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Historia
“Los alcaldes de Bilbao fueron extensiones políticas de Franco”
1 de julio de 1937. Coliseo Albia. El primer alcalde tras la caída de Bilbao en manos de Francisco Franco, José María de Areilza, pronuncia un discurso en homenaje al glorioso ejército y la cruzada franquista: “Bilbao no se ha rendido sino que ha sido conquistado por el ejército y las milicias (...) ¡Vaya si ha habido vencedores y vencidos! Ha triunfado la España una, grande y libre”. La abarrotada sala aplaude el que pasaría a ser uno de los primeros actos propagandísticos del franquismo en el bocho (sí, con ch). Ese edificio del centro, que ahora alberga el gran casino de la ciudad, se convirtió en un símbolo del espíritu de la España sublevada.
Antonio Pérez Embeita (Bilbao, 1991) ha dedicado su tesis doctoral a investigar el poder local en el franquismo a través del Ayuntamiento de Bilbao. Una investigación, ahora publicada por Sílex Ediciones, donde el autor ahonda en cómo durante cuatro largas décadas la dictadura controló todos los estamentos e instituciones. Centrado en la primera etapa del régimen, el ejercicio de análisis ha sido lento y a veces, como toda mirada al pasado, lleno de obstáculos, según el autor: “Archivos policiales, documentación que se custodia en algunos archivos militares o aquella sujeta a leyes como la de protección de datos o la de secretos oficiales impiden que los profesionales de esta materia o cualquier otra persona puedan acceder a documentación que sería muy importante a la hora de analizar la dictadura franquista (o cualquier otra etapa)”. El libro Las buenas familias de Bilbao pone nombres y apellidos a los clanes familiares que, desde su concepción elitista del poder, encaminaron a la sociedad bilbaína hacia el precipicio de la historia.
Hablas mucho de que el Ayuntamiento franquista tenía como fin implementar a escala local el nuevo Régimen. El municipio debe estar bien gobernado, “como piedra en que se apoya la vida del Estado”. ¿Cómo se utilizó el espacio urbano para ello y qué restos se pueden contemplar en la actualidad?
El uso de las instituciones por parte de la dictadura para implantar el nuevo orden en cada municipio fue clave a la hora de cimentar el sistema que se impuso durante cuatro décadas. En este sentido, el Ayuntamiento es la institución más cercana al ciudadano de a pie, y por tanto tuvo una serie de atribuciones que serían clave en este cometido. Ejemplos de ello serían las políticas memorialistas municipales, la gestión de la reconstrucción tras la guerra, las infraestructuras o la hacienda municipal y la depuración de los empleados, por ejemplo. Hay que entender también el Ayuntamiento como una institución en la que “colocar” a quienes habían apoyado al franquismo desde el primer momento, y en el caso de Bilbao, a quienes lo habían sufragado. Desde un punto de vista ideológico, las políticas de la memoria y la depuración del personal municipal serían los dos ejes principales desde los que se vertebraría la implantación del franquismo, sin olvidarnos de la parte que le tocaba al Ayuntamiento en el ámbito represivo, que ocurría principalmente a través de la policía municipal.
En cuanto a los posos de estas políticas, por suerte han ido desapareciendo durante el periodo posfranquista, ya que las instituciones han retirado plazas, estatuas u otros elementos y se han cambiado los nombres del callejero que tenían una carga simbólica favorable a la dictadura de Franco. El “resto” más importante que probablemente haya quedado es el remanente en la psicología de todas aquellas personas que vivieron durante aquella época, y que por mera costumbre en muchos casos continúan vinculados ciertos lugares al relato que el franquismo impuso.
Por ejemplo, hablas mucho de infraestructuras… Los puentes supusieron el 60% del gasto y la reconstrucción, el 20%. ¿Cómo influyeron los criterios arquitectónicos y urbanísticos del franquismo? El lector puede intuir que estuvieron orientados a la represión y el control. ¿Por qué se crea la institución Viviendas Municipales? “Méritos contraídos al servicio de la patria”, señalas en tu libro. ¿Cuánto de ello queda a día de hoy?
A la hora de entender las actuaciones en el ámbito de las infraestructuras, hay que precisar que el estado de la ciudad de Bilbao tras la guerra era deplorable en muchos lugares, con la destrucción de todos los puentes que conectaban ambos lados de la ría como ejemplo más claro de ello. El franquismo aprovechó la necesidad de acometer estas obras para enmarcarlas en su programa propagandístico, tal y como demuestra la elección de los nombres de los nuevos puentes de Bilbao, caso del General Mola o el Generalísimo Franco.
En cuanto a Viviendas Municipales, esta institución fue una herramienta tanto de propaganda como de recompensa por los servicios prestados, por decirlo así. Por un lado, el Ayuntamiento formaba parte de la estrategia de dar un barniz social a la dictadura, un régimen que se preocupaba por el pueblo, por la clase trabajadora, poniendo a su disposición viviendas que de otra manera no habrían podido disfrutar. Por otro, aprovechaba para recompensar a quienes lo habían apoyado a través de los criterios que se utilizaban a la hora de seleccionar a los inquilinos de dichas viviendas, con méritos como el haber prestado “servicios a la patria”, es decir, por haber luchado en el bando franquista durante la guerra, por ejemplo.
La población de la ciudad pasó de 183.886 habitantes en 1940 a 217.275, en 1950, y a 282.296, en 1960. ¿Estaba la villa preparada para acoger semejante incremento poblacional? ¿Cómo describirías la situación de chabolismo, salubridad e higiene?
No lo estaba, en absoluto. El problema que tenía el cinturón industrial de Bizkaia, especialmente en el caso de Bilbao, era el de una falta total de infraestructuras que permitieran una integración armoniosa de todas esas personas que habían llegado a la ciudad a trabajar en la industria, principalmente. La falta de viviendas provocó la proliferación del chabolismo, un problema al que no se le dio solución durante décadas y que transformó por completo el paisaje urbano de Bilbao. Además, las personas que se veían obligadas a vivir en esas chabolas adolecían de cualquier tipo de servicios, de agua corriente o luz, lo que aumentaba las condiciones de insalubridad a las que se enfrentaban. Como ejemplos de la importancia de las chabolas en el Bilbao de la época, baste mencionar que en una visita de Franco a Bilbao tuvieron que eliminar las chabolas que copaban el fondo de algunas de las fotografías, o que existe incluso literatura de ficción sobre el tema, como el libro Una chabola en Bilbao, en 1972, de José Luis Martín Vigil.
“El chabolismo del franquismo ha desaparecido de Bilbao, pero esos barrios siguen siendo los menos desarrollados de la villa”
¿Cómo ha afectado al panorama urbano que hoy vivimos?
En la actualidad, el fenómeno del chabolismo ha desaparecido y las zonas en las que se amontonaban las chabolas han sido urbanizadas, si bien los barrios que antes sufrían este fenómeno continúan hoy siendo algunos de los menos desarrollados de la ciudad en el ámbito de los servicios y las infraestructuras.
Uno de los criterios más relevantes para elegir alcaldía desde las altas esferas franquistas, aunque por obvio no puede dejar de ser señalado, era la fidelidad al dictador. También si se tenía una posición material importante, como es el caso de empresarios o hijos de empresarios. Tras tu tesis y estudio, ¿qué relación existía entre la posibilidad de acceder a una mejor vida y ser un seguidor del régimen?
La relación era muy estrecha, aunque lo matizaría de la siguiente manera: Ser seguidor del régimen no garantizaba el acceso a una vida mejor (si bien el haber adquirido lo que la dictadura consideraba méritos sí tenía su importancia), pero no serlo sí garantizaba problemas a los que esos seguidores no se enfrentaban. Además, había que demostrar esa lealtad a la dictadura, ya fuera mediante la vinculación a uno de los grupos políticos que apoyaron al franquismo, habiendo combatido en la guerra o habiendo sufrido algún tipo de represión en la etapa republicana.
En cualquier caso, la dictadura propició un sistema en el que se compensaba a quienes podían demostrar su lealtad a la misma ya desde la guerra. Así, una parte de los puestos de trabajo de las instituciones franquistas, como los Ayuntamientos, estaban reservados para excombatientes o excautivos y existían méritos como la Medalla de Hierro de la Villa de Bilbao, creada ex profeso para honrar a dichos combatientes y cuya posesión otorgaba un estatus que podía abrir determinadas puertas, creando diferentes clases en base a la fidelidad ideológica.
El alcalde Joaquín Zuazagoitia dejó por escrito en las actas que tú mismo has consultado (día 6 de noviembre de 1942) que los bilbaínos son “más españoles que nadie”. ¿Esto hacía patente una doble identidad nacional?
El caso de la imbricación de ambas identidades está presente no solo en Zuazagoitia, que tenía más bien una intención de “españolizar” Bilbao, sino también en predecesores suyos como Areilza u Oriol. Hay que entender que para estas personas y quienes compartían su visión, la identidad vasca estaría siempre dentro de la española, supeditada a ésta, por decirlo así. La reivindicación de lo vasco que hacían estos hombres nada tiene que ver con una pulsión nacionalista, y si con una cuestión de tradiciones culturales. Por ello, si bien pudo haber quien no se sentía cómodo con este tema dentro de la dictadura, no fue un punto de fricción, ya que como digo no tenía un carácter político y no se reivindicaba la cultura, y menos aún la lengua, como elementos diferenciadores de lo vasco y lo español.
Al hilo del análisis de las actas, ¿cómo ha sido el proceso de investigación material? ¿Hay trabas burocráticas al acceso a información del franquismo?
En mi caso particular, solamente he tenido problemas de acceso a algunos documentos relacionados con los procesos electorales locales que se custodian en el Archivo General de la Administración, sito en Alcalá de Henares. No obstante, dependiendo de la temática de estudio, hay, en mi opinión, dos problemas. Primero, existe un vacío documental de información que se ha extraviado o que fue destruida en su momento. Por otro lado, la accesibilidad de cierta documentación es lamentable. Archivos policiales, documentación que se custodia en algunos archivos militares o aquella sujeta a leyes como la de protección de datos o la de secretos oficiales impiden que los profesionales de esta materia o cualquier otra persona puedan acceder a documentación que sería muy importante a la hora de analizar la dictadura franquista (o cualquier otra etapa). Además, hay muchos casos en los que uno puede acceder a la documentación pero no fotografiarla, lo que resulta un impedimento mayor de lo que se podría pensar a la hora de investigar determinadas cuestiones, ya que obliga a invertir un tiempo y un dinero del que muchas veces no se dispone. En definitiva, el acceso a la documentación debería de ser más sencillo y abierto.
¿Cuáles fueron los principales ediles ideólogos de la labor propagandística de la dictadura? ¿Cuáles, en definitiva, por su tipo de actuaciones, lideraron ese apoyo del control social sobre la ciudad como extensiones políticas de Francisco Franco?
En el caso bilbaíno al menos los alcaldes fueron sin duda las “extensiones políticas de Franco” que mencionas en la pregunta. Una de las características definitorias de la dictadura franquista era la jerarquía absoluta, por lo que el alcalde sería un hombre de confianza, generalmente una persona con peso político, a diferencia de algunos ediles que apenas tuvieron recorrido político. En el caso bilbaíno, podríamos destacar las figuras de Areilza o Lequerica, por poner solamente dos ejemplos, que después de su paso por el Ayuntamiento tuvieron cargos de gran importancia en el organigrama franquista. Además de los alcaldes, cabría destacar algunos tenientes de alcalde que por sus atribuciones tuvieron importancia en este ámbito. Básicamente aquellos que presidieron las comisiones de Gobernación y Fomento, y que estaban vinculadas a los conjuntos monumentales o a las Medallas de Hierro de la Villa. Destacaría en este caso la figura de Esteban Calle Iturrino, periodista de profesión, que presidió las comisiones de Gobernación y Gobierno Interior en los primeros Ayuntamientos franquistas de Bilbao.
Cuatro eran las fuerzas políticas predominantes en el Ayuntamiento de Bilbao durante el primer franquismo: Comunión Tradicionalista, Falange, Renovación Española y Movimiento Nacional. ¿Cómo operaba esa correlación de fuerzas? ¿Dónde fueron a parar con la democracia las implantaciones sociales e ideológicas que pudieron hacer?
Franco recibió el apoyo de diferentes corrientes ideológicas de la derecha española, algunas de las cuales tenían modelos poco menos que incompatibles, pero que se unieron ante el enemigo común de la República. Una vez logrado el poder, Franco actuó como un grandilocuente árbitro que repartía el poder a su gusto, por lo que esas corrientes pelearon por su trozo del pastel, básicamente. En el caso de Bilbao, algunas tradiciones políticas, como el carlismo, tenían su arraigo, frente a una Falange sin apenas implantación. Renovación Española, por su parte, apenas tenía apoyos sociales, pero una serie de miembros de la élite socioeconómica vasca formaba parte de ella, lo que hizo que ocupara una posición de privilegio en las instituciones vizcaínas. Las relaciones fueron siempre tensas, aunque solamente entre falangistas y carlistas llegó la sangre al río, con el caso de los Sucesos de Begoña, atentado perpetrado por un falangista contra el general carlista José Enrique Varela y que provocó la remodelación del Ayuntamiento, la marginación del carlismo durante un tiempo en el mismo y la actuación de Franco como ese árbitro antes descrito.
“Una vez logrado el poder, Franco actuó como un grandilocuente árbitro que repartía el poder a su gusto”
¿Podrías describir el rol de la banca, especialmente del Banco de Bilbao y del Banco de Bizkaia, para con el Ayuntamiento? Expones que 18 miembros de la corporación bilbaína tuvieron una relación directa con estas entidades.
La vinculación entre el poder económico y el político fue muy clara. En el caso de estas entidades bancarias, como mencionas, hasta 18 ediles estuvieron vinculados a sus consejos de administración. Estos bancos fueron capitales en la financiación del franquismo ya en la Guerra Civil, como explica Sánchez Asiaín (La financiación de la Guerra Civil española. Una aproximación histórica, Editorial Planeta, Barcelona, 2012), y continuaron siéndolo tras la victoria franquista, más aún si tenemos en cuenta que la situación económica del Ayuntamiento de Bilbao era crítica, en plena posguerra y tras la pérdida del Concierto Económico. Como ejemplo de ello, ya en 1937, nada más llegar al poder, el Ayuntamiento franquista de Bilbao pidió una línea de crédito de 5 millones y medio de pesetas a diferentes entidades bancarias, incluidas el Banco de Bilbao y el Banco de Vizcaya.
Tu análisis de las corporaciones municipales de Bilbao (1937-1959) señala que fueron los empresarios quienes más elevados puestos ocuparon. Y que, esa burguesía, las “buenas familias” apoyaron el fallido golpe de Estado y lucharon después en la guerra, unas personas que más tarde recibieron su recompensa por la labor prestada. ¿Podrías exponer los ejemplos, a tu parecer más notables, de este hecho? Por otro lado, ¿qué otros estamentos empresariales de las élites tuvieron un rol central?
Vinculada con la anterior pregunta, la relación entre el poder económico y la dictadura fue capital. El propio franquismo ya habla de la necesidad de contar con lo que llama ”fuerzas vivas” de la sociedad, es decir, con las élites socioeconómicas, sin cuyo apoyo tendría muy difícil imponer el control sobre la sociedad. He mencionado antes el ejemplo de Renovación Española, cuyos miembros eran parte de esa élite y que vieron recompensada su posición mediante cargos políticos en el organigrama de la dictadura. El llamado clan de Neguri también es un ejemplo de ello y una parte importante de los apellidos más representativos de la burguesía vasca de la época formó parte de esa élite en la que se apoyó la dictadura, como los propios alcaldes (a excepción de Zuazagoitia, todos pertenecieron o estuvieron relacionados estrechamente con la burguesía de Neguri). Así, familias como Areilza, Oriol, Careaga, Ibarra, Churruca Arellano, Galíndez, Barreiro, Astigarraga, Gaytán de Ayala, Barrón, Lezama Leguizamon o Aguirre Achutegui, por poner algunos ejemplos, formaban parte de esas élites socioeconómicas.
“De los 936 funcionarios que se contrataron durante el proceso de depuración, 483 eran excombatientes, una muestra de que el régimen premió a esas personas”
Con la “presunción de culpabilidad” se depuraron todas las instituciones bilbaínas. Entre ellas el Matadero (con más de un 72% de destituciones), que tuvo su importancia simbólica. ¿Qué sentido tenían estas depuraciones indiscriminadas en puestos sin peso político ni capacidad de decisión? ¿Qué significó el Matadero en la victoria franquista?
Lo primero, sobre esta cuestión existe un estudio pormenorizado que analiza y explica todo lo relativo a la depuración del personal del Ayuntamiento, escrito por A. Ipiña Bidaurrazaga (La depuración y represión franquista de las empleadas y empleados del ayuntamiento de Bilbao (1936 - 1976), Ayuntamiento de Bilbao, Bilbao, 2017). Dicho esto, los procesos de depuración fueron moneda común en todas las instituciones, cuyo objetivo era principalmente purgar a aquellas personas contrarias a la dictadura, homogeneizar ideológicamente a los trabajadores públicos y recompensar con esos puestos vacantes a quienes habían hecho méritos para ello, todo con el fin de imponer un férreo control social. Para ello se utilizó esa “presunción de culpabilidad”, que obligaba a todos los trabajadores públicos a demostrar que no merecían ser purgados, poniendo el foco sobre esas personas que se vieron en la obligación de conseguir informes favorables de Falange o de la Iglesia, por ejemplo, para mantener sus puestos de trabajo. Un dato que resulta destacable, en mi opinión, es que de los 936 funcionarios que se contrataron de manera eventual durante el proceso de depuración, 483 eran excombatientes, una muestra del peso de dicha condición en la dictadura y de cómo el régimen premió a esas personas.
La imagen de Franco entregando las llaves a familias del barrio de San Ignacio, barrio construido ad hoc para su propia propaganda, ha quedado en el imaginario colectivo. ¿Opinas que aún pervive ese arraigo de “Franco construyó cosas para la gente”, como dice usted, “benevolente y generoso padre de la Patria”?
No, en absoluto. Ya es difícil de medir el impacto real de esta campaña propagandística en su época, aunque es indudable que habría quién sí relacionara a Franco con la figura del padre benevolente y lo hiciera por este tipo de publicidad. No obstante, la mayoría de la sociedad no tenía precisamente esa imagen, si bien es cierto que caló en cierta medida que el régimen tenía una cara social. Ejemplo de la falta de apoyo social de la dictadura, lo que no implica que hubiera una oposición firme y activa, son los informes que en 1942 y 1947 indican la falta de entusiasmo por la dictadura de la sociedad vasca, incluyendo la descripción de Bizkaia y Gipuzkoa como las dos provincias con menor adhesión al régimen; o el informe de 1953 del Consulado británico en el que se describe cómo los eventos más multitudinarios de la Semana de la Liberación fueron aquellos de carácter no político, como el partido de fútbol del Athletic.
En la actualidad, el apoyo que la dictadura tiene en la sociedad vasca es poco menos que nulo, y aunque siempre quedarán nostálgicos de la misma que blanqueen sus atrocidades no son sino una minoría absoluta, más si cabe en un barrio de carácter obrero como San Ignacio.