Opinión
La rancia Academia de la Historia y su posición sobre la DGS como Lugar de Memoria

El encargo por parte del Gobierno a la Real Academia de la Historia de un dictamen sobre la colocación de una placa en la antigua sede de la DGS es difícil de explicar, dados los precedentes de esa institución.
Puerta del Sol DGS antigua
La Puerta del Sol en los años de la dictadura, sede de la Dirección General de Seguridad.
8 oct 2025 04:18

En los últimos tiempos la resignificación como Lugar de Memoria Democrática de la Real Casa de Correos en Madrid, ha suscitado un intenso debate, no sólo a nivel historiográfico, sino también político. El PP de Ayuso no sólo se ha negado de forma sistemática a poner una placa que recuerde que en el edificio de la Puerta del Sol la Brigada Político Social (BPS) torturaba, sino que incluso ha hecho todo lo posible por borrar ese pasado, y vincular a dicho lugar con la Ilustración o con las “chekas” republicanas. Los últimos en adherirse a dichas tesis ha sido la Real Academia de la Historia (RAH), una institución que en las últimas décadas ha defendido los postulados más reaccionarios en lo que se refiere al estudio del pasado.

Un “edificio de la Ilustración” para la RAH

Desde que el Gobierno central PSOE/Sumar tomó la decisión de declarar como Lugar de Memoria la antigua Dirección General de Seguridad, ha habido una confrontación muy explosiva con el gobierno de la Comunidad de Madrid por relatar lo que sucedió en dicho edificio durante el régimen del dictador Franco.

Ayuso ha hecho todo lo posible porque no se reconozca que, en el edificio en el que ella preside la Comunidad de Madrid, hoy justo hace cincuenta años, se torturaba a militantes antifranquistas. Su pelea no ha sido sólo a través de sus palabras. Ha utilizado todos los resortes de su Gobierno para hacerlo. Desde los servicios jurídicos, que han puesto trabas a la declaración de Lugar de Memoria hasta la televisión pública, TeleMadrid, emitiendo documentales (apoyados por la Universidad privada CEU San Pablo) donde prácticamente se omite la represión del franquismo y se sobredimensiona la violencia que allí ocurrió durante la República y la Guerra Civil.

Hubo muertos por torturas en el edificio como el dirigente socialista Tomás Centeno en 1953 o heridos de gravedad por los malos tratos como el dirigente comunista Julián Grimau en 1963

El punto culmen fue la emisión de un vídeo institucional donde se alababa la importancia arquitectónica del edificio durante el siglo XVIII, su valor como sede de la Comunidad de Madrid, pero se omitía casi por completo que fue sede de la temible Gestapo franquista, machando de nuevo con las “chekas”.


Por si fuera poco esta campaña propagandística ahora ha llegado la Real Academia de la Historia. En su informe, encargado por el Gobierno de PSOE/Sumar, la institución repasa la historia del edificio. Le dan una importancia capital al periodo de la Ilustración. Sin embargo, cuando se menciona la dictadura franquista se refiere a ella “como un periodo más” en la historia del lugar.

Además igualan la represión franquista con la republicana ocurrida allí, diciendo que algunos funcionarios planificaron el asesinato del ultraderechista Calvo Sotelo el 16 de julio de 1936. No se elude el papel que jugó dicho sitio como sede de la DGS en la violencia institucional del régimen de Franco, pero se le quita importancia.

Pero ahora, vayamos a los hechos concretos ¿Realmente qué papel jugó durante el reinado de Carlos III en el siglo XVIII? Realmente, en los primeros compases de la creación del edificio su papel dentro del aparato de Estado borbónico no fue central. Se construyó para el servicio postal. Pero ya desde sus primeros instantes tuvo su importancia en la represión de movilizaciones populares que se producían en la Puerta del Sol. Sobre todo, adquiriría relevancia a mediados del siglo XIX. En 1848, cuando se instaló allí el Ministerio de la Gobernación, hasta septiembre de 1939, en plena dictadura franquista, donde ya pasa a ser la Dirección General de Seguridad.

Entre esta fecha y finales de 1983, miles y miles de luchadores y luchadoras contra la dictadura, no sólo de Madrid, sino de todo el país, miles y miles de presos comunes, fueron llevados a los calabozos del conocido como Bergen-Belsen español, en referencia a un campo de concentración nazi. Hubo muertos por torturas en el edificio como el dirigente socialista Tomás Centeno en 1953 o heridos de gravedad por los malos tratos como el dirigente comunista Julián Grimau en 1963. De hecho, el fin de dicho edificio como institución policial se cierra con la desaparición de El Nani. He entrevistado a decenas y decenas de militantes antifranquistas. Todos recuerdan las torturas psicológicas y físicas que soportaron entre las cuatro paredes de dicho lugar.

La RAH dice que todo este periodo oscuro no merece que se ponga una placa en el edificio situado en la Puerta del Sol. Pero sí puede haber una placa del 2 de Mayo, por los atentados del 11-M y el covid, hechos que no ocurrieron allí. Sin embargo, por respeto a la historia de nuestro país, yo defiendo que existan ¿Por qué el PP y la RAH no defienden que haya una placa que recuerde a las víctimas del franquismo que allí sufrieron vejaciones de la BPS?

Las polémicas neofranquistas de la RAH

Pero no es la primera vez (y probablemente no sea la última) en que la institución académica se ve envuelta en polémicas por defender los postulados más conservadores en el plano historiográfico. En 2014 publicaron el Diccionario Biográfico Español en 50 tomos. Un proyecto financiado por el Gobierno de José María Aznar con más de 163.000 euros.

La entrada relativa a Franco se la encargaron nada más y nada menos que a Luis Suárez, un medievalista conocido por ser durante años el custodio del archivo de la Fundación Francisco Franco y durante décadas ser el único que tuvo acceso a dicha documentación (en su mayoría documentos públicos que deberían estar en archivos públicos).

En dicho diccionario se utilizaba la jerga franquista. “Bandoleros” para hablar de la lucha guerrillera, “Alzamiento Nacional” para referirse al Golpe de Estado del 18 de julio de 1936, “guerra de liberación” para hablar de la Guerra Civil, entre otras lindezas.

La entrada referida al dictador Franco dice que fue “autoritario, no totalitario” y un gobernante “católico, inteligente y moderado”, mientras se habla del gobierno republicano de Negrín como “un gobierno golpista”. Hasta 2018 no se quito esta definición de las nuevas versiones del diccionario. No sería hasta 2023, casi diez años después de su publicación, que se hablaría de él como un “dictador y filo-fascista”.

En serio, con estas credenciales ¿cómo deja el Gobierno central en manos de estos académicos el estudio sobre la Real Casa de Correos, en vez de hablar con asociaciones memorialistas y con las decenas de investigadores expertos en esta cuestión?

Historia
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