Own Spirit y ‘psywashing’: cuando la cultura trance sirve para legitimar a Israel y el genocidio en Gaza

La celebración del festival Own Spirit en Baldellou (Huesca) muestra cómo en los eventos de música trance se producen dinámicas de lavado de imagen de la política de destrucción del Estado de Israel sobre los territorios palestinos.

El décimo aniversario del festival de psytranceOwn Spirit, celebrada en Huesca del 3 al 8 de septiembre, ha sido objeto de críticas y de llamadas al boicot al contar con la presencia de dj israelíes sionistas en su cartel. El medio digital AraInfo informó de estos hechos y señaló que alrededor de 20 dj israelíes participaron en el festival. Algunos, como Ace Ventura o Captain Hook, han expresado públicamente su apoyo al Ejército de Israel, justificando el asesinato sistemático de civiles como una consecuencia inevitable. De hecho, ambos figuran también en el cartel de Unity Festival, un evento programado en Tel Aviv para el 10 de octubre que apoya de manera explícita al ejército, llegando a ofrecer descuentos en la entrada para “los soldados que velan porque bailemos seguros”.

La presencia en los carteles de festivales de artistas con vínculos al FDI y que no condenan el genocidio en Gaza es una muestra más de la estrecha relación geopolítica de Israel con el ecosistema de festivales y, concretamente, con los eventos de psytrance, género musical muy extendido entre los israelíes.

Varios asistentes relatan cómo el Own Spirit se ha convertido en un paraíso para el público israelí. Sin cifras oficiales, testimonios de participantes y trabajadores hablan de la presencia de alrededor de mil israelíes en esta edición, siendo el aforo de 4.400. Un grupo de asistentes intentó protestar desde dentro del festival, repartiendo octavillas con información sobre algunos de los dj y mensajes que invitaban a vaciar las pistas de baile durante sus sesiones, con frases como “decide con quién bailas” o “no bailaremos al ritmo de asesinos”. En la octavilla explicaban que “estos músicos no solo no se han pronunciado en contra del genocidio y la ocupación de Palestina, sino que apoyan públicamente al ejército israelí y la barbarie”. Sin embargo, las octavillas fueron rápidamente retiradas, así como cualquier símbolo en apoyo a Palestina, desde banderas a sandías. El propio Unity Festival se hizo hecho eco de las octavillas repartidas en el Own y lanzó un mensaje de repulsa y de apoyo a sus soldados en su Instagram, en el que calificaba de la campaña como “antisemita”.

Los integrantes del estand de reducción de riesgos, de la entidad Consumo ConCiencia (Aragón), colocaron un cartel en su mesa con el mensaje “en este estand condenamos el genocidio, quien no lo haga, no es bienvenidx” y la seguridad del festival les obligó a quitarlo alegando que “era por su propia seguridad”, según cuentan. A lo largo del festival, el estand se convirtió en un punto de encuentro para los asistentes que se mostraban sorprendidos y enfadados. “Mucha gente habitual del festival está enfadada con la gestión del festival”, aseguran. Para buena parte del público, la actitud de la organización de Own Spirit ha ido de la “neutralidad y no posicionamiento”. En las FAQ de su página web (ahora borradas) se ha añadido una “política de no banderas”, hecho habitual en los festivales de psytrance desde hace algunos años, ahora instrumentalizado para diluir su responsabilidad frente a la creciente sionización de sus espacios. Ninguna bandera como sinónimo de neutralidad y como fórmula para justificar la retirada activa y sistemática de carteles y símbolos en apoyo a Palestina entre los asistentes, incluidas sandías que artistas y técnicos de sonido colocaron en sus mesas de trabajo.

“Este año estuvo absolutamente colonizado por israelíes. El problema principal era la actitud de muchos, confrontativa y chulesca, venían recién terminado el servicio militar”, señala uno de los asistentes al festival Own Spirit

Varios participantes del Own Spirit narran situaciones incómodas y agresivas con el público israelí, que colocaba sillas dentro de la pista de baile para tener espacios exclusivos o bloqueaba zonas del camping para tener acceso privado a las duchas. “Este año estuvo absolutamente colonizado por israelíes. El problema principal era la actitud de muchos, confrontativa y chulesca, venían recién terminado el servicio militar”, señala uno de los asistentes. Otra participante cuenta cómo el dj israelí Freedom Fighters introdujo un fragmento en hebreo en su set que repetía “yo soy de Israel”, tras lo que una multitud de israelíes ocupó la pista de baile, expulsando indirectamente a los allí presentes.

Dos años de investigación etnográfica con entrevistas a asistentes de estos festivales han revelado cómo numerosos festivales de psytrance se han convertido en lugares de enaltecimiento y peregrinación del sionismo, aupados por posicionamientos tibios e insuficientes por parte de los organizadores. Tal y como ha sucedido en festivales como Boom (en Portugal) y Ozora (en Hungría), el circuito psytrance europeo parece haberse convertido en un periodo de descanso para soldados que terminan el servicio militar o que, tras abandonar temporalmente el frente, luego vuelven a sus respectivas divisiones. A pesar de que no todos los israelíes apoyan a su gobierno o la guerra en Gaza, los numerosos testimonios recogidos y entrevistas revelan que el psywashing está lo suficientemente extendido entre los artistas y asistentes israelíes como para que cualquier posible posición crítica o pro-Palestina pase desapercibida o no se haga pública.

La relación entre Israel y la cultura psytrance es estrecha y viene de años atrás. Como señala el etnógrafo Arun Saldanha, “la espiritualidad y el hedonismo del psytrance no se oponen al militarismo de Israel, sino que forman una articulación de su propio tejido colonial”

Aunque el último festival señalado por su complicidad con el régimen israelí y por acallar la protesta interna ha sido el Own Spirit, estas dinámicas distan mucho de ser nuevas. Desde el 7 de octubre de 2023, tras el inicio del ataque sin precedentes a la población de Gaza que ha dejado más de 66.000 muertos, el enaltecimiento del sionismo en los festivales —a menudo a través de demostraciones de fuerza y visibilidad de sus símbolos— se ha intensificado. La relación entre Israel y la cultura psytrance, sin embargo, es estrecha y viene de años atrás. Como señala el etnógrafo Arun Saldanha, “resulta que la espiritualidad y el hedonismo del psytrance no se oponen al militarismo de Israel, sino que forman una articulación de su propio tejido colonial”.

Psywashing o cómo el colonialismo toma nuevas estrategias

La cultura psytrance (“psychodelic trance”) hunde sus raíces en la Goa (India) de los años 80, a través de fiestas de música psicodélica frecuentadas por americanos, europeos, y unos primeros soldados israelíes que buscan una vía de escape tras las guerras del Líbano y la primera Intifada. El servicio militar obligatorio en Israel genera, ya desde los años 80, que tras la finalización del mismo los israelíes viajen por el mundo como forma de desconexión, dando lugar a relaciones profundamente neocoloniales, siendo Goa un lugar clave dentro del turismo “posmilitar”, extendido actualmente a otros lugares como Kasol.

La influencia de los ritmos electrónicos en la música psicodélica derivará en el “Goa trance” en los años 90, que dará lugar a numerosos estilos de música trance y generará todo un movimiento musical y cultural. Este estilo de música, naciente en un contexto de creciente espiritualidad New Age y nomadismo en la India, comienza a desplegarse a través de festivales de forma global. Estos festivales se caracterizan por reunir a asistentes de todo el mundo y una oferta variada que va de música a talleres o charlas, exposiciones y zonas psycare, donde usuarios bajo los efectos de un mal viaje psicodélico buscan acompañamiento. El movimiento psytrance se importa a territorio israelí a finales de los años 90 como símbolo contracultural y de resistencia a las represiones religiosas y sociales del momento. Sin embargo, tras un periodo de represión estatal, se producirá una absorción por parte del mercado —que ve una oportunidad de negocio capitalista—, del Estado de Israel —que lo toma como modo de legitimarse y maquillarse—, e incluso del judaísmo, que llega a ver en el psytrance una continuación del balanceo que acompaña a los judíos ortodoxos en su oración.

Para explicar estas prácticas neocoloniales y de legitimación cultural de la ocupación de Palestina se puede acuñar el concepto de psywashing. Este término, paralelo a la idea depinkwashing (y songwashing, sportswashing), conceptualiza el conjunto de dinámicas desarrolladas a través de la cultura psytrance que instrumentalizan el género para lavar la imagen de Israel y continuar proyectando una idea de tolerancia y apertura frente al “bárbaro enemigo” palestino y en general, de Oriente Medio. Las prácticas de psywashing (como las demás mencionadas) requieren de una connivencia y colaboración externas más allá de Israel que legitiman estas actitudes, ya sea a través de vinculaciones amistosas como Estados Unidos, como sentimientos de culpabilidad histórica como Alemania, o una islamofobia que se resiste a ver más allá del “terrorismo de Hamás”.

Los discursos de “mirar más allá del ego y de las fronteras” generan un contexto ideal para el silenciamiento y el “no posicionamiento” de numerosos festivales de psytrance

A su vez, esta estrategia se aprovecha de un caldo de cultivo previo de una supuesta “neutralidad política” dentro del psytrance, y de ciertos actores-empresarios dentro de la música electrónica, donde se promulgan valores New Age basados en la espiritualidad, la unión más allá de fronteras, la paz y el nomadismo como forma de vida. Valores que, llevados a la práctica, encarnan realidades neocoloniales de extractivismo de la tierra, apropiación y exotización cultural de tradiciones, ceremonias y símbolos sagrados, y una festivalización en crecimiento del Sur Global con preocupantes consecuencias para la población local y el medio ambiente. Sin embargo, los discursos de “mirar más allá del ego y de las fronteras” generan un contexto ideal para el silenciamiento y el “no posicionamiento” de numerosos festivales de psytrance, donde, presionados por la influencia israelí dentro de esta comunidad, que además aporta beneficios económicos, se resisten a cancelar artistas o posicionarse claramente en favor de Palestina.

Este proceso se ha desarrollado de un modo relativamente latentehasta el ataque de Hamás al festival de psytrance Tribe of Nova el 7 de octubre de 2023, la fiesta promocional del festival Universo Paralello que se celebra en Brasil. Situado a cinco kilómetros de la Franja de Gaza, fue atacado por miembros de Hamás, dejando 364 muertos en el festival y 40 secuestrados. A partir del 7 de octubre las prácticas de psywashing se recrudecen y surge lo que denominamos “psywashing manifiesto”. Estas prácticas ya no solo buscan el lavado y exportación de una imagen concreta, sino expresar un ultranacionalismo sionista, reforzar hacia dentro su propia comunidad fuera de su régimen e incluso defender la guerra de forma abierta y explícita dentro de los festivales.

El verano europeo como zona de descanso de soldados y exaltación del ultranacionalismo

Desde el verano de 2024, multitud de relatos hablan de un cambio radical de paradigma dentro de la escena psytrance, donde el “psywashing manifiesto” se apropia del festival ante la incredulidad, la rabia o la complicidad del resto de asistentes. ¿En qué consisten estas prácticas explícitas? El Own Spirit nos ha dado algunas de las más comunes, como la “conquista de la pista de baile” durante sets de israelíes o la prohibición de símbolos pro-Palestina. Si bien gran parte de los festivales prohíben el despliegue de todo tipo de banderas, se han repetido escenas con banderas israelíes en las pistas de baile de ZNA Gathering y Boom, ambos en Portugal, u Ozora. Otra práctica habitual del psywashing manifiesto es la presencia de carteles y pegatinas en honor a “soldados caídos” durante la invasión, generando confrontaciones en la pista de baile entre asistentes que piden que se retiren, como ocurrió el pasado verano 2024 en Ozora. Numerosos relatos coinciden en destacar la hipermasculinización y militarización de la pista de baile bajo presencia israelí, sobre todo de grandes grupos de hombres, con una actitud de “conquista” de los espacios y de presencia masiva durante los sets de dj de Israel, en muchas ocasiones en las mejores horas y en los escenarios más grandes. En 2024, el festival celebrado en ZNA Gathering se convirtió en un ritual de enaltecimiento del sionismo, con la actuación de Astral Projection, que en noviembre de 2023 actuó en un evento del IDF. No solo el psywashing y las manifestaciones sionistas se producen en festivales de psytrance. En otros festivales periféricos al movimiento, como Tomorrowland, dos israelíes fueron detenidos por enarbolar la bandera de una división (la Brigada Givati) acusada de crímenes contra la humanidad, a la que pertenecían.

Estos son algunos de los numerosos ejemplos que muestran este cambio de paradigma del psywashing latente al manifestado abiertamente. Ya no solo se utiliza como lavado de imagen y vehículo de propaganda soft sionista, sino que ahora es un espacio de reivindicación de la guerra, la ocupación y enaltecimiento de la identidad israelí.

En el psytrance, el boicot también funciona

Sin embargo, numerosas campañas de boicot y de denuncia se están sucediendo en la comunidad psytrance. Algunas con éxito, como la cancelación del Anta Gathering (Portugal), uno de cuyos organizadores volvió a Israel para alistarse en el ejército tras el 7 de octubre de 2023. Después de una intensa campaña de boicot, el festival se canceló días antes de su comienzo. Otros llamamientos al boicot de Boom han hecho referencia a lo contradictorio de contratar decenas de artistas israelíes (con llamadas al boicot por parte del BDS) y al mismo tiempo destinar una pequeña parte de los beneficios a asociaciones palestinas. Como señala el dj Amortalist (Kevin Nibana), “donaron el dinero de las pulseras que la gente olvidó o regaló. Y la única donación que hicieron a Médicos por Palestina fue menos de la mitad del caché habitual de Astrix”. Actualmente, asistentes a Own Spirit se están organizando para dar una respuesta colectiva a lo sucedido este año.

Más allá del psytrance, la comunidad internacional dentro de la música electrónica está organizándose. Distintas plataformas de BDS, Ravers for Palestine, y grupos locales contra HOR (propiedad israelí) o Boiler Room (propiedad del KKR), están cosechando éxitos por todo el mundo y consiguiendo la cancelación de fiestas y el posicionamiento de clubes y festivales. Pero todavía queda mucho por hacer.

La convivencia perfecta entre un modelo económico basado en el beneficio empresarial y el “todos somos uno”

Lo ocurrido en el Own Spirit y en el resto de festivales de una forma u otra vinculados al Estado de Israel no son hechos aislados. Forma parte de una progresiva mercantilización de la música electrónica y pérdida de independencia, unida a un lucrativo turismo internacional de festival basado en dinámicas extractivistas y colonialistas con importantes consecuencias para las poblaciones locales. En medio de este panorama, el psywashing encuentra un contexto perfecto para articularse y bailar libremente.

El Own Spirit, el Boom o el Ozora no han sido absorbidos por un fondo de inversión como KKR, a diferencia de Sónar o Monegros, con el que Own Spirit ha colaborado. Sin embargo, estos festivales también forman parte de prácticas capitalistas y colonialistas que generan una hiperdependencia del beneficio económico para poder mantenerse a flote, favoreciéndolas por el bien de su continuidad. La importancia de vender un buen cartel y no generar polémica entre el público asistente con más capacidad adquisitiva alienta una normalización y legitimación de un modelo cultural y de una ideología sionista bajo la permisividad de un discurso intencionalmente apolítico que defiende “el amor” de una manera tan amplia que se vacía de contenido. El cóctel perfecto.

Sin ir más lejos, el Own Spirit es un festival que ha cambiado de un modelo asociativo que proponía carteles con gran variedad de artistas de la escena psytrance underground a otro empresarial centrado en cabezas de cartel famosos que atraen cada vez más público. Existen muchos Own Spirit en el panorama nacional e internacional. El incremento de aforo año tras año, las condiciones laborales precarias y los largos turnos de trabajo, una gran proporción de trabajo voluntario, muestran un modelo de negocio, como ha señalado el periodista Nando Cruz. Este modelo basado en un hiperconsumo de la música y del artista ha topado en los últimos dos años con una realidad: el genocidio en Gaza y la imposibilidad de mantenerse al margen, aunque muchos continúen intentándolo. Una realidad, la Palestina, que no es nueva y cuya ocupación y violación de derechos humanos ocurre antes de la creación del Estado de Israel en 1948.

Análisis
Las FDI, la construcción de la nación y el militarismo israelí
La deshumanización israelí de los palestinos no es un signo de fortaleza social, sino de una dolencia terminal del tejido social del sionismo. Es lo que provocará su disolución.
Economía
El fondo proisraelí KKR se hace con los grandes festivales españoles de música
Controla eventos como Sónar, Viña Rock o Resurrection Fest mientras expande su negocio con la promoción inmobiliaria en territorios palestinos ocupados ilegalmente y la creación de centros de datos para las grandes tecnológicas.
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