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Tribuna
No solo queremos politizar la universidad, queremos revolucionarla
El pasado martes 24 de enero pudimos ver un espectáculo dantesco en la Complutense: el de una universidad puesta patas arriba para entregar un premio otorgado a dedazo a una política que es la encarnación del trumpismo en este país, la presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso.
Por eso, centenares de estudiantes, docentes, trabajadores de la universidad y sanitarios participamos en una protesta organizada por Contracorriente, Pan y Rosas, CGT, MATS y otros sindicatos y agrupaciones estudiantiles. Para decir que en nuestro nombre no se iba a blanquear la imagen de una señora reconocida por sus políticas neoliberales que favorecen a sus amigos empresarios y grandes fortunas.
La respuesta del rector de la UCM, Joaquín Goyache, fue la de militarizar el campus de Ciudad Universitaria con un enorme dispositivo policial proporcionado por la Delegación del Gobierno y el Ministro de Interior Marlaska. Varios controles policiales imposibilitaban el acceso a toda persona que no tuviera el carné de la facultad. Muchos estudiantes —y algún profesor— se quedaron sin poder ir a clase ese día.
Los campus están tomados por una casta de rectores y decanos unidos por todo tipo de lazos políticos, económicos y hasta personales a los políticos del régimen, a las órdenes religiosas católicas y a los grandes empresarios
En realidad, no se le negó el acceso a todos, pues varios militantes de las Nuevas Generaciones del Partido Popular —la mayoría no pertenecientes a la universidad y ninguno de la facultad— pudieron entrar sin problemas al acto invitados por la Comunidad de Madrid para que la presidenta pudiera mostrar algún apoyo. ¿Cómo no la van a apoyar si es su presidenta, la que les concede “paguitas” y becas aunque la renta de sus papis supere los 100.000 euros anuales?
A pesar de los controles y de la actitud amenazante de los niñatos del PP, un numeroso grupo de estudiantes de la Facultad de Ciencias de la Información, que lograron acceder a las instalaciones, recibió entre abucheos y gritos a la presidenta. Mención especial merece la estudiante Elisa María Lozano, que aprovechó el tiempo de su discurso para criticar el galardón a Ayuso y reivindicar a las que protestábamos fuera bajo el frío.
Estos son los hechos de aquel día. El rector Goyache y la Comunidad de Madrid —con la colaboración inestimable del supuesto Gobierno “progresista” de PSOE-UP— blindaron la universidad para imponer el nombramiento de Ayuso como “alumni ilustre” y que este acto transcurriera en un clima de aparente normalidad. No les salió como pretendían. Por ello a esta legitima protesta le siguió una campaña de criminalización y demonización por parte del rector y las autoridades universitarias, de los políticos del régimen, de sus tertulianos y periodistas a sueldo.
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Dicen que la Complutense está tomada por la “extrema izquierda”, nos culpan de politizar la universidad, claman por libertad y democracia y se rasgan las vestiduras por los gritos de “asesina” a Ayuso. Pero la democracia que defienden es la del rector decidiendo a dedo y a espaldas de la comunidad universitaria, sin ningún debate y haciendo caso omiso a todas las críticas al respecto. Libertad solo para que Ayuso haga de la Complutense su nuevo escenario de campaña, rodeada de policía, limitando la entrada a las trabajadoras y estudiantes que formamos parte de la universidad todos los días.
Seguiremos luchando hasta terminar con este modelo neoliberal de universidad-empresa. Hasta tumbar todas las leyes que han contribuido a darle forma en las últimas décadas
Ayuso no será una asesina en el sentido literal del término, pero es un hecho que su gestión de las residencias durante la pandemia y sus recortes en sanidad han supuesto miles de víctimas mortales. Y es que hay “políticas públicas” que matan más que las armas de fuego. Ayuso no ha dejado ni por un momento de favorecer la educación privada en detrimento de la pública. Ha intentado por todos los medios evitar bajar las tasas para matricularse en la universidad. Ha insultado a una juventud que solo conoce crisis y precariedad diciendo que lo tenemos todo y que “nos falta cultura del esfuerzo”. Por eso los estudiantes no la queremos y lo expresamos aquel día de la única forma que pudimos: protestando.
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Seguiremos luchando y politizando la universidad, porque el premio de Ayuso no es más que la punta del iceberg de este sistema universitario podrido. Los campus no están tomados por la ultraizquierda sino por una casta de rectores y decanos unidos por todo tipo de lazos políticos, económicos y hasta personales a los políticos del régimen, a las órdenes religiosas católicas y a los grandes empresarios. No hay más que ver las empresas que forman parte de los Consejos Sociales Universitarios: El Corte Inglés, COPE, Telefónica, Repsol, BBVA… Esos votan todos los días y ponen la educación y la investigación al servicio de sus intereses políticos.
Seguiremos luchando por una universidad completamente pública y gratuita, para que vuelvan a las clases las decenas de miles de estudiantes, hijos e hijas de la clase trabajadora, expulsados por no poder pagar las matrículas
Seguiremos luchando hasta terminar con este modelo neoliberal de universidad-empresa. Hasta tumbar todas las leyes que han contribuido a darle forma en las últimas décadas, empezando por la última reforma universitaria de los “progresistas” Castells-Subirats. Lucharemos para que la universidad rompa todos sus vínculos con el Ministerio de Defensa y continúe alimentando la industria de la guerra.
Seguiremos luchando por una universidad completamente pública y gratuita, para que vuelvan a las clases las decenas de miles de estudiantes, hijos e hijas de la clase trabajadora, expulsados por no poder pagar las matrículas. Seguiremos luchando por democratizar la universidad, para destronar a las camarillas de la casta universitaria que la han subordinado a la agenda de las políticas neoliberales, ya vengan de la derecha o del “progresismo”.
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Sí, queremos politizar la universidad. Aún más, queremos revolucionarla, para poner todo el conocimiento y toda la producción científica al servicio de los intereses de las y los explotados y los oprimidos, no de los beneficios empresariales. Para terminar con la precariedad laboral, con la destrucción de la sanidad pública, para enfrentar la crisis ambiental… Esa es la universidad por la que luchamos y seguiremos luchando.