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Literatura
Vivir no es solo respirar
Gata Cattana nos dejaba a principios de 2017 y pasaba a formar parte del imaginario colectivo de una generación que se abre paso entre las fracturas del desarrollo económico global y la homogeneización cultural. La publicación de No vine a ser carne (Aguilar, 2020) completa el legado literario de la polifacética creadora andaluza, tan unida siempre a la crítica y el compromiso social.
Pocos conceptos definen tan bien las tendencias culturales actuales como los empleados por el sociólogo polaco Zygmunt Bauman en su célebre obra Modernidad Líquida. La volatilidad en la que se ha instalado buena parte de las múltiples esferas sociales nos enfrenta a un consumo musical de usar y tirar, donde prima más el envoltorio que rodea al paquete (llámese marketing) que lo que nos encontramos una vez abierto. Ante tal aparataje, la obra de Gata Cattana aparece como un rayo de sol en mitad de la tormenta y nos reconcilia con la autenticidad dentro del denostado universo musical urbano: aquel que nos relata un mundo idealizado a base de narcóticos y botellas de champagne, despojado de cualquier atributo edificante y donde la mujer ocupa únicamente el papel de attrezzo en paños menores. Me resisto a pensar que la vanguardia y el empoderamiento artístico que nos hacen comprar tienen este aspecto tan repelente.
Conocer la obra de Ana Isabel García Llorente —“Poetisa de día, rapera de noche y politóloga a ratos”, como ella misma se definía— es adentrarnos de lleno en un viaje biográfico que tiene su primera parada en un pequeñito pueblo de apenas 4000 habitantes hacia la frontera de Córdoba con Jaén: Adamuz. Allí, la idiosincrasia jornalera andaluza, donde el saber popular se vuelve ciencia y la vida en comunidad religión, fue forjando el carácter intrépido de una niña a la que no se contentaba con cualquier respuesta ingenua. En continua simbiosis con los ritmos flamencos autóctonos, desde niña estudió solfeo y aprendió a tocar la guitarra y el saxofón formando su primer grupo Aquí pongo la era, siendo aún una adolescente. Aunque ni mucho menos su producción artística se quedaría ahí: como la gran mayoría de chavales de su época, descubriría el rap a través de su primo, abriéndose ante sí un cosmos de posibilidades que se vieron reflejados en la publicación de su primer trabajo musical, Los siete contra Tebas, en 2013. La alumna que corregía en público a consejeros de Cultura reaccionarios acerca de El Estatuto de Autonomía andaluz, nos desmontaba todos esos mantras tópicos acerca de la mujer de un plumazo y casi sin despeinarse.
Culturas
Las vidas de una Gata
Pronto sintió esa llamada hacia el vuelo libre e independiente y se trasladó a Granada para estudiar Ciencias Políticas, donde se sumergió de lleno en los movimientos estudiantiles y descubrió su amor por la poesía recitada entre los circuitos de Slam Poetry. Entre poses culturetas de vestimentas vintage y libros autoeditados, ella dominaba la escena con un estilo emocional, a papel y lápiz lleno de anotaciones. Además, tuvo tiempo para sus primeros escarceos semiprofesionales en el rap, donde consolidó el seudónimo que la acompañaría de por vida. Es imposible entender su figura sin ese carácter crítico y transversal, sin distinciones sustanciales entre poesía y rap. Como siempre debió ser.
Enamorada de la gran metrópoli madrileña desde que pasara allí uno de sus años de universidad, decidió establecerse allí para completar sus estudios y hacer despegar su carrera artística, sabedora de las posibilidades que la ciudad ofrecía en términos de producción musical. Allí, incluso recibió clases del vicepresidente actual del Gobierno, Pablo Iglesias, el cual la apodaba cariñosamente “la gafapasta”, generándose entre ellos una camaradería que se prolongaría en los años siguientes. Sin embargo, huyó siempre de significaciones y militancias políticamente activas, en consonancia con el purismo de su mensaje. Aquello de que “las causas unen y los partidos políticos separan” es una afirmación enormemente certera a la hora de entender la percepción que la artista tenía de su propia obra.
En palabras de María Valero, “Gata Cattana lleva a cabo una exhaustiva y demoledora invectiva en contra del sistema patriarcal”
Además de una lectora voraz, desde Pío Baroja hasta Isabel Allende, pasando por García Lorca y Nietzsche, Ana fue una defensora a ultranza de la erudición como única salida hacia un futuro próspero y como motor de un cambio real. “Todo el mundo debería aprender Historia”, solía repetir una y otra vez. Y sí, esa Historia nos la enseñaba a través de sus canciones y sus versos, donde era difícil discernir si nos encontrábamos ante nuestro reproductor musical o en una clase universitaria. El amplísimo repertorio de citas y referencias en su obra (aquello que el crítico y teórico francés Gérard Genette definió como transtextualidad) nos traslada a eventos históricos y culturales de la humanidad, con un gran interés por lo mitológico desde el ángulo ginocentrista. En palabras de María Valero, “Gata Cattana lleva a cabo una exhaustiva y demoledora invectiva en contra del sistema patriarcal”, con alusiones implícitas a Silvia Federici, Hipatia, Virginie Despendes (y su teoría King Kong) o incluso a Lisístrata, cuya canción homónima se ha erigido como himno internacional de la lucha feminista. Su obra es una censura profunda a esa narrativa perenne que ensalza al hombre como el gran actor intelectual histórico y “somete a la mujer a una posición relegada en su papel como madre, siempre sumisa y sujeta a unas rígidas normas de pensamiento y conducta”.
No vine a ser carne se presenta como una antología de letras, poemas y escritos en prosa dividida en dos partes (textos de adolescencia anteriores a 2010) y textos inéditos (posteriores). Además de acercarnos a la Gata de siempre (lúcida, introspectiva y combativa), el libro nos sumerge en la Ana más primitiva, aquella que comenzaba a escribir y formarse una idea del mundo y la realidad. Todo esto acompañado de un sensorial y sincero prólogo de su amigo Juancho Marqués, una rara avis dentro del género urbano, capaz de combinar lo más intimista de la creación artística con una marcada conciencia de clase barrionalista.
En los próximos días, el director Juan Manuel Sayalonga estrenará la película documental Eterna sobre la vida y obra “de la poeta andaluza más relevante de nuestra generación”
Desde la dimensión más mainstream con La Mala Rodríguez hasta el más académico con Remedios Zafra —por citar solo varias—, multitud de autores y seguidores siguen reivindicando hoy el legado de su mensaje y consolidan ese proceso de mitificación de su figura. Del mismo modo, sus familiares y amigos no han parado de homenajearla a base de exposiciones y certámenes a través de la Asociación Músico Cultural que lleva su nombre. En los próximos días, el director Juan Manuel Sayalonga estrenará la película documental Eterna sobre la vida y obra “de la poeta andaluza más relevante de nuestra generación”.
“Vivir no es solo respirar” (como reza uno de los poemas del libro), ya que Ana sigue presente en cada batalla cotidiana, en cada mani, en paredes y pasos de cebra, en cada justificación misógina y retrógrada de los que nos miran desde arriba y nos repiten el mantra de que esto es lo que hay. “Y si alguna vez negociamos un mundo nuevo, queremos café para todos y todas, que ya van muchos siglos fregando las tazas”.
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Un artículo que nos desata la curiosidad por conocer en profundidad a la artista. Gracias por ofrecerme esa muestra de cultura viva.