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Adelante Andalucía
Las dos tareas del andalucismo político. Por nuestro derecho a decidirlo todo
Las elecciones gallegas confirman un escenario y una tendencia que se viene produciendo desde la crisis de la izquierda española y el ascenso de las fuerzas soberanistas y populares. Apesar de que la nueva política surgió como una articulación confederal de partidos de izquierda estatal (Podemos e IU) y espacios territoriales soberanistas (Anova, Comunes, Compromís) la incapacidad de la izquierda estatal para respetar y construir desde abajo con las fuerzas locales la ha llevado a la irrelevancia en la mayoría de territorios donde hay una fuerza soberanista. En Cataluña, Euskadi, Valencia y Galicia, donde Podemos solía ser la primera fuerza en las elecciones generales, se han convertido en fuerzas irrelevantes en los parlamentos autonómicos e inexistentes en la vida política y social de estas naciones. La tendencia, aunque menos marcada, también se está produciendo en Andalucía. Si Podemos e Izquierda Unida habían obtenido la suma de veinte diputados en 2015, y 17 en 2018, en las elecciones autonómicas andaluzas de 2022 el reparto quedó con 1 IU, 3 Podemos, 1 Más País (todos ellos en Por Andalucía) y 2 diputados obtenidos por la nueva coalición andaluza Adelante Andalucía. Más allá de la impresionante caída en los resultados de las marcas estatales IU y Podemos, el dato relevante fue la aparición en el parlamento autonómico de una fuerza netamente andaluza como Adelante, lo que no ocurría desde las elecciones de 2004 con el Partido Andalucistas, hace veinte años y si hablamos de una fuerza netamente de izquierdas, desde las últimas elecciones en las que participó el PSA en 1982, hace cuarenta años.
LA NACIÓN CONTRA EL ESTADO
Por tanto, la tendencia es hacia el declive de la izquierda centralista, reformista, burocrática, concebida desde el centro del Estado, mientras asistimos al nacimiento y la emergencia de espacios políticos enraizados desde abajo, autocentrados, que defienden el fin de la opresión nacional, la dependencia política y la inferiorización cultural. El surgimiento de estos espacios está condicionado al grado de conciencia nacional y popular en cada una de las naciones oprimidas del Estado. Es evidente que la existencia de un movimiento obrero organizado, de una burguesía propia, de un hecho lingüístico o geográfico, son elementos que aceleran los procesos de concienciación nacional. Pero también el desarrollo de una burguesía colaboradora con las élites estatales permite un mayor desarrollo de un espacio cultural, político y mediático autocentrado. Este es claramente el caso de Catalunya y el País Vasco. En el caso de las naciones sin una burguesía colaboracionista con las élites del Estado, el desarrollo de la conciencia nacional está estrictamente ligado al desarrollo de las fuerzas sociales, obreras y populares, así como a la defensa de los derechos culturales y lingüísticos, como en el caso de Galicia y Valencia, o en la identificación con una situación geográfica insular como Mallorca o Canarias, donde los movimientos soberanistas están profundamente ligados al hecho insular y a la defensa del territorio, ultraexplotado por el Estado.
En el caso de Andalucía, el movimiento de concienciación nacional tiene todas las dificultades por delante. No existe una burguesía propia, porque la forma en que se desarrolló la conquista de Al-Andalus generó una vasta clase aristocrática de origen castellano que impidió el desarrollo de una burguesía desde abajo que empujara en los siglos XIX y XX una ciertas reformas democrático-burguesas en Andalucía. El hecho lingüístico andaluza aunque es un agente movilizador de gente jóven en defensa de nuestra cultural y de nuestra forma de ser y estar en el mundo, no es transferible aún a un apoyo electoral. Tampoco existe un hecho geográfico diferenciador. La frontera simbólica podría ser Despeñaperros, pero la propia sociedad andaluza es una sociedad de fronteras, por tanto de cruces, de centros que son periferias y de puntos de llegada que son puntos de partida. Sierra Morena ha sido históricamente frontera con Castilla, el Campo de Gibraltar con África, los puertos de Cádiz y Sevilla con el Caribe y Latinoamérica. Por ello, históricamente, el desarrollo de la conciencia nacionalista andaluza ha recaído en los sectores más radicalizados del movimiento obrero, en las fuerzas progresistas de carácter confederal y en una pequeña burguesía local de ciudades medias, asfixiada por la centralización de la economía y el carácter extractivista de la gran burguesía andaluza.
Estas dificultades también se han visto agravadas por el hecho de que en algunas ocasiones las teorías y marcos conceptuales utilizados en el desarrollo del nacionalismo andaluz han sido tomados de las experiencias de naciones con las que no compartimos muchas similitudes. En concreto, me refiero al hecho de que en demasiadas ocasiones el andalucismo político ha tomado prestadas herramientas teóricas de aquellos territorios que tenían un desarrollo teórico y cultural más avanzado en el campo de la teoría nacionalista, como Euskadi y Cataluña, dejando de lado experiencias que hubieran sido mucho más fructíferas en términos de aprendizaje y diálogo, como el nacionalismo gallego, canario, valenciano, mallorquín e incluso aragonés. No olvidemos que de todas estas fuerzas, el nacionalismo andaluz es el que tiene menos representación. Por ejemplo, la Chunta Aragonesista cuenta con 130 concejales, tres diputados y un diputado en el Congreso.
Debido a esta fragilidad histórica del nacionalismo andaluz, las fuerzas nacionalistas andaluzas siempre han tenido que enfrentarse a una difícil encrucijada: o pactar con la izquierda andaluza no nacionalista, como hizo el PSA en sus inicios al integrarse en la Federación de Partidos Socialistas con Tierno Galván, Xosé Manuel Beiras, el valenciano Joan Garcés o el PSM, hoy en Més Mallorca. O como hizo también la CUT de Sánchez Gordillo al interior de Izquierda Unida-Convocatoria por Andalucía. O por otro lado, sobrevivir como una fuerza netamente andaluza como hizo el Partido Andalucista con una política de pactos institucionales asimétricos con el PP (entre 1991 y 1999 en el Ayuntamiento de Sevilla) o con el PSOE (en el gobierno andaluz entre 1996-2004).
El horizonte histórico que se abrió Adelante Andalucía en 2022 permitió irrumpir en el parlamento autonómico con una fuerza que constituyera la casa común de la izquierda soberanista andaluza y que aglutinara la tradición de las luchas obreras del SAT, la izquierda radical y transformadora de carácter confederal y los sectores del andalucismo político que incluían la tradición más progresista del Partido Andalucista. La candidatura Adelante, encabezada por Teresa Rodríguez, obtuvo 187.000 votos y 2 diputados en las elecciones autonómicas, y abrió un periodo de consolidación de la fuerza de la izquierda andaluza, en medio de un terremoto que estaba desmoronando a la izquierda estatal, y arrojando a la derecha y a la ultraderecha al gobierno andaluz.Además en un contexto donde la ultraderecha ha ocupando los espacios de contestación de un gobierno central extremadamente frágil, apoyado por las fuerzas de izquierda y los partidos soberanistas de Euskadi y Cataluña.
LA HISTORIA AVANZA EN ZIG ZAG
La batalla por defender una vía para la izquierda andaluza ha recibido importantes golpes tras las elecciones autonómicas de 2022. Las elecciones municipales del 28 de mayo de 2023 fueron un duro golpe para nuestro movimiento. Perdimos el poder en el ayuntamiento de Cádiz, la única capital de provincia y el único ayuntamiento de Andalucía que habíamos gobernado. No ganamos en Granada, ni en Sevilla, y obtuvimos varias decenas de concejales en todo el país. El proyecto de construir una vía específicamente andaluza en las elecciones autonómicas no había funcionado a nivel municipal. Así como en las autonómicas la sociedad andaluza entendió nuestro proyecto y se comprometió a darnos su apoyo para que le diéramos voz, en las elecciones municipales la sociedad andaluza no legitimó que construyéramos una vía específicamente andaluza al margen del resto de candidaturas de izquierdas. El resultado de las elecciones municipales nos sacó del mapa político y del debate, y llegamos a las elecciones generales aún desorientados, golpeados y prácticamente desfallecidos, donde tomamos la decisión de concurrir a las elecciones generales por una sola provincia, Cádiz, intentando construir una lista andaluza. Lo hicimos sin el apoyo de toda la militancia de la provincia, y sin el respaldo social suficiente, lo que nos llevó a una campaña simbólica, construida a pulso y que, entregada a la sociedad gaditana, fue canjeada por 7.000 votos. Pasar de 187.000 votos a 7.000 es el resultado de la última prueba a la que ha sido sometido nuestro andalucismo de izquierdas frente al país.
En este sentido, el andalucismo de izquierdas se enfrenta a una aurora gris, una coyuntura en la que el paisaje de un amanecer se confunde con el de un atardecer. El escenario del andalucismo emergente se desdibuja ante la idea del cierre de ciclo. Las lecciones en política rara vez llegan en forma de respuestas. Suelen venir en forma de nuevas preguntas que desplazan a las que nos trajeron hasta aquí. Si el escenario político del andalucismo no se invierte, tendremos que empezar a reflexionar sobre la posibilidad de que los resultados electorales obtenidos en junio de 2022 no fueran los del andalucismo político, sino los de una parte de la izquierda estatal escindida del espacio general de la izquierda española bajo el liderazgo de una de las dirigentes más importantes de la izquierda andaluza de las últimas décadas, Teresa Rodríguez, que se lo jugó todo para pasar del espacio de la decadente izquierda centralista a un nuevo espacio andalucista emergente rodeada de gente valiente e imprescindible para la que construir un nuevo espacio político andaluz era una apuesta vital a quemarropa.
Dentro de unos meses tendrán lugar las elecciones europeas, la última consulta electoral en el marco del gran ciclo electoral abierto en 2022 (autonómicas, municipales, generales y europeas). El cierre del gran ciclo electoral será el punto de llegada, la cristalización de la nueva cultura política emergente conocida como andalucismo de izquierdas, izquierda soberanista andaluza o tercera ola del andalucismo. La cristalización del escenario político postelectoral, es decir, en el verano y, sobre todo, en el otoño de 2024, será también el punto de partida del andalucismo del futuro. Pasaremos dos años con este panorama casi fijo, hasta las elecciones autonómicas de 2026. Esto será en el plano electoral. También a nivel simbólico y cultural, las elecciones europeas son la última oportunidad del ciclo actual para invertir la tendencia decadente y volver a un estado emocional de momento de oportunidad.
Las elecciones europeas constituyen un horizonte de posibilidad para irrumpir de nuevo en el debate político, en el escenario mediático y cultural, presentando al andalucismo político como una opción real, cercana, creíble, humilde pero de carne y hueso, encarnada en los miles de activistas, militantes, cuadros y gente cercana que Adelante tiene en todo el país. Representan un revulsivo de agitación, propaganda e irrupción del andalucismo político en las instituciones europeas, ya que es allí donde se toman las principales decisiones que nos afectan como sociedad fronteriza, periférica y oprimida por la lógica del capitalismo y el extractivismo europeo. Las políticas fronterizas que asesinan población africana en nuestra propia frontera, las políticas agrícolas tan cruciales en una sociedad con un fuerte carácter agrícola, las políticas universitarias en una sociedad con nueve universidades públicas. Es también en Europa donde se deciden las políticas militares e imperialistas que afectan a las bases militares estadounidenses en suelo andaluz; es en Europa donde se decide la intervención del Estado español en guerras a favor de intereses norteamericanos como la guerra de Ucrania. Y es también en Europa donde se juega el grueso de la financiación pública, por ejemplo con fondos europeos para el desarrollo de sectores estratégicos como la alimentación, las infraestructuras o las comunicaciones.
LAS DOS TAREAS DEL ANDALUCISMO
En esta situación, desde mi punto de vista, el andalucismo político se enfrenta a dos retos, o a un doble reto. El reto fundamental es seguir siendo una opción política, un medio de acumulación social para transformar la realidad del país. Para ello, el andalucismo político tiene que cristalizar como opción política y electoral, más allá del liderazgo de Teresa Rodríguez. Para ello hay dos tareas ineludibles. La primera es articular todo el espacio del andalucismo de izquierdas, desde la izquierda transformadora hasta los sectores moderados de centro-izquierda. Desde las posiciones soberanistas hasta los sectores de la izquierda confederal andaluza. Este gran espacio debe tener cuatro esquinas. Dos esquinas de lo social, es decir, desde posiciones radicales a moderadas. Desde posiciones al margen de todas las instituciones hasta los gobiernos municipales. Y otras dos esquinas de lo nacional. Desde sectores independentistas hasta sectores confederales soberanistas y democráticos. Este espacio será el nuevo campo de batalla desde el que articular un andalucismo de futuro, para las próximas décadas.
La siguiente tarea ineludible es la homologación del andalucismo como cultura nacionalista y de izquierdas, al igual que el soberanismo de izquierdas catalán, vasco, gallego, valenciano, canario o aragonés. Para el andalucismo de izquierdas sólo hay dos opcionesfuera de Andalucía. O pactar con los movimientos populares y soberanistas o pactar con la izquierda estatal centralista. Todo lo que no sea una de estas dos opciones nos llevará al aislamiento, a la marginalidad y constituirá una renuncia a ser una vía amplia para la transformación de Andalucía. Dado que las principales organizaciones soberanistas de Valencia, Mallorca, Aragón y Canarias están actualmente integradas en Sumar, nuestra estrategia debe ser ahora la de vincularnos con otras organizaciones nacionalistas que se están construyendo al margen de la izquierda estatal centralista, como Galicia, Euskadi y Cataluña. Obviamente todos sabemos que compartimos mucho más con Galicia que con Euskadi y Cataluña. Que la sociedad andaluza se refleja en la gallega y el grado de afinidad y reconocimiento es mucho mayor entre gallegos y andaluces. Pero hasta que los andaluces políticos no salgamos del armario y nos atrevamos a firmar la libertad de los otros, tampoco seremos capaces de afirmar nuestra propia libertad. El derecho a la autodeterminación de los demás es también nuestro propio derecho a la autodeterminación.
Renunciar a la articulación de una vía amplia donde quepan el conjunto del soberanismo y reununciar a construir junto a otras naciones del Estado, es reununciar al andalucismo político. Es renunciar al país. Renunciar a que el andalucismo se presente a las próximas elecciones europeas es aceptar la imposibilidad de que el andalucismo de izquierdas tenga voz propia en todas las instituciones. Es renunciar a que la voz del andalucismo se escuche más allá de las instituciones del Estado español y de sus lógicas coloniales y centralistas. Es renunciar a la construcción de un partido andalucista, es renunciar a la construcción de una organización política de la izquierda soberanista andaluza, es renunciar a nuestro propio camino, a la autodeterminación de nuestro futuro y a nuestro derecho a decidirlo todo.