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Política
No prospera en el pleno de Badajoz la reprobación de su alcalde tránsfuga
No ha prosperado en Badajoz la reprobación por transfuguismo promovida por parte de la concejala de Podemos, Erika Cadenas, contra el alcalde Ignacio Gragera. Únicamente los munícipes de Podemos y del PSOE apoyaron la iniciativa presentada ayer, 30 de enero.
Gragera (electo como cabeza de lista de Ciudadanos) ostenta la alcaldía de la capital pacense, el municipio con más población de Extremadura y el más importante en manos de la formación de Inés Arrimadas (150.000 habitantes), en virtud de un acuerdo con el Partido Popular por el que ambos se turnarían en el máximo organismo de gobierno municipal, apoyándose mutuamente en un acuerdo de legislatura.
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Para gobernar, a su vez, se hicieron indispensables los votos de Vox, con quien cerraron un pacto de gobierno entregando a su único representante ―Antonio Vélez― la concejalía de Limpieza, Poblados y Parque Móvil (de desconocido cometido, ya que la gestión de la limpieza y los recursos sólidos urbanos de Badajoz es un servicio privatizado a FCC). En la actualidad, el propio Vélez figura como no adscrito al abandonar Vox por no devolver, en abril de 2021 y en ese momento bajo la alcaldía de Francisco Fragoso (PP), el acta de concejal solicitada por la dirección de la formación ultraderechista. Vélez fue acompañado en su marcha por Juan Antonio Morales (candidato al gobierno de la Junta, que no consiguió ni escaño, y que previamente había abandonado al PP en la Asamblea de Extremadura, pero manteniendo su condición de diputado y anunciando su integración en la formación fascista) y el que fuera alcalde de Guadiana, Antonio Pozo, famoso por intentar mantener, contra viento y marea, la denominación de su localidad como Guadiana del Caudillo. El fichaje de ambas figuras como asesores a sueldo de Vélez tras su paso a la orfandad institucional (y salarial) estuvieron en el núcleo del disenso con el secretario general de la organización ultra, Javier Ortega Smith.
Con esos mimbres de transfuguismo multiplicado y recursivo, pero necesario para gobernar (13 concejales de Podemos y PSOE frente a los 14 de PP-Vox y Ciudadanos), transcurre la gestión de Badajoz desde los últimos comicios locales.
Gragera asegura su candidatura futura, retiene la alcaldía bajo otra sigla diferente a aquella con la que se presentó y acaba, curiosamente, como concejal no adscrito junto al único y polémico representante ultraderechista
Ahora se reincide de nuevo en la situación, pero desde otro ángulo del tripartito derechista. Y es que la política del gobierno municipal pacense es un auténtico baile de representantes, cargos, acuerdos, desacuerdos, favores y siglas.
De hecho, 8 días le costó a Ignacio Gragera desdecirse de su posicionamiento público del 1 de diciembre, cuando señaló ―en vísperas del congreso de su partido― que confiaba en la refundación y el “proceso asambleario” desarrollado en Cs y que nadie se había dirigido a él desde los populares con propuesta alguna en el sentido de su fichaje por dicho partido. Llegó a señalar que era algo que Ricardo Cabezas, portavoz del Grupo Municipal Socialista, se había “sacado de la chistera”.
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Badajoz será, con el paso del tiempo, el prototipo de muestra en el que se inspiren las derechas que pueblan toda la península sobre la manera en que se hacen las cosas.
El proceso de conversión debió ser rápido y convincente. Poco menos de una semana duró la metafórica chistera vacía, pues el día 8 de diciembre ya estaba reunido, cerrando la operación, en el despacho emeritense de María Guardiola (recientemente nombrada presidenta del PP en Extremadura) con ella misma y el defenestrado Antonio Cavacasillas (quien hasta la irrupción de Gragera era candidato de los populares locales “in pectore” y que parece haber pasado, políticamente hablando, a mejor vida). La foto del encuentro fue colgada en las redes de Guardiola el 13 de diciembre, confirmando lo que era un secreto a voces.
De este modo, Gragera asegura su candidatura futura (Ciudadanos es ahora mismo una práctica garantía de quedar fuera de cualquier poder institucional), retiene la alcaldía bajo otra sigla diferente a aquella con la que se presentó y acaba, curiosamente, como concejal no adscrito junto al único y polémico representante ultraderechista. Una situación virtualmente inédita y que no ha tardado en provocar la reacción de Erika Cadenas tras la votación reprobatoria, cuando ha señalado que “no engañan a nadie, pueden pintarlo y venderlo como quiera. Pero el que es tránsfuga es tránsfuga y los promotores son los señores del PP, reculen y rectifiquen […] el transfuguismo es una forma de corrupción y hay que decirlo alto. Un alcalde tránsfuga no es alguien de fiar, ni tiene palabra. En usted no se puede confiar, señor Gragera”.