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Sanidad pública
De dejar la profesión a hacer ocho guardias al mes: el largo verano del personal sanitario
Víctor Aparicio no ha podido más. “No hay ningún trabajo que valga tanto como para enfermar, como para perderte más cumpleaños de tus sobrinos, más semanas santas en familia… no compensa”, expresa a El Salto. Este enfermero, que ha ejercido durante estos dos años y medio de pandemia en el Hospital Gregorio Marañón de Madrid, ha renunciado a su contrato de interino conseguido tras 14 años de lucha. Califica de “incontables” los contratos firmados antes de conseguir la interinidad, hace ya cuatro años. Y, ante un nuevo verano de saturación y de doblajes, ante una séptima ola que se vive en los centros sanitarios con la ausencia de buena parte de los refuerzos covid contratados en pandemia, y tras enfermar de depresión, ha decidido dejarlo.
“En agosto voy a hacer ocho guardias en todo el mes. Ocho días de 24 horas más mi jornada habitual”. Elena Casado Pineda es médica anestesista en el Hospital Francesc de Borja de Gandía (Valencia). Tiene un contrato de sustitución de larga duración pero no deja de ser temporal. Como Víctor, se queja de una plantilla estructural de base disminuida y ausencia de cobertura de vacaciones. “Aquí este año no vendrá nadie nuevo. Ofrecen contratos de dos meses y nadie quiere venir”, avisa. La solución de la administración: doblar las jornadas de las sanitarias como chicles. “Roza la ilegalidad pero, técnicamente, lo pueden hacer” se queja Casado, mientras indica que la normativa autonómica añade al Estatuto Marco del sanitario, la coletilla de “por necesidades del servicio” para ampliar sus jornadas.
“Tenemos vacaciones no cubiertas y jubilaciones no cubiertas y nos tenemos que repartir muchísimo para tener una cobertura mínima. Esto está llevando a demoras en las citas”
El personal de Atención Primaria no está muy lejos de esta situación a la que añaden otro factor: el de las jubilaciones y la falta de reposición por personal joven, que elige minoritariamente este nivel asistencial para trabajar. “Voy a tener vacaciones pero no voy a coincidir con mi familia, las cogeré sola”, se queja Susana Aldecoa, médica de familia de un centro de salud de Vigo. “Tenemos vacaciones no cubiertas y jubilaciones no cubiertas y nos tenemos que repartir muchísimo para tener una cobertura mínima. Esto está llevando a demoras en las citas”, explica Aldecoa y aporta cifras: en su centro, en el horario de tarde, solo queda uno de cinco médicos, por lo que si no encuentran a nadie que quiera doblar, el centro cerrará por la tarde.
Abuso y precariedad
Según marca el Estatuto Marco del personal sanitario, la duración conjunta de la jornada ordinaria y de la jornada complementaria (doblaje) no puede superar las 48 horas semanales de trabajo en cómputo semestral. Las Comunidades Autónomas matizan esta norma con diferentes instrucciones en las que se suele condicionar este límite a las necesidades del servicio. Esto es, si hay escasez de personal, los límites del estatuto saltan por los aires. A esto se le añade las condiciones de precariedad de un personal, cuya tasa de temporalidad supera el 30%.
“Se producen abusos, especialmente con los trabajadores que están con contratos precarios. Muchas veces la precariedad laboral interesa a las administraciones para abusar del trabajador que necesita el empleo y va a admitir cualquier cosa”
“Se producen abusos, especialmente con los trabajadores que están con contratos precarios. Muchas veces no quieren denunciar su situación, necesitan el trabajo. En realidad el estatuto marco fija horas y tipos de descanso pero muchas veces la precariedad laboral interesa a las administraciones para abusar del trabajador que necesita el empleo y va a admitir cualquier cosa”, expresa Jesús Jordán, responsable de políticas públicas, empleo e Instituto Nacional de Gestión Sanitaria (INGESA) de la Federación de Sanidad y Sectores Sociosanitarios de CC OO.
Sanidad pública
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Jordán valora que la situación de las plantillas venía ya lastrada antes de la pandemia. El déficit estructural, producto de los recortes seguidos a la crisis económica, ha estallado con el covid-19. “Antes trabajábamos 35 horas semanales, luego lo pasaron a 37, 5 y esto también supuso despidos de plantillas”, explica. Este verano, el clásico cierre de camas está unido a una séptima ola y a una saturación de las urgencias, todo aliñado por el despido de refuerzos covid que ha supuesto la puntilla. “Esos contratos de refuerzos covid lo que han venido haciendo es el trabajo que no se hacía por ese déficit de plantilla histórico, trabajo que es estructural”, incide el portavoz de CC OO.
Según los datos recopilados por este sindicato, 15.000 profesionales no han sido renovados. El caso más llamativo es el de la Comunidad de Madrid, con más de 6.000 refuerzos covid sin renovación. Hubo otras comunidades, como Cataluña que mantuvieron las plantillas para seguir atendiendo y para suprimir listas de espera.
Del otro lado, la ausencia de sustitución de las plantillas que se van de vacaciones es una constante. Como ejemplo, y según los datos del sindicato SATSE, solo el 35% de las enfermeras y enfermeros que tendrán unos días de descanso o que están de baja serán sustituidos. “Esta realidad— avisan desde este sindicato— supone que las enfermeras y enfermeros que desempeñen su labor en los diferentes servicios de salud en verano tendrán que realizar el trabajo de casi tres personas, con lo que se sobrecarga aún más a unos profesionales sanitarios que llevan desde hace más de dos años acumulando un grave agotamiento físico, psicológico y emocional”.
“La gente se está yendo. Más del 50% está pensando en dejar la profesión. 20.000 enfermeras han pedido la prejubilación este año. El escenario es dantesco, no se puede trabajar así”
Personal que enferma
“La gente se está yendo. Más del 50% está pensando en dejar la profesión. 20.000 enfermeras han pedido la prejubilación este año. El escenario es dantesco, no se puede trabajar así”, expresa Víctor Aparicio quien avisa de que la solución no puede ser siempre la misma. “Por tercer año consecutivo no puede ser que la única solución que ponga la administración pública es que el personal tenga que doblar. Esto no es sostenible en el tiempo. No se puede llevar al personal a enfermar”, advierte. Según una macroencuesta del Consejo General de Enfermería, un 84,7% de profesionales reconoce que se ha visto afectada su salud mental por culpa de la crisis sanitaria.
Elena Casado Pineda pide comprensión a los pacientes y les anima a poner quejas por escrito porque “nuestra vida va en ello”. “Desde los diferentes gobierno autonómicos la sanidad pública se está dejando de lado. Hay intenciones claras de privatización intentando que la gente vea que lo privado funciona mejor. Pero la sanidad pública funciona peor porque no se están haciendo las cosas que se tienen que hacer para reforzarla”, avisa.
Susana Aldecoa vuelve a ponerle cifras a la situación: “Hoy parto con una agenda de 39 pacientes, empiezo mal ya. Pero el problema es como acabo. Como nos repartimos los pacientes del personal que no está, hay demoras de hasta días en las citas. Como hay demoras, al paciente que se encuentra mal se le fuerza la cita, y pueden ser otros 10-12 más al día”. En sus ocho horas de trabajo, un total de 50 personas pasan por su consulta. Por ello, tendrá apenas seis minutos para atender a cada persona. Y la bola cada vez se hace más grande. Una inercia de la que cada vez es más complicado salir, tanto para pacientes como para personal sanitario.