A quienes, 10 años después, seguimos creyendo en el 15M

Ocho apuntes sobre el 15M para quienes, diez años después, seguimos creyendo en el movimiento que canalizó nuestros descontentos, nuestros miedos, nuestras esperanzas y nuestra necesidad alzar la voz.
16 may 2021 09:30

1) El 15M canalizó nuestros descontentos, nuestros miedos, nuestras esperanzas y nues­tra necesidad de hacer algo, de alzarnos y alzar la voz. Ahora, sorpresas de la vida, Ayu­so, a su manera torcida, lo ha canalizado en Madrid, aunque detrás de ella se esconda la gente verdaderamente responsable de esa indignación. 10 días antes de que se cumplan 10 años, para más inri.

Más que encontrar razones para explicar el cataclismo triunfal del PP, habría que reflexio­nar sobre cómo y porqué Podemos, el supuesto heredero del 15M, ha ido dejando de re­coger la indignación que pareció, en su origen, que podría recoger (aunque también ha­bría que reflexionar, no en este momento, sobre porqué el PSOE sigue sin ser de izquier­das). La respuesta, en trazo grueso, tiene dos simples contenidos: porque es gobierno y porque se ha ido convirtiendo, desde el principio, en un partido -una organización jerarquizada- con toda la carga negativa de este término.

El 15M canalizó nuestros descontentos, nuestros miedos, nuestras esperanzas y nues­tra necesidad de hacer algo, de alzarnos y alzar la voz

2) No sólo no hay menos indignación que hace 10 años, sino que hay más, mucha más. Está plenamente justificada y lo irá estando más en el futuro inmediato. Así que no se tra­ta, no puede tratarse, de apaciguar y domesticar esa indignación sino de apoyar y facilitar su conversión en una fuerza capaz de transformar radicalmente el sistema que la produce y la reproduce, ampliándola continuamente.

3) El escenario de fondo no ha cambiado en estos últimos diez años. En todo caso, ha empeorado. Seguimos en la ba­talla de siempre: ir construyendo otro sistema abierto, donde se reduzcan al mínimo las di­visiones entre minorías privilegiadas y mayorías discriminadas, entre minorías dominantes y mayorías subordinadas, entre minorías prestigiadas y mayorías infravaloradas.

4) El camino sigue sin ser sustituir a la gente, hablar por ella, decidir por ella, llevarla por el buen camino... salvarla. Sigue siendo válido aquello de que “las herramientas del amo nunca desmontarán la casa del amo”. No se trata de competir con las minorías del poder para ver quien sustituye a la gente. Se trata, ahora y siempre, de devolver el protagonis­mo a las mayorías, directo, intransferible, responsable… Por muy largo y difícil que parez­ca este camino -largo y difícil- y por muy atractivos y asequibles que parezcan los atajos.
No se trata de competir con las minorías del poder para ver quien sustituye a la gente. Se trata, ahora y siempre, de devolver el protagonis­mo a las mayorías

5) Para ello necesitamos autoconstruir, seguir autoconstruyendo, nuevos colectivos hori­zontales e igualitarios… Hay gente que hace las cosas mejor y gente que las hace peor, pero las hace y las puede hacer mejor. Si sólo hacen las cosas las personas que mejor las hacen la distancia entre ellas y quienes las hacen algo peor no hará sino aumentar. Y so­bre eso se reproducirá la dominación y la subordinación. Construiremos entonces colecti­vos que reproducen en su seno lo que dicen combatir para el conjunto. Estos colectivos no son un instrumento. O no son sólo un instrumento. Son, en sí mismos, un objetivo… el objetivo: el sujeto de la transformación radical. Que se autoconstruye transformando, que transforma autoconstruyéndose.

Necesitamos autoconstruir, seguir autoconstruyendo, nuevos colectivos hori­zontales e igualitarios

6) La escala humana, la del contacto directo, lo más directo posible y lo más “cara a cara” posible, es el escenario que parece más adecuado para esa autoconstrucción. Porque es también en esa escala humana y en esos otros colectivos donde pueden afrontarse los problemas y los conflictos reales cuyo abordaje posibilita una vida digna y buena. De ahí la trascendencia del municipalismo y del barrialismo.

7) Estos colectivos -en autoconstrucción permanente- sirven para ir generando y desarro­llando otra forma de trabajar, de producir y de consumir… de relacionarse, de toma deci­siones colectivas, de asumir responsabilidades... de atender a las necesidades reales de una vida digna y buena, a las materiales y a las inmateriales…

La escala humana, la del contacto directo, lo más directo posible y lo más “cara a cara” posible, es el escenario que parece más adecuado para esa autoconstrucción

Ir, audaz y prudentemente, desconectándonos de este sistema que nos convierte insensi­blemente en sus cómplices, al tiempo que resistimos, con nuestros cuerpos, nuestros sen­timientos, nuestros pensamientos y nuestros valores, sus agresiones y vamos sumando fuerzas. No somos masa que consume, delega, consiente y calla. Somos personas y co­lectivos que queremos y podemos. Sólo necesitamos recuperar nuestra voz, nuestra esta­tura, nuestra esperanza y nuestra acción directa, autónoma, libre (ésta de verdad), efi­caz...

No somos masa que consume, delega, consiente y calla. Somos personas y co­lectivos que queremos y podemos. Sólo necesitamos recuperar nuestra voz

8) Estos colectivos sirven también para ir hablando, con sencillez y con fuerza, con datos y con hechos, con voces personales, pero sobre todo con voz colectiva, de quiénes tienen la responsabilidad del sufrimiento, del dolor, de la miseria, de la infravaloración, de la im­potencia aprendida. De quiénes son y de cómo y cuándo lo hacen… Continuamente, en la acción de resistirles y de crear otras realidades. Se avecinan tiempos duros. Vendrán nuevas olas de indignación. Ojalá nos encuentren más humildes, más lúcidas y más fuertes.

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