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Análisis
Debate electoral en Extremadura: sin pactos no habrá gobierno
Con la campaña electoral ya casi en su ecuador, instalada en Extremadura una calma chicha donde poco parece moverse, todo termina por rotar sobre encuestas que puedan aventurar algún tipo de cambio de escenario. El debate de ayer en Canal Extremadura, con diez candidaturas tomando la palabra (solo dos de ellas lideradas por mujeres, quede ahí el dato significativo, y del que denunciaron su exclusión las formaciones Somos Cáceres y Cáceres Viva), tampoco introdujo factor alguno que parezca poder modificar lo que los números viene anunciando.
Las últimas proyecciones de voto publicadas persisten en idénticos pronósticos: victoria del PSOE sin mayoría absoluta, incremento insuficiente del PP, entrada de Vox y mantenimiento o ligero incremento [...] de Unidas por Extremadura
Si, al principio, estos parecían dar la oportunidad a un gobierno del PP con Vox, las últimas proyecciones de voto publicadas persisten en idénticos pronósticos: victoria del PSOE sin mayoría absoluta, incremento insuficiente del PP, entrada de Vox y mantenimiento o ligero incremento (la Ley D´Hont, sus perversiones y virtudes tienen siempre la última palabra) de Unidas por Extremadura que tendría, sin ningún genero de dudas, la llave de un gobierno que parece que, necesariamente, habrá de ser de coalición. A Ciudadanos no se le espera por el edificio de la Asamblea de Extremadura y el resto de opciones regionalistas o de corte populista lo tiene más que complicado para alcanzar el imprescindible 5%. 65 puestos son los que se disputan en el parlamento regional el 28 de mayo, y la mayoría absoluta se encuentra, por tanto, en el listón de los 33. Guillermo Fernández Vara y su PSOE disponen, ahora, de 34.
Vox, en modo franquicia
Todo señala que Vox accederá por primera vez al parlamento regional, del que quedó fuera en 2019 por unas décimas que nunca olvidarán y que condenó a cuatro años de ostracismo a una fuerza de obediencia ciega a los discursos, parámetros de debate e ideas fuerza llegados desde Madrid. Su lógica opera siempre en “clave nacional” y, a falta de representación o altavoz regional, se disparan sus demonios internos y termina todo como en esta legislatura, con una organización autonómica virtualmente inexistente y alojada en el conflicto permanente (el caso de sus ediles de Badajoz y Cáceres es paradigmático: ninguno llegó a permanecer en la organización ni la mitad de su ejercicio como concejales).
Vox
Vox en Extremadura: ¿de la franquicia desquiciada al gobierno?
Su candidato, Ángel Pelayo Gordillo, nombrado desde el Comité Ejecutivo Nacional, aséptico y dócil concejal en Mérida desde 2019 —años antes, miembro del equipo de gobierno del PP en la capital extremeña con Pedro Acedo— no tuvo su día en el debate televisivo y apeló una y otra vez a generalidades. Algo, esto último, nada difícil porque, como le fue recordado ayer por los medios que lo interpelaron, su programa autonómico y local es el mismo desde Finisterre a Cabo de Gata (a salvo de leves adaptaciones para, por ejemplo, no proponer sanear las playas de Almendralejo). Nada de lo que diga le aportará ni le restará porque su partida se juega en un tablero en el que no tiene voz pero que necesita su voto.
Los pronósticos otorgan a la extrema derecha entre cinco y siete escaños que pueden serlo todo o, finalmente, no servir para absolutamente nada
Su electorado es fiel, subirá (aunque lejos de las cifras barajadas hace no tanto tiempo) y presentará como victoria lo que salga. Si la carambola final le ofreciera tener la llave de gobierno apoyando al Partido Popular, pocos dudan —el propio Pelayo Gordillo fue claro al respecto— de que exigirá puestos de gobierno, de la naturaleza que sean. Y es que, como dijo frente a las cámaras, la llegada del comunismo al gobierno de Extremadura sería una catástrofe para la región. Los pronósticos otorgan a la extrema derecha entre cinco y siete escaños que pueden serlo todo o, finalmente, no servir para absolutamente nada.
PP, María Guardiola y el día después
El Partido Popular presenta, tras la larga era de liderazgo de Monago (candidato en tres ocasiones y presidente entre 2011 y 2015), a su nueva líder, María Guardiola, antigua concejala en Cáceres y apuesta del aparato de Feijoo en la región. Diferentes encuestas la colocan con entre 24 y 27 escaños, incrementando los actuales 20 pero muy, muy lejos de una deseada mayoría absoluta.
Su llegada ha estado jalonada de conflictos con parte de sus agrupaciones locales, de donde ha ido desalojando a viejas guardias y que, en algunos casos, como Navalmoral de la Mata, han acabado judicializándose. En Mérida impuso una candidata (Fátima Mulero) que tuvo que retirar a la semana, colocando entonces al futbolista y entrenador del equipo local de fútbol, Santi Amaro, por encima de quien todo el mundo esperaba ver designado, Miguel Valdés, que finalmente abandonó el partido y montó otra candidatura (XMérida). En Badajoz, el sacrificado fue Antonio Cavacasillas y el agraciado —algo que era más que esperado— el tránsfuga alcalde de Ciudadanos, Ignacio Gragera. Olivenza, Medellín, Jerez de los Caballeros o Villafranca de los Barros también han tenido su cuota de tensión con la nueva dirección.
Partido Popular
Un PP de Extremadura en convulsión se desangra en Mérida
En la sombra, Fernando Pizarro, alcalde eterno de Plasencia e igualmente eterno candidato a asumir el liderazgo de los populares en la región. Y en otra sombra, con todo preparado para el día después, el PP extremeño “de toda la vida”, no demasiado satisfecho con una candidata que abiertamente se declara a favor del aborto o de los derechos del colectivo LGTBI y a la que en el debate televisado fue imposible arrancarle un explícito sí a un gobierno de la mano de Vox. Esa búsqueda de un electorado más centrista podrá ser mejor o peor entendido entre sus bases, pero, de no obtener unos resultados magníficos, puede regalarle unos próximos cuatro años con más que severas tensiones internas.
En cuestiones programáticas, nada nuevo en relación a la política que, en el terreno de los hechos, ha venido desarrollando el propio PSOE en la región, más allá de electoralistas llamados a bajadas de impuestos y comparaciones con comunidades gobernadas por el PP, como la andaluza.
Unidas por Extremadura. Gobernar, gobernar, gobernar
Aprendida, según las propias palabras de su candidata, Irene de Miguel, la lección de hace ocho años, su apuesta es clara: gobernar en coalición con el PSOE. Si en aquel entonces virtualmente se entregó sin contraprestaciones el gobierno de la comunidad a Fernández Vara, ahora la cuestión se plantea en otros términos bien distintos.
Unidas por Extremadura (Podemos, IU y Alianza Verde) han dejado bien claro desde el minuto uno de la precampaña —que para De Miguel ha sido larguísima—, que no contemplan otra opción que replicar a nivel regional la fórmula ya ensayada en el plano estatal. De ahí las apelaciones permanentes a los logros del gobierno en coalición: subida de las pensiones, del SMI, ley de vivienda... Si en las dos anteriores legislaturas el mensaje no quedaba claro, ahora si aparece la confluencia anclada de forma férrea a ese leit motiv del cogobierno para, de nuevo en palabras de Irene de Miguel en el debate de anoche, “hacer cumplir al PSOE su programa”.
Elecciones autonómicas
Autonómicas Extremadura Irene de Miguel: “Si el PSOE necesita de nuestro apoyo, no le va a salir gratis como hace ocho años”
Los riesgos de esta estrategia son evidentes, pero irreprochable la claridad con la que, en todo momento, esta es expresada. Y la claridad en unas elecciones lo es todo, fundamentalmente cuando las cifras no te dan opción a acceder a tareas de gobierno de otro modo que no sea apoyando opciones más votadas. Un abanico de entre cuatro a siete puestos se pronostican para Unidas por Extremadura, lo que le darían números y argumentos para obtener más de alguna consejería con un PSOE “dispuesto a escuchar y dialogar” (palabras de Fernández Vara en el debate).
La duda está en el día después, una vez más, con un Podemos regional pacificado pero exhausto de fuerzas tras la etapa de Álvaro Jaén a su frente, con demasiados pocos cuadros y completamente dependiente del capital simbólico de una candidata cada vez más reconocida y venida arriba, omnipresente, y a la que Iván redondo calificó como “diamante en bruto” y “futura vicepresidenta”.
En IU, la otra pata del artefacto, las espadas siguen sin envainarse. Tras la elección como coordinador regional de Joaquín Macías por el 54,6% de los votos (frente a la alcaldesa de Acedera, Nadia Ruiz, con el 44,2%), los disensos con algunas agrupaciones locales (el caso de Mérida es uno de los más relevantes) no pronostican un camino fácil a la interna para “vender” un gobierno de la mano del PSOE.
Si en las dos anteriores legislaturas el mensaje no quedaba claro, ahora si aparece la confluencia anclada de forma férrea a ese leit motiv del cogobierno para, de nuevo en palabras de Irene de Miguel en el debate de anoche, “hacer cumplir al PSOE su programa”
Tampoco la organización es lo que un día fuera, todavía sin reponer de la etapa de Pedro Escobar gestionando la abstención en la investidura de Monago y propiciando la legislatura de gobierno del PP. Sirva como ejemplo de todo lo expuesto que en la votación interna para la elección de sus candidatos en las elecciones que se avecinan hubiera solo 458 inscritos con derecho al voto, de los que 127 se abstuvieron (27,73%), 177 votaron a Macías (53,5%) y 152 a Sandra Blanco, con dos papeletas en blanco.
En cualquier caso, no son malos los pronósticos para Unidas por Extremadura, que esta vez concurre sin Extremeños, organización también convulsa en los últimos dos años y que ha buscado acomodo en Levanta Extremadura junto a otras fuerzas regionalistas.
El PSOE, quieto en su sitio
Con un liderazgo más que sólido, indiscutible, y con un tono de campaña conciliador y tranquilo, rehuyendo toda bronca y, sobre todo, la confrontación a dos con María Guardiola (que le daría a esta y al PP el oxígeno que necesita para hacerse ver como alternativa), el presidente sigue con su discurso de alabanzas al imaginario de una Extremadura circular, verde, digital, granero de innovación y de empleo futuro.
Las apelaciones a las posibilidades de la región son una constante, en una estrategia de presentar como logros propios proyectos “a lo grande”, magnéticos para los titulares y con tirón electoral. Megafactorías en Navalmoral y Badajoz, litio fluyendo como ríos desde Cáceres para ser punta de lanza de la descarbonización y el coche eléctrico de toda Europa, regadíos, regadíos y más regadíos en Badajoz... Una Extremadura “que ilusiona”, un “polo de atracción” que reivindica —ya era hora, faltaría más— su papel en la historia y reclama su hueco en el futuro. Excelencia, innovación o revolución tecnológica forman ya parte imprescindible del diccionario socialista en campaña (la suya también ha sido muy larga).
Política
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En el terreno de lo real, y de acuerdo a las opiniones de no pocos movimientos ciudadanos, manos libres para la inversión multinacional y puesta en alquiler del territorio a precio de saldo para el extractivismo minero o energético.
Esta vez, ese modelo de gestión se tendrá que enfrentar a la realidad de los pronósticos, que hablan de una pérdida de la mayoría absoluta (se le atribuyen en torno a 29 escaños) que obligará, sí o sí, a un entendimiento con Unidas por Extremadura para gobernar en coalición y alcanzar esos deseados 33 puestos en la Asamblea.
Los pronósticos, hablan de una pérdida de la mayoría absoluta (se le atribuyen en torno a 29 escaños) que obligará, sí o sí, a un entendimiento con Unidas por Extremadura para gobernar en coalición
Hasta qué punto y bajo qué parámetros y diques de contención (también internos, que el PSOE extremeño es un régimen y tiene demasiados intereses y familias) vaya a salir adelante la fórmula, es una incógnita, pero Vara fue ayer muy claro hablando de escucha y diálogo, o sea que la puerta a cogobernar con Unidas por Extremadura está abierta. En realidad, ya habría empezado a abrirse cuando negoció de verdad, aún disponiendo del rodillo de la mayoría absoluta, los últimos presupuestos (¿a la luz de alguna encuesta?).
Más allá de palabras instaladas en la retórica declarativa, pocos anuncios relevantes del partido en el gobierno en relación a problemas claves de Extremadura como el desempleo y la desigualdad. Para el campo y su crisis estructural, fundamental en una región donde el sector primario y el medio rural lo son todo, ni un pie fuera de la línea recta que marca la agroindustria. No faltó ayer, eso sí, la inevitable defensa de la caza.
El resto, entre la esperanza, la resignación y la persistencia
En las afueras del territorio de los que tienen fija su entrada a la Asamblea, encontramos un puñado de fuerzas de las que dos requieren especial atención. Una de ellas, Ciudadanos, a la que se da por amortizada (de nuevo, el efecto franquicia) y a la que ninguna proyección señala con posibilidades de renovar ni uno solo de sus siete actuales escaños, centra el interés básicamente en torno a una crucial pregunta: ¿dónde irán a parar sus votantes? Que contribuirán a una recomposición de la derecha, casi nadie lo pone en duda.
La otra opción, esta con alguna posibilidad remota de alcanzar representación de acuerdo con últimos sondeos, es Juntos por Extremadura, liderada por el mediático cocinero Antonio Granero (de esa guisa fue vestido al debate a diez) y que incluye entre sus filas algunos auténticos problemas andantes como Joaquín Parra, dueño que fue del Badajoz, encarcelado por corrupción en su día y para el que el juez pide 15 años de prisión. Un experimento populista que, a la vista de como está el panorama político, puede acabar con escaño o como el rosario de la aurora.
Levanta Extremadura, que aglutina a Extremeños (el salto de este partido desde Unidas por Extremadura a la convergencia con sectores de derecha bajo el liderazgo de Estanislao Martín es digno de reflexión), Extremadura Unida, Cacereños x Cáceres y Plasencia con Vida, no se espera tampoco que obtenga representación.
Ciudadanos, a la que se da por amortizada (de nuevo, el efecto franquicia) y a la que ninguna proyección señala con posibilidades de renovar ni uno solo de sus siete actuales escaños, centra el interés básicamente en torno a una crucial pregunta: ¿dónde irán a parar sus votantes?
En el área regionalista también quedaría fuera Extremeñistas, formación de nuevo cuño y claramente progresista que pugna por abrirse un hueco en ese difícil panorama.
Una Extremadura Digna, que agrupa a sectores de izquierda ya por completo fuera de la órbita de Podemos, tampoco tendría ningún escaño, aunque es de remarcar que su candidato, Ricardo Caro, supo estar en el debate electoral a la altura.
Cáceres Viva (que presenta a Montaña Cáceres, histórica de la oposición a la mina de litio de Valdeflores como cabeza de lista) y Somos Cáceres no aparecen en ninguna quiniela con posibilidad de acceder a la Asamblea, aunque la primera de ellas sí podría optar a alguna concejalía en la capital cacereña.
Diez días quedan de campaña también en este suroeste y, a salvo de sorpresas que parece que tendrían que venir de fuera, poco parece que pueda modificarse de esta foto fija. Las miradas están más que concentradas en la acumulación de fuerzas (que al final son los argumentos cuando se forman gobiernos), ante una etapa donde las negociaciones se antojan imperativas. Todo eso, claro está, salvo que Fernández Vara dé la campanada (ojo que el PSOE es mucho PSOE) o el PP se lance a tumba abierta a embarrar la campaña a nivel estatal y contagie con su inercia algunos territorios. Que ayer aparecieran en el debate extremeño ETA o la llegada del comunismo a la dehesa puede indicar por dónde podrían ir los (metafóricos) tiros.
Y el 29, por debajo, por delante, por arriba y por detrás del duro teatro de los pactos, habrá que empezar a volver a hablar de desempleo, de mujer y pobreza, de desigualdad, de modelo agrario, de expolio energético y de recursos, de crisis climática y de extractivismo.
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