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Investigadora en el Instituto de Migraciones de la UGR.
Integrante del colectivo Antroposures.
Hablar de los sistemas alimentarios, las formas de producción, de consumo y comensalidad desde las ciencias sociales es hoy una obligación no solo epistémica, si no vital para re-encontrarnos con esa información, interpretación y humanización que la industria alimentaria hoy ha suprimido. Hablar de alimentación hoy es hablar de una industria global, deslocalizada y migrante. De forma progresiva y con un nivel de cambio muy significativo desde la década de los 80/90, los valores de los productos de alimentación, tanto básicos como procesados se sitúan en las coordenadas del mercado alimentario. Un mercado que cotiza en bolsa, junto a productos como el oro o la plata, de ahí que en nuestro vocabulario sea más que frecuente utilizar estos términos: industria, mercado o negocio para comprender un sistema alimentario limitado. Las decisiones vitales dejan de ser tomadas por la ciudadanía y pasan a la orden de multinacionales y sectores empresariales con la legitimidad para incidir de forma vertical desde la producción hasta el consumo.
Esto ha hecho que un nuevo léxico esté presente a la hora de definir de qué hablamos cuando hablamos de alimentación. Además de definir la alimentación en términos de mercado, aparecen términos en contraposición que serían difíciles de comprender hace apenas unos años. Por ejemplo, hablar de productos de kilómetro cero, alimentos locales o hábitos alimentarios saludables, son algunos ejemplos de prácticas que son nombradas como disidencia a la industria alimentaria, pero que vienen a ser la salvaguarda de las temporadas, los sabores y las cestas de los mercados y tiendas de barrio que frecuentaban nuestras generaciones anteriores. Podríamos hablar de un salto de escala donde para quienes conocieron el hambre y la escasez, el acceso e implementación de los grandes supermercados sea el triunfo y para quienes nacimos en la abundancia o al menos en contextos donde la disponibilidad (que no es igual que la accesibilidad) de los productos alimentarios es una realidad, identifiquemos la sobreabundancia como un problema.
¿Cómo poner a dialogar ambas visiones? La configuración del plástico y lo higiénico hoy van de la mano. Sin embargo, las cestas y el granel a nuestras madres les recuerdan a lo antaño, a un pasado huidizo de recuerdos de escasez, quizás. Es más fácil siempre hablar de decrecer cuando se habita una realidad abundante, donde aludiendo una vez más al léxico, términos como sabores exóticos, nuevos, distintos, incluso étnicos son parte de nuestras recetas. Aparecen productos, ingredientes y platos referentes de otras latitudes que se insertan gracias a las prácticas alimentarias de las distintas personas que son consideras como migrantes. Asistimos a un auge de lo que se conoce como restaurantes étnicos, que hoy forman parte de nuestra oferta de ocio, sin formar parte sin embargo de forma legítima de los espacios comunes de las sociedades que disfrutan de estos “nuevos sabores”.
Situándonos desde la disciplina antropológica, si en un inicio eran los sistemas alimentarios en sociedades ajenas los que interesaban en contraposición con los propios, hoy en las propias sociedades que habitamos podemos hacer un análisis local de un mundo global. Parafraseando a Canclini, el mundo se achicó sin que nosotras hubiésemos crecido. De ahí que contemos con la presencia en nuestras neveras de Bolivia con su quinoa, de China con su jengibre e incluso de Perú con sus espárragos cuando realmente tenemos en la provincia de Granada una de las mayores producciones a nivel estatal de dicho producto.
A su vez, productos locales son trabajados por manos de distintas latitudes donde curiosamente, los productos más afamados son los que más hambre provocan. A nivel de derechos laborales y condiciones vitales. ¿Podríamos hablar de un extractivismo alimentario? De lo que no hay duda es que las lógicas del mercado con la regla de: menor coste para un mayor beneficio son las que guían este tipo de situaciones. De ahí planteo que de base, para hablar sobre qué es la alimentación hoy, necesitamos manejar un léxico cargado de significado social y cultural y que cuente con términos tales como: cocina, seguridad alimentaria, soberanía alimentaria, hábito alimentario, hambre, globalización, economía, economía local, economía global, desarrollo, trabajos temporales, trabajos a jornales, contratos en origen, contratos de temporá, sabores, apetito, prohibición, aceptación, mano de obra migrante, alimentos migrantes y un largo etc tan complejo como preciso queramos hacer tal descripción.
Sin duda, existe la necesidad de que las ciencias sociales estén insertas en los análisis de las distintas complejidades de la multiplicad de escalas que forman la alimentación hoy. Como antropóloga social, no siempre es tarea fácil definir, explicar, exponer qué comienzo a trabajar desde dos áreas que no siempre han sido identificadas como vinculantes: la alimentación y las migraciones. Sin embargo, no entendería la una sin la otra y podemos remitirse a la historia, la economía, la demografía, incluso al derecho para comprobar tal afirmación.
El próximo Martes 28 de Mayo podremos dialogar sobre lo expuesto y otras perspectivas en relación a las complejidades de nuestra alimentación en el seminario doctoral Alimentación y Migraciones que tendrá lugar en el aula 11 de la facultad de Filosofía y Letras. Una actividad que nace de la concesión de la ayuda para actividades culturales de dicha facultad y del apoyo y ayuda del programa de doctorado de Estudios Migratorios y el Instituto de Migraciones de la Universidad de Granada. De la mano de Xavier Medina, Julián López y David Gallar tendremos una sesión compartida junto a las personas asistentes entre las cuales se presentarán seis comunicaciones por parte de investigadoras en temas vinculantes. Sin duda, una oportunidad única en la universidad de Granada para dar una visión amplia y de conjunto.
Buen apetito y dignos alimentos…