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Opinión
La ideología en economía: hay que atar a la tortuga
La ideología como “ciencia de las ideas” apenas se la conoce, pero sin embargo funciona a pleno rendimiento como sinónimo de parcialidad, demagogia o conocimiento sesgado. Especialmente en la mal llamada ciencia económica, que ni es ciencia ni economía, Bunge (pseudociencia) y Aguilera Klink (crematística) dixit respectivamente.
Para los “economistas” la forma de neutralizar la acusación despectiva de ser un pensamiento ideológico consiste en recurrir al formalismo de las matemáticas, que no a las matemáticas, sino al formalismo, a la apariencia de cientificidad, al simulacro de rigor, a la simulación de inocencia y decencia frente a lo inconmensurable y al poder.
Y es que, aunque solo fuera por puro interés pedagógico, al menos los críticos enseñan dos visiones, porque se ven en la tesitura de tener que explicar no solo su posición sino también la que cuestionan, algo que no sucede jamás a la inversa. El que se cree en posesión de la verdad no entiende que tenga que dialogar con los que dicen mentiras. Y sin embargo la gran mentira es más poderosa y creíble que las pequeñas verdades. Y por ello tiende a monopolizar la visión de la realidad. De ahí también su mayor interés y capacidad en rapiñar y apoderarse de los grandes valores: libertad, eficiencia, democracia, justicia, igualdad, bienestar, etc.
Para los “economistas” la forma de neutralizar la acusación despectiva de ser un pensamiento ideológico consiste en recurrir al formalismo de las matemáticas, (...), a la apariencia de cientificidad, al simulacro de rigor, a la simulación de inocencia y decencia
Imaginemos el mecanismo ideológico en funcionamiento, como si fuera alguien lanzando una moneda por un largo pasillo. ¿Qué lanza? Una moneda. Es lo primero que llama la atención. Donde solemos poner el foco. Como toda moneda tiene dos caras. Una la vemos y la otra no. Depende de la perspectiva. La cara que no vemos es la invisible, la inconsciente, la inocente. La que explica el funcionamiento ideológico por inercia. No hay intención deliberada de engañar o sesgar. La dependencia del camino hace que todos asuman juntos el trigo y la cizaña. En cambio, la cara visible es la de la ideología consciente, como posición deliberada para mantener el orden establecido, el que sea. La apuesta por la cizaña.
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La mayoría de economistas se adscriben a la cara invisible de la moneda, a la ideología inconsciente, lo que probabilísticamente es imposible. No obstante, lo de menos aquí es la probabilidad o la estadística. Hay en juego algo más importante, la lógica. Puedo decir que me adscribo a la cara invisible, pero no puedo negar que estoy frente a la cara visible. Salvo que tenga los ojos cerrados, en cuyo caso ambas caras son invisibles. Y si tengo los ojos cerrados, ¿cómo sé que es una moneda y en qué posición se encuentra?
La mayoría de economistas se adscriben a la cara invisible de la moneda, a la ideología inconsciente, lo que probabilísticamente es imposible
Porque hay una tercera cara. Las dos que hemos mencionado son una visión estática de la ideología. Falta la visión dinámica. Falta el canto del duro, la cara por la que rueda y suena la moneda, cuyo trayecto dependerá de la fuerza, velocidad y habilidad del tirador. Depende del método, de la forma de lanzarla. Lo que Lawson define como el nivel metodológico de la ideología, para centrar así su crítica en el uso irreflexivo de las matemáticas en economía. Aunque aquí sostenemos que más que en las matemáticas el problema está en la apariencia, en el formalismo, no en las matemáticas en sí.
Aunque en este caso le diremos al tirador que no la haga rodar sino dar vueltas sobre sí misma, sobre su propio eje, apoyada en un único punto del canto de la moneda. Notaremos que la ideología en movimiento es más importante que sus versiones estáticas. Así, observamos, que una concepción econoplanista de la economía se transforma en tridimensional, esférica, que es como es en realidad la economía, multidimensional, no plana. Y la metodología cuantitativista es el perfil sobre el que rueda históricamente la ideología económica. Los raíles de las matemáticas han hecho circular lejos el tren de la ideología económica, que no la ciencia económica, que sigue parada en la estación del siglo XIX, donde Marx la dejara lista para que el maquinista pusiera en marcha la locomotora.
Los raíles de las matemáticas han hecho circular lejos el tren de la ideología económica, que no la ciencia económica, que sigue parada en la estación del siglo XIX
¿Y quién es el maquinista? ¿Quién es ese tirador experto? Ahí también parece haber consenso. Las organizaciones públicas y privadas y los Estados que financian unas investigaciones y no otras. Mazzucato le quita hierro a este poder de los Estados, mostrándolos como acomplejados frente al poder económico neoliberal. En realidad, es solo una muestra más de quiénes han ganado la batalla en la disputa ideológica. Los que se pretendían inocentes no parecen serlo tanto, e.g. Galbraith y Torres dixit.
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También aplica aquí el principio de incertidumbre de Heisenberg. No puedo conocer al mismo tiempo la posición ideológica mayoritaria y su velocidad. Puedo ver que la mayoría sostiene una ideología al servicio del orden establecido o no. Y luego analizar si los fondos y flujos financieros van en esa dirección o en la contraria.
El verdadero truco final de esta magia ideológica es descubrir que la moneda está trucada. La cara visible y la no visible tienen la misma imagen. La cara para unos y la cruz para el resto, aunque no lo saben. La ideología dominante nunca es inocente.