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Tecnología
Izquierda y derecha en la lucha por el poder digital
En su libro, Aznar reconoce una cuestión que aún no ha entendido la izquierda patria, que sigue creyendo que Amazon tiene tanto poder por ser solo un gigante del comercio electrónico: entre los sectores tecnológicos de mas rápido crecimiento, la computación en la nube se lleva la palma.
Son tiempos de fuertes convulsiones sistémicas. La solución financiera ensayada por las élites no ha servido para asegurar la estabilidad y propulsar las ganancias del capitalismo, el cual se encuentra desde mediados de los años 70 inmerso en una prolongada crisis de rentabilidad. Así, su próxima pirueta trata de servirse de la alta tecnología para continuar con los procesos de acumulación por desposesión y financiarización de la vida social. Hasta ahora, inmersas en el frenesí de la actualidad y perdidas en todo tipo de debates antiguos, las fuerzas políticas de izquierda han despolitizado la economía digital, permitiendo que sea significada por la derecha, quien simplemente sigue a rajatabla los imperativos neoliberales del Banco Mundial.
Ahora bien, esta inminente pugna política por determinar la orientación de la tecnología no ha pasado desapercibida para José María Aznar y Juan Carlos Monedero. Ambas figuras, retiradas de la vida política, aunque con un fuerte peso en las estructuras de sus partidos, han atendido de distinto modo este tiempo pervertido, como lo ha definido Esteban Hernández. Si bien el expresidente del Gobierno (1996-2004) y del Partido Popular (1990-2004) ha optado en El futuro es hoy (Península, 2018) por traer hasta el presente la lucha por el poder en la era digital precisamente para negar la existencia de esta, uno de los artífices intelectuales de Podemos ha escogido en La izquierda que asaltó el algoritmo (Catarata, 2018) manifestar una especie de profecía autocumplida. Como si, por arte de magia, las masas fueran a alcanzar su derecho para transformar las relaciones de propiedad y controlar las infraestructuras tecnológicas.
En cualquier caso, estos intentos —con cierto halo dialéctico— deben examinarse con calma, pues si bien su contenido teórico es raquítico, manifiestan que nos encontramos en un presente cargado de tiempo, ahora abierto al acto revolucionario y capaz de mejorar la posición de las movimientos radicales para provocar un verdadero estado de excepción. Aunque también el peligro acecha, con cada paso de los conservadores, siempre que en el presente no se reconozcan las oportunidades políticas de la tecnología como palanca para la emancipación social.
Los neocon, al asalto de la inteligencia artificial
Comencemos por el manuscrito de Aznar, el cual hace referencia a las nuevas tecnologías desde el primer párrafo, y cuya aparición hace coincidir con “una época de cambios” marcada por la caída del muro de Berlín (9 de noviembre de 1989), la lucha contra Sadam Husein (desde agosto de 1990 hasta febrero de 1991), y la desintegración de la Unión Soviética (25 de diciembre de 1991). Dichas fechas no son cosa menor. Fue entonces cuando se produjo la fuerte inversión estatal en programas informáticos y computacionales que sirvieron para asegurar la preeminencia tecnológica y científica estadounidense durante la Guerra Fría que, algunas décadas más tarde, desembocaron en la progresiva creación de un gueto en la costa californiana llamado Silicon Valley, conectado no solo con el Gobierno y las agencias estatales de Defensa, sino con la economía en su conjunto.
Por aquel entonces, los datos no eran “el nuevo petróleo”, y este último era el recurso fundamental. Debido a ello, Irak, gracias a la enorme maquinaria propagandística que acompañó su invasión, se convirtió en el chivo expiatorio que debía servir para reafirmar el poder yanqui sobre Oriente Medio y controlar la distribución del motor de aquella época. Pese a que nuestro autor no lo señale, tal vez por pura incomprensión, ambos sucesos se vuelven ahora contra quienes los instigaron.
De acuerdo con José María Aznar, quien no duda en reivindicar al charlatán de Steven Pinker para asegurar que esa categoría tan reaccionaria como “progreso” sigue imperando, aquella época estuvo marcada además por dos acontecimientos que la determinaron: la crisis de 2007-2008, es decir, la incapacidad del sistema financiero para asegurar la continuidad del capitalismo y el imperialismo made in USA, y los acontecimientos acaecidos el 11 de septiembre de 2011, cuando efectivamente se puso de manifiesto “la crisis terminal” de la hegemonía estadounidense.
En lugar de reconocerlo, como la neumonía neoliberal que acecha al planeta, para recuperar el control neoconservador Aznar prefiere volver a invocar a Fukuyama, esta vez a su hombre post-histórico, “que es tanto él como sus circunstancias, definidas por la reducción de la política, el pensamiento, y el debate de ideas a puro entretenimiento en las redes sociales, donde millones de usuarios anónimos odian, insultan y mienten sin ninguna responsabilidad individual, social o política”.
Habitualmente, los conservadores (y esto también es visible en los exponentes patrios que les versionan de manera pop) culpan a internet o a las redes sociales de todo tipo de males, como la polarización social, sin exponer un análisis más amplio de cómo ello se ha originado.
En este caso hubiéramos de fijarnos en qué líderes populistas emplean WhatsApp, Instagram o Facebook para fines, en ocasiones, fascistas, y en otras simplemente ultraliberales: los territorios a quienes apoyó Estados Unidos durante la Guerra Fría. Sin embargo, Aznar prefiere señalar a las dos primeras compañías, sin advertir que son propiedad de la tercera, para afirmar: “Estos negocios no necesitan de un capital para comenzar, y, de este manera, cambiaron completamente el papel del capital para crear empresas”.
Más bien, ello ocurrió gracias a que un inversor de capital de riesgo como Peter Thiel inyectó una fuerte suma de dinero inicial en Facebook, lo cual además contribuyó a su crecimiento y posterior adquisición de las redes sociales que ahora integra bajo su paraguas.
En otras ocasiones, dicho discurso, externamente cacofónico, se utiliza para presentar la tecnología como algo que nos supera, una fuerza que, de cuando en cuando, se desata de manera natural en la historia en forma de revolucionamiento de la estructura económica, es el siguiente. “La cuarta revolución industrial ya es una realidad, y parte de la crisis cultural provocada por los efectos de la crisis económica de 2007 y de la globalización, que se manifiesta en la proclamación de la posmodernidad y en el auge de las teorías relativistas (…) El hombre del siglo XXI asume con humildad su incapacidad para comprender los fundamentos de su entorno y su propia vida. Desconfiando de la razón, le cuesta distinguir lo cierto de lo falso, lo correcto de lo incorrecto”. La izquierda debe entender este “lenguaje orwelliano” para combatirlo.
Para los conservadores, nada relacionado con la tecnológica puede politizarse, puesto que deben ser las doctrinas tecnocráticas quienes determinen su dirección. Por eso, en su libro (“parodiado” en una ocasión por un humorista durante un programa de Telefónica, empresa cuya privatización inició Aznar) coloca en la misma explicación sobre “la manera de gobernar” a Wikileaks y a Facebook para exponer que el “poder político está más distribuido que nunca” o que “el Estado-nación esta perdiendo el poder a favor de otras entidades”, ¡cuando son algunos Estados, y sus fondos soberanos, quienes siguen financiando de manera directa o indirecta los grandes avances tecnológicos!
De este modo, Aznar no solo cancela los horizonte futuros alternativos que puedan ofrecer los programas de izquierdas, uno donde la automatización de las máquinas o las nuevas tecnológicas sirvan a la emancipación, sino que les confiere a estos desarrollos el cometido que adquirió tras el estallido financiero: ser empleados por los fondos millonarios que invierten en las compañías para que mercantilicen mayores esferas de la vida, privaticen cada espacio público y aumenten así las ganancias de los amos del mundo.
¿Cómo llevar la dominación capitalista a nuevos límites? Aznar responde: “La conexión entre el mundo físico y el digital”. ¿Y de qué modo? El supuesto artífice del milagro económico hispano vuelve a ser llamado para compadecer: “Todas estas plataformas emparejan de manera fácil y rápida la oferta y la demanda a bajo coste, y facilitan las interacción entre prestadores de servicios y usuarios”.
En palabras más claras: la conexión de cada ámbito informal o social con los planes económicos del capital global debe llevarse a cabo a mediante las plataformas digitales. Y, aunque después enumerará en qué términos, también asume que los productos de la cuarta revolución industrias (los vehículos autónomos, la impresión en tres dimensiones, el internet de las cosas, la inteligencia artificial…) deben colocar a los consumidores, y no a los ciudadanos, en “el centro de la economía digital, porque esta se fundamenta en resolver cómo servirles de la mejor manera —y más inmediata— posible”. Con ello, claro, se refiere a la ubicuidad del poder privado en cada ámbito del pensamiento, “dado que los datos de sus decisiones están al alcance de un gran número de empresas y plataformas”.
Ahora bien, a este último respecto Aznar reconoce una cuestión que aún no ha entendido la izquierda patria, que aún cree que Amazon tiene tanto poder por ser solo un gigante del comercio electrónico: entre los sectores tecnológicos de mas rápido crecimiento, la computación en la nube se lleva la palma.
También que las empresas que controlan este mercado (¡un 40% se encuentra en manos de Amazon Web Service!) “va mucho más allá de lo que acostumbramos a entender por una compañía multinacional” y que, por sorprendente que parezca leerlo, “la regulación de los negocios por internet es más que urgente”. Además, tildando de “dramático” el caso concreto del imperio de los datos de Jeff Bezos, afirma que “algo está muy mal cuando una compañía puede ascender a casi medio billón de dólares en valor de mercado, convirtiéndose en la quinta empresa más valiosa del mundo, sin pagar ningún impuesto significativo sobre la renta”.
Si bien no se explica en su libro en qué espacios internacionales se gestionaría la competencia inter-capitalista, teniendo en cuenta que Alibaba y China pisan los talones a Estados Unidos, menos aún cómo este discurso contra algunas empresas tecnológicas se asocia con el hecho de que sean necesarias para la defensa nacional, como ilustra el programa Joint Enterprise Defense Infrastructure (JEDI), que ha adjudicado un contrato a Amazon por valor de 10.000 millones de dólares para alojar al Pentágono en su nube.
Lejos de aceptar algunos mantras progresistas propios de Silicon Valley, Aznar parece presentar a las cinco empresas más conocidas como un chivo expiatorio para reinstalar sus caducos valores. “Aunque no lo parezca, lo que está sucedido ahora es una oportunidad, no un desastre”. De este modo, entendemos cómo prepara el terreno para describir cuál será la máxima conservadora para conquistar esta época: servirse del terrorismo, o cualquier otro tipo de violencia, y de las relaciones en materia de seguridad internacional para defender que “la información es un elemento —y quizás el más importante— del poder del Estado”. Así, retrotrayéndose a tiempos de la Guerra Fría insiste en que, “dada la creciente importancia de la inteligencia de señales, de la ciberguerra y el Big Data, el poder que la información dará a los estados solo va a crecer”.
El consejero de News Corp, imperio mediático presidido por el magnate conservador Rupert Murdoch, también insiste en que la revolución tecnológica “afecta al propio ámbito de los conflictos” y, en relación a la desinformación que facilitan las redes sociales a la hora de divulgar noticas falsas, “la guerra de la información se convierte en un instrumento militar asimétrico en la guerra híbrida”. Si entendemos, además, que Aznar forma parte del lobby militar Atlantic Council, que ha colaborado con Facebook y ha tenido acceso a su información de manera exclusiva, no es difícil prever cómo este entiende la tecnología en el sistema de valores neoconservador y cómo utilizará el debate público en torno a las noticias falsas para avanzar en los fines que venimos señalando. “En este aspecto, cada uno debe ser consciente de su responsabilidad individual: no podemos esperar del Estado que nos proteja de nosotros mismos. Hay responsabilidades que no son transferibles, como por ejemplo, la de los padres hacia los hijos. Y buena parte de la crisis tiene su raíz ahí, en la educación, en las relaciones con la autoridad”.
Pocos ejemplos más pertinentes de lo que el lingüista George Lakoff llamaba el modelo del padre estricto en No pienses en un elefante. En este caso, describiendo “un mundo de individuos irresponsables” se acabará legitimando que los gobiernos, las empresas o los ciudadanos contraten servicios de seguridad en la nube ofrecidos por los gigantes tecnológicos estadounidenses para proteger a la familia en este mundo peligroso descrito. Huelga preocuparse de que la misma persona que para anunciar la invasión de Irak escogió las Azores, un símbolo de la derrota francesa desde tiempos de Felipe II, repita las tropelías del 11S, pero con dispositivos tecnológicos mucho más poderosos para la guerra y la represión de la disidencia bajo subterfugios como el siguiente: “[Estamos ante] Cuestiones fundamentales sobre soberanía, seguridad y, por supuesto, sobre las libertades civiles, que deberán ser defendidas”. Por eso, mediante una retórica asentada sobre la seguridad nacional, especialmente en relación a China, Rusia, Corea del Norte o Irán, en este orden de importancia, afirma: “Y es por eso que el liderazgo estadounidense resulta tan vitalmente importante hoy como lo era hace décadas, cuando se establecido el orden posterior a la Segunda Guerra Mundial”.
En suma, Aznar utiliza esta autoridad moral para despachar toda idea de cómo podrían utilizarse las plataformas a fin de ofrecer servicios públicos o diseñar cualquier otro programa social radical. Para esto no puede servir la mal llamada “cuarta revolución industrial”, sino solamente para mantener sana y fuerte a la nación estadounidense, en alianza con Europa, claro, e imponer sus normas al mundo. Además, con un potencial tecnológico sin precedentes para hacerlas cumplir y castigar a quien no lo haga. Parafernalia que introduce de manera progresiva el uso de las tecnologías para objetivos geopolíticos y económicos atlánticos que llevarán los delirios de Bush a nuevos límites, convirtiendo a los ciudadanos en sujetos necesitados de seguridad constante en un mundo incierto y que acata las ordenes centrales, no de empresas californianas, sino de un Estado fuerte y autoritario. En este contexto, la cosa no cambia: los ricos, siempre buenos, ganan; los pobres, indisciplinados en el mundo digital, pierden.
Todo ello explica también por qué la sociedad española, donde según Aznar predomina el individualismo, debe guiarse por la mentalidad de la propiedad privada, el éxito, la responsabilidad personal, la capacidad de iniciativa en el marco de una economía flexible y del talento que fiscaliza lo público mientras lo privado se abre paso en todo su esplendor. “Tendremos que hablar menos de un Estado de bienestar y más de una sociedad del bienestar. Estado y mercado son factores. de esa ecuación”, sentencia.
Por motivos como impedir que este futuro se imponga de manera definitiva en el presente, hemos de preguntarnos dónde queda otra afirmación de Lakoff: “Nosotros debiéramos reconocer que ellos [los conservadores] utilizan el lenguaje orwelliano exactamente cuando tienen que hacerlo: cuando están debilitados y cuando no pueden aparecer y decir lo que piensan”.
Tal vez, junto a la estrechez de miras conservadora en materia digital, ello contribuya a entender por qué Pablo Casado señaló durante la presentación del libro de José María Aznar que tiene un manuscrito preparado sobre “la cuarta revolución industrial” desde la pasada Semana Santa, y que no se atreve a publicarlo porque estos temas “todavía son una marcianada”.
Estoy encantado de volver a estar en el #SouthSummit18; la revolución digital es un sector que nuestro país debe liderar. España tiene que ser la California de Europa con un tejido emprendedor y un clúster universitario de innovación. Las start-up tienen todo nuestro apoyo. pic.twitter.com/91lzwYFYfb
— Pablo Casado Blanco (@pablocasado_) 3 de octubre de 2018
Desde luego, convertirse en “la California de Europa”, como suele proponer este dirigente, es más una ensoñación neoliberal que una posibilidad real. A lo sumo, bajo la economía mundo capitalista, España aspira a convertirse en un nicho de peregrinación para la clase acaudala global.
¿La nueva vieja izquierda contra el capital? ¡El valor se encuentra en los datos!
En ocasiones obsesionados con convertir el discurso en algo así como un meme, no debiera resultar novedosos que la izquierda hispana carezca de ideas para afrontar la lucha por el poder en la era digital, e incluso del mero conocimiento de su existencia. Pese a que Juan Carlos Monedero no lleva a cabo nada similar a una crítica económico-política, su libro ofrece historias que enmarcan las tecnologías digitales como un problema político, sondea los elementos que pueden esquivar los mantras conservadores y reivindica algunos valores tradicionales de la izquierda sin temor a establecer una división clara.
Cuestiones del todo relevantes, sobre todo esta última, para superar de una vez por todas aquel trauma semiótico heredado de algunos neomarxistas, especialmente lo de que “no hay nada necesario en los términos izquierda-derecha como metáforas en torno a las cuales estructurar el cambio político,” como argumentaba Iñigo Errejón en Construir pueblo (Icaria). No es necesario un oráculo, sino entender la división que ha establecido Emmanuel Macron, para entender que “la batalla política fundamental en los próximos años en Europa” no se ha dado entre “el populismo de derecha y el populismo de izquierda”.
Y si bien es cierto que estamos a tiempo de entender que la lucha, de tener lugar, se labrará entre quienes defiendan la extracción de datos para fines capitalistas y los defensores de redistribuir estos recursos económicos, así como el poder político, para que los ciudadanos diseñen su futuro de manera colectiva, ello deberá tener lugar de la mano de la socialización de la inteligencia artificial resultante, y la transformación del Estado en un instrumento para que las ciudades experimenten con iniciativas de democracia radical.
En suma, no es la estrategia de Errejón el problema al que se enfrenta Podemos en la era digital, como parece exponer Monedero de manera velada a lo largo de todo el capítulo 8, quien critica con saña a los herederos de Laclau: “Citas a Gramsci pero no has entendido a Gramsci. Las contradicciones con capacidad de generar una hegemonía alternativa necesitan una base material”.
Tampoco lo es el hecho de emplear “el algoritmo” como un significante vacío a través del que impugnar el capitalismo digital (o como quieran llamar al hecho de que el valor se encuentre en los datos), cuyas lógicas no se ilustran más que en un par de párrafos, y en ocasiones erróneamente (el desarrollo tecnológico no “está en manos de talibanes del mercado”, ¡sino de la rentabilidad!). Y puede que incluso no lo sea el hecho de entrar vagamente en categorías sobre la modernidad capitalista, gracias a las lecciones de Boaventura da Sousa, o emplear “el lenguaje perfomativo” como un mamotreto, a todas luces, con escasa eficacia política.
Pensamiento
Boaventura de Sousa: “La resistencia está fragmentada”
Más bien, los abstractos posicionamientos de Monedero encuentran limitaciones a la hora de contrastar sus ideas sobre el provenir con la praxis política que lleva a cabo la izquierda en el presente. Recientemente, Paul Mason expuso sus ideas sobre el futuro de la economía digital y los retos de la izquierda durante una charla en la Ingobernable (centro social metropolitano para la construcción de comunes urbanos). Este exponía que existe una oportunidad para impulsar una suerte de neo-socialismo gracias al desarrollo de las máquinas y que la izquierda solo debía comprenderlo para llevarlo a la práctica política. Obviando que lo hacía en un lugar ocupado, el cual un Ayuntamiento llamado del cambio ha tratado de cerrar, ¿cómo llevarlo a la praática cuando los movimientos sociales han impulsado a partidos y estos, no sólo han entendido los contornos digitales del momento político, sino que se han abocado a la cotidianidad neoliberal? Este ese el problema a tratar. Y lejos de ser un ataque ad hominen, este es fácilmente visible en el caso de Ahora Madrid.
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El divulgador Paul Mason no cree que sus ojos vuelvan a ver otra crisis del capitalismo y también considera que ahora es más fácil imaginar el fin del mundo que imaginar a Facebook enseñando públicamente su algoritmo.
Si bien Monedero se acerca al problema cuando señala que “la discusión en España sobre el referéndum catalán se vuelve una idiotez si se mira desde el prisma tecnológico que hará cotidianas las consultas”, el quid de la cuestión se trata en el capítulo 9, donde se pregunta “¿por que a la izquierda la cuesta tanto gobernar?”. Una cuestión en la que no es del todo claro Monedero, aunque se aproxima al señalar: “Un Estado que se hace menos Estado —por ejemplo,— entregando a la sociedad civil parcelas para la autoorganización, para mantener lo común vivo y en forma. No es eso, al cabo, el modelo ideal del Estado social, democrático de derecho. Hay una estructura estatal que debe funcionar pero, al tiempo, debe ser constantemente desafiada por la ciudadanía, que es la que vive de los problemas sociales”.
Alertaba Carlos Prieto en Clase, pueblo y nación (Brumaria) de los peligros para organizar la gran transformación poscapitalistas y que para ello era necesaria “la invención de nuevas formas de Estado y su democratización radical, más allá de las formas de soberanía canónicas de la modernidad”. Por su lado, Monedero critica a Macri y a otros partidos del establishment “que buscan convencer de cualquier forma y tratan de encontrar, como sustituto de Google, el algoritmo social con el que creen que van a atraer más votos y tener más éxito”.
Inmediatamente después, señala que “con el big data han encontrado la pastilla que dar a cada elector para que piensen como ellos quieran que piensen”. En este trilema entre superar formas estatales caducas, impugnar las que se presentan como nuevas y llevarlas a la realidad política de la izquierda se encuentra la oportunidad de acción revolucionaria.
Contrastemos, por ello, estas afirmaciones con algunos datos simbólicos de un Ayuntamiento que estaba llamado a recuperar mucho más peso en los asuntos de la vida política de los ciudadanos: el mayor receptor de publicidad institucional de Madrid en 2017 fue Facebook, con 526.000 euros recibidos, seguido de Instagram, en propiedad de la misma empresa, que recibió 124.000 euros, y también YouTube, precisamente de Google, quien recibió 102.000 euros. Además de que la presentación de la candidatura para revalidar este Gobierno, Más Madrid, se llevo a cabo a través de Facebook Live, también es irónico el hecho de que haya adoptado la forma de una start-up al puro estilo Macron, pues nos habla de cómo la izquierda trata de gobernar: convirtiéndose en una plataforma que en cuatro años de mandato solo sirva para avanzar en los intereses de los grandes capitales que suele haber detrás de las compañías tecnologías, en el caso de Madrid: SoftBank (principal inversor de Uber), BBVA (operación Chamartin) o Blackstone (gran propietario inmobilario en España). Otro detalle con un fuerte carácter expresivo sobre la gobernanza: el mismo domingo que Vox conseguía 12 diputados en las elecciones andaluzas, Manuela Carmena iniciaba su andadura en Instagram con una foto preparando magdalenas.
En efecto, entender que la legitimidad política perdida por los Estados coincide con las oportunidades que ofrecen los entornos urbanos implicaría que Monedero pensara en cómo llevarlo a la vida política. Y esto significaría pensar menos en cómo la construcción de la identidad política tiene lugar a través del lenguaje para plantear un antagonismo contra el poder existente, y apelar directamente a quien lo ostenta. Llevado lo simbólico a un plano material, la cuestión que debería afrontarse es que la infraestructura detrás del funcionamiento de las redes sociales está vinculada con las prácticas comerciales de las empresas de tecnología y que la facilidad gracias a la que los movimientos sociales han difundo sus mensajes a costo bajo durante los últimos años tiene un coste que ahora toca pagar. Esta cuestión, por cierto, es poco clara en su prólogo para La política por otros medios (Catarata), de Juanma del Olmo, un ejemplo reciente de cómo los mantras en torno a las redes sociales han sido integrados por los supuestos maestros de comunicación de la izquierda.
Entender esta cuestión es la única forma de organizar cadenas culturales o de conocimiento subversivas con el statu quo a fin de avanzar en lo que Monedero denomina “el triunfo general de la fracción financiera del capital sobre cualquier otro ámbito capitalista determina el equilibrio interno del Estado, de manera que el gasto social, las infraestructuras, el fomento del empleo, el apoyo a la economía social son dejadas de lado frente a la prioridad dada al capital financiero en forma de pago de duda, privatizaciones y recortes”.
Por supuesto, para que ello tenga lugar, también hubiera que impugnar esos eventos que organiza el Ayuntamiento de Madrid sobre “vivienda flexible” o “Smart Cities” junto a fundaciones vinculadas a fondos de inversión, y todo lo que hay detrás. Y afirmase que, de manera creativa (con la VR de Facebook), Carmena abre la ciudad a los grandes capitales. De lo contrario, aquella afirmación de Monedero se verá desnuda: “Si cada vez más gente no es rentable ni como productora ni como consumidora, solo queda morirse en el anonimato o inventar una realidad virtual”.
Es cierto que, a este respecto, Monedero expresa que “la ciudadania tiene que controlar sus propios datos. De lo contrario, las empresas, que a su vez controlarán los Estados, nos tendrán encadenados por la propia información que les hemos dado”. ¿Pero en algún lugar se explica por qué, por ejemplo, el Ayuntamiento de Madrid comparte sus datos con Waze, una empresa de Google, para “mejorar” la movilidad de las ciudades? ¡Eso sí que es “un desperdicio de la experiencia”, “hablar en neoliberal”, “pensar en neoliberal” y “sentir en neoliberal” o recuperar a Tony Blair y Felipe González, pero llevando su agenda a la era digital!
Estamos ante las puertas de graves dislocaciones sociales y control privado de las ciudades mediante plataformas tecnológicas como Google como para que cuestiones como esta no tengan la importancia que requieren.
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El Ayuntamiento abre la puerta a Google para privatizar la gestión de datos de tráfico de Madrid
Un convenio entre el Ayuntamiento y la empresa Carto DB permitirá gestionar a Google, a través de su proyecto Waze Connected Cities, los datos de tráfico en la ciudad.
Lejos de pensar el lector que la crítica al libro de Monedero busca solamente desacreditar el programa de Carmena, (o de Luis Cueto, pues no se conoce dónde empieza una y comienza el otro), se trata de señalar que el problema de la izquierda es la diferencia entre las soflamas retóricas, la práctica organizativa en esta era digital y la negativa a asumir dosis más altas de conflicto en la lucha por los recursos económicos del siglo XXI. Ello es lo que permite al autor del libro citado afirmar que “la propiedad de los datos es tan importante para la izquierda como lo fue la propiedad del trabajo en el siglo XXI” o “que los nuevos comuneros no asaltan los cielos, sino los algoritmos alojados en la nube” sin ofrecer un solo planteamiento alternativo sobre el rol del Estado en una era marcada por las ciudades, o cuál es la política industrial a seguir para que, en efecto, “el Estado no devore a la izquierda”.
No cabe duda de que es tiempo de organizar a los movimientos y a la sociedad civil en torno a la lucha por la transformación de las condiciones materiales, las cuales son determinadas cada vez más por la cínicamente llamada digitalización. En esta dirección, las izquierdas, en tiempos de big data, para vencer a la derecha, deben entender la necesidad de una soberanía digital, y esa es palabra tan en boga no se asoma en ningún punto del libro. Tal vez, lo más cercano sea lo siguiente: “El mejor acto de periodismo del siglo XXI ha sido Wikileaks. Contra el big data mercantil es obligatorio hacer pública las estrategias del poder y crear un big data social. La izquierda no puede tener futuro si no asalta el algoritmo”. Más bien, asaltar el software, hardware, los sensores o cualquier otra tecnología que compone la infraestructura social, otorgando a los datos el sentido de bien común y diseñando formas democráticas de acceso alejadas de los gigantes estadounidenses o chinos. ¿Qué mejor punto de partida para comenzar que las ciudades?
Y después, una vez conquistado el todo, alcanzado el control sobre nuestras vidas —que significa despojarnos de las ataduras digitales que intermedian a cada segundo de esta— pensar en cómo construir instituciones colectivas y sociales. En este sentido, Monedero propone certeramente una renta básica universal incondicionada como “garantía material del derecho humano a una existencia digna” con cuatro requisitos y cinco exigencias para que el modelo financiación lo que ya se financia actualmente (sanidad, educación… y todas las partidas del gasto público).
Teniendo en cuenta que Deep Mind, una empresa británica de inteligencia artificial de Google, ya posee algoritmos de aprendizaje atemático para realizar predicciones en materia de salud pública, también podrían expropiarse directamente estas plataformas a fin de servir al bien público. Y dado que la inteligencia artificial ha sustituido las tareas algorítmicos más corrientes, ¿por qué este salario básico no puede financiarse gracias al desarrollo de las maquinas y la inteligencia artificial a fin de pensar en trabajos más creativos, y no meramente orientados hacia el mercado laboral en una economía de servicios que se ceba con las clase bajas?
Existen muchas alternativas que imaginar y llevar a la práctica en este presente histórico, cargado de tiempo ahora, para que este sistema en crisis se derribe como un castillo de naipes. La izquierda debe diseñar sus explosivos de manera inteligente, y hacerlo cuanto antes. Al menos, el libro de Monedero es una pequeña contribución a ese camino, pero no es suficiente.
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Es posible que se hable de lo global que nos esconden en vez de mirarnos al ombligo??
Por qué nadie conoce pues no se habla de -somos cómplices de esconder- la "mano que mece la cuna" y los que mueven los hilos. https://www.youtube.com/watch?v=7OmFDherE4Q&list=PL4M_uGwiTA5Mg5RqHIBu6odWgUkVbtoSV
https://www.youtube.com/watch?v=YmjmbdVa6O0&index=2&list=PL4M_uGwiTA5Mg5RqHIBu6odWgUkVbtoSV
https://www.youtube.com/watch?v=d2Y8zR6Qo5I&list=PL4M_uGwiTA5Mg5RqHIBu6odWgUkVbtoSV&index=3
https://www.youtube.com/watch?v=4rb4DsvMlA4&index=4&list=PL4M_uGwiTA5Mg5RqHIBu6odWgUkVbtoSV
https://www.youtube.com/watch?v=BfA0UGeTrf0&list=PL4M_uGwiTA5Mg5RqHIBu6odWgUkVbtoSV&index=5
Quien no sabe explicar las causas de fondo de las cosas, lo explica todo con conspiraciones judeomasonicas...
¿Y cuáles son las causas de fondo? Sino unos mecanismos construidos para el robo y latrocinio a gran escala... Sino otras que el empecinamiento imperial colonial en el monopolio mundial de las multinacionales que no tiene contrapeso... sino las masas sociales... y que se explica muy bien en los videos de arriba... que surgió en la Perversión de la fundación de la Reserva Federal Americana... y tras la 2ª Guerra Mundial se internacionalizó con Breton Woods como vacuna para evitar la Descolonización Real del Planeta... que se ha ido pervirtiendo...y que consigue ir tejiendo sus telas de araña, en una perfecta red muy poco democrática... que perpetúa e intensifica el hambre en el mundo... mecanismo que son una mera rémora a gran escala copiada del sistema de vasallaje feudal... Hay que leer a Brzinsky o a Kissinger, o Huntington recomendando una 3ª Guerra Mundial (y cuantas sean necesarias cada 40 años para que Europa-Rusia y China se vayan exterminando mutuamente para que resurja de nuevo el poder de los EEUU como lo hizo tras las Guerras Muniales del siglo XX, y sobre el New World Order de esclavitud feudal a las multinacionales y trasgénicos que nos vaticinan...Sí: son preocupantes las causas de fondo "que permitamos que se diluya de esta manera la democracia y se nos controle de forma más exagerada que la de "el Gran Hermano" de Orwellº... si no nos quieren silenciosamente embobar, embadurnándolo todo de "Un mundo feliz" Huxleyniano....
Para ver las causas de fondo, lo primero que hay que hacer es estudiar cada cosa detenidamente, y no embarrar miles de cosas diferentes en la empanada mental esa que tienes...
El capitalismo tiene su propia lógica, y la colonizacion y la conspiración no juegan el papel preponderante en esa lógica hoy día. La principal contradicción de este sistema es capital-trabajo, y no países del norte-países del sur.
Para entender todo esto, yo recomiendo mucho a Rolando Astarita, que vuelve a formular y explicar los principios básicos del marxismo, para evitar caer en todo tipo de ideas supersticiosas y conspiratorias.
La guerra por el control de los recursos del planeta y el colonialismo claro que juegan un papel preponderante, así como la tendencia hacia la especilaización de una élite financiera del capital y otra clase subalterna del trabajo cada vez más esclava, a imagen de los mundos de la luz y el submundo subterráneo que HGWells vislumbraba en para el negro futuro del planeta en su "La máquina del tiempo". Y es que la realidad supera la ficción. No veo más argumentos que las "empanadas" y las "croquetas". Para vislumbrar y analizar las cosas hay que verlas con perspectiva
No hay países gobernando otros países... hay capitales gobernando a todos los países. De diferentes formas eso si, pero el capitalismo no necesita ya del saqueo colonial... ahora simplemente el imperialismo lo que hace es favorecer gobiernos que favorezcan al capital, pero esos gobiernos son nacionales, no extranjeros, ni coloniales ni semicoloniales. El discurso nacionalista de algunas izquierdas de Sudamérica, es solo eso, nacionalismo burgués de izquierdas.
Dicho de otra forma, quien explota a los trabajadores latinoamericanos, es el propio capital latinoamericano, y también el capital global, que a su vez explota también a los del primer mundo. Ya no se trata casi nunca de un país explotando a otro... es el capital explotando al trabajo en todo el globo, eso si de diferentes formas según donde se encuentra. Le recomiendo leer a Astarita.
Claro que sí... el estado nos va a ceder parcelas de poder y autonomía tranquilamente... ya sabemos todos que el capital y sus estados son muy proclives a ceder poder...
En la superación del capitalismo y el estatismo no hay atajos, o se hace la revolución, se acaba con los estados y se socializa toda la economía, incluida la digital, o se ponen parches que no duraran ni hasta la próxima crisis.
¿Qué papel pueden tener los datos en el proceso de colapso vigente?
La negación del cambio climático y el colapso que nos está haciendo sufrir es patrimonio de la OPEP y la extrema derecha.
De acuerdo, el capitalismo esta generando mucho sufrimiento, pero los límites físicos del planeta le coloca ante su principal contradicción: el crecimiento infinito para mantener el neoliberalismo.
Estamos asistiendo al fin de ciclo del capitalismo. La lastima, es que este colapso tiene toda la pinta que lo va a gestionar la extrema derecha porque la inmigración climática (el exodo de pobres masivo por la sequía) es un efecto que necesita esta extrema derecha para acceder al poder. Por eso niega Trump el cambio climático, lo necesita para tener su frontera Sur atestada.
Y mientras, la izquierda dividida entre quienes quieren mantener el capitalismo y quienes sueñan con aniquilarlo.
Y mientras, el colapso vigente impone su ley.
No hay un proceso de colapso vigente... (al menos no a corto o medio plazo) esa es una fantasía con la que lleva la izquierda desde hace siglos, pero el capitalismo goza hoy de más hegemonía que nunca, y ha demostrado ser capaz de reponerse muchas veces.
Es crecientemente contradictorio y sufre ciclos terribles, y por eso siempre da la impresión de que va a desmoronarse, pero lo cierto es que es la sociedad la que debe tirarlo, cuando esas contradicciones sean cada vez mayores.