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Cádiz
La zambomba de Jerez, enésima víctima de la turistificación y del ‘city branding’
“Ven, ven, ven… en Nochebuena vente pa’ Jerez”. Con toda probabilidad, es una de las frases más repetidas en la ciudad estos días. Lejos de lo que pudiera pensar el lector en un primer momento, no es el estribillo de un villancico ni de ningún romancero, sino la letra de un éxito de la cantante María José Santiago hace tan solo dieciséis años, época artística en la que grabó varios discos vinculados a la navidad jerezana y estrenó el espectáculo ‘Zambomba flamenca’. La zambomba de Jerez, declarada Bien de Interés Cultural en 2015 junto a la de Arcos de la Frontera, ha sufrido una transformación sin precedentes en las últimas décadas y, especialmente, en los últimos años, fruto de su popularización y mercantilización, primero por artistas vinculados al flamenco y luego por la afluencia masiva a la localidad para la celebración de esta fiesta. Pero ¿qué es la zambomba?
La zambomba es un instrumento musical membranófono y es, al mismo tiempo, la fiesta que gira en torno a este tipo de tambor de fricción. Utilizado tanto en el resto de España como en Latinoamérica, en la campiña de Jerez constituye el elemento central del ritual homónimo, una manifestación cultural que según su propia descripción BIC se define por desarrollarse “desde el día hasta la madrugada”, poseer una “hoguera”, la elaboración colectiva de dulces navideños como “pestiños, buñuelos y roscos”, y la presencia de la propia zambomba y de instrumentos como el almirez, panderetas o una botella de anís vacía. En lo musical, la declaración destaca “coplas y cantares donde predomina lo coral” con estrofas por “una voz solista que encuentra respuesta en el estribillo todos los integrantes del corro”. Reunidos alrededor de la candela, los participantes cantan villancicos, canciones de ronda y bulerías, especificidad que diferencia a la Nochebuena de Jerez, como también se ha denominado durante mucho tiempo a la zambomba jerezana.
“Te revientan a trabajar y cobras lo mismo, esto es dinero para los dueños de los negocios, pero no para la ciudad”, expone Eva Cote, antropóloga
Sin embargo, la declaración de la fiesta como de patrimonio cultural inmaterial, no parece corresponderse con lo visto en estos últimos días. Según fuentes municipales, este pasado puente de diciembre se han celebrado 138 zambombas y se han congregado alrededor de 100.000 personas en el centro histórico, casi la mitad de la población del municipio. Desde uno de los balcones del Gallo Azul, restaurante recién reformado y uno de los edificios más singulares de la ciudad obra de Aníbal González, voces flamencas cantan villancicos a miles de personas congregadas a modo de concierto en la calle Larga. Al espectáculo, estrenado hace tan solo un par de años, se le llama zambomba pese a no reunir las características propias de esta. La estampa de un grupo de flamencos cantando villancicos con un micrófono ante una multitud es una de las imágenes más recurrentes de la marca Jerez en estas semanas. A veces no solo no hay un corro de personas, ni fuego o candela, sino que ni siquiera hace acto de presencia el instrumento de la zambomba, el elemento central sobre el que se articula la fiesta.
“No sé cómo ha ido el puente porque me he quitado de en medio, el centro es intransitable y hace ya años que me retiro de la calle en épocas de zambombas”, explica Eva Cote, una de las antropólogas impulsoras del expediente que declaró a la zambomba de Jerez y de Arcos Bien de Interés Cultural (BIC). No es la única. Muchas vecinas del centro de Jerez pasan estos fines de semana fuera de la ciudad ante la invasión del espacio público que le impide caminar por sus plazas. De la misma opinión es Manuel Naranjo Loreto, etnomusicólogo y secretario de la Cátedra de Flamencología y Estudios Folclóricos Andaluces, que también participó en la redacción de dicho expediente junto a Carmen Penélope Pulpón y Julio de Vega. “Me cuesta mucho trabajo ir al centro en esta época porque no puedo acceder a mi ciudad, esto se ha planteado más como una industria que como un hecho cultural”, dice en referencia a la zambomba, que cree que forma “parte de nuestra identidad y es, al mismo tiempo, un elemento catalizador para socializar”. Ambas cosas están en riesgo al ver el tipo de espectáculo que se celebra y la imposibilidad de participación de los asistentes, que no son parte de la fiesta, sino simples espectadores. Como en cualquier otro concierto, el público entona los estribillos más pegadizos y toman bebidas en un marco de consumo propiciado por negocios hosteleros.
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“De todos los puentes que recuerdo, este ha sido el peor”, expresa por su parte Tamara Jiménez, presidenta de la Asociación de Vecinos del Centro Histórico, que ha llevado algunas de las fotografías y vídeos de lo que considera “un macro-botellón permitido por el Ayuntamiento” a medios y televisiones estatales. Si bien tradicionalmente las zambombas estaban relegadas al ámbito doméstico, se han organizado durante años por parte de asociaciones, peñas y hermandades cofrades, celebrándose en patios, pero también en calles y plazas. Ante su popularización, hay colectivos que han externalizado a un catering el servicio de barra, pareciéndose a una verbena o feria en un fenómeno que supone un paso más allá en su despersonalización y la pérdida de su identidad como ritual comunitario.
Desde las instituciones municipales, que pidieron precisamente hace ya más de una década su catalogación como patrimonio cultural e inmaterial se ha impulsado la vinculación de la Navidad con la zambomba y la marca Jerez. En ese proceso, el Ayuntamiento ha adelantado más de una semana y media el encendido del alumbrado navideño este año y con él la época oficial de zambombas, que comenzó el pasado 22 de noviembre. Este día queda lejos del adviento, que comienza el 1 de diciembre, o del puente del 6 y 8 de diciembre, al que se hace referencia en el propio BIC como habitual para iniciar la celebración navideña, extendiéndose hasta Nochebuena. Ante las críticas vecinales, el gobierno local a través de la alcaldesa de la ciudad, la popular María José García-Pelayo, ha expresado que creará una ordenanza después de Navidad para los próximos años, haciendo gala de los datos turísticos de récord y una ocupación hotelera de más del 96%.
La marca-ciudad precariza y expulsa a las vecinas
Cuando la zambomba estuvo a punto de perderse, se achacó su situación al desarrollismo y el paulatino éxodo de las familias jerezanas al extrarradio de la ciudad. Los corrales y casas vecinales del centro histórico y de barrios de Santiago y San Miguel, gitanerías y arrabales de origen bajomedieval, se vaciaron de vecinos que buscaban una mejor calidad de vida en pisos y casas con cocina y servicio propio. Así lo expresaban algunas familias a los micrófonos de Radio Popular de Jerez en un programa de 1981 grabado en zambombas como la de un patio comunitario de la calle Pozo de Olivar.
“Los gobiernos y los gachós están haciendo jaulas para la gente, comprendo que quieran vivir cómodamente y tener un cuarto de baño en un piso, pero las casas de vecinos quitan el sentío y aquí si le pasa algo a una señora, la conocemos”, expresaba en esa grabación Pepe Mariscal, conocido vecino de aquella calle y personaje popular del Jerez de la época. La respuesta que le daba al locutor Manolo Yélamo ante la pregunta de por qué se estaba perdiendo la fiesta y sus letras, las cuales ya habían sido olvidadas por muchos jóvenes de esa generación, contrasta con la actualidad. Paradójicamente, la comercialización de las letras de los villancicos flamencos bajo la idea de Nochebuena de Jerez por La Paquera y Lola Flores, entre otras muchas artistas, hizo que se volvieran a popularizar a pesar de que la celebración de zambombas ese año —catorce según el documento sonoro— era bastante limitada. Luego, vinieron recopilaciones de villancicos flamencos, como la de Así canta nuestra tierra por Navidad, editada por la Caja de San Fernando, hasta el reciente trabajo de Así canta Jerez en Navidad de Luis de Perikín, un éxito tanto en conciertos como en las playlist de música en streaming.
Para Eva Cote, el fenómeno se enmarca en la proliferación de la zambomba pública ante la privada, que era de corte tradicional y vecinal, así como espontánea y sin ánimo de lucro. En cambio, ahora es un negocio en el que participan muchas personas, pero se benefician solo unas pocas. “Te revientan a trabajar y cobras lo mismo, esto es dinero para los dueños de los negocios, pero no para la ciudad”, lamenta la antropóloga, que hace años que no acude a estos “espectáculos”, a diferencia de las zambombas que realiza con la familia y con amigas. Paradójicamente, este es uno de los aspectos positivos que destaca como consecuencia de la evolución comercial de la fiesta. “Si no hubiera esta tendencia de vuelta a los orígenes, tal vez moriría de éxito”, añade. A pesar de que la zambomba se siga celebrando en el espacio privado y que se haya recuperado por jóvenes cuyos padres o abuelos ya dejaron de celebrarla, está expulsando a los vecinos, precariza a los trabajadores y vende una imagen de ciudad como producto navideño que no deja de ser contradictoria.
“No quiero ser agorero, creo que la clase política tiene que tomar conciencia; hay que darle a esto una vuelta, el problema es que nadie le quiere hincarle el diente”, explica Manuel Naranjo, etnomusicólogo.
Por un lado, las instituciones municipales dicen salvaguardar una fiesta que dice ser BIC, pero al tiempo que no establecen ninguna regulación efectiva su celebración más allá de haber incrementado el servicio de limpieza y seguridad. “El hecho de que sea Bien de Interés Cultural no significa que no vaya a evolucionar, el patrimonio inmaterial es diferente al material”, aclara la antropóloga que, si bien no cree que el destino de la zambomba sea cantar a ritmo de Bizarrap, como se ha visto en un vídeo viral de uno de estos fines de semana de zambomba, reconoce que como cualquier ritual o celebración su pervivencia se debe a la propia comunidad. El problema es que la comunidad pase a ser solamente de clientes y espectadores.
“No quiero ser agorero, creo que la clase política tiene que tomar conciencia; hay que darle a esto una vuelta, el problema es que nadie le quiere hincarle el diente, el problema es inherente a las propias fiestas”, reflexiona Manuel Naranjo Loreto sobre una circunstancia que como dice se extiende en otras celebraciones, donde se prima el consumo de una experiencia capitalista que poco a poco, y en la línea de la homogeneización, va perdiendo su carácter ritual y la diversidad cultural que entraña. De esa forma, las fiestas van cambiando las fechas en las que habitualmente se han celebrado, los espacios donde se celebran y sus participantes, que pasan a ser individuales, abandonando lo comunal.
Por otro lado, la rica tradición oral de los romances y villancicos andaluces, que no son exclusivos de Arcos ni de Jerez pero que encontraron en ambas localidades un poso donde pervivir hasta la actualidad, también se van perdiendo para dar paso a los estribillos más pegadizos a partir de las escuchas en Spotify, donde artistas actuales y playlist de la Navidad jerezana consiguen millones de reproducciones. Si bien no es necesario entender las letras de los villancicos que se cantan para disfrutarlos, es de interés conocerlos para la propia comunidad. En Ya vienen los quintos, mare se hace alusión a los “buenos mozos del barrio de San Miguel”, unos “soldaditos que se los llevan ya al campo del moro para pelear”, y que retrata la colonial Guerra de Marruecos, que más sufrieron las clases populares llamadas a quintos.
De la misma forma, otras letras como la de La Micaela, hacen alusión al carácter pícaro, erótico y festivo de estos villancicos, mientras que La calle de San Francisco se refiere a escenas cotidianas de otra época que nos han llegado hasta hoy. “Se dicen que muchos de estos villancicos son jerezanos o arcenses, como el de la calle de San Francisco, pero hay una versión de Jaén y otro repertorio análogo en Extremadura, en Castilla y hasta en el País Vasco”, dice el etnomusicólogo, quien cree que es muy difícil rastrear los orígenes líricos. De la misma forma que hoy hay numerosas cover de artistas que popularmente pensamos que son los autores de dichos éxitos musicales, el proceso ha sido similar a lo largo de siglos, retrotrayéndose algunas letras que nos han quedado de la zambomba a varios siglos atrás.
No obstante, poco parece importar este detalle entre los hits musicales navideños de Jerez. La pérdida de identidad y mercantilización de la zambomba entra dentro del concepto de disneyficación utilizado por sociólogas como la estadounidense Sharon Zukin en The Cultures of Cities y Alan Byrman en The Disneyization of Society. La asociación de la fiesta inevitablemente con Jerez también lo es, a pesar de que sea reconocida su vinculación tradicional con esta ciudad y con Arcos. En este último municipio, puerta de la ruta de los Pueblos Blancos de la Sierra de Cádiz, la tradición se conserva de otra forma, arraigada a pequeñas asociaciones de mujeres que sacan su zambomba y su pandereta a patios y calles por estas fechas sin la masiva afluencia de turistas. Sin flamenco ni baile, ya que a diferencia de la de Jerez la zambomba de Arcos no tuvo esa evolución, todavía no se ha convertido en una experiencia turística, algo de lo que Jerez paradójicamente presume.
La disneyficación, que no es otra cosa que hacer de algo un parque temático —el centro histórico, pero también una fiesta como la zambomba—, se caracteriza por la experiencia del consumo, tematizar los espacios, la animación de estos por parte de una serie de sujetos y su proyección en el mercado. En el caso de la zambomba, se podría decir que se trata de vivirla en el centro histórico de Jerez, con artistas como sujetos protagonistas del espectáculo y el check de haberla disfrutado vendida a través del city-branding para luego poder instagramearla y decir algo así como “yo estuve allí”.
El consumo de una experiencia disneyficada es propia de la sociedad posmoderna y se enmarca dentro de la turistificación. Las fiestas populares en Andalucía tienden a crear un modelo replicado, como ha sucedido con el Carnaval de Cádiz y la Semana Santa o la Feria de Abril de Sevilla, que se han imitado en otras localidades donde ya existían tradiciones carnavaleras o cofrades locales. Así lo piensa Eva Cote, que sostiene que los villancicos aflamencados y la Nochebuena de Jerez se han presentado como una forma de celebrar los días previos a la Navidad más allá de la Baja Andalucía, hecho que explica que se celebren zambombas a la jerezana ya en otras ciudades. No obstante, para vivir y conocer el origen y la auténtica zambomba hay que ir teóricamente a Jerez, una marca de singularidad que se difumina en la propia ciudad, como sucede con otras festividades donde la celebración ya no es la protagonista de la fiesta.
El futuro de la zambomba y de Jerez como ‘ciudad de Navidad’
Para reflexionar sobre las consecuencias de la popularización de la zambomba, habría que diferenciar entre el destino de la celebración y el de la ciudad de Jerez como referente de esta. “Se ha malinterpretado para qué se hizo BIC la zambomba, cuando se protege algo de patrimonio inmaterial no es para venderlo, pero tampoco para que quede para siempre así porque va cambiando”, dice la antropóloga Eva Cote, que apuesta por una regulación municipal para garantizar la celebración de las nuevas zambombas sin perjudicar la cotidianeidad de los vecinos. Por su parte, Manuel Naranjo hace lo propio, llamando a que se den a conocer los villancicos andaluces en las escuelas, explicando las letras y tonás, para que no se pierda la transmisión oral de la zambomba.
En el caso de la turistificación y la fiesta en sí, ambos apuestan porque el Ayuntamiento tome la iniciativa y no deje campar a sus anchas a hosteleros y empresarios que quieran hacer lucro de la festividad. Tamara Jiménez, presidenta de la asociación vecinal, insta al consistorio a elaborar un bando municipal, ya que las “ordenanzas no se cumplen”. “El Ayuntamiento podría regular las zambombas en el centro si quisiera, pero no lo hace, aquí se permite absolutamente todo aun cuando el centro histórico es residencial”, lamenta. De la misma forma, llama a diferenciar las “zambombas” de los “conciertos navideños”, término que utiliza para denominar al espectáculo en el balcón de El Gallo Azul.
“Si hiciéramos ahora de nuevo el BIC tendríamos que recoger otras muchas cosas, las zambombas que se celebran han cambiado mucho en estos diez años”, aclaran los promotores del expediente. Mientras la sociedad civil espera que algo se mueva a nivel institucional, hay colectivos que apuestan por recuperar las letras de las antiguas zambombas y romanceros andaluces. Al rescate de esa memoria está el grupo El Domador de Medusas, que el viernes de la semana pasada participó con antiguas letras de villancicos de la provincia de Cádiz en una zambomba alternativa en el Ateneo Libertario Eliseo Reclús. La propuesta de este colectivo es una forma de resistencia a la zambomba comercial y masificada, en busca de lazos de comunidad difíciles de tejer en la actualidad.
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Jerez, que quiere ser candidata a Ciudad Europea de la Cultura 2031, se ha presentado como ‘Ciudad de la Navidad’ en palabras de su alcaldesa María José García-Pelayo. La zambomba, la tradición belenística de la ciudad y la inauguración temprana de su alumbrado animan a vivir la ‘experiencia Jerez’, una marca turística que busca, como es habitual en el mundo del marketing, competir con otras ciudades para ganar visitantes e inversiones. Un turismo al que llaman industria que, paradójicamente, no piensa ni en las personas ni en la cultura, priorizando el consumo y el ocio al bienestar de sus vecinas. La explotación de estos postulados propios del marketing no solo está caduco, sino que puede ser contraproducentes para el fin que se plantea ante la homogeneización de la fiesta. Dicho de otra forma, los empresarios, en connivencia con las instituciones, pueden acabar con la gallina de los huevos de oro. Una circunstancia en la que Jerez tampoco será pionera. El ‘city branding’ no es sino la quintaesencia de un pastiche que como producto turístico puede sucumbir ante nuevos sujetos comerciales más atractivos para un mercado donde lo mainstream es tan etéreo como fugaz. Por el momento, el Ayuntamiento y los promotores de las zambombas comerciales se resisten a ello, escudándose en un éxito de visitantes que, a su juicio y bajo la marca Jerez, garantiza la supervivencia de la fiesta.
De hecho, el pasado sábado la céntrica plaza de la Asunción acogió el noveno aniversario de la zambomba BIC con las actuaciones del coro ‘El Habla de Jerez’ y otras agrupaciones y artistas flamencos como Macarena de Jerez, ‘Jerez por Navidad’ y el ‘Grupo Alba’. La regidora de la ciudad explicó en una nota de prensa a los medios de comunicación la “importancia de mantener viva la esencia de la zambomba” como expresión cultural “auténtica de la identidad jerezana” que atrae a numerosos visitantes, y como “espacio de convivencia”. Sin entrar en el complejo y estéril debate esencialista de la autenticidad, no parece que a empresarios e instituciones les interese dar respuesta a las demandas vecinales, de la sociedad civil y al hastío de los que llegaron a ser promotores de la declaración de la zambomba como patrimonio cultural inmaterial. El repertorio institucional y de la patronal no incluye estas demandas, que como un romancero antiguo ya no se canta y se disipa en la memoria de políticos y personalidades públicas.