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Opinión
Derecho humano a la tierra: por las que estamos y las que nos han llevado
El pasado mes de abril recordamos el 29 aniversario de la masacre de 21 trabajadores y trabajadoras rurales sin tierra, ocurrido el 17 de abril en Eldorado de Carajás, Brasil. desde entonces, la vía campesina señala la fecha como el día internacional de la lucha campesina, en memoria de aquellas personas que fueron cobardemente asesinadas por defender el derecho a la tierra. en un momento geopolítico marcado por el incremento de las violencias machistas, guerras, genocidios, y expulsiones territoriales, el derecho a la tierra sigue siendo una cuestión de vida o muerte.
Para las mujeres el derecho a la tierra, además, es también una cuestión de justicia social, relacionándose íntimamente con el derecho a la autonomía, a la alimentación adecuada, a la vivienda digna y a los bienes comunes bajo otras lógicas que no las del mercado o de la familia heterosexual. En todo el mundo las mujeres tenemos menos acceso a la tierra que los hombres. Como explicaba en este artículo, nos han desterrado y lo saben. sin embargo, este derecho como tal ha estado durante mucho tiempo ausente en las discusiones sobre los derechos humanos.
Opinión
Opinión Nos han desterrado y lo saben
De ahí que de los nueve tratados internacionales fundamentales de derechos humanos, el derecho a la tierra solo se cita una vez y en el contexto de los derechos territoriales de las mujeres de las zonas rurales, centrado en garantizar la no discriminación sexista en las políticas de reforma agraria, allá en los pocos rincones donde las ha habido. Un avance indudable para remediar las dinámicas heteropatriarcales intrafamiliares, pero absolutamente insuficiente ante a una realidad en la que la mayor parte de las tierras del planeta se encuentra bajo el control del agronegocio transnacional.
Frente a esta realidad, hace poco más de 10 años la propuesta de reconocimiento del derecho humano a la tierra ha cogido algo de fuerza en el debate jurídico internacional, como una alternativa al aprisionamiento de este derecho en el clásico derecho de propiedad. Esto porque el derecho de propiedad sí aparece recogido no solo en el art. 17 de la declaración universal, sino también en las convenciones internacionales sobre la eliminación de todas las formas de discriminación racial y discriminación contra la mujer.
La apuesta de la UE y de las instituciones y empresas vascas es rescatar la economía capitalista a través de la militarización y la industria de la guerra
Una propuesta que, a parte de profundizar en la memoria, verdad y justicia hacia todas las campesinas asesinadas por defender la tierra y el territorio, para las que nutrimos una praxis crítica del derecho, el reconocimiento del derecho humano a la tierra también busca cuestionar y hacer evolucionar el propio derecho internacional de los derechos humanos. Es decir, pasar de un enfoque antropocéntrico e instrumentalista de la tierra —que la considera una puerta de entrada a la realización de otros derechos— al reconocimiento de que la tierra sostiene la vida y siembra la identidad y cultura de los pueblos, siendo por tanto, un derecho humano sustancial en sí mismo.
En este sentido, hay algo que siempre debemos tener claro: el derecho no cambia la realidad, sino la realidad cambia el derecho. y la realidad que vivimos actualmente en Euskal Herria nos demuestra que, lejos de avanzar en una política de acceso a la tierra robada consecuente con la transición ecofeminista que necesitamos como nación, la apuesta de la UE y de las instituciones y empresas vascas es rescatar la economía capitalista a través de la militarización y la industria de la guerra. El incremento de la (necro)política de fronteras y la incapacidad del Derecho Internacional Humanitario en impedir el genocidio contra el pueblo palestino son algunas de las evidencias más dramáticas de esta peligrosa disociación entre el ser y el deber ser normativo.
Al final, toda propuesta de reconocimiento de derecho humano está inserta en una estructura jurídica internacional que atiende a una organización geopolítica del poder. normativas pautadas en un falso universalismo que borra —discursivamente— las diferencias históricas, culturales y sociales entre hombres, mujeres, pueblos, naciones, estados y territorios y naturaliza desigualdades que, a su vez, justifican opresiones. los derechos humanos, así como la tierra y el cuerpo de las mujeres, son también un territorio en disputa.
El reconocimiento del derecho humano a la tierra es importante para plasmar, también jurídicamente, otras formas de organizar el cuidado de la vida
Por lo tanto, el reconocimiento del derecho humano a la tierra, más que un discurso falsamente ahistórico, neutral y atemporal, debe servir para reconocer y reparar. por un lado, para reconocer el expolio heteropatriarcal originario que, acompañado del proyecto supremacista colonial de blanqueamiento poblacional, es incorporado y perfeccionado por la acumulación capitalista hasta la actualidad. por otro lado, para reparar toda la precariedad, horror y violencia impuestas a las mujeres por el capital agrario y sus élites masculinas.
En definitiva, el reconocimiento del derecho humano a la tierra es importante para plasmar —también jurídicamente— otras formas de organizar el cuidado de la vida, pero siempre y cuando esté acompañado de la responsabilización de instituciones, organismos financieros y de las propias oligarquías internas. si no hay una materialidad transformadora y persecutoria de aquello que, a día de hoy, impide la realización de los contenidos de muchos derechos ya existentes, difícilmente el derecho humano a la tierra se traducirá en buen vivir para las mujeres en el campo. no solo en los meses de abril o mayo, sino todos los días el mejor homenaje que les podemos rendir a las que nos han llevado es seguir luchando.