Júlia Nueno: “Entre octubre y noviembre de 2023 Israel bombardeó 17 panaderías”

Esta ingeniera ha llevado a cabo dentro de Forensic Architecture una investigación sobre el genocidio de Gaza a partir de metodologías forenses que han puesto al servicio del juicio por genocidio contra Israel en la Corte Internacional de Justicia.
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Manuel del Valle Júlia Nueno es una de las participantes en el proyecto de cartografía de un genocidio con el que se ha probado la intención de las FDI con respecto a Gaza.
15 nov 2025 05:53

Júlia Nueno (Barcelona, 1994) es parte de un equipo que, encabezado por el arquitecto israelí Eyal Weizman, ha conseguido demostrar los patrones de exterminio seguidos por Israel en la fase de genocidio iniciada por el Estado sionista desde octubre de 2023. Fruto de ese trabajo, Nueno ha publicado Genocidios. Una lectura forense (Galaxia Gutenberg, 2025), una recopilación de ensayos que esta autora prologa y edita, que aporta una mirada científica y también política sobre este genocidio y sobre las concomitancias con otros genocidios. El equipo de Forensic Architecture ha puesto su trabajo a disposición de los abogados de Sudáfrica que han planteado el caso contra Israel en la Corte Internacional de Justicia. Nueno refleja en este trabajo una serie de decisiones predeterminadas seguidas por las Fuerzas Armadas de Israel, para acabar con las condiciones que hacen posible la vida en Gaza. Decisiones que perduran y no han sido corregidas ni retiradas en la actual fase de alto el fuego a la carta establecida desde octubre de este año.

La importancia del pan es una de las cuestiones que resaltas en tu ensayo. ¿Por qué comenzar con el pan?
En las primeras semanas del genocidio no hay electricidad en las casas y la gente no puede cocinar. Entonces, las panaderías se vuelven centrales como puntos de abastecimiento para la población. En octubre [de 2023], la población recibe una orden de evacuación dirigida a un millón de palestinos que están en el norte de Gaza para que se desplacen hacia el sur. Es en ese momento cuando, siguiendo en redes sociales, empezamos a ver que diferentes cuentas avisan sobre el bombardeo en panaderías. Y ahí empezamos a tratar de reconstruir y a buscar información sobre qué está sucediendo en las panaderías. Es bastante interesante porque lo que se ve son muchas imágenes de colas y cómo pocos días después, algunas de esas panaderías son bombardeadas. Entre octubre y noviembre de 2023 se bombardean 17 panaderías, casi todas en el norte y el centro de Gaza. Ahí empezamos a ver que hay una voluntad de bombardear estas panaderías, quizá para desplazar a la población. 

¿Qué os hace pensarlo?
Entendemos que son objetivos elegidos a nivel de doctrina militar, porque los edificios a su alrededor en ese momento no estaban destruidos, aunque todo ha sido destruido posteriormente. Por lo tanto, entendemos que hay una estrategia de desplazar a la población bombardeando los puntos de abastecimiento. Esa lógica la empezamos a observar más adelante, viendo cómo las cadenas de distribución de ayuda humanitaria van cambiando cada vez que Israel las ataca y las destruye. 

Esta inteligencia artificial no es lo que tratan de definir los militares como un arma de precisión: es un arma de aceleración

¿Qué ocurre después?
Cuando destruyen las panaderías y la gente empieza a desplazarse hacia los refugios en las escuelas, las escuelas se vuelven el centro de los bombardeos. De hecho, en algunos casos, hemos visto que la zona donde se bombardean las escuelas es la zona de producción del pan. Luego, más adelante, cuando la ayuda humanitaria ya no puede llegar hasta los refugios y se establecen los dos puntos de control en el corredor Netzarim, que divide la franja de Gaza en dos, la gente va a buscar la ayuda humanitaria directamente de los camiones que llegan. En ese momento empiezan a atacar directamente a los civiles. En ese contexto ocurre la famosa masacre del pan, en febrero de 2024.

¿Qué conclusiones sacáis?
Algo que hemos ido viendo a lo largo del tiempo es que, cuando hay una cadena de distribución de ayuda humanitaria puesta en marcha por la población local, Israel la ataca; la población busca otra manera de sobrevivir, Israel ataca. Eso lo hemos visto repetidamente hasta que Israel ha destruido todas las vías y ha impuesto su forma de distribución de ayuda humanitaria a través de la Fundación Humanitaria de Gaza. 


Has escrito sobre la puesta en marcha de vías ingeniosas de supervivencia para la fabricación de pan. ¿Cuáles son esas vías?
Es algo que empecé a ver en vídeos de TikTok, en los que aparecían doctores haciendo pan en hospitales o haciéndolo a través de prácticas que son ancestrales y conectadas al conocimiento de la tierra del pueblo palestino. Por ejemplo, la construcción de tabunes, que son hornos de barro, la fabricación de arbood, que es un pan hecho en ceniza por los beduinos. Digamos que, cuando tú destruyes las infraestructuras físicas, empiezan a emerger unas infraestructuras colectivas que son infraestructuras en movimiento, con las que intentan mantener la vida bajo la presión de la destrucción de sus condiciones por parte del ejército de Israel. 

¿Cuál ha sido el trabajo de documentación que habéis hecho desde Forensic Architecture sobre los ataques a hospitales?
Los hospitales fueron los primeros lugares donde empezamos a identificar este patrón sistemático de destrucción. Vimos que los incidentes en hospitales no eran hechos aislados, sino que estaban coordinados, que parecía haber un plan de diseño de destrucción. Nuestro trabajo comenzó con una reconstrucción digital del Hospital de Al Shifa y del Hospital de Indonesia. En ella ubicábamos las imágenes y vídeos que aparecían en redes sociales sobre estos hospitales. Usamos una técnica que se llama photomatching, con la que reproducimos la óptica desde donde se ha tomado la foto o el vídeo. Esto nos permite ubicarlo en el espacio y también ubicarlo en el tiempo, así construimos una cronología de eventos. De esa manera, el modelo digital se vuelve una forma de verificar la información. Para nosotros no es muy difícil verificar una sola imagen, pero al ponerla en relación con otras y con el lugar y el momento en que se ha tomado, se convierte en una herramienta de verificación.

¿Qué os permitió saber?
Al hacer esta reconstrucción en ambos hospitales detectamos una secuencia similar de eventos entre octubre y diciembre de 2023. Primero se bombardean las inmediaciones, luego los generadores eléctricos o placas solares; después, los edificios donde los doctores están operando y trabajando; y finalmente, se asedia el hospital y se invade. Entonces vimos esta secuencia similar en esos dos hospitales y nos preguntamos si esto estaba sucediendo en los otros 34 hospitales. Pero no tenemos los medios para reconstruirlos digitalmente; por lo que empezamos a trabajar con mensajes de Telegram, de canales de noticias que estaban reportando en tiempo real desde Gaza, Al Jazeera, Al Araby Television, etc. Descargamos este historial de mensajes entre octubre y diciembre de 2023 y los colocamos en un mapa, en una matriz que nos permitía ver la recurrencia de ciertos hechos. Entonces empezamos a ver cómo se repetía: ataques a las inmediaciones, se repetía invasión, se repetía asedio. Y así empezamos a ver a escala más amplia que lo que habíamos visto en Indonesia y en Al Shifa también sucedía en Al Auda, en Al Quds y en otros hospitales.

Conclusiones.
Esto nos permitió identificar una secuencia de eventos que forma un patrón por el cual se desmantela el funcionamiento del hospital. Posteriormente, con la reconstrucción con imágenes satelitales del avance de las tropas por tierra, identificamos que cuando hay presencia militar es cuando el hospital queda fuera de servicio. Eso lo vimos en el norte en octubre-diciembre, lo vimos luego en Khan Younis en marzo y lo vimos otra vez en Rafah en junio [de 2024]. 

Hay un plan previo a lo que Israel considera acciones de defensa.
Muchas veces el argumento de Israel es que se trata de autodefensa o que hay presencia de Hamás, pero al demostrar que hay un diseño repetido de la secuencia del desmantelamiento, junto a la presencia militar en los hospitales, y el hecho de que ese hospital deje de funcionar muestra que en realidad los ataques a la infraestructura médica están siguiendo un patrón diseñado para destruir su funcionamiento, tanto como hospitales como en su papel de lugares de refugio de la población desplazada. 

Quien tiene control sobre la distribución de ayuda humanitaria en una crisis humanitaria al nivel de la de Gaza es quien tiene soberanía y quien tiene poder sobre ese territorio

¿Qué papel juegan en este diseño militar los corredores que ha instalado Israel en el territorio de Gaza?
Los corredores humanitarios tienen varias funciones. La primera y principal es el control del espacio y el control del movimiento de la población. Ahora mismo hay cinco corredores que fracturan Gaza en cuatro partes y, a través de ello, se controla el movimiento de la población de un lado hacia otro. A largo plazo pueden tener la función de la ocupación de ese territorio de manera permanente. Ya sucedió antes de 2005 y de hecho, ahora, con este alto el fuego, las tropas de Israel ni se han retirado ni han desmantelado sus corredores. Por lo tanto, el arma de genocidio sigue estando activa. 

¿Denotan esos corredores una intención de permanencia?
Existen muchos indicios de una intención de permanencia en Gaza, debido a que lo que hemos visto es la destrucción de condiciones de vida y el desplazamiento de la población hacia las zonas más áridas, donde no tienen la infraestructura para mantenerse. De hecho, en el alto el fuego anterior, que hubo entre enero y marzo, algo que observamos es que, alrededor de la frontera de Gaza con Israel, se estuvieron construyendo bases militares que han servido para la incursión que se ha llevado a cabo después. En ese momento había indicios de que ese alto el fuego no sería permanente y de que Israel lo estaba tomando como preparación para cuando decidieran romperlo.

¿Cómo?
De hecho, si uno mira lo que pasa el 18 de marzo de 2025, cuando se rompió el alto el fuego, observa que ese día son bombardeadas personas que estaban involucradas en la distribución de ayuda humanitaria. Son ataques muy bien pensados; no son una reacción. Han tenido dos meses para planearlos. ¿Qué pasa después? Que se impone el sistema de distribución de ayuda por parte de Israel y se destruyen los últimos resquicios que quedaban de la distribución local de ayuda humanitaria. Quien tiene control sobre la distribución de ayuda humanitaria en una crisis humanitaria como la de Gaza es quien tiene soberanía y quien tiene poder sobre ese territorio. 

Por tu trabajo anterior sobre las apps de la llamada “economía colaborativa” conocías el poder del algoritmo para extender la precariedad. ¿Qué has aprendido ahora sobre el algoritmo como arma de guerra? 
Creo que he aprendido que hay que cuestionar la manera en que el poder retrata el algoritmo como una herramienta, a veces de precisión, como de mayor “calidad”. Porque justamente vemos que en Gaza se ha usado para bombardear donde hay más presencia civil; se ha usado para acelerar el proceso de matanza. El trabajo que vengo haciendo en este último texto y en esta investigación sobre la inteligencia artificial incide en que tenemos que crear nuestros propios términos para caracterizar lo que están haciendo estos sistemas: no aceptar los términos que nos vienen dados.

¿Por qué?
Muchas veces el debate acaba girando en torno a cuestiones como si la inteligencia artificial de Israel es o no precisa o si está sesgada, cuando en realidad lo que nos muestra la evidencia material es que se dirige a la aceleración de las muertes y a la maximización de víctimas civiles. Esta inteligencia artificial no es lo que tratan de definir los militares como un arma de precisión: es un arma de aceleración. Y de hecho, uno de los oficiales del ejército de Israel dijo eso en 2023, que por primera vez podían generar objetivos más rápido de lo que pueden bombardearlos. 


En el libro mencionas que no debemos mirar únicamente a la máquina, sino al derecho internacional que permite el despliegue que hemos visto en Gaza.
Al final la máquina, la tecnología, no deja de ser cultura. De alguna manera, en la tecnología codificamos nuestros entendimientos culturales y el actual entendimiento es que el conflicto se regula a través de leyes de distinción y proporcionalidad. Muchas veces la gente me pregunta si lo que pasa en otros lugares no es genocidio. Y la respuesta es que el Derecho Internacional Humanitario no prohíbe las muertes civiles en conflicto; las regula, dice cuándo se hace aceptable y cuándo se hace inaceptable. Entonces, si entendemos un derecho internacional basado en esta lógica economicista, quienes la usan para llevar a cabo una matanza la van a integrar y la van a estirar como está haciendo Israel, maximizando la proporcionalidad y acelerando el proceso de distinción, convirtiendo a civiles en militantes. 

Forensic Architecture ha asesorado al equipo legal de Sudáfrica en la Corte Internacional de Justicia. ¿Cuál ha sido el trabajo específico que habéis hecho?
Nosotros hemos presentado al equipo legal sudafricano un informe de 800 páginas y una cartografía digital con la que construimos el argumento y presentamos el material probatorio para demostrar que hay una intención de destruir las condiciones que sostienen la vida en Gaza. Esto es, la destrucción de la agricultura y los ataques coordinados a la ayuda humanitaria; la destrucción y el desmantelamiento de las infraestructuras médicas y civiles; y el control espacial, tanto por la presencia militar como por el desplazamiento repetido de personas hacia zonas que no tienen la infraestructura para mantener la vida y donde posteriormente son atacadas. 

Sudáfrica ha desestabilizado un orden global en el que son los países del norte global los que históricamente han decido qué es genocidio

En el mismo caso está Alemania como tercera parte. Una de las piezas de Genocidios se titula “Tres genocidios” y establece una conexión entre el holocausto, lo que sucede en Gaza y el mucho más desconocido genocidio de Namibia, a comienzos del siglo XX. ¿Por qué es importante en este caso recordar lo que ocurrió en Namibia?
Muchas veces pensamos en el Holocausto como el primer genocidio, aunque mucho antes ya se estaban cometiendo genocidios. En 1904, Alemania emite una orden de exterminio de los pueblos ovaherero y nama, que fue ejecutada por su ejército colonial. Luego a los supervivientes se les metió en campos de concentración y se les obligó a trabajos forzados. Lo que observamos es que ese proceso de exterminio es la culminación de un proceso mucho más largo de colonización de las tierras en Namibia, con el que se desplaza la población hacia zonas áridas, se confisca sus tierras y se establecen asentamientos colonos. Toda el arma de genocidio se gesta antes de que llegue la orden de exterminio. Pero es que, más allá de 1904, el 70% de las tierras en Namibia están actualmente en manos del 0,4% de los descendientes de colonos blancos. La imposibilidad de mantener sus condiciones, su forma de vida, de los pueblos indígenas en Namibia, de alguna manera se ve reflejada en la falta de acceso a la tierra. Lo que vemos en Gaza es que muchas de las tácticas que se usaron en Namibia se han repetido durante la Nakba y se han repetido durante estos dos últimos años de genocidio. 


¿Quién era Raphael Lemkin y por qué es importante recordar su figura en este momento?
Lemkin es un jurista polaco que en el año 1944 acuñó el término genocidio por primera vez. Fue a través de su trabajo que se codificó el genocidio como un concepto legal. Él entendió el genocidio no solo como un evento o un momento concreto, sino como un proceso de desposesión, de colonización, de destrucción de todas esas condiciones que hacen posible la vida, que son condiciones físicas, pero también son condiciones sociales, culturales y políticas. En el momento en que los poderes europeos discutieron qué forma tomaría esta Convención sobre genocidio, la limitaron a la destrucción física y biológica de un pueblo. Por tanto, dejan fuera la destrucción social, política o cultural de ese pueblo, porque eso sería reconocer que los Estados europeos han estado cometiendo genocidios en el proceso colonial y eso no les conviene, porque quizás eso implicaría que tendrían que restituir tierras, acometer reparaciones, revisar su pasado.

¿Por qué es importante el plural genocidios en el título del libro?
Cuando retomamos la historia de Lemkin entendemos que el genocidio, mucho antes de ser una categoría legal, es una categoría política. Eso es lo que está en discusión con esta propuesta de genocidios. Por ejemplo, el texto de Rabea Eghbariah, que es un jurista palestino, trata de expandir la noción de genocidio en el derecho internacional y dice que tenemos que entender la Nakba como un crimen que es el único que recoge la totalidad de la condición palestina. Creo que estamos en un momento en que, si bien la justificación de por qué es un genocidio en Gaza ya está recogida en la Convención Internacional de Genocidio, a través del caso actual podemos repensar casos del pasado que no han sido revisados y abrir la posibilidad a pensar casos del futuro. El hecho de que Sudáfrica haya llevado a Israel a la Corte Internacional de Justicia también tiene que ver con que Sudáfrica ha desestabilizado un orden global en el que son los países del norte global los que históricamente han decidido qué es genocidio. Sudáfrica está poniendo esto en cuestión y no solo lo pone en cuestión, sino que viene avalada porque ha habido una movilización social muy grande en apoyo a Palestina, que también ha puesto la cuestión del genocidio en el centro de la esfera política. Este es un libro que va más allá de entender el genocidio como una categoría legal y explica cómo esta categoría política es importante actualmente.

¿Se va a poder hablar de genocidio en Gaza sin hablar del colonialismo y del papel de las potencias europeas?
Este genocidio está ligado al colonialismo, aunque no todos los genocidios lo están. De la misma manera que no podemos entender el Holocausto sin entender la ideología nazi, no podemos entender el desplazamiento palestino, La Nakba, sin entender el sionismo, que es la colonización de Palestina. La Nakba es un fruto de la ideología sionista. Con la vista puesta en el futuro, hay que pensar en una descolonización de Palestina por parte de Israel. 

Hay otra forma de resistencia que a veces no reconocemos y es que, durante más de dos años, 400.000 personas se han quedado en la ciudad de Gaza

Hemos vivido una etapa de entusiasmo con respecto a la inteligencia artificial. ¿Después de ver cómo ha sido usada en el genocidio, te preocupa más?
Por un lado, los discursos sobre inteligencia artificial son discursos comerciales y de marketing, porque la inteligencia artificial no deja de ser la gestión de datos. Hace diez años se llamaba Big Data. Una parte de lo que se cuenta ahora no es más que una agenda comercial para empujar la adaptación y que la gente compre esta herramienta. Por otro lado, yo soy más bien tecno optimista, en el sentido de que yo uso la tecnología para hacer estas investigaciones. Creo que lo que sucede con la inteligencia artificial es una voluntad, por parte de sus promotores, de mantenerla como algo opaco. Nos dicen que es muy compleja de entender, “adoptadla, y veréis qué bien os va a sentar, pero no hagáis muchas preguntas sobre cómo funciona”. Justamente tenemos que apostar por tecnologías que puedan ser verificables, que podamos entender sus procesos de funcionamiento; porque al entender el proceso de funcionamiento podemos cuestionar si da el resultado que queremos. En Forensic Architecture tomamos la verdad, no como un objeto estático que se encuentra, sino como un proceso. Tenemos que abrir el proceso de producción de esa verdad a todos los actores implicados para que podamos entender que la cuestión no es si algo es verdad o no es verdad, sino para quién es verdad, quién la construye y con qué fines. Y creo que eso aplica también cuando pensamos en la tecnología. 

Terminas el libro hablando de pan y lo comienzas hablando de las redes sociales y su papel ambivalente en el genocidio. ¿Qué ha pasado en torno a las redes sociales en estos dos años?
El momento en que escribí este prólogo era un momento un poco diferente del momento que hemos vivido estos últimos meses, en el que ha habido una gran movilización social en apoyo a Palestina. Cuando se paró La Vuelta en Madrid, eso creo que fue un momento muy esperanzador para la gente; enseñó cómo nos podemos movilizar y podemos tener un impacto. Ha habido una movilización social en la que, creo, las redes sociales nos han llevado un poco más allá de esta situación de saturación, inmovilidad y desmovilización en la que nos encontrábamos hace unos meses. Aunque, al mismo tiempo, nos encontramos en este momento de posverdad; ya no es solamente que circulen mentiras y desinformación, es que hemos dejado de confiar en las instituciones que de alguna manera albergaban esa verdad. Entonces, creo que estamos en un momento en que hay dos opciones. 

¿Cuáles son?
Una es desestimar la verdad, no creer en la verdad, pero eso es cederle ese territorio al poder. La otra es, en consecuencia, construir otras maneras de explicar hechos, de hacer verdad. Aunque las redes sociales se organicen muchas veces como espacios reaccionarios que polarizan y generan contenido polarizado, también son un espacio donde se recopila información, donde la gente de Gaza ha podido dar su testimonio; es el lugar que ha permitido que personas que no han podido tener acceso de ningún actor externo hayan podido dar testimonio de lo que está sucediendo. Y eso ha ayudado a que pueda estar llevando un caso de genocidio a la Corte Internacional de Justicia dos meses después de que este genocidio haya empezado. 

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Júlia Nueno durante la entrevista con El Salto, realizada en la librería Traficantes de Sueños. Manuel del Valle


Gracias a investigaciones periodísticas hemos visto cómo las empresas de la Big Tech han sido partes fundamentales en el uso de algoritmos para los asesinatos en masa. ¿Crees que empresas como Amazon o Google deben sentarse en algún momento ante la Corte Internacional de Justicia? 
Me encantaría verlo. Me gustaría que fuera así. Me ha sorprendido muy positivamente el trabajo de Francesca Albanese, relatora de la ONU en Palestina, que publicó un informe hace un par de meses sobre la economía del genocidio, señalando cuáles eran los actores. Es novedoso, porque muchas veces en organismos internacionales se trata de mantener un pacto social de silencio. Y creo que señalar a los actores económicos que se están beneficiando del genocidio es muy importante.

Hemos hablado del pan y cómo se recuperaron prácticas para procurar la supervivencia. ¿Qué otros momentos de esperanza y resistencia has encontrado en tus investigaciones?
Hay, por ejemplo, cocinas populares y breves momentos en que la gente trata de cultivar sus propios alimentos. Pero es desolador ver la rapidez con la que Israel destruye estos momentos de resistencia. Existe otra forma de resistencia que a veces no reconocemos pero creo que ha sido clave: durante más de dos años, 400.000 personas se han quedado en la ciudad de Gaza y han dicho “no, no nos vamos, porque sabemos que irnos implica que no podamos volver”. Creo que eso es un acto de resistencia muy importante y a tener en cuenta, porque al final toda esta gente lleva la memoria de sus abuelos que fueron expulsados, desplazados a Gaza desde sus pueblos a los que nunca pudieron volver. Decidieron quedarse sabiendo que eso implicaba la posible destrucción. Con el tiempo se ha visto que desplazarse tampoco era una garantía de seguir con vida.

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