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Análisis
El independentismo se reorganiza, pero ¿sigue siendo independentista?
Éste ha sido un otoño de reflexión para los partidos independentistas. El Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC) ha cumplido los primeros cien días de gobierno sin sobresaltos. En parte, gracias a la táctica del salami empleada por los “socialistas” catalanes para evitar suscitar una reacción del resto de partidos, y, en particular, de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), con la que suscribió el acuerdo de investidura de Salvador Illa y de la que depende para la estabilidad de su ejecutivo. El PSC de Illa ha aplicado esta táctica con éxito en la destitución de algunos delegados del gobierno catalán en el exterior que no encajaban con los planes del consejero Jaume Duch de subordinar el departamento que encabeza al Ministerio de Exteriores o en el desmantelamiento paulatino de la Oficina del Plan Piloto para Implementar la Renta Básica Universal.
Pero en no poca medida la situación relativamente cómoda del PSC se debe también a la desorganización del bloque independentista, cuyos problemas venían incubándose desde hacía largo tiempo, pero que se manifestaron en toda su extensión después de los malos resultados en las elecciones autonómicas de mayo, lo que ha obligado a los partidos que lo forman a replantearse su orientación estratégica y su política de alianzas.
Junts, ¿hacia el neopujolismo?
El primero de los dos grandes partidos independentistas en celebrar su congreso fue Junts. El cambio más sonado de este congreso, celebrado en Calella, fue el descabalamiento de Laura Borràs de la presidencia del partido. Borràs –que ahora pasa a dirigir la fundación de Junts, FunDem– ha sido sustituida por Carles Puigdemont, cuya candidatura recibió el 90% de los votos de la militancia. Jordi Turull seguirá como secretario general de la formación.
Artur Mas, que, cuando se produjo la ruptura entre Junts y el actualmente disuelto PDeCAT se alineó con este último, ha llegado a afirmar que desea afiliarse a Junts con Jordi Pujol
La presidencia de Puigdemont no se ha traducido, al menos hasta la fecha, en un retorno a las posiciones rupturistas a las que se asocia su figura. Al contrario, en Junts ha ganado peso la idea de abandonar la imagen de transversalidad —son muestra de ello no solo lo sucedido con Borràs, sino también la caída en desgracia del Consell per la República, salpicado por los escándalos que rodean a la gestión económica de su vicepresidente, Toni Comín— y volver a las posiciones del pujolismo —un espacio político codiciado por varias fuerzas políticas catalanas— en un contexto marcado por el retroceso del independentismo en las urnas y la derechización sociológica del electorado. El expresidente de la Generalitat Artur Mas, que, cuando se produjo la ruptura entre Junts y el actualmente disuelto Partit Demòcrata Europeu Català (PDeCAT) se alineó con este último, ha llegado a afirmar, en declaraciones a TVE, que desea afiliarse a Junts con Jordi Pujol y que estaba en conversaciones con Turull para determinar “cómo y cuándo hacerlo”.
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La historia nunca se repite dos veces y la rehabilitación de la figura de Pujol, que, junto con otros miembros de su familia, se encuentra pendiente de juicio acusado de varios delitos fiscales, no irá acompañada de un retorno íntegro a sus políticas. Cabe recordar que el espacio político de la antigua Convergència Democràtica de Catalunya (CDC) no era históricamente independentista y solo asumió esta bandera ante la doble presión de las protestas sociales contra la política de recortes en servicios públicos esenciales, por una parte (con el argumento de que la soberanía fiscal haría innecesarios los ajustes presupuestarios), y del ascendente movimiento cívico por la independencia, por la otra.
Ante el desinflamiento del mensaje independentista del espacio posconvergente, gana peso el discurso neoliberal y derechista más crudo
Precisamente los continuos cambios de nombre de ese espacio (CDC, PDeCAT, Junts per Catalunya...) son también consecuencia de su voluntad de alejamiento de la práctica autonomista asociada a CDC. No sorprende, por ello, que en el actual contexto de reflujo del apoyo electoral al independentismo, el espacio posconvergente diluya su apuesta por la independencia. No en vano, en un acto de homenaje a Pujol celebrado el pasado 29 de noviembre junto a la plana mayor de la antigua CDC, el expresident recordaba su escepticismo respecto a la viabilidad de la independencia.
Ante el desinflamiento del mensaje independentista del espacio posconvergente, gana peso el discurso neoliberal y derechista más crudo, del que su postura en la cuestión de la vivienda es la expresión más notoria. En esta línea, el pasado 2 de diciembre Turull planteó la posibilidad de anular la declaración como zonas tensionadas habitacionalmente de los municipios en los que esta medida no sea “efectiva” y se mostró partidario de “revisar” —huelga decir que en sentido restrictivo— el concepto de “gran tenedor” de vivienda. La deriva desapoderadamente derechista de Junts es producto tanto de la debilidad de la izquierda como del miedo a Aliança Catalana (AC), que, según la última encuesta del Centre d’Estudis d’Opinió (CEO), aumentaría su representación en el Parlament, lo que ha llevado a Junts a hacer llamamientos a políticas de inmigración más restrictivas.
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ERC: el congreso que acapara toda la atención
Los malos resultados de ERC en las últimas elecciones –en las que perdió 13 diputados y pasó de segunda a tercera fuerza– obligaban a la dirección a convocar un congreso para renovar su dirección (aquejada por escándalos como el de “la B”, una red de propaganda de falsa bandera que actuaba, según la versión oficial, sin el conocimiento de la cúpula del partido) y replantear su política. A pesar de detentar la presidencia de la Generalitat por primera vez desde la Segunda República, ERC no ha convencido a la población ni menos aún ha logrado conquistar la hegemonía en la Cataluña pospujolista. A las primarias concurrieron tres candidaturas, en un clima de enemistad y recelos que recordaba a las tensiones que vivió el partido en 2008-2010, cuando ERC bajó de 21 a 10 diputados.
Las propuestas de Militància Decidim y NEN son indistinguibles, también en lo tocante a la política de alianzas, lo que parece dar la razón a quienes afirman que el conflicto esencial entre ambas candidaturas es de nombres
La primera de ellas era Militància Decidim (MD), encabezada por Oriol Junqueras y con la actual portavoz del grupo municipal en el Ayuntamiento de Barcelona, Elisenda Alamany, como número dos y aspirante a la secretaría general del partido. Esta candidatura, considerada como “continuista” por los medios de comunicación —si bien, y a pesar de la cantidad de caras conocidas que contiene, se presentaba en su página web como la que cuenta con un proyecto “renovador”— ha tenido el apoyo, entre otros, del portavoz de ERC en el Congreso de los Diputados, Gabriel Rufián, la eurodiputada Diana Riba, o el exconsejero de Interior Joan Ignasi Elena. Militància Decidim fue asimismo la candidatura que más avales obtuvo.
La segunda, también en número de avales, Nova Esquerra Nacional (NEN), liderada por el exalcalde de Vilassar de Mar Xavier Godàs, cuenta con el apoyo de figuras destacadas como la actual secretaria general, Marta Rovira, el portavoz de ERC en el Parlament, Josep Maria Jové, o la diputada en el Congreso Teresa Jordà, y en sus actos se han dejado ver el expresidente de la Generalitat Pere Aragonès o la exconsejera de Presidencia Laura Vilagrà. Los medios han presentado a NEN como la candidatura que representa al ala izquierda del partido.
No obstante, las propuestas de Militància Decidim y NEN son indistinguibles, también en lo tocante a la política de alianzas, lo que parece dar la razón a quienes afirman que el conflicto esencial entre ambas candidaturas es de nombres. En ninguna de ellas hay reflexión crítica alguna sobre la trayectoria política del partido durante los últimos doce años, su apoyo parlamentario a CiU durante la X legislatura (2012-2015) y su participación, durante las dos siguientes, en Gobiernos presididos por CDC y el PDeCAT (2015-2017) y Junts (2018-2021). Durante la pasada legislatura, en que ERC ostentó la presidencia del Gobierno, destaca el continuismo con el modelo desarrollista y turistificador, como ilustra la defensa de los frustrados Juegos Olímpicos de Invierno en el Pirineo para 2030, y del proyecto de complejo hotelero y de ocio denominado Hard Rock Entertainment World.
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Especialmente grave fue el enfrentamiento constante de su consejero de Educación y Formación Profesional Josep Gonzàlez i Cambray con la comunidad educativa, sobre todo en lo tocante a la fecha de inicio del curso escolar, que llevó a su relevo en junio de 2023. También ha sido objeto de crítica la inhibición de la Consejería ante la ofensiva judicial contra el sistema escolar con el catalán como lengua vehicular, delegando en las direcciones de los centros educativos la respuesta ante los porcentajes de usos lingüísticos establecidos contra legem por vía judicial.
Tras la salida de Junts del Gobierno, el president Aragonès se dedicó a reclutar como nuevos consejeros a inadaptados políticos como la primera secretaria de Podem Catalunya, Gemma Ubasart (para la cartera de Justicia, Derechos y Memoria), partido que había abandonado en desacuerdo con la campaña de la coalición Catalunya sí que es Pot para las elecciones al Parlament de 2015; el exdiputado en el Congreso del extinto PDeCAT Carles Campuzano (Derechos Sociales), o un auténtico veterano de la política como Joaquim Nadal (Investigación y Universidades), alcalde de Girona entre 1979 y 2002 y titular de Consejerías diversas durante los Gobiernos de Pasqual Maragall y José Montilla, y que abandonó el PSC en 2015. Ello tenía más de maniobra de partido centrista atrapalotodo que de decisión coherente con un perfil propio representativo de un proyecto político claro y definido. Paradójicamente, Godàs ha criticado la “indefinición programática” de la actual dirección de ERC, a pesar de que el máximo responsable de estas decisiones, el president Aragonès, ha mostrado su apoyo a NEN.
Significativamente, más allá de generalidades que podría firmar cualquier partido que se denomine de izquierdas, una cuestión fundamental para la redistribución de la renta como es el impulso de una reforma fiscal progresiva está ausente de las propuestas tanto de Militància Decidim como de NEN. Todo ello contrasta las declamaciones izquierdistas de Gabriel Rufián (alineado con MD) en el Congreso de los Diputados, que, desde luego, no se compadecen con el programa de ninguna de las dos principales candidaturas a la presidencia de ERC ni, aun menos, con la política del partido en Cataluña.
Quedan claras las diferencias de Foc Nou con la dirección actual del partido: el rechazo general a acuerdos con cualquier fuerza que no reconozca el derecho a la autodeterminación catalana
La tercera candidatura, Foc Nou, estaba liderada por Helena Solà y el exconsejero de Asuntos Exteriores Alfred Bosch. Los medios de comunicación presentaron a Foc Nou como la que más énfasis hace en la cuestión nacional —una fotografía de Francesc Macià figura de manera simbólica y destacada en su página web— y beligerante con los acuerdos con el PSC y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE). No obstante, y a pesar de la escasa atención que ha recibido en los medios de comunicación, es esta la candidatura con propuestas más concretas en el ámbito social, con menciones al “derecho a la vivienda digna”, la renta básica universal, la “igualdad transgénero”, el carácter “laico” del “modelo de enseñanza pública”, y a las diferentes soberanías (energética, alimentaria...), un marco conceptual que enlaza el autogobierno político con el de la propia comunidad en los principales ámbitos de la vida social y económica y que hasta muy recientemente solo aparecía en el discurso de la Candidatura d’Unitat Popular (CUP). También es destacable la referencia a una “fiscalidad justa basada en los gravámenes al capital y que no penalice al trabajo”, así como la distinción entre derecho a la propiedad y “acaparamiento” o “abuso”, especialmente pertinente en el actual modelo de capitalismo rentista inmobiliario.
En cualquier caso, por lo menos quedan claras las diferencias de Foc Nou con la dirección actual del partido: el rechazo a los acuerdos con el PSC y el PSOE y, en general, con cualquier fuerza que no reconozca el derecho a la autodeterminación catalana. Los otros dos puntos fundamentales de esta candidatura son el impulso de un referéndum de autodeterminación, ya sea pactado o unilateral, y la defensa de un frente nacional, con exclusión de la extrema derecha. En lo tocante a la política de alianzas, empero, lo defendido por Foc Nou es la política aplicada por el partido desde 2012 hasta la salida de Junts del Gobierno, en octubre de 2022.
Con un 81,35% de participación, el esperado congreso de ERC —más reñido que el de Junts— terminó con la victoria de Militància Decidim, con un 48,3% de los votos. NEN obtuvo un 35,3% y Foc Nou, un 12,6% que, con todo, será clave. Un 3,7% de los participantes en las primarias votó en blanco. Al no superar Junqueras el 50% de los votos, la dirección de ERC se decidirá hoy, 14 de diciembre en una segunda vuelta, en la que las candidaturas rivales de Militància Decidim podrían decidir presentarse juntas, previa negociación, y apelar a quienes han votado en blanco o se han abstenido para intentar desbancar, con la suma de sus votos, a la lista de Junqueras, que, a su vez, podría intentar atraer a gente de Foc Nou para asegurar su victoria.
Que la distancia entre Militància Decidim y las otras dos candidaturas haya sido finalmente tan justa —menos de un punto porcentual— evidencia un grado notable de oposición interna al liderazgo de Junqueras y complica las cosas a quienquiera que tome las riendas del partido cuando finalice este congreso.
Los problemas de la CUP son más hondos y es dudoso que puedan resolverse con la adopción del modelo vertical de los partidos tradicionales
La posible asunción de posiciones centrales de Foc Nou por parte de las dos candidaturas en liza para atraer a sus votantes es, probablemente, la que más inquietud despierta en el resto del Estado, en la medida en que significaría un replanteamiento más radical de la política de alianzas de ERC y podría complicar el frágil equilibrio que mantiene en pie y en funcionamiento al ejecutivo de Pedro Sánchez en Madrid. Aunque Junqueras aparezca generalmente como una figura —en ocasiones, la única figura— capaz de mantener al partido unido y capaz de captar votos más allá del que había sido su espacio histórico, lo cierto es que los resultados de la primera vuelta no han servido para excluir completamente algunos escenarios que deben de generar cierta inquietud estos días en la sede de ERC, en la calle Calàbria de Barcelona, como la fuga de votos tanto por la izquierda, hacia la CUP, como por la derecha, hacia Junts, o, incluso, la escisión de algunos de los miembros de NEN.
La CUP busca reforzar su estructura
La CUP presentó a finales de septiembre el documento del Proceso de Garbí. A partir de ahora, la izquierda independentista anticapitalista contará con una figura de coordinación, una secretaria general y dos portavoces nacionales. Tras este cambio, el antropólogo Non Casadevall se ha convertido en el primer secretario general de la formación. Asimismo, el mandato del Secretariado Nacional se amplía de dos a cuatro años. El fin de estos cambios en el partido es consolidar y reforzar su estructura para ocupar todos los “espacios institucionales” posibles y construir una CUP “grande, fuerte, referencial y en lucha”.
En cualquier caso, y se vista como se vista, se trata de otro paso en el proceso de conversión en un partido convencional más, soslayando que la CUP obtuvo sus mejores resultados electorales y mayor nivel de incidencia política cuando aplicaba su modelo asambleario y con los mandatos de sus representantes fuertemente limitados. Los problemas de la CUP son más hondos y es dudoso que puedan resolverse con la adopción del modelo vertical de los partidos tradicionales, sino que tienen que ver, más allá de la innegable hostilidad que sufre por parte de los medios de comunicación, con la ausencia de una estrategia realmente definida que arrastra la izquierda independentista institucional desde octubre de 2017.
El proceso acaba, los líderes se quedan
Desde algunos sectores del independentismo se ha defendido que el relanzamiento del proceso soberanista requiere la renovación de los liderazgos de los principales partidos independentistas. La realidad, sin embargo, ha sido la inversa a este desiderátum: ni siquiera la pérdida de la mayoría independentista y la formación de un gobierno monocolor por parte de un partido españolista como el PSC ha provocado que las dos principales figuras institucionales durante el clímax del proceso soberanista hayan dejado paso a nuevos líderes. Y el mantenimiento de estos liderazgos ha coexistido pacíficamente con un giro práctico y hasta programático hacia el autonomismo, tanto en ERC como en Junts.
Los partidos independentistas han sufrido la crisis del procés y el posprocés, y todavía no la han resuelto, sino, a lo sumo, la han aplazado. En ese aplazamiento, no queda más que contemporizar con el PSC, cuya escasa estatura política queda compensada por la aún menor de sus rivales. En esas, la partida se juega ahora a patadas en la espinilla, quién sabe por cuánto tiempo.