We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
La semana política
Dos países posibles
El miércoles hay dos países posibles separados por unos pocos metros y por unos pocos minutos en dos comisiones que discurren en el Congreso de los Diputados. Uno se llevará una dosis relativamente alta de atención, el otro, menos. En la primera comisión, los gestos son adustos, las revelaciones son fuertes: el protagonista absoluto es el excomisario José Villarejo. Se sigue buceando en la historia reciente de la violencia política de Estado.
La patria que defiende Villarejo ha asesinado, ha robado, ha intoxicado a la opinión pública con informaciones falsas. El excomisario aporta dosis de claridad en un potaje de confusión. Es el “ADN de la rana”, como lo bautizó uno de sus muchos enemigos –el detective Francisco Marco–, una secuencia genética que está hecha de verdades oficiales, hechos ciertos y falsedades. Nadie en la comisión, sin embargo, impugna esa afirmación inicial: el país que explica Villarejo ha asesinado, ha robado, ha envenenado a la opinión pública.
Sus testimonios tienen cierto poder convincente. Villarejo explica la paradoja: los dos grandes partidos dicen que miente y, sin embargo, la comisión en el Congreso está construida en base a sus audios. El portavoz del PSOE toma el dulce veneno que proporciona el excomisario con una nube de ataques al PP, el portavoz del PP lo condimenta con referencias a la corrupción de los socialistas. La posición de los dos grandes partidos es difícil de mantener: dice toda la verdad cuando habla de mis enemigos, todo lo que dice de mí es falso.
La desconfianza sistemática hacia las instituciones no provoca lucidez sino, escribe la filósofa Donatella di Cesare (El complot en el poder, Sexto piso, 2023), desaprobación sistemática y sospecha sin fin, que se vierte en una tendencia fuerte hacia la paranoia y el complotismo, una dinámica en boga en todo el mundo. Esa tendencia es un atajo contra la sensación de desconsuelo por una forma de estar en el mundo que se acaba.
En ese país que fabrica villarejos, muchos tienen algo que ganar y todos tenemos todo que perder. Bajo las alfombras que levanta Villarejo hay más alfombras y, probablemente, si se levantan las últimas alfombras, se descubra que no hay suelo que pisar.
Crónica
Crónica Diez píldoras de Villarejo en la comisión de Investigación del Congreso
Yuxtaposiciones
En la segunda comisión, los gestos de los portavoces son distintos. A través de la pantalla se extiende la atmósfera de simpatía de muchos grupos parlamentarios hacia la propuesta que traen tres representantes de la sociedad civil. Esa comisión examina una proposición de Ley para una regularización extraordinaria para personas extranjeras en España. Esos tres portavoces representan a las más de 600.000 personas que con sus firmas apoyan esa regularización.
Es la comisión para un país posible en el que se abordarán realmente las causas de la pobreza y la pobreza infantil, en el que se pondrán las bases para una reparación de las cientos de miles de personas migrantes que han sobrevivido a las políticas de segregación y castigo impuestas por la Ley de Extranjería. Es también un homenaje a quienes no sobrevivieron a esa violencia legalizada y prevista en el ordenamiento normativo.
Para frenar el delirio conspiranoico no valen los criterios técnico-jurídicos que están destinados a que nada cambie
Ese país posible que defienden en el Congreso Lamine Sarr, Edith Espínola y Gonzalo Fanjul, como portavoces de la campaña Esenciales, es el único realmente posible. La demanda de regularización no está basada solo en un argumento económico pero también está basada en ese argumento. No hay ningún criterio racional desde el punto de vista del empleo que desincentive la regularización y que impida un cambio radical en las políticas europeas respecto a la migración. A medida que su población envejezca, España necesitará aún más trabajadores esenciales de enfermería y medicina, pero también de cuidados, en el sector primario, o en la educación. En 2050 España solo será posible con la ayuda de quienes vinieron, han venido y vendrán de fuera.
El único argumento ideológico en contra lo expone con claridad el representante de la ultraderecha. Se basa en lo que consideran que dice la Agenda 2030 –de la que habla en la comisión– y la denuncia del llamado Plan Kalergi, que no cita, y que Vox comparte con la extrema derecha de los países de recepción de flujos migratorios. Es el fundamento teórico de la obsesión complotista con el gran reemplazo.
Racismo
Opinión El reemplazo ya está aquí, hagan sitio
Los ultras presentan sin demasiados circunloquios su posición paranoica, los dos principales partidos del sistema, en cambio, enarbolan una serie de argumentos jurídicos y normativos dispuestos con precisión quirúrgica para bloquear la regularización. Son los criterios técnicos habituales que esconden una falta total de voluntad política para detener esa violencia legal.
La falta de voluntad que se extiende también entre quienes no creen en el complot del gran reemplazo lleva, en este momento histórico, al crecimiento de la paranoia conspirativa. El país que cierra sus ojos a la realidad migratoria se expone a que esas teorías sigan creciendo y adueñándose de más espacio en la esfera pública. Para frenar el delirio conspiranoico no valen los criterios técnico-jurídicos que están destinados a que nada cambie.
Se discuten dos países en dos comisiones. Lo que subyace en ambas es la justificación o no de la violencia política contra quienes se consideran los “otros” que amenazan a la patria. En una de ellas se reclama un modelo de justicia social que reconozca como sujetos políticos a las personas que migran, un modelo que reconozca legalmente su capacidad para intervenir en las políticas públicas, no solo en las relativas a la migración. Se reclama un país mejor para las personas que lo habitan y lo trabajan, independientemente de cuál sea su origen. En la otra comisión se ve por un agujero el desarrollo pasado y presente de un país intransigente, en el que se ahoga la democracia para proteger una sola concepción del país y de la raza.
La historia, a veces, presenta bifurcaciones, unos metros y unos minutos separan la oportunidad de avanzar un poco en un camino de reconocimiento de derechos y de reparación; el otro camino sigue conduciendo al imperio de las cloacas. Hay veces, incluso, que la historia da la posibilidad de elegir qué camino tomar.