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Memoria histórica
Agustín Cervantes, venturas y desventuras del primer Internacional extremeño (I): la forja de un rebelde
El miércoles 1 de enero de 1873, bajo las fuertes lluvias de aquellos días, apareció fijado en los sitios públicos de Córdoba un pasquín con el siguiente texto:
“RETO: los delegados del III Congreso de la Federación Regional Española de la Asociación Internacional de los Trabajadores, retan a controversia a todos cuantos desean combatir los principios fundamentales de la Internacional.
A tal efecto tendrá lugar una Asamblea pública hoy, 1 de enero, a las siete de la tarde en el salón alto del café del Recreo.
¡Obreros cordobeses: No faltéis. Defensores del Privilegio, aceptad el reto! Salud, Anarquía y Colectivismo. Córdoba, 1 de enero de 1873” [1].
El guante había sido arrojado a la sociedad cordobesa en particular y orbe conocido en general. La sección española de la Internacional, creada apenas unos años antes, cerraba así el congreso que había comenzado en Córdoba justo una semana anterior, cuando le abrió sus puertas el Teatro Moratín en la tarde del 25 de diciembre de 1872. Hasta el mediodía de ese miércoles y desde la noche pasada, madrugada incluida, hubo una sesión privada preparatoria para la verificación de mandatos, establecimiento del orden del día y elección de comisiones de trabajo. Cincuenta delegados representaban a cuarenta y dos federaciones locales, con doscientas treinta y seis secciones y veinte mil trescientos cincuenta y dos afiliados.
Anarquismo
El Badajoz anarquista de 1900 (I): La Unión Femenina
La historiografía del movimiento obrero, hecha (y prestigiada) en su mayoría por hombres, ha ocultado o no ha prestado la suficiente atención al papel de la mujer en los avatares y desarrollo de la cuestión social, remitiéndola a un segundo plano en lo referente a las luchas y revoluciones acaecidas. Primera entrega de la serie del autor montijano sobre el anarquismo pacense de principios del siglo XX.
Aquel congreso de la FRE es considerado, hoy día, el primer congreso plenamente anarquista de la historia del movimiento obrero. En su seno se debatió la controversia entre federalismo y centralismo, anarquismo y autoritarismo, apoliticismo y estatismo, bakuninismo y marxismo. Como resultado selló la expulsión de quienes integraban la Nueva Federación madrileña, germen del partido socialista, “por cuanto está demostrado que esos individuos son causa de división y perturbación en la Internacional” [2] y se apostó por el federalismo, la solidaridad, la destrucción del poder político, la acción revolucionaria, la sustitución del estado por la libre asociación de los grupos productores, la huelga[3] y el universalismo fraternal de la clase obrera. Como afirma Abel Paz, este congreso supuso un paso más en la radicalización de las prácticas y las teorías del proletariado español. Las reivindicaciones salariales y las mejoras laborales pasaron de ser un fin pretendido a un medio de combate revolucionario. En sus acuerdos están las bases primitivas de lo que muchos años después se conocerá como anarcosindicalismo.
Agustín Cervantes del Castillo-Valero, de quien ya dimos noticia en otro artículo, fue uno de los organizadores y anfitriones de aquel Congreso. Su vida y avatares se pierden en el laberinto de la Historia, rescatado por el notario cordobés Juan Díaz del Moral en su libro sobre las agitaciones campesinas andaluzas[4]. Catedrático de Latín y Castellano en el Instituto provincial de Córdoba y profesor de Derecho canónico en la Universidad libre de esta ciudad durante los días que se celebró el Congreso de la FRE, era recordado por sus alumnos como un hombre alto y flaco, moreno cetrino, de carácter taciturno, que hacía una vida apartada y solitaria y padecía frecuentes enfermedades. En palabras de Díaz del Moral: era un anormal. A día de hoy y salvo otras investigaciones que lo contradigan, podemos considerarle el principal introductor de las ideas de la I Internacional y del movimiento obrero de carácter anarquista en Extremadura.
A día de hoy y salvo otras investigaciones que lo contradigan, podemos considerarle el principal introductor de las ideas de la I Internacional y del movimiento obrero de carácter anarquista en Extremadura
Muy posiblemente fue familiar descendiente de otro Agustín Cervantes anterior, un abogado elegido secretario del Ayuntamiento de Murcia el 19 de julio de 1814[5] y “purificado” en diciembre de ese mismo año. Las “purificaciones” consistían en iniciar averiguaciones para separar de su cargo a quienes hubieran estado contaminados de “constitucionalismo” antes del regreso de Fernando VII, en mayo de 1814. El Cervantes de Murcia fue declarado impuro “por haber manifestado mucho gusto y alegría en los días que se juró la constitución”[6].
Desconocemos los asuntos que llevan de Murcia a Llerena a la familia de nuestro internacional, donde nace en 1840, según informa Díaz del Moral. La saga continúa con el oficio. En 1862, con solo 22 años, el extremeño Agustín Cervantes se licencia en Derecho Administrativo en la Universidad Central de Madrid, y dos años más tarde obtiene el grado de Doctor en Civil y Canónico por la misma facultad. En verano de 1864 recibe la investidura tras leer ante el claustro de la Universidad el Discurso “Razón filosófica de las circunstancias que eximen de responsabilidad criminal”[7], en el que se estudian las circunstancias eximentes de la responsabilidad sobre el crimen consignadas en el Código Penal vigente en su artículo 8, tales como la enajenación mental y la defensa propia o de un familiar. Agustín Cervantes, en esta lectura, dada a la imprenta poco después y cuyos ejemplares, de los que quedan tres, se encuentran en la Sede de Alcalá de Henares de la Biblioteca Nacional de España, recupera la filosofía de numerosos penalistas que defienden el sentido humanitario de la justicia frente al exclusivamente punitivo. El ya doctor Cervantes, finaliza su discurso con las siguientes palabras, presagio de su convicción socialista:
“¡Bendigamos la benéfica mano de las legislaciones que saben separar a los criminales que merecen castigo, de los seres desgraciados a quienes debemos auxilios y consuelo!”.
En 1864 es nombrado profesor sustituto de Retórica y Poética en el Instituto de Segunda Enseñanza de Cáceres, fundado en 1839 y considerado el centro de enseñanza laica más antiguo de Extremadura[8]. Agustín Cervantes, joven de 24 años, pasea su distinguido porte por la ciudad cacereña y pronto se hace notar, debido a su elevada cultura. El 2 de mayo de ese año es nombrado por el Gobernador de la provincia, Serafín Derqui, y a instancias del Rector de la Universidad de Salamanca, miembro de una Junta “encargada de promover, activar y reunir cuantos objetos arqueológicos y numismáticos les sea posible”, con el fin de crear un Gabinete encargado de preservar el patrimonio histórico y artístico de la provincia de Cáceres y darlo a conocer. Es uno de los primeros intentos –si no el primero- por salvaguardar dicho patrimonio. Componen con él dicha Junta otros profesores del instituto, cuyos nombres hoy lucen en el callejero cacereño, como Joaquín Torres García, Rafael Lucenqui (vocales, junto a don Agustín), Cándido Sánchez de Bustamante (secretario) y Matías Guillén Flores (Presidente)[9].
Aparte de hombre culto y estudioso, siempre fue un abogado de los pobres, a cuyo oficio unía su piedad y un sentido puramente cristiano de la religión. Compagina su docencia con la labor como procurador en la Audiencia de Cáceres, siendo designado para el despacho de negocio de pobres
Este oficio le lleva a recorrer a lomos de acémila o sentado en el pescante de carromatos la provincia cacereña, en busca de restos arqueológicos. Los caminos y veredas que llevan a los pueblos le servirán después para su labor como Internacional.
Aparte de hombre culto y estudioso, siempre fue un abogado de los pobres, a cuyo oficio unía su piedad y un sentido puramente cristiano de la religión. Compagina su docencia con la labor como procurador en la Audiencia de Cáceres, siendo designado para el despacho de negocio de pobres (similar a abogado de oficio hoy día) en el año 1865[10].
Memoria histórica
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En mayo de 1868 aspira como opositor a la cátedra de Latín y Castellano en el Instituto provincial de segunda enseñanza de Córdoba[11], de bastante prestigio. Tras realizar la prueba en la Universidad de Sevilla, integra la terna de aspirantes propuesta y consigue ser elegido el primero para la plaza del Instituto, de la que toma posesión como catedrático numerario de Gramática Latina y Castellana el 21 de julio, con un sueldo de 1.000 escudos anuales[12].
El Instituto de Córdoba gozaba de muy buena salud. A sus puertas, en la calle Diego de León, junto a la plaza de las Tendillas (llamada así por las tiendas que ofertaban sus artículos al aire libre), se aglomeraban a primera luz del día bandadas de chiquillos que aguardaban “la hora del comienzo de las clases para entrar precipitada y bulliciosamente en el extenso patio del establecimiento docente próximo y luego distribuirse en sus aulas”[13].
Nada más llegar a Córdoba, hacia finales de septiembre, Agustín Cervantes escucha los truenos de los cañones en el cercano puente de Alcolea, cuya batalla sentencia el destino de la Borbón y da el triunfo a La Gloriosa. En aquella batalla septembrina le vuelan la mandíbula al Marqués de Novaliches, jefe de los ejércitos isabelinos. Por las calles de Córdoba se entonan unas coplas que dicen:
“¿Qué es aquello que reluce
en lo alto de aquel cerro?
¡La quijá de Novaliches
que la está royendo un perro!”
Dos liberales burgueses, de alta posición y abultada bolsa, encabezan las revueltas y abanderan las manifestaciones que recorren las calles de Córdoba reclamando la res pública: Francisco Leiva Muñoz y Ángel de Torres Gómez. El destino de este último se cruzará en poco tiempo con el de don Agustín.
Lee “Lo que es la Internacional” y “Organización social”. Hacia finales de año su participación en la sección local de la Internacional es plena y está certificada por lo reflejado en el acta de la sesión celebrada el 10 de diciembre de 1872
Presidente de la Junta Revolucionaria y breve alcalde interino, Ángel de Torres sería uno de los promotores de la Universidad libre de Córdoba, fundada en 1870 después de que el entonces ministro de Fomento, Ruiz Zorrilla, promulgara mediante decreto la libertad docente y se autorizara a Ayuntamientos y Diputaciones, con otro decreto de enero de 1869, la creación de centros de enseñanza. Esta Universidad sería fundada y sostenida económicamente por la Diputación provincial de Córdoba. De duración muy breve, dejaría de existir en 1874.
Antes de que este centro universitario abriera sus puertas, Agustín Cervantes acude a las cinco de la tarde del 12 de abril de 1869 a la Cámara Rectoral de la Universidad literaria de Sevilla. Ha sido convocado junto al resto de aspirantes para opositar a la cátedra de Latín y Castellano vacante en el Instituto de Badajoz, plaza que no obtendrá[14]. Su intención por volver a su tierra de origen queda patente en este gesto.
La Universidad libre de Córdoba no solo comparte edificio con el Instituto provincial, sino también profesores, que se ven obligados a doctorarse mutuamente para poder ejercer. Allí compaginará sus enseñanzas de gramática a niños con la docencia de derecho canónico a los futuros abogados. Su enfermedad, cuya etiología desconocemos, comienza ya a afectar a sus días, como se desprende de su expediente académico en el instituto.
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1872 será un año crucial en su vida. Inscrito en las Conferencias de San Vicente de Paúl, una sociedad católica caritativa, su espíritu de piedad cristiana le lleva a repartir limosna entre los necesitados recorriendo los barrios bajos de Córdoba. Entre sus andurriales conoce la miseria de una masa campesina y obrera ajena a los intereses de la burguesía republicana y desconocedora de su ideario. Como afirma Díaz del Moral, los efectos de la revolución apenas se notaron o significaron nada para el proletariado cordobés. Sus preocupaciones giraban en torno a los jornales y el hambre de cada día. Mientras los liberales burgueses tenían puesto su interés en destronar al nuevo rey, Amadeo, los segundos solo aspiraban al reparto de la tierra.
Ello no evita que se codee con la alta burguesía de la capital, donde conoce a una joven que comparte su sentimiento cristiano, Julia Valdivia y Ruiz de Valenzuela, mujer elegante y distinguida según las crónicas de sociedad vertidas en el Diario de Córdoba, nacida en Arjona, Jaén, sobrina de Carlos Valdivia, Maestrante de la Real de Ronda.
Como dice el mismo Cervantes, “entonces latía en mi alma el espíritu espansivo (sic) y generoso del socialismo; pero envuelto con las preocupaciones de que aún no había podido librarse”
Agustín y Julia contraen matrimonio a principios de enero de 1872, celebrando un acto “al que asistieron muchas personas notables de la población”. El viaje de novios les llevará a Cáceres y a su vuelta residirán en el domicilio de su suegro, Fernando Valdivia, en la calle Pérez de Castro, nº 8, Córdoba. Fernando Valdivia integraba, junto al liberal Ángel de Torres, la recién creada Liga de Contribuyentes de Córdoba, una asociación de comerciantes e industriales cordobeses empeñada en “conciliar los intereses del capitalista y del bracero en provecho mutuo”[15], algo así como un contubernio entre gatos y ratones para recíproco aprovechamiento.
De este año datan también sus primeros contactos con la Internacional. La Federación local de Córdoba había sido constituida el verano anterior, con una Sección de oficios varios que contaba con 54 miembros[16]. Esta federación se integraba en la Comarca Sur de la FRE y en poco tiempo verá aumentado su número de socios. Solo en noviembre de ese año 40 sombrereros fulistas[17] de Córdoba se unen a la Unión de los Sombrereros de la Región Española[18].
Agustín Cervantes no era ajeno a este movimiento. Por sus manos pasan los folletos que el Consejo local de Córdoba distribuye en los círculos operarios cordobeses[19]. Lee “Lo que es la Internacional” y “Organización social”. Hacia finales de año su participación en la sección local de la Internacional es plena y está certificada por lo reflejado en el acta de la sesión celebrada el 10 de diciembre de 1872, donde se halaga el manifiesto remitido por el Consejo local de Córdoba, dirigido a todos los trabajadores de la localidad, “en el cual se pone muy alta la bandera de nuestra Asociación”, y se publicita el “importante folleto” publicado por el compañero Agustín Cervantes, titulado Tres discursos socialistas, cuyo precio es de 4 reales, si bien para los internacionales se pone a precio de coste, “o sea, un real cada ejemplar”[20].
Dicho folleto lleva el título Tres discursos socialistas sobre la propiedad y la herencia, por Agustín Cervantes. Es publicado por la Imprenta y litografía del Diario de Córdoba, sita en la calle San Fernando, 34 y Letrados, 18, en esta ciudad en noviembre de 1872. El único del que se dispone hoy día está en la Biblioteca Nacional de España y se trata de un ejemplar perteneciente a la Biblioteca particular de Francisco Pi y Margall, Abogado, Madrid. Este ejemplar está dedicado por su autor al que fuera primer presidente de la Primera República española, con la siguiente dedicatoria manuscrita y firmada: “Al ciudadano F. Pi y Margall. A. Cervantes”.
Como se señala en la advertencia que abre el folleto, se trata de la publicación de tres discursos dados en diferente ocasión y que Cervantes publica ahora, “próximo a celebrarse en esta ciudad el tercer congreso regional español de la Asociación Internacional de los Trabajadores, que ha de preocuparse de las cuestiones de la propiedad y la herencia”.
“La Escuela Armónica ha venido a unir estos términos, que se creían antitéticos, y ha grabado en su bandera libertad, igualdad, fraternidad; bajo esta bandera nos acogemos; a su sombra defenderemos lo que se llama ideas socialistas; arredro con ello el que me señaléis con el dedo, el que me consideréis un ente raro. ¿Quién se atreve a tomar en sus manos la causa de los pobres?
Agustín advierte también en la introducción que está a punto de concluir un trabajo que tiene empezado acerca de esta poderosa asociación, en el que considera sus afirmaciones “como las únicas que en la práctica pueden resolver en armonía con la verdad, la justicia y el bien todas las graves y agitadas cuestiones que entraña el problema social”.
El primero de los discursos fue pronunciado en la Academia matritense de jurisprudencia y legislación en el año académico 1860 a 1861. Su título es ¿Cuál debe ser el límite de la sucesión intestada?, con numerosas referencias al derecho de la herencia. Como dice el mismo Cervantes, “entonces latía en mi alma el espíritu espansivo (sic) y generoso del socialismo; pero envuelto con las preocupaciones de que aún no había podido librarse”.
Los otros dos discursos, sobre la Propiedad, fueron pronunciados en el Casino industrial de Córdoba durante 1869, ante sus colegas docentes, futuros familiares políticos y compañeros de la Internacional. Imbuidos de un sentimiento cristiano muy puro, con múltiples referencias a los evangelios y siempre bajo la convicción de la existencia de un Supremo Hacedor, en ellos vierte sus ideas societarias, atribuyendo al origen de la propiedad un sentido colectivo: “solo la ciudad era el propietario de las tierras, que cedía a los ciudadanos”[21]. El comunismo vuelve a ser la doctrina predicada por el hijo de Dios y aboga por la Escuela Armónica, que une a la Escuela individualista con la Escuela socialista. En el ardor de su discurso, revolucionario y ofensivo a la vez para una parte y otra de auditorio, dice:
“La Escuela Armónica ha venido a unir estos términos, que se creían antitéticos, y ha grabado en su bandera libertad, igualdad, fraternidad; bajo esta bandera nos acogemos; a su sombra defenderemos lo que se llama ideas socialistas; arredro con ello el que me señaléis con el dedo, el que me consideréis un ente raro. ¿Quién se atreve a tomar en sus manos la causa de los pobres? ¿No se ve, cerniéndose, como el águila sobre su presa, a la violencia sobre la debilidad? Pues bien, yo tomo en manos la causa de la justicia y del derecho a todo riesgo; yo llamo a mi lado a los hombres de buena fe; y a los que nos llamen impíos, ateos, revolucionarios y trastornadores del orden social les diremos: nuestra doctrina está tomada de los labios mismos de Dios, que dijo, diliges proximum tuum sicut te ipsuum, ama a tu prójimo como a ti mismo”[22].
Eran tiempos de arengas, de proclamas, de turbulencias ideológicas. Una nueva clase se comenzaba a agitar, la obrera, cuyo movimiento causaba temblores en una sociedad que creía a pie juntillas en el determinismo divino que la dividía entre ricos y pobres y la consideraba inamovible. Las palabras de Agustín sacudieron la sociedad pacata y burguesa de su ciudad adoptiva, que le tenía por uno de los suyos. Su claro posicionamiento junto a los delegados que habrían de reunirse a partir del 25 de diciembre de 1872 para defender las ideas de la Internacional en el Teatro Moratín de Córdoba, cuyo congreso ayudó a preparar, le posicionaron de un modo abierto frente a los liberales republicanos que veían en las ideas internacionalistas el evangelio del demonio. En su ideario ya flameaban como bandera las frases con las que la Asociación solía terminar sus cartas y circulares: ¡Salud y colectivismo! ¡Anarquía y liquidación social!
1 Paz, Abel, Los internacionales en la región española, Edición de Diego Camacho, Barcelona, 1992, p. 319-320. Uno de las primeras referencias sobre Agustín Cervantes en la Historia de Extremadura, la encontramos en Olmedo Alonso, Ángel, El anarquismo extremeño frente al poder, Diputación de Cáceres, Institución Cultural El Brocense, Cáceres, 1997.
2 Dictamen de la sesión pública del 29/12/1872, sobre el punto relativo a la Nueva Federación madrileña, aprobado sobre 50 delegados con el voto de 40 a favor del dictamen, 6 ausentes y 4 abstenciones. Como explica Olaya Morales, las maniobras marxistas obligaron a los internacionalistas a depurar sus teorías. En la sesión del 27/12/1872 por la noche, con motivo de la discusión del punto cuarto, se adoptó el acuerdo de que el Consejo federal pasara a denominarse Comisión Federal, “a la que se despojó de hecho y de derecho de toda clase de atribuciones autoritarias”, estableciendo que “los acuerdos de los congresos tenían que ser sancionados posteriormente por las secciones, con la recomendación de que se evitara de afectar los derechos de las minorías, concediendo así a las secciones y, en consecuencia, a los afiliados, toda la potestad orgánica”, para lo cual se establecía un plazo de aproximadamente 50 días. En Olaya Morales, Francisco, Historia del Movimiento Obrero Español (siglo XIX), Ediciones Madre Tierra, Madrid, 1994, nota 75, p. 493.
3 Íñiguez, Miguel, Enciclopedia del Anarquismo Ibérico, Tomo I (A-F), Asociación Isaac Puente, Viroria, 2018, p. 688.
4 Díaz del Moral, Juan, op. cit., pp. 107-109.
5 El Diario de Murcia, periódico para todos, 19-07-1894, Efemérides, p. 2.
6 El Diario de Murcia, periódico para todos, 16-12-1894, Efemérides, p. 2.
7 Disponible en https://play.google.com/books/reader?id=obE-ONs8HcYC&pg=GBS.PA30&hl=es.
8 Hoy día el IES EL Brocense.
9 Boletín Oficial de la Provincia de Cáceres, 12-05-1864, p. 2.
10 Boletín Oficial de la Provincia de Cáceres, 31-12-1864.
11 El Magisterio español, revista de Enseñanza, 04-06-1868.
12 Expediente personal de D. Agustín Cervantes del Castillo, Catedrático de Latín y Castellano, Nº 35. Instituto General y Técnico de Córdoba. Agradecemos al Instituto Séneca de Córdoba que nos facilitara dicho expediente.
13 Diario de Córdoba, 03-10-1920, Recuerdos de otros días
14 El Magisterio Español, 10-04-1869, p 3.
15 Diario de Córdoba, 30-08-1872.
16 AIT (Asociación Internacional de los Trabajadores), Actas de los Consejos y Comisión Federal de la Región española (1870-1874), Tomo I, Transcripción y estudio preliminar por Carlos Seco Serrano, Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Barcelona, Barcelona, 1969, p. 199. Consulta en línea en cedall.org.
17 La fula era un procedimiento usado en sombrerería para fabricar los fieltros y teñirlos.
18 Ibid. p. 287.
19 Ibid., pp. 337, 356, el Consejo local pide 300 ejemplares del folleto “Organización social y 50 ejemplares del folleto “Lo que es la Internacional”.
20 Ibid., p. 366.
21 Cervantes, Agustín, Tres discursos socialistas, p. 31.
22 Ibid., p. 33.