Teatro
La vida está fuera del arco. Poner cuerpo(s) al feminismo andaluz

En el Día Mundial del Teatro es imprescindible reivindicar propuestas teatrales feministas desde Andalucía. ‘Enlorquecidas’ es una obra que pretende contar y narrar el deseo de las mujeres de salir del arco y romper con el mundo patriarcal a través de las mujeres en las obras de Lorca.
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Elenco de ‘Enlorquecidas’ durante la obra| Foto cedida por HartaTeatro

En medio de la sala cuatro sillas blancas de madera y mimbre dibujan un triángulo inexacto. Al fondo una cesta llena de naranjas dibuja un enigma. Las luces se apagan a la vez que el murmullo del público y en la oscuridad parece que no hay nadie, sólo el recuerdo en el ojo de las sillas blancas que acaban de desaparecer. Suena deslizándose la madera y el mimbre sobre la tarima, acompañada de un compás de pieles que chocan. La queja rompe el lenguaje del tacto.

“¿Te quieres callar?” “¡Cállate!”

¿Cuántas niñas viven con los silencios pegados en el cuerpo?¿Qué implicaciones tiene esta imposición del silencio en los cuerpos de las mujeres? La poeta y pensadora feminista Adrianne Rich, definió el silencio como una presencia que tiene una historia, una forma cuya cartografía está impregnada en el cuerpo de las mujeres. El quebranto del silencio con el que comienza la obra a través de ese “cállate” tan repetido en las obras de Lorca, nos incita a reflexionar en torno a quién tiene la posibilidad de hablar en este mundo. No es casualidad que a las niñas se nos diga “calladita estás más guapa” para recordarnos nuestro papel en el mundo. Esto lleva a crear roles de género sexualizados, sexistas y estereotipados menosprecia el intelecto y las capacidades de crear de las mujeres. 

Desde bien pequeñas las niñas se ven coartadas para adquirir el sentido de su propia identidad. Aparece una falta de representación de las mujeres en todos los ámbitos sociales dibujando en el cuerpo y en el sentir el llamado Síndrome de la Impostora. Este síndrome significa cuestionar las habilidades propias, la capacidad de hacer ciertos trabajos o de hablar en público. Síndrome que, como reflexiona Silvia Nanclares, en su artículo Las Niñas de la Primera Fila, no aparece cuando realizamos labores de cuidado o emocionales. Mariana Patricia, actriz de Enlorquecidas, reflexiona sobre este constante goteo: “Esas cosas de “no puedes hacer esto porque eso es de niños, no digas malas palabras porque sos muy bonita”, pueden parecer superficiales pero te van calando y llega un momento en el que te ves sola y decís no voy a poder, porque te lo han dicho toda la vida”. 

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La actriz Anaisa García durante la obra | Foto cedida por HartaTeatro

El contexto teatral, así como en otros sectores de la cultura y más allá, no ayuda a crear un imaginario que rompa con el Síndrome de la Impostora de las dramaturgas. Como recoge Bárbara G. Vilariño en su reportaje Mujeres en el teatro: el telón de cristal, publicado en Pikara Magazine, “solo el 35 por ciento de las producciones teatrales en el Registro General de la Propiedad Intelectual están firmadas por mujeres”. Una realidad que se queda clavada en el cuerpo y en el imaginario de quienes deciden lanzarse a las tablas. “A veces cuando he hablado sobre la obra me han preguntado ¿Quién es el director? Cuando les digo que soy yo me dicen ¿Cómo va a ser tú directora? Tú serás ayudante. Cuando recibes este tipo de cosas te desestabiliza un poco’’, enfatiza Marta Ocaña.

Este sistema sexista crea, como dice Adrienne Rich en su texto Tomarse en Serio a las alumnas, unas fuerzas que adoctrinan a las mujeres en la pasividad, el autodesprecio y el sentimiento de impotencia. Por ello, es importante tomar consciencia, qué dinámicas esconden y quiénes son las que callan. Los silencios, las palabras no pronunciadas nos pueden dar las pistas para desvelar los entresijos de una sociedad que crea un borrado histórico de las voces de las mujeres. ¿Las diversas opresiones que existen hacen que este borrado sea igual para todas? Siguiendo a Ochy Curiel, los silencios impuestos a la diversidad de las mujeres no pueden ser ajenos a los acontecimientos históricos ni las experiencias de los cuerpos que además de sufrir sexismo, machismo sufren racismo, clasismo, y homofobia. Por eso es importante preguntarse: ¿Todas las mujeres viven el Síndrome de la Impostora de la misma forma? “Intenté investigar autoras gitanas. Cuando empecé a investigar, en España no había, o solo había letras sueltas. Seguí investigando y descubrí a Papusza, de las otras autoras no hay nada publicado. De hecho durante la cuarentena intenté hacer una recopilación de lo que tenía y no llegaba ni a dos páginas”, comenta Anaisa Garcia, una de las actrices del elenco de Enlorquecidas, que además de dramaturga, actualmente se encuentra trabajando en un proyecto en torno a la escritora gitana Papusza. Esto no es casualidad, bell hooks nos advierte de la responsabilidad del sistema clasista y racista.

Enlorquecidas forma parte de esa genealogía intuitiva y sutil de prácticas que defienden que el silencio se puede transformar en lenguaje y acción a través de las obras de Lorca

Audre Lorde reflexionó en torno a los silencios impuesto que ella guardaba como mujer, negra y lesbiana en su texto La Transformación del silencio en lenguaje y acción. Un texto que sigue sirviendo de inspiración, raíz y pozo para cualquier forma en la que las mujeres tomen conciencia de su propia capacidad de autorrelatarse. Mariana Patricia, mujer guatemalteca, actriz de Enlorquecidas y dramaturga reflexiona en torno a esta idea: “Yo siempre me debato en una lucha constante y a partir de que hemos hecho la obra la lucha se convierte en ya no, ya no voy a luchar, por tener un lugar, porque yo ya lo tengo. Voy a empezar a limpiarme a mí misma para que mi percepción sobre mí misma cambie.” 

Enlorquecidas, ópera prima de Marta Ocaña, forma parte de esa genealogía intuitiva y sutil de prácticas que siguen esa idea de que el silencio se puede transformar en lenguaje y acción a través de las obras de Lorca. Referenciando a La casa de Bernarda Alba, esta obra comienza con un silencio impuesto desde los márgenes de la casa a quienes habitaban dentro. Los sonidos que venían de fuera representaban una amenaza: “Ojalá tardéis muchos años en pasar el arco de mi casa”. Emprender el camino de atravesar ese arco, ese dentro y fuera, ese privado y público, ese silencio y ese gritar es lo que ha hecho Marta Ocaña con su propuesta en las que seguimos el camino de ida y vuelta a través del arco.

El arco es un elemento central de esta obra. “Les digo a las actrices que dentro de esas paredes que es el escenario siempre tienen que tener una mirada hacia al exterior unas ganas de querer salir de ahí, y necesidad de pedir ayuda para poder salir de ahí”, cuenta la directora. Atravesar ese arco representa, tanto fuera como dentro del escenario, ese salirse del tiesto que constituye plantarle cara al sistema de opresiones que día a día tienen que sufrir las mujeres. 

En esto traspasar el arco, Andalucía tiene una amplia genealogía. Las Cabras Montesas de Gilena, la Petróleo y la Salvaora o las procesiones de los Coños Insumisos en Málaga y Sevilla son ejemplos de ello. Ocaña le da un valor esencial a ese apoyo mutuo entre las mujeres a la hora de concebir su obra y que “la ayuda no está dentro del arco. La empatía con respecto a otras personas, a nosotras, el darnos la mano, el escucharnos, nos ayudaría a atravesar ese arco o incluso a que no existiese”.

Enlorquecidas no pretende ser un recorrido por las historias de cada una de las mujeres presentes en la obra de Lorca sino un encuentro entre todas para contar una historia común de resistencias y contradicciones. 

Para la directora y las actrices de este proyecto no sólo ha supuesto un proceso de pasar un arco dramático sino también personal. Mariana Patricia, una de las actrices, nos cuenta que el arco se muestra ante ella como un límite: “Para mí el arco es ese límite que te dice que sos mujer y no vas a poder o no deberías hacer tal por ser mujer, creo que traspasarlo es salir de la cueva, y ya entrar en la luz, entrar en la conciencia, descubrirte porque por lo menos para mi antes de eso hay miedo, hay oscuridad hay no saber qué hacer. Y luego al traspasarlo es decir, siempre he sido esta pero ahora lo veo”. Anaisa Garcia, por su parte, comenta que “traspasar el arco es hacer lo que te dé la gana y lo que quieras con honestidad con la otra, con el otro, con el conjunto. Creo que a través de Adela hoy aprendí un montón en mi propio proceso”. En este sentido Ocaña reflexiona: “En realidad, creo que las mujeres de Lorca somos todas y muchas veces nos despegamos de esas mujeres”.

Enlorquecidas no pretende ser un recorrido por las historias de cada una de las mujeres presentes en la obra de Lorca sino un encuentro entre todas para contar una historia común de resistencias y contradicciones. Anaisa García refuerza esta idea: “En personajes como Bernarda yo veo a personas cercanas a mi, o en Adela o en Yerma. Leo a Bernarda y veo a mi abuela. Leo Yerma y veo a mi madre”. Supone poner en valor también a nuestra genealogía de mujeres más cercana e incluso nuestras propias prácticas de resistencias cotidianas. Una idea que resume muy bien Mariana Patricia con sus palabras: “Cuando llegué a mi casa tras la obra lo primero que hice fue escribirle a mi mamá y decirle, hice esta obra por ti, por mi abuelita, por mi hermana, por mi sobrina que acaba de nacer. Por todas las mujeres y mis ancestras que están aquí conmigo siempre y que no tuvieron voz nunca. Cuando te paras en el escenario y dices todo esto a través de las palabras de Lorca algo se transforma, tú misma te transformas y transformas al público”.

Teatro
Las mujeres (feministas) de Federico García Lorca
En el aniversario de “Doña Rosita la soltera” repasamos algunas de las obras y mujeres con las que Lorca criticaba la sociedad patriarcal y machista de la época.

A través de los textos de Lorca, construyen un relato polifónico donde se pone en valor la existencia de resistencia de estas mujeres lorquianas lo cual desvela su capacidad de decisión y agencia, y así romper el estereotipo del ángel del hogar, madre y esposa. Enlorquecidas hace una genealogía de las mujeres de las obras de Lorca, desde un lugar que se aleja de lo común, poniendo en valor los silencios y las estrategias de supervivencia. Como cuenta Antonia Ávalos a Mar Gallego en una entrevista para Pikara Magazine, es necesario hablar de superviviente y no de víctima, porque “es saber recuperar ese poder corporal político y simbólico y posicionarnos después de haber atravesado un desierto. Las mujeres supervivientes somos un desafío y un peligro”.

Enlorquecidas nos habla de un feminismo andaluz hecho cuerpo.

En Enlorquecidas, Ocaña compone un relato polifónico que nos permite indagar en los lugares donde ellas son capaces de transgredir, traspasar el arco, revelarse ante el patriarcado. Es decir, hacerse dueñas de sí mismas para resignificar algunas heridas poco o nada reconocidas al leer y representar las obras de Lorca.

“Lorca parece que es sólo la luna, el cuchillo y los gitanos”, sentencia Anaisa García. Esto nos recuerda la reivindicación de la activista y escritora Noelia Cortés: “Me gustaría que esos académicos que tanto saben de todo dejasen de nombrar de una puñetera vez, porque le tratan como a una tesis y nunca como a una persona que sentía”. Anaisa reflexiona en torno a cómo leer a Lorca sin tener en cuenta su lugar en el mundo ha creado arquetipos en torno a los personajes femeninos, y cree que “la lectura que se le ha dado a los personajes de Lorca es la de arquetipo pero creo que es la que se le ha dado, no la que realmente tiene. No se ha ido más allá porque lo han leído hombres. Le han dado voz hombres. Y entonces te ponen a la Bernarda que va vestida de negro y es una cabrona y ya está. No intentan ver más allá de por qué Bernarda es así”. 

Marta Ocaña reflexiona sobre el borrado de la diversidad, los recovecos e intersticios que poseen las mujeres protagonistas de las obras de Lorca. “María Josefa, en La casa de Bernarda Alba, no entiendo porque no se le da más importancia, si para mi es crucial”. Al encasillarlas en unos arquetipos fijos y cerrados, desde la mirada masculina occidental, se ha borrado la amalgama de sentires que tienen estas mujeres, así como sus saberes y las posibles enseñanzas para sobrevivir a este mundo patriarcal y clasista en el que vivimos. “Yo creo que es que a Lorca se le ha dado el papel de poeta, simple y llanamente se le ha estereotipado ahí. Lo que pasa es que por la época en la que él escribió, y porque seguimos en esas no se le ha dado todavía esa importancia a ese tipo de personajes teatrales. Porque si profundizas leyendo La casa de Bernarda Alba te das cuenta que la única persona que está lúcida, que está consciente es María Josefa”, reflexiona Anaisa García. Esta propuesta nos invita a leer las obras de Lorca desde una mirada plural desde un lugar de situado, idea propuesta que ya proponía Donna Haraway para alejarnos de la supuesta neutralidad a la hora de leer o escribir. Marta Ocaña, al igual que los personajes de su obra, se revela contra la mirada masculinizada. Esta obra es un cante que invoca una re-apropiación de las obras de Lorca lejos de arquetipos, misticismos y folclore.

Esta obra no solo pretende indagar en la historia de estas mujeres sino dar valor a las palabras pasadas por alto en las obras de Lorca, esas palabras donde las mujeres expresan sus anhelos, sus irreverencias, sus impulsos, sus preocupaciones y sus alegrías

Enlorquecidas nos habla de un feminismo andaluz hecho cuerpo. Este sur local lorquiano, hace que los sentires se coloquen en una pena onda fruto de la historia pero también en una alegría cotidiana y un placer nacido de las resistencias y las supervivencias. Esta obra no solo pretende indagar en la historia de estas mujeres sino dar valor a las palabras pasadas por alto en las obras de Lorca, esas palabras donde las mujeres expresan sus anhelos, sus irreverencias, sus impulsos, sus preocupaciones y sus alegrías. Plantea la posibilidad de desentramar las vivencias de personas corrientes que la historiografía ha silenciado poniendo el valor toda la sabiduría de transformación que hay en ellas.

A través del flamenco, el deseo y el goce se entremezclan con las tristezas y las penas pudiendo bailar por tangos o por bulerías celebrando que han sobrevivido y que quieren compartir un lugar de creación nuevo, donde ellas sean las dueñas y señoras de sus cuerpos, de sus fluidos, de sus cantes, y de sus deseos. Como dice Iván Periañez, “una epistemología del sentir situada”. El flamenco es una resistencia a los valores impuestos, es una forma de sobrevivir pero también de darle la vuelta al mundo. Es un lugar donde se encarnan relatos no contados, se dibujan nuevas posibilidades de existir. “El flamenco también está en la forma de estar, en la forma de mirar, en la forma de caminar y en la forma de sentir. Yo creo que es más el hecho de cómo dice el texto, cómo te tiene que salir desde las entrañas”. 

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Escena de ‘Enlorquecidas’ | Foto cedida por HartaTeatro

“El flamenco va a estar ahí da igual que se externalice a través de la música o que no”, nos cuenta Anaisa Garcia, que también es bailaora. En esta obra el flamenco permite poner el cuerpo de una forma más intensa que se aleje de los órdenes establecidos, de la mirada occidental. “El flamenco yo creo que representa a todos los sures” termina Anaisa García. Mariana Patricia reflexiona sobre cómo el flamenco es un lenguaje más y apunta que “como un baile y cante tradicional de Guatemala para mi es maravilloso compartirlo y transmitir todo lo que siento en mi cuerpo. Yo creo que el flamenco es un elemento que permite sacar todo lo que está diciendo, el contacto con la tierra, ese sentir que viene de tu centro, de tu coño.” 

Este mirar desde los sures tienen mucho que ver con una antropología del teatro andaluz. “A mí hay una cosa reveladora que me dijo Concha Távora una vez y es que el teatro antropológico andaluz es todo lo que hable sobre Andalucía desde la mirada de las andaluzas. Su padre hacía era teatro antropológico andaluz, el de de la cuadra de Sevilla desde la visión de Salvador Távora. Entonces, realmente por supuesto que es teatro antropológico andaluz porque parte de Andalucía, es inevitable”, cuenta Anaisa García. Marta Ocaña reconoce que Concha Távora es un referente y una fuente de inspiración para llevar a cabo la dramaturgia y puesta en escena de Enlorquecidas.

Esta pieza teatral nos incita a crear un imaginario que reconozca las prácticas de las mujeres andaluzas para vivir desde el deseo y dejar de sobrevivir. En este sentido Marta Ocaña ha reflexionado sobre esto en la obra “el placer también es apreciarnos entre nosotras. Es placentero meter la mano dentro de granitos de arena, tocar un dedo con otro, beber agua. El deseo también es poder disfrutar de pequeños placeres de la vida de los que a veces no somos conscientes”. Anaisa complementa: “Disfrutar de lo primario, de lo originario, disfrutar con las compañeras y disfrutar con el público”. Por ello se presentan a unas mujeres que reivindican su capacidad de desear, de practicar el comadreo, con capacidad de cachondeo impregnando su cotidiano de prácticas que propicien una vida que merezca ser vivida. “Yo siempre lo he dicho el teatro va a ser algo que va a cambiar el mundo”, dice Mariana Patricia. Esta obra es una propuesta para imaginar el cambio, donde se proponen formas y caminos para acabar con las opresiones vitales de este mundo, desde un feminismo andaluz, desde un feminismo desde los sures enraizados en el cuerpo y en las experiencias de las mujeres cotidianas.

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