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La semana política
Días de febrero
Fuego. Si es lunes, el Gobierno se está quemando. Ofensiva contra la ministra de Igualdad. Irene Montero, Ángela Rodríguez, Ione Belarra, los nombres forman parte de una letanía o una lista de objetivos. Al coro se suma parte de la izquierda, parte del feminismo: solo quema el fuego amigo. La ventaja para Podemos es que apenas tiene amigos ya, así que la respuesta es rápida y unitaria. Su argumentario: el PSOE quiere volver al Código Penal de La Manada. Lo defenderá sin fugas durante toda la semana.
La ministra de Justicia, Pilar Llop, comete un error el martes en la Cadena Ser. El error es que confirma todas las intuiciones de Montero. La reforma propuesta por el PSOE regresa a lo que Igualdad consiguió superar con su ley: desterrar de los juzgados la sospecha hacia las mujeres. “Solo con una herida se puede probar que ha habido violencia“, dice Llop. La ministra asume el mandato secreto que Igualdad ha querido transformar: las mujeres deben demostrar que han sufrido, sufren y sufrirán lo que deben, y lo tienen que demostrar bajo los criterios y estándares que dicta la opinión pública (blanca, heterosexual, burguesa). Solo así se les dará el estatus de víctima.
Interviene Pedro Sánchez. El presidente reconoce los “efectos indeseados” de la ley. El contador de condenas revisadas de la derecha tiene efecto en uno de los muchos PSOE que están dentro del PSOE, quizá el que es más peligroso perder en las elecciones. No son los objetivos electorales de un partido urbano, moderno, feminista, pero pueden ser la clave de un resultado positivo para Sánchez. Personas de orden, blancas, heterosexuales, que quieren orden: que los presos lo paguen caro, que las violaciones sean como las violaciones de toda la vida (callejón oscuro, monstruo, víctima, herida, desgarro).
Segunda consigna de Podemos: no van a salir del Gobierno bajo ninguna circunstancia. Quien se mueve pierde. Todo se dirimirá en el Congreso de los Diputados, pero el mensaje, que parece débil al comienzo de la semana, se va fortaleciendo a medida que pasan los días: el Gobierno no se toca.
Este amor no se toca
José Enrique Monrosi, periodista, dice en el podcast Al Día que en otras circunstancias, si el Gobierno no fuera una coalición, Irene Montero estaría en la calle. Que Montero no haya sido cesada por Sánchez es una extraña muestra de madurez del partido. Esa certeza es la constatación de cómo se ha transformado Podemos. De un proceso tan etéreo como lleno de posibilidades a una fortaleza asediada. Cerrada en sí misma como un culto, denuncian quienes optan a ocupar el espacio de lo que Podemos fue; orgullosamente rocosa, defienden sus rocosos partidarios.
Y, digan lo que digan, el invento ha sobrevivido otro invierno.
Los mensajes en redes sociales son la muestra más clara que hoy se tiene de los acercamientos en política; el ghosting político —no te nombro, no te sigo, tú no existes— es la muestra pública de la imposibilidad de un acuerdo. No estamos en ese momento.
Yolanda Díaz lanza dos tuits de apoyo a Belarra y Montero. Guiños que parecen poca cosa, que esquivan a sabiendas el debate en torno a la ley de Igualdad, y que sin embargo dicen que la pista de aterrizaje para el acuerdo ya está puesta.
Política
La izquierda y su laberinto Yolanda Díaz pisa el acelerador de la federación de partidos mientras Podemos espera el cara a cara
El rompecabezas puede resolverse en las próximas semanas: se contempla la celebración de unas primarias unitarias, posiblemente con un censo creado ex profeso. Las siglas en la papeleta, ya se verá. Podemos no quiere perder las suyas y muy posiblemente Izquierda Unida tampoco renunciará. Estas dos organizaciones y Sumar, junto con una constelación de partidos, progresan hacia un encuentro. Frío, con cierto grado de incertidumbre y de desorden, como tantos otros encuentros.
Los tres espacios —las dos organizaciones y el proceso de escucha Sumar— son las piezas obligadas para generar una apariencia de unidad que, antes de doblar la esquina del año, parecía irrecuperable. No obstante, el incendio en torno a la Ley del solo sí es sí señala las dudas sobre el frágil equilibrio que parece a punto de alcanzarse. Si Podemos se levantaba de la mesa lo iba a hacer solo: Díaz, Alberto Garzón y Joan Subirats no se iban a mover. Todo en condicional, demasiada especulación. La versión más simple: Montero y Belarra no quieren romper, el Congreso decidirá si la alarma social revisa una legislación que no ha cumplido medio año. Se acercan las elecciones, cautela.
El Gobierno resiste, la derecha no termina de presentar su moción de censura y esta no tendrá potencia para precipitar nada. El mensaje es recurrente: el semestre europeo —la presidencia por parte de Sánchez del Consejo de la UE— marca los tiempos electorales. “No es el momento de mayor tensión”, es una frase que se escucha en los momentos de mayor tensión. El lunes se escuchó. La realidad es que la tensión en el Gobierno de coalición no aumenta, solo se transforma. La otra noticia es que el artefacto político de la “unidad” progresa. Hasta aquí el parte meteorológico.
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Perdón por el comentario anterior. En realidad no la adjetivo como tal. Habla de la polémica "sobre" la ley. Siento haber leído mal. Cosas del hartazgo...
Un saludo
Nada más que destacar el desafortunado adjetivo que acompaña el titular, y no es otro que "polémica". Esta ley no es polémica, la polémica la han creado el franquismo habita en esta sociedad y los millones de subnormales de este pais, siguen a pie juntillas los dictados del anterior. Ya basta de hacerles el juego aunque sea de manera inconsciente.