Libertad de expresión
La censura sobre Gaza fue una de las principales amenazas a la libertad de expresión artística en 2024

El informe anual de la organización Freemuse sobre el estado de la libertad de expresión artística en 2024 alerta del incremento de la censura y la persecución en un contexto de guerra e inestabilidad. También destaca el aumento de la autocensura y del miedo.
Cisjordania, ocupación en Yenín y Tulkarem - 16
Una mujer camina alrededor de las paredes acribilladas por balas de una casa en las afueras del campo de refugiados de Tulkarem. Mauricio Morales

2024 no fue un buen año para la expresión artística y la creación cultural a lo largo y ancho del planeta. La atmósfera bélica y la inestabilidad política generaron un entorno restrictivo en el que la censura de obras y la persecución de sus autores se han incrementado notablemente, según recoge el informe The State of Artistic Freedom 2025, elaborado por la organización internacional Freemuse y presentado el viernes 2 de mayo. “No podemos aceptar que artistas e instituciones culturales sean presionadas por políticos simplemente porque no están de acuerdo con el contenido o la forma de sus obras”, indica Sverre Pedersen, director ejecutivo de esta organización no gubernamental con estatus de consultora para Naciones Unidas y la Unesco.

El informe refleja un año marcado por la escalada de conflictos globales, “donde los artistas se enfrentaron a censura, arrestos y violencia”, añade Sara Whyatt, directora de investigaciones en Freemuse, quien señala que “incluso en sociedades democráticas, la autocensura se generalizó, ya que muchos artistas temían represalias por expresarse públicamente, en particular sobre temas sensibles como la guerra en Gaza”.

El estudio de Freemuse manifiesta que los artistas siguieron siendo víctimas de la guerra, censurados por expresarse, arrestados e incluso asesinados

Al igual que ya sucedió en la edición de 2023, este estudio manifiesta que los artistas siguieron siendo víctimas de la guerra, censurados por expresarse, arrestados e incluso asesinados. Se celebró un número récord de elecciones a nivel mundial. Muchas se vieron marcadas por acusaciones de fraude, lo que desencadenó manifestaciones que fueron reprimidas con violencia policial. En varios casos, los artistas participaron en las protestas, y algunos sufrieron las consecuencias. 

Muchos creadores han recibido condenas de cárcel de larga duración, “a menudo en condiciones terribles”, en países como Cuba, Arabia Saudí, Irán, Egipto, Bielorrusia, Rusia y Nigeria. Las mujeres fueron blanco de represión en Estados conservadores, especialmente aquellos liderados por teocracias extremistas como Irán, Afganistán y Pakistán. Artistas cuyas creaciones se basan en la sátira sufrieron la reacción de líderes susceptibles y fanáticos. El informe destaca la “impactante” sentencia de 23 años de prisión impuesta al caricaturista Mohamed al-Hazzaa en Arabia Saudí por sus ilustraciones publicadas en Qatar, en las que se burlaba de la sociedad y la economía saudíes. Abdulaziz Almuzaini, creador de una serie de animación popular en el país por su visión satírica de la vida saudí, fue condenado a 13 años de prisión por promover el extremismo.

En 2024, las formas de arte más atacadas fueron el cine y la música, con casos generalizados de arrestos, censura, festivales y espectáculos cancelados o eliminación de obras de servicios de streaming

En 2024, las formas de arte más atacadas fueron el cine y la música, con casos generalizados de arrestos, censura, festivales y espectáculos cancelados o eliminación de obras de servicios de streaming.

Un genocidio también de la expresión artística

“La guerra en Gaza —se lee en el informe— desencadenó censura en países occidentales que, por lo demás, suelen contar con una buena protección de la libertad de expresión. Los comentarios sobre la guerra provocaron la cancelación de eventos y exposiciones, así como amenazas de desfinanciación, especialmente en Alemania y Estados Unidos”. En estos dos países, la confusión interesada entre la crítica a Israel y el antisemitismo ha provocado cancelaciones de exposiciones y la retirada del apoyo a los artistas.

El estudio de Freemuse destaca la muerte a manos de Israel de numerosos artistas palestinos y considera que “la vigilancia de la expresión política también fue un fenómeno notable, ya que los artistas fueron objeto de ataques por haber expresado una opinión, a veces años antes de la exposición o actuación en cuestión. El impacto se extiende mucho más allá de la región, restringiendo la expresión artística a escala global”.

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El artista Mahmoud Alhaj expone en Barcelona su proyecto ‘Violence 24/7’, una alegoría visual sobre los efectos que la ocupación israelí tiene en los sujetos, la conciencia y la geografía palestina.

En febrero, el Festival Internacional de Cine de Berlín se vio sumido en la agitación. Tras invitar y luego anular esa invitación a políticos del partido de extrema derecha Alternative für Deutschland (AfD) en medio de una reacción negativa, la controversia se agravó. Los cineastas se retiraron en protesta por la percepción de censura hacia las voces propalestinas, mientras que los exalumnos de Berlinale Talents denunciaron el uso del antisemitismo como arma para reprimir las críticas en el ámbito cultural alemán. Los codirectores de la Berlinale, Mariëtte Rissenbeek y Carlo Chatrian, expresaron su preocupación por la creciente hostilidad en todo el mundo, condenando el antisemitismo, el sentimiento antimusulmán y el discurso de odio, pero reafirmaron el compromiso del festival con el diálogo abierto. Para algunos, el Premio al Documental de la Berlinale, otorgado al cineasta israelí Yuval Abraham y al codirector palestino Basel Adra por No Other Land, brindó un rayo de esperanza. En medio de amenazas de muerte en Israel, Abraham lanzó una dura crítica a los funcionarios alemanes por, como él mismo dijo, “utilizar un término diseñado para proteger a los judíos” para silenciar el disenso tanto de los palestinos como de los israelíes críticos con la ocupación.

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El documental ganador de un Oscar (y muchos premios más) vuelve a la actualidad a raíz de la agresión y detención sufrida por uno de sus codirectores, Hamdan Ballal. Ya ha sido puesto en libertad, si esta expresión aplica en un territorio ocupado.

En septiembre, el centro de arte Bahnhof Langendreer de Bochum canceló Guernica Gaza, una exposición del artista palestino Mohammed Al-Hawajri. La serie, que combina pinturas de los siglos XIX y XX con imágenes de la guerra de Gaza de 2008-2009, fue cancelada en medio de acusaciones políticas de que equiparaba las acciones militares israelíes con atrocidades históricas. De igual manera, en octubre, el festival de escena europea de Leipzig canceló la representación programada de la obra AND HERE I AM del Teatro de la Libertad de Yenín en Cisjordania. Dirigida por Ahmed Tobasi, Hassan Abdulrazzak y Zoe Lafferty, la producción fue acusada de promover el antisemitismo y apoyar el terrorismo. Esta decisión se produjo tras una resolución del Ayuntamiento de Leipzig de 2019 que exigía a las instituciones culturales distanciarse de los llamamientos al boicot contra Israel. Ese mismo mes, la fotógrafa iraní-alemana Shirin Abedi recibió duras críticas tras defender públicamente los derechos palestinos durante un evento en Alemania, lo que provocó acusaciones de retórica antiisraelí en ciertos círculos culturales.

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La cancelación de conciertos en la escena antifascista de grupos que han mostrado su rechazo al genocidio evidencia la división del país respecto a Palestina.

En noviembre, la Fundación de Arquitectura Eric Schelling retiró un premio de 10.000 euros otorgado al artista británico James Bridle tras su apoyo a un boicot cultural contra Israel. La fundación hizo referencia explícita a una resolución del Bundestag que desalienta el apoyo financiero a quienes apoyan los boicots antiisraelíes, lo que reforzó la preocupación por la politización de la financiación cultural. En diciembre, la fotógrafa estadounidense Nan Goldin causó revuelo durante la inauguración de su exposición en la Neue Nationalgalerie de Berlín al condenar las acciones de Israel en Gaza.

La ola de censura durante 2024 puso de relieve una tensión central en la política cultural alemana: equilibrar la lucha contra el antisemitismo con la protección de la libertad artística

Según Freemuse, esta ola de censura durante 2024 puso de relieve una tensión central en la política cultural alemana: equilibrar la lucha contra el antisemitismo con la protección de la libertad artística. Las cancelaciones y retiradas expusieron la creciente presión sobre las instituciones culturales alemanas, muchas se vieron obligadas a vigilar la expresión artística, lo que suscitó la preocupación por la autocensura impulsada por sensibilidades políticas. “El resultado fue menos diálogo y más silencio, una señal preocupante del desafío que supone conciliar las responsabilidades históricas de Alemania con su compromiso con la libertad de expresión”, resume el informe.

La falsa “neutralidad” de los museos estadounidenses

Durante 2024, la crisis geopolítica en Oriente Próximo ha sido, con diferencia, la mayor fuente de censura y autocensura en la creación artística en Estados Unidos, seguida por el relevo al frente de la Casa Blanca. “Con la nueva administración, las cosas van a peor, especialmente si la regulación financiera gubernamental se utiliza para sofocar la heterodoxia política”, según el informe de Freemuse, que detalla una idea clave sobre la censura cultural en EE UU: la neutralidad de los museos, que opera a varios niveles y es un objetivo impuesto que oculta segundas intenciones.

Los empleados del Museo Metropolitano de Arte y el MoMA firmaron cartas abiertas exigiendo a las instituciones una postura más clara sobre el conflicto en Gaza, instándolas a apoyar públicamente los derechos palestinos y a exigir un alto el fuego que también protegiera los sitios de patrimonio cultural de la destrucción

Este concepto, según explica Freemuse, se ha convertido en un punto clave de discordia entre el personal de los museos y los responsables de las instituciones, preocupados por alcanzar un público más amplio y una mayor financiación. El personal del Museo Queens de Nueva York, por ejemplo, solicitó a la institución que emitiera una declaración sobre Palestina, dado que el edificio fue sede de la votación de las Naciones Unidas sobre el Plan de Partición en 1947. La directora, Sally Tallant, se negó, alegando que el museo no podía hacer “declaraciones políticas”. También los empleados del Museo Metropolitano de Arte y el MoMA firmaron cartas abiertas exigiendo a las instituciones una postura más clara sobre el conflicto en Gaza, instándolas a apoyar públicamente los derechos palestinos y a exigir un alto el fuego que también protegiera los sitios de patrimonio cultural de la destrucción. Ninguno de los dos museos cumplió con su deber.

Sobre esta apariencia de neutralidad, el estudio de Freemuse apunta que es “comprensible” que las instituciones cuya misión es servir a una comunidad amplia no quieran que se las perciba como si adoptaran posturas políticas activas sobre temas divisivos. “Sin embargo –contrapone–, la neutralidad de los museos se vuelve menos convincente cuando las instituciones censuran la expresión de los artistas que exponen, o señalan obras específicas y las enmarcan con etiquetas de advertencia perjudiciales, todo con el fin de mantener su neutralidad”.

Arte contra la guerra (y la censura) de Putin

Al igual que sucedió en 2023, la persecución de artistas rusos que critican la guerra en Ucrania ha continuado. Se enfrentaron a arrestos, duras condenas y cancelaciones de actuaciones. La muerte en prisión del pianista Pavel Kushnir es un ejemplo del “extremo peligro” que supone alzar la voz. Kushnir fue arrestado y acusado de terrorismo por comentarios contra la guerra en un video que creó y publicó en su canal de YouTube (que solo tenía cinco suscriptores).

El año 2024 estuvo marcado por casos de persecución injusta en casi todos los ámbitos artísticos de Rusia: música, teatro, cine y bellas artes. “Las circunstancias demostraron que la fama no solo no puede salvar a nadie de la opresión, sino que, de hecho, puede poner a artistas populares en peligro de ser utilizados para los fines de la maquinaria bélica rusa. Proteger a los artistas rusos se vuelve más difícil cuando el gobierno ruso ejerce su influencia transnacional”, asegura el informe.

Freemuse también destaca que el modelo de la ley de agentes extranjeros, aprobada en Rusia en 2012 y con orígenes en EE UU tras la Segunda Guerra Mundial, se ha extendido por varios países del Este de Europa. Es una legislación que reconoce como agentes extranjeros a organizaciones e individuos que reciben apoyo económico foráneo para realizar actividades que los gobiernos consideran políticas. “Estas leyes estigmatizan a los disidentes, incluyendo artistas y escritores, como traidores, interrumpiendo subvenciones extranjeras a menudo vitales. Los gobiernos de Hungría, Georgia y Eslovaquia han considerado implementar leyes similares, lo que generó preocupación e incertidumbre en el sector cultural”, se lee en el estudio. Estas normativas suelen ir acompañadas de nuevas leyes que penalizan la expresión LGBTQ+, considerada una amenaza para la familia y los valores tradicionales. “La prohibición de los festivales del Orgullo, las proyecciones de películas LGBTQ+ y la censura de libros tendrán sin duda un efecto disuasorio, con la supresión de recursos y oportunidades”.

La persecución de la disidencia de género en el arte

En 2024, las expresiones artísticas LGBTQ+ fueron reprimidas en muchos países, a menudo tras amenazas de grupos religiosos que alegaban la protección de la familia y los valores tradicionales. Las protestas de grupos cristianos conservadores llevaron a la prohibición de un festival de cine LGBTQ+ en Brasil y de una obra de teatro drag en El Salvador. En Eslovaquia se retiró la financiación del Ministerio de Cultura a obras de teatro y festivales de temática LGBTQ+, lo que provocó su cierre. La comunidad artística LGBTQ+ de Turquía funciona bajo una presión cada vez mayor, con la prohibición de exposiciones y festivales, y los artistas que deben encontrar maneras de eludir la censura. En Indonesia, las crecientes restricciones a los bissu (personas trans que realizan rituales y ceremonias tradicionales dentro del grupo étnico bugis) evidencian el creciente discurso anti-LGBTQ+ en el país.

Entre estos países destaca Hungría, donde el primer ministro, Víctor Orbán, ha aplicado durante mucho tiempo una política cultural claramente orientada a suprimir la libertad creativa, con la destitución de directores inconvenientes de instituciones artísticas, científicas y de otro tipo, que fueron reemplazados por nombramientos políticos, y la toma del control total de los medios públicos y la financiación cultural. El año pasado, la situación se deterioró aún más con la introducción de la prohibición de la difusión de “propaganda LGBT” y lo que, en realidad, es una ley de agentes extranjeros (una llamada ley de protección de la soberanía) que penaliza a las organizaciones que reciben financiación del extranjero. Ambas medidas pueden incitar a los artistas a la autocensura. Además, a mediados de 2024, comenzó la redacción de una nueva ley que permitiría una centralización y un control aún más estrictos de todas las instituciones culturales del país, un sistema que ya está centralizado. Sin embargo, los trabajos para su introducción se detuvieron en julio y, a finales de año, no había más noticias sobre su progreso.

Financiación, miedo y autocensura

La represión de los trabajadores culturales y la politización del arte y los medios de comunicación siguen cuestionando los cimientos de la libertad y la creatividad en Europa del Este, según Freemuse. En países como Bielorrusia, Hungría, Eslovaquia, Georgia o Polonia, las artes se han convertido en un campo de batalla para el control ideológico y la resistencia. Desde el encarcelamiento de artistas y figuras culturales en Bielorrusia hasta las profundas reformas culturales y la censura en Hungría, Eslovaquia y Georgia, los regímenes autoritarios utilizan la cultura como herramienta de propaganda y blanco de la represión. Sin embargo, ante estos desafíos, los artistas y las comunidades culturales se mantienen resilientes, encontrando formas innovadoras de resistir y afirmar su independencia, incluso al enfrentarse a graves consecuencias.

Las instituciones artísticas públicas están cada vez más controladas por gobiernos que influyen en la toma de decisiones, los nombramientos de altos directivos e incluso exigen la destitución de altos directivos. En un sector que depende de la financiación pública, el apoyo a menudo se limita a las obras de arte que se alinean con quienes ostentan el poder. El resultado es una censura indirecta mediante amenazas de financiación y control administrativo, en lugar de prohibiciones explícitas.

“Si bien la supresión de la libertad artística es evidente cuando un artista es arrestado, juzgado o cuando sus obras son retiradas de galerías o destruidas, el impacto más insidioso y generalizado de la autocensura permanece oculto”, se lee en el informe

Por todo ello, desde Freemuse entienden que no sorprende que la autocensura para evitar repercusiones negativas figure en el día a día del trabajo artístico. “Si bien la supresión de la libertad artística es evidente cuando un artista es arrestado, juzgado o cuando sus obras son retiradas de galerías o destruidas, el impacto más insidioso y generalizado de la autocensura permanece oculto”, se lee en el informe.

Las amenazas de retirada de financiación a las instituciones culturales han llevado a las ferias de arte internacionales a rechazar obras que se desvían de los valores tradicionales. La expansión de las leyes sobre agentes extranjeros pone en mayor riesgo la financiación de organizaciones y artistas que desafían el statu quo. La existencia de leyes que penalizan las obras de arte —a menudo aplicadas de forma arbitraria— y la prohibición e incluso el encarcelamiento de otros artistas pueden hacer que los artistas duden de expresarse libremente.

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