Caparrós entierro
Entierro de Manuel José García Caparrós
Catedrático de Antropología Social
4 dic 2018 07:00

Aquel 4 de diciembre de 1977 cientos de miles de andaluces salimos a las calles para visibilizar que existíamos como pueblo y que necesitábamos instrumentos políticos para encarar nuestros gravísimos y seculares problemas. Muy pocos conocían que en 1883 se había presentado en Antequera un proyecto de Constitución que definía a Andalucía como “soberana y autónoma” y planteaba que se organizase “en una democracia republicana”, de abajo arriba, con arreglo a un modelo confederal. Pocos, también, sabían quién había sido Blas Infante ni que el golpe de 1936 se había llevado por delante la autonomía andaluza prevista para antes del final de aquel año.

Si hubiéramos preguntado aquella mañana qué se entendía por “autonomía”, las respuestas habrían sido múltiples, pero con un denominador común: dotarnos de instrumentos de autogobierno para que “la tierra más rica del mundo” no fuese “la de los hombres más pobres”. Para gritar esa aspiración salieron a la calle familias enteras, trabajadores, estudiantes, profesionales… en tal número que rebasaron las expectativas de quienes habíamos organizado la convocatoria. En Málaga las “fuerzas de orden público” asesinaron a Manuel José García Caparrós. Un día de fiesta luminoso se tornó en tragedia reflejando que ningún pueblo ha conseguido avanzar sin sufrir dolor y violencia.

El 28 de febrero de 1980 esa misma ilusión se trasvasó a las urnas en un referéndum imposible por las condiciones que lo regularon, pero que supuso el reconocimiento de Andalucía como la cuarta “nacionalidad histórica”. Pronto, esa ilusión sería frustrada por las limitadas competencias del Estatuto que consensuaron los partidos parlamentarios —PSOE, UCD, PCE y PA— y por la falta de voluntad autonomista por parte del partido que comenzó gobernando la Junta de Andalucía y lo ha seguido haciendo hasta hoy, el PSOE. Edificó un régimen clientelar, con la complicidad de algún partido para apuntalarlo en épocas de necesidad, como hicieron en distintos momentos PA, IU y más recientemente Ciudadanos.

Tras casi 40 años de “autonomía”, Andalucía está hoy en el mismo sitio que estaba antes. Lejos de responder a un “nuevo modelo productivo”, nuestra economía está centrada en el extractivismo minero, en una agricultura insostenible y en el monocultivo turístico: tres funciones caracterizadoras de una colonia. Y utilizando mecanismos institucionales —el sistema educativo o la televisión pública— han conseguido que descienda enormemente la conciencia de lo que somos y la capacidad de lucha para acercarnos a lo que queremos ser.

Hoy, a 41 años de aquel 4 de diciembre, la propia significación de la fecha (como la del 28 de febrero) ha sido desvirtuada. Quizá teman que muchos andaluces piensen en la necesidad de preparar un nuevo 4D. En la crisis actual de la Segunda Restauración borbónica en España y en una Europa en crisis gobernada por la Banca, parece apuntar el tiempo del despertar de los pueblos-naciones. Si Andalucía no despierta, perderá, una vez más, el tren de la historia y se acelerará el proceso de su desidentificación.

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