que la líder anarquista Federica Montseny, tras visitarla en 1932, la bautizó como “La Tranquilidad de Granada”, comparándola con el famoso café anarquista de Barcelona.
La Taberna Carmela funcionaba como un faro en medio de la tormenta para los anarquistas de la época; no sólo iluminaba el camino político con reuniones y debates, sino que ofrecía un puerto seguro y suministros a todo aquel que llegara a sus puertas desgastado por la lucha o la pobreza.
Carmen fue una mujer pionera: en las elecciones de mayo de 1936, se convirtió en una de las primeras mujeres en ejercer como interventora electoral en Granada. Tras el golpe de Estado, fue detenida y trasladada al Convento de San Gregorio. Su asesinato fue brutal, y de su paso por prisión solo quedó un pequeño monedero que su hija Nieves conservó con una nota desgarradora: “Monedero de mi madre devuelto de la cárcel cuando la iban a matar”. Su asesinato será narrado por el último secretario general de la CNT, Antonio Morales Guzmán, como un apuñalamiento, según recoge el estudioso de Carmen, Francisco J. Fernández Andújar. Tenía 52 años.
Sus familiares recibieron sus restos, que permanecerán en Granada, su tierra; y se vieron arropados por militantes del sindicato CNT que envolvieron la urna de Madre Carmela con la bandera anarquista y entonaron un emotivo 'A las barricadas' al final del acto.
Su nieto, Ángel González López quiso felicitar a Silvia González y Fran Andújar, cuyo trabajo de investigación ha sido clave para reconstruir la biografía de Carmen Rodríguez Parra. Gracias a su dedicación —subrayó— la familia ha podido acceder, por primera vez, a una documentación rigurosa y pública sobre la vida y el compromiso político de su abuela.
Durante décadas, el conocimiento familiar sobre Carmela fue fragmentario. Se limitaba a lo que su hija menor, Carmelilla, alcanzó a transmitir a su hijo Marco. La investigación personal comenzó en 2010, tras el fallecimiento de sus padres. Al revisar un armario familiar, apareció una carpeta con documentación que hasta entonces había permanecido oculta: papeles a nombre de Antonio López Capel y Carmen Rodríguez Parra, con domicilio en la calle Elvira nº 40; dos libros —Los últimos días de García Lorca, de Eduardo Molina Fajardo, y El asesinato de García Lorca, de Ian Gibson— en los que se documenta el asesinato de Carmela; y un pequeño monedero de mano que contenía un papel escrito con la caligrafía de su madre: “Monedero de mi madre, devuelto de la cárcel cuando la iban a matar”.
A partir de entonces, la familia inició una investigación sistemática sobre nacimientos, matrimonios, defunciones y archivos familiares. En 2023, al buscar información contrastada en internet, el familiar descubrió los artículos que Silvia González había publicado en El Independiente de Granada. Poco después conocieron a Fran Andujar y al profesor Francisco Carrión y al equipo interdisciplinar encargado de las exhumaciones en el barranco de Víznar, “Su trabajo riguroso y su acompañamiento constante han hecho posible la recuperación de los restos de Carmela”.
Gracias a este esfuerzo colectivo, comentó Ángel, hoy existe una documentación de acceso público que permite conocer y reconocer a quienes, como Carmen Rodríguez Parra, “lucharon por la democracia, la libertad y sus ideales, y que por ello fueron ejecutados. Sus restos descansarán ahora en un lugar que no solo pertenece a la memoria familiar, sino que se erige como espacio de recuerdo de los años de barbarie, con la voluntad expresa de que no vuelvan a repetirse”.
José Raya Hurtado: Un “hombre bueno” y comprometido
José Raya Hurtado, tipógrafo de profesión y presidente de la Agrupación Socialista Granadina, fue un hombre de una vasta trayectoria política, sindical y humanista. Participó en la masonería bajo el nombre simbólico de LIRIO y fue un defensor incansable de la vivienda digna y el progreso social que pagó con su vida la consecución de una de sus metas más queridas: la instauración de la República.
Raya fue detenido el 5 de agosto de 1936, tras ser engañado para salir de su taller. En su expediente de responsabilidades políticas se puede leer: “Era elemento de izquierda y masón al que fue aplicado a los bandos de de guerra a los primeros días del alzamiento”.
Fue asesinado en Víznar la noche del 25 de agosto, en un grupo que incluía a otras diecisiete personas. Tenía 65 años. La tragedia de su muerte provocó un efecto dominó en su familia: su hija Mercedes falleció de un infarto al conocer la noticia y su hijo mayor sufrió un ataque de locura. Incluso años después de su muerte, en 1940, las autoridades franquistas le impusieron una sanción económica de 500 pesetas. Esta información proviene de la reconstrucción histórica de la investigadora Silvia González, con José Moreno y Agustín Linares.
La nieta de José Raya habló en nombre de varias generaciones de su familia reunidas en Víznar para un acto que definió como una bienvenida: la devolución del nombre y la identidad arrebatados a su abuelo, “El nombre es el primer legado que se recibe y lo primero que se intentó borrar”.
Ángela Raya reconoció la emoción del momento y la fuerza de quienes siguen buscando, sin miedo y sin rendirse, pero reclamando paz. Tras 89 años de transmisión silenciosa entre generaciones, afirmó, “la dignidad vuelve por fin a su lugar”.
Para Ángela, no se trata sólo de un acto de justicia, sino de sabiduría ética: “hacer lo que debe hacerse porque es justo, sin necesidad de justificación”. Evocó el legado de su abuelo:“la compasión y el amor incluso hacia quienes lo negaron”.
José García Esteban: El futuro truncado de un maestro
Con solo 25 años, José García Esteban representaba la esperanza de su familia al ser el primer titulado universitario entre sus hermanos. Maestro nacional y secretario de la Federación de Trabajadores del Estado, José era un joven comprometido con acercar la cultura a la barriada del Fargue.
Fue detenido y, desde la cárcel, escribió una última carta desesperada en papel de estraza pidiendo ayuda a su familia ante su inminente final. Tras su ejecución, su familia fue conminada a dejar su casa de El Fargue que fue ocupada por otras personas. Tuvieron 24 horas para marcharse y se buscaron un piso en Granada. María fue pagando el alquiler vendiendo con enorme dolor parte de los libros que había ido comprando para la formación de sus hijos y gastando los pocos ahorros que tenía. Su padre, José García Adarve, fue encarcelado acusado de una explosión. Nunca se recuperó de la pérdida de su hijo ni del peso de la persecución. Poco tiempo después, “murió de pena”, según la reconstrucción realizada por la investigadora Silvia González,con José Moreno y Agustín Linares.
José Miguel Gallardo García, sobrino del asesinado, habló en nombre de su familia en lo que consideran, “un gran día tras 89 años marcados por el silencio, el miedo, las penalidades, la frustración y, sobre todo, por el desconocimiento de dónde podían encontrarse sus restos, por fin hemos podido recuperarlos y darles una sepultura digna. Era lo que más deseábamos”.
Comentó que durante años, en su familia, “apenas se hablaba de lo sucedido. Siempre con miedo, en voz baja, con dudas. Aun así, fuimos recogiendo indicios que nos hicieron pensar que probablemente estaría enterrado en Víznar. Así transcurrieron los largos años de la dictadura. Con la llegada de la democracia, escuchamos por primera vez hablar de la Ley de Memoria Histórica y conocimos la Asociación Granadina para la Recuperación de la Memoria Histórica, de la que nos hicimos socios. A partir de ese momento, la esperanza —casi extinguida— comenzó a renacer”.
Hoy podemos decir que la verdad se va aclarando, señala José Miguel, aunque para él aún falta justicia y reparación, porque considera que estos fueron crímenes de lesa humanidad. “La alegría de haberlo recuperado después de más de 90 años es enorme, una satisfacción difícil de explicar. Pero al mismo tiempo está el dolor de pensar que ha pasado tanto tiempo enterrado, perdido, olvidado. Esto se podría haber hecho hace 20, 30 ó 50 años”, resume.
Es muy difícil que los restos sean recogidos por familiares directos pero en este caso, Trinidad García Esteban, hermana de José, tuvo la oportunidad de reencontrarse con su hermano, “Me parece mentira estar viviéndolo. Pensé que me moriría sin poder recogerlo”. Trinidad tiene 95 años y nunca perdió la esperanza. Nos cuenta que su hermano será trasladado a El Fargue, lugar de origen de la familia, donde ya está preparado su lugar junto a su madre. “Era un hijo muy unido a ella, y ella a él. Allí descansará definitivamente, rodeado de los suyos, en la tierra que nunca dejó de ser suya”.
Francisco Soriano López: El último mensaje desde un camión
Francisco Soriano López, sindicalista y concejal socialista de Fuente Vaqueros, fue detenido el 18 de septiembre de 1936. A pesar de saber que iban a por él, decidió no huir porque “tenía claro que no había hecho nada malo”. El día de su detención, ni siquiera le permitieron cambiarse las pantuflas por zapatos, diciéndole que a donde iba no le harían falta. Era un pequeño labrador que tenía arrendados unos marjales de tierra donde cultivaba remolacha y tabaco. Trabajó como escribiente en la casa de la Gorda. Durante la etapa del Frente Popular, formó parte de la Sociedad Cooperativa de Ahorro La Redención, donde fue encargado de la explotación agrícola. Fundó el sindicato de labradores Nuestro Señor de la Victoria, que durante la II República fue denominado 'El Porvenir', adherido a la UGT.
Como narra el Diario Ideal, mientras era trasladado al acuartelamiento de Víznar en una camioneta, logró escribir una nota de despedida para su hijo Luis: “Luis, esto ya no tiene arreglo. Cuida de tu madre y tus hermanas. Tu padre que te quiere”. Fue asesinado con dos disparos en el cráneo y arrojado a una fosa común, como tantos otros representantes del movimiento obrero y cargos republicanos en los primeros meses de la represión franquista. Tenía 47 años.
Alba, la bisnieta de Francisco Soriano López tomó la palabra en nombre de su familia y, especialmente, de su abuela Palmira. Recordó “89 años en los que se te ha recordado, llorado, querido y deseado encontrar, aunque solo fuese un huesecico, como decía tu hija Palmera, mi abuela; ella que no quería marcharse de este mundo hasta encontrarte, que cada vez que te nombraba o hablaba de ti, transmitía en su mirada el gran amor y la pasión que sentía además de la gran tristeza por tu ausencia y por no saber dónde se encontraba tus restos”. Alba expresó el alivio, la dignidad, paz y calma, de este momento que supone“el cierre de una herida transgeneracional y la recuperación de la dignidad perdida”.
Marian, la nieta de Francisco, compartió la emoción contradictoria cuando recogió los restos de su abuelo: “yo lo tenía en brazos cuando tenía que haber sido al revés, que él nos hubiera tenido en brazos a todos sus nietos”. Definió el momento como agridulce, pero también como “la mejor de las loterías”: no una material, sino una que devuelve dignidad, más aún en fechas de Navidad.
Por fin su abuelo, Francisco Soriano descansará junto a Palmira, su hija, contó Marian, que también recordó a su tía Amor, otra de las hijas de Francisco, ya nonagenaria. Rememoró la represión económica que sufrieron, “a esas rojas ni pan”, privadas del fruto del trabajo de su padre.
Cerró su intervención reclamando una sepultura digna como único objetivo, agradeciendo el trabajo de las familias, las instituciones y los equipos de memoria histórica, y expresando el deseo de que sigan apareciendo más personas desaparecidas. Porque —concluyó— “todos, incluso quienes ya no tienen a nadie que los reclame, merecen un nombre, un lugar y un sitio al que poder ir”.
Este acto de entrega ha supuesto un acto de justicia y reparación, el cierre de una herida que ha atravesado generaciones, permitiendo que estas cuatro personas dejen de ser nombres en un expediente para recuperar su lugar en la historia y en el seno de sus familias. La ciencia y la apuesta por recuperar la memoria histórica han hecho lo que durante demasiado tiempo se negó: restaurar sus nombres, sus relatos y la dignidad, no sólo la suya, sino la dignidad de nuestra sociedad democrática.
El acto ha sido conducido por la catedrática Teresa María Ortega López, decana de la Facultad de Filosofía y Letras. Asistieron: el alcalde de Víznar, David Espigares, y la concejala de Cultura, María Ortega; el secretario de Estado de Memoria Democrática, Fernando Martínez; el subdelegado del Gobierno en Granada, José Antonio Montilla; la vicerrectora de la UGR Margarita Sánchez Romero; la fiscal de Derechos Humanos y Memoria Democrática, Montserrat Luque; el alcalde de Fuente Vaqueros, José Manuel Molino; el alcalde de Salar, Armando Moya; Ernesto Rosales, representante de la Asociación Granadina para la Recuperación de la Memoria Histórica; el profesor Miguel Ángel del Arco Blanco; los investigadores y memorialistas Silvia González y Fran Andújar; y el equipo multidisciplicar “Universidad y Memoria” de la Universidad de Granada al completo.
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