Literatura
Paco Cerdà: “Es curioso que el amor surja a pesar del horror”

El autor cuenta en 'Presentes' el traslado del féretro de José Antonio Primo de Rivera desde Alicante hasta Madrid a través de una voz que se detiene en la vida y la muerte de muchos de los nadie de la España de la posguerra.
Paco Cerdà 1
Paco Cerdà.
14 sep 2024 06:00

Es imposible mirar los lugares de la misma forma cuando has visto algo en ellos que se escapa a tu entendimiento pero no a tu imaginación. A estas alturas y después de mucha exposición a la violencia, siguen pareciendo insoportables ciertas imágenes de Alicante en concreto y de España en general, en los años, sobre todo, de la posguerra. Primero porque recuerdan que de ese antes surge todo el ahora y segundo porque estamos pisando las mismas calles que miles de falangistas pisaron en homenaje a José Antonio Primo de Rivera y no pasa nada. Ni siquiera se nos duermen los pies.

El día 10 de noviembre de 1939  se reunía en Madrid la Junta Política Nacional de Falange Española y de las JONS para decirle al Caudillo algo que ya daba por hecho porque él mismo lo había ordenado: la delegada nacional de la Sección Femenina, Pilar Primo de Rivera ratificó su proyecto de traslado de los restos mortales de su hermano, fundador de Falange, José Antonio, desde el cementerio de Alicante al Monasterio de San Lorenzo del  Escorial. La conducción se haría a hombros, con turnos ininterrumpidos de día y de noche.

En Presentes, la historia comienza el 20 de noviembre de 1939 con la exhumación de los restos de José Antonio Primo de Rivera (presente), la celebración de una misa en la catedral de San Nicolás y el comienzo el transporte de su féretro, a pie, hasta Madrid

Paco Cerdà (Genovés, 1985) es periodista y escritor. Es imprescindible nombrar sus libros El peón (Premio Cálamo Libro del Año 2020), Los últimos (2017) y 14 de abril (Libros del Asteroide, 2022), que ha recibido el II Premio de No Ficción Libros del Asteroide. También podemos hablar de su trabajo en el diario Levante-EMV y sus textos en El País y Cuadernos Hispanoamericanos. Incluso contar que es el Fundador de La Caja Books. Pero la cosa que sirve como nexo de unión entre todos sus trabajos es la intención de contar las cosas que, por evidentes, resultan invisibles. En Presentes, esta historia comienza el 20 de noviembre de 1939 con la exhumación de los restos de José Antonio Primo de Rivera (presente), la celebración de una misa en la catedral de San Nicolás y el comienzo el transporte de su féretro, a pie, hasta Madrid. 467 kilómetros.

“Esto es una obsesión, es como la teoría de los Oulipo. ¿Y qué es un autor oulipiano? Es una rata que construye ella misma el laberinto del cual se propone salir. Yo entro y salgo sin parar, me obligo a centrarme en cosas concretas para ello”. Por ejemplo, en El Peón lo cierro todo a los 77 movimientos, 14 de abril en un solo día y Presentes en un trayecto de diez días y once noches”, reflexiona el autor.

En Presentes se comprende la importancia para el fascismo español de los años 30 de la poesía, literatura, el adorno y, en definitiva, la palabra. La prensa, las cartas y la  propaganda reformulan los discursos de odio para convertirlo en un amor inexistente

Es imposible mirar La Explanada de Alicante de la misma forma cuando has visto el documental ¡Presente! En el enterramiento de José Antonio Primero de Rivera. Esta referencia de Cerdà para construir la oscuridad, la neblina del amanecer marino, escribe Paco, que cubre su libro, marca también la mirada de quien lo lee y nos hace darnos cuenta cómo la idea de la belleza es peligrosa si quien la busca la ve en el dolor ajeno.

Funeral Primo de Rivera Alicante
Funeral de José Antonio Primo de Rivera en Alicante.

La cultura en el fascismo clásico

En Presentes se comprende la importancia para el fascismo español de los años 30 de la poesía, literatura, el adorno y, en definitiva, la palabra. La prensa, las cartas y la  propaganda reformulan los discursos de odio para convertirlo en un amor inexistente. En las reproducciones exactas de estos textos que aparece en el libro se lee muertos donde se dice asesinados, reparar donde se dice eliminar, recuerdo en lugar de venganza. El control y dominio de la palabra genera un entramado convincente y directo que busca incluso despolitizar y menospreciar a poetas, escritoras y artistas de izquierdas. Esa tarea exige la palabra, escribe Paco.

“José Antonio era culto e inteligente y la prensa de la época y los poetas afines también. Sabían de la importancia del lenguaje para provocar según qué cosas y hacer llamar al odio al enemigo o al amor a la patria que proclamaban. Lorca, Miguel Hernández y Elena Fortún, entre otros, tenían unas ideas y una forma de escribir muy romántica en el sentido positivo mientras que el fascismo utilizaba el Romanticismo del siglo XIX”, expone Cerdà.

Mientras todo pasa, el amor está, sin saber cómo pero sí el porqué. Antonio Machado y Pilar Valderrama, Miguel Hernandez y Josefina. Miguel de Molina continuando con sus espectáculos de rojo y maricón. Incluso Lalio, el preso que le escribe a una chica que no conoce, Silvia, elige el amor y la esperanza en un momento de odio y dolor. El capitán Dickson, del Stanbrook, y su tripulación. El amor, presente.

“En esa época había mucha cultura del amor, pero cada uno la practicaba de una manera. Es como El Quijote, que interesaba a la Falange por su épica, pero al entorno cultural de enfrente por la escritura, la atracción por algo. Es curioso que el amor surja a pesar del horror”, dice Cerdà.

Cerdà es capaz de crear con nitidez la forma en la que se concibe a José Antonio desde el fascismo: mito, leyenda, santo, mártir, presente y ausente a la vez, dios, triunfador de la muerte, renacido como un santo

La Falange quería utilizar la palabra pero “antes de ser intelectual, hay que ser español”, dijo José Antonio. Aunque él mismo fuera, escribe Cerdà, un poeta político, un político poeta. Porque el amor, expresado y provocado de cierta forma, provoca miedo y con el miedo se tenía todo bajo control. El enemigo muerto de miedo, el aliado dispuesto a morir por un muerto, el muerto bien vivo. “Porque a los pueblos no los han movido nunca más que los poetas”, escribe Paco que escribe José Antonio.

El mito de Jose Antonio Primo de Rivera

Cerdà es capaz de crear con nitidez la forma en la que se concibe a José Antonio desde el fascismo: mito, leyenda, santo, mártir, presente y ausente a la vez, dios, triunfador de la muerte, renacido como un santo, cercano e inalcanzable a la vez. Enfrenta a dos mundos, el de los no muertos y el de los no vivos, donde el bando perdedor no existe, no tiene palabras.

“Se creó un mito como excusa para cimentar ideas. Fíjate, fue llevado por doce falangistas, tenía doce mandamientos y un padre nuestro joseantoniano. Se repetía también que murió por el motivo por el que deben morir todos, porque la violencia es lícita si es por un ideal: España”, explica Paco. Sin embargo, después de no ser apoyado más que por 46.466 personas, el 0,4% del censo electoral, Cerdá evidencia la contradicción. Primo de Rivera quería ser profeta, no dios. Dios era su padre. La sombra, alargada, con sus apellidos. Esa necesidad se ve en el programa Tribuna de la historia de RTVE en el que hablan de su vida. Las pronunciamos todas/pero ninguna sanó nuestros cuerpos/del conjuro/no eran las palabras/ sino la voz/importaba quien diera la voz, escribe Rodrigo García Marina en Desear la casa.

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Paco Cerdà (Genovés, 1985) es periodista y escritor.

“Al final, a pesar de esos resultados electorales, el peso de José Antonio fue mucho. Ya no solo como figura mártir, héroe, etc., también como figura en la que apoyarse y a la que respetar. Pero sí, si hubiera visto su mitificación en vida hubiera sentido frustración. Sabía que nunca iba a ser el caudillo, pero anhelaba ser director general no ejecutivo”, reflexiona Cerdà.

Es imposible pasar por delante de la Concatedral de San Nicolás sin imaginar el féretro en el centro, las banderas, las cinco rosas. Sin pensar en flotas de autobuses llegando a la ciudad y los hoteles llenando sus habitaciones. Primo de Rivera, creador de la desestacionalización. Otra referencia de Cerdá es A hombros de la Falange, en la que Samuel Ros y Antonio Bouthelier narran la historia de Presentes desde dentro. Entre otras cosas, cuentan que el Jefe Provincial de Alicante tenía un proyecto de mausoleo para José Antonio y que el proyecto de traslado lo impidió. ¿Qué hubiera pasado si se hubiera quedado su cuerpo en Alicante? ¿Cómo hubiera envejecido la memoria y la imagen de la ciudad como centro de gravedad del luto? ¿Hubiera existido, y no como ahora, la memoria? “Érase un tiempo en que esta ciudad fue morada de dioses”, escribe Wolfgang Koeppen en Muerte en Roma.

“Es muy interesante esta cuestión porque la historia sería otra. Y podría haber pasado pero no. Es ese y sí del que hablamos sobre todo lo que rodea a este libro. La historia es esa y me ciño a lo que pasó, escribo no ficción y me esfuerzo mucho en explicarlo, pero siempre está ese y sí, claro. Entiendo esa idea de ficción de la que estamos hablando como la existencia de la posibilidad de pensar en esos y si contar las cosas”, reflexiona Cerdà.

Es imposible mirar Alicante a la cara que tiene una tumba reluciente en la que se reúnen falangistas honrando a su creador mientras un busto minúsculo de Archibald Dickinson (y una placa de Miquel Grau) se vandalizan cada semana
Es imposible olvidar el pasado si las mismas banderas de España que colgaban de los balcones el 20 de noviembre del 39 siguen colgando en algunos de los mismos edificios en 2024. Como si Presentes no solo contara la historia en blanco y negro si no que te obligara a mirarlo todo de ese modo. Es imposible mirar a esta ciudad a la cara que tiene una tumba reluciente en la que se reúnen falangistas honrando a su creador mientras un busto minúsculo de Archibald Dickinson (y una placa de Miquel Grau) se vandalizan cada semana. “Si la guerra la ganan quienes la provocan para imponerse, la posguerra es solo una guerra sin nadie contra quien luchar, solo a quien someter. La posguerra es la continuación de la guerra por otros medios”, escribe Paco.

Presentes es un libro de ausentes. Paco llena los vacíos y lo hace desde Los últimos (Pepitas de Calabaza) hasta ahora. Esos huecos que él cubre sirven para dar voz a los no la tuvieron o la perdieron y ahí es donde entra la fantasía. Imaginar las voces. El derecho a la ficción del perdedor, como el amor, existía ya a pesar de las circunstancias. Como colgarle una cadena al cuello a un personaje de un Caravaggio como hizo Abloh en las portadas de Westside Gunn. “No existe memoria sin arte”, escribe Esther López Barceló en El arte de invocar la memoria. Como la leyenda de que el cuerpo que iba dentro del ataúd no era el de José Antonio si no el del Negre Lloma.

El negre lloma

“Quien inventó esa historia era un genio y es bonito que se conserve ese humor sobre algo que sucedió en un momento de tal gravedad y oscuridad. Demuestra que hay cabida para la vida incluso en momentos así. Que frente a la fe, el fanatismo y el odio que movía a otros, se podía ser valiente y eso es el centro del libro. Hablar de los valientes que dijeron, no, yo voy a continuar aquí”, expone Cerdà.

John Moore era un americano que llegó en la década de 1910 a Alicante en un buque petrolero en el que se dedicaba a la cocina. Se quedó en la ciudad y se dedicó a deambular por el centro pidiendo y gastándose lo que ganaba en beber y jugar. Le ofrecieron trabajos que rechazó, huyó de racistas, le quiso mucha gente, se fue y volvió. El 31 de octubre de 1936 lo encontraron muerto en la calle por una pulmonía y le enterraron con el nombre de Juan Mallol al mismo tiempo y en la misma fosa común que a José Antonio. La leyenda cuenta que sus restos y los del fusilado se llegaron a confundir y que el cuerpo que enterraron en el Valle de los Caídos, y que luego volvieron a exhumar, no fueron otros que los del Negre Lloma, un valencianismo de su nombre real.

Presentes empieza por un final, por la muerte definitiva del sentimiento de la república, en el lugar donde acabó, para dirigir desde fuera hacia lo más profundo del país ese mensaje

Presentes empieza por un final, por la muerte definitiva del sentimiento de la república, en el lugar donde acabó, para dirigir desde fuera hacia lo más profundo del país ese mensaje. Es interesante como el autor vence constantemente la tentación de intervenir en el texto pero acabó por hacer como hace Leila Guerriero en La llamada, para dar un poco la mano al lector en sus sentimientos.

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“Decidir que este es el momento de hacer referencia a mi abuelo y mi bisabuelo, cambiar de la tercera persona al yo y todo lo que conlleva, fue emocionante. Lo pienso y m’estic aborronant. Se m’aborrona la pell —expresión que aborrona la piel de por sí— pero sí es cierto que como mis libros son de fechas, datos y todo está muy medido, el implicarme en esa parte me ha dado unos momentos de escritura de mucha libertad. Sentí que era el momento de hacerlo. Es muy difícil no implicarse y emocionarse con todo lo que lees mientras investigas. Al final quiero leer todo lo que se escribe en periódicos, visionar piezas audiovisuales, pisar los lugares y eso te hace sentir mucho las cosas aunque intente ser cerebral”, argumenta el autor de Presentes.

“Si ya de por sí busco hablar de los que no tuvieron voz, olvidados y castigados, ellas siempre están doblemente olvidadas y castigadas. Esa instrumentalización del cuerpo hasta ese nivel extremo es importante contarla”, expone Cerdà

La historia en este libro se para en seco con una mujer violada cuyo dolor es completamente obviado. Como si su presencia fuera una excusa para cazar al otro bando. La muchacha, anónima y señalada por obligación, no importa, importa su cuerpo como arma. Solo se la expone como prueba, nunca como persona. Total, una más; como miles, escribe Paco. Tiene 14 años y un hijo de su violador, dos pruebas. ¿Fue aquí cuando se cimentó todo lo que sigue hasta ahora? Debemos incluir la cultura de la violación en la memoria histórica, en todos lados, para entender nuestras responsabilidades. “No me dieron palabras para nombrar eso”, escribe Bibiana Collado en Violencia.

“Si ya de por sí busco hablar de los que no tuvieron voz, olvidados y castigados, ellas siempre están doblemente olvidadas y castigadas. Esa instrumentalización del cuerpo hasta ese nivel extremo es importante contarla. Estas historias me hacen pensar mucho en las vidas que he contado ¿que son? ¿100? ¿200? pues he cumplido con mi objetivo: hablar de y por quienes tuvieron que callar por obligación,” rememora Cerdà.

Es muy difícil adaptarse a una historia, no moldearla, contarla dejándose llevar muy levemente por la narrativa. No pretender utilizar la historia para dar un sentido a la escritura, ponerla al servicio de la misma. Presentes se lee, se ve, a través de una capa fina de vaho que no empaña el cristal desde dentro, si no que es el exterior el que lo hace.

Cerdá vuelve a conseguir alejarse de la tentación de armar una narración histórica encajada en ciertos caminos que encorsetan no solo la escritura, también la propia historia. Si bien es cierto que ninguno de sus libros son novelas, tampoco son ensayos (perdón por no descubrir nada nuevo), tienen un enfoque narrativo cercano al periodismo pero recuerdan, a pesar de negar la ficción, a la recreación de Juan Marsé o Montserrat Roig de su época. Al derecho a la reconstrucción del perdedor a través de la realidad.

Juegan con esa imagen del pasado vivido que se recuerda de una forma muy concreta y que da lugar a una lectura totalmente íntima, sin embargo, los escenarios sobre los que se plantea la historia son tan potentes que parecen ciertos siempre. Algo que consigue también Cerdá y, por alusiones, Guerriero. Todo esto también viene de las ideas de usar la memoria como algo colectivo, como altavoz para contar la historia de los que no fueron protagonistas como si todos fueran una sola voz. Esto también lo consigue con un estilo que reside en las comas como indicativos de que va a hablar alguien que no es el escritor. 

Presentes es el juego del espejo de 14 de abril (o viceversa) y se ve en elementos como que la fecha de la ceremonia de Jose Antonio sea un festejo para el país mientras que la efeméride de la proclamación de la segunda república se considere el fin del mundo, el apocalipsis.

“Es mi cabezonería y lo hago desde siempre. Sé cómo funciona la escritura y que habría que poner comillas o cursivas, pero creo que en los libros se puede jugar con lo artístico de las palabras. Me gusta el ritmo y la forma de los textos sin ellas y con esos parones breves. Me empeño siempre en explicarlo y discutirlo con los correctores”, apunta Cerdà.

Presentes es el juego del espejo de 14 de abril (o viceversa) y se ve en elementos como que la fecha de la ceremonia de Jose Antonio sea un festejo para el país mientras que la efeméride de la proclamación de la segunda república se considere el fin del mundo, el apocalipsis. El contraste entre que el 20 de noviembre fuera luto nacional y que el catorce fuera festivo para celebrar, o que mientras en uno se transporta a un cadáver de verdad en otro se celebra la república buscando un ataúd vacío en el que simular transportar el cadáver de Alfonso XIII. Ese contraste entre pena, alegría, viceversa y caminos cruzados y bidireccionales hacen que las dos lecturas sean una.

Lo cierto es que toda la obra de Paco Cerdà es susceptible de relacionarse y leerse buscando una señal que te de la razón como lector obsesivo. En Presentes satisface al pesado con una referencia a Arturo Pomar, coprotagonista de El Peón (porque todo el mundo es protagonista en sus libros, porque la memoria histórica es colectiva o no es). Ese chascarrillo forma parte de la teoría oulipiana, de mis obsesiones, dice Paco.

En Presentes cabe todo el pasado que cabe en once días y diez noches, el que cabe en edificios abandonados. Caben los 47 agujeros de bala de un muro. Caben exiliados, vivos, muertos, presentes, ausentes, presos, campos de concentración, vencedores desgraciados. Todo amor es fantasía, escribe Paco que escribió Antonio Machado. Ja prou, ja basta (“ya tenemos suficiente, ya basta”), escribe que se dice Paco.

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