Crisis climática
2024, año 1: bienvenidos a un planeta 1,5ºC más cálido

El año más caluroso jamás vivido, aquel en que la temperatura global superó el primer límite impuesto por el Acuerdo de París, el de un nuevo récord de emisiones, el de los “océanos de fuego”… El balance anual en materia climática no es bueno.
Calor Segovia Placas Solares
Santiuste de San Juan Bautista, municipio de Segovia, durante uno de los episodios de canícula el pasado verano. David F. Sabadell

Coordinador de Clima y Medio Ambiente en El Salto. @PabloRCebo pablo.rivas@elsaltodiario.com

26 dic 2024 06:00

En el mundo occidental Navidad se liga con tradición. Creas o no en un dios encarnado en un niño nacido hace 2024 años en un portal de una ciudad hoy bajo permanente ocupación y apartheid; anuncios, luces, árboles y muñecos barbudos te recordarán que las fiestas han llegado. En el recuento anual climático, la tradición es acabar el año con una Cumbre del Clima poco fructífera y una buena ristra de plusmarcas meteorológicas que, por mucho que nos acostumbremos, seguirán generando tanto miedo como desasosiego. Por supuesto, 2024 no ha defraudado. Al contrario.

Empezando por el final, 2024 es el año que citaremos en el futuro para datar cuándo cruzamos la línea roja. No nos referimos en este caso a permitir la aniquilación total de Gaza, sino a esa que estableció muy clara en 2015 el Acuerdo de París. No solo va a ser el año más cálido que jamás hemos vivido, tras superar, como apuntan todas las previsiones a escasos días de cerrar el año, a un 2023 que ya supuso un récord de vértigo. Es el primero en que la temperatura media global llegó a 1,5ºC de incremento respecto a los niveles preindustriales. “Transitoriamente”, matizan desde los ámbitos científicos que proporcionan esos datos. Pero con tanto récord pulverizado de año en año, como para fiarse.

Es el enésimo año perdido en un momento en el que la cosa se pone realmente fea, y los acontecimientos se aceleran, aunque los humanos estemos a otras

Lo que parece una simple cifra es todo un hito. París, nada menos que el gran acuerdo de la humanidad para frenar a su mayor amenaza, deja claro que el objetivo es “mantener el aumento de la temperatura global este siglo muy por debajo de los 2ºC con respecto a los niveles preindustriales y proseguir los esfuerzos para limitar el aumento de la temperatura aún más, a 1,5ºC”. Por encima de eso, todo son malas noticias, y mucho peores —a  menudo exponencialmente— en cada paso entre esos dos puntos. Un ejemplo del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC): en el primer caso, las olas de calor extremas son 4,1 veces más frecuentes y afectan al 17% de la población global una vez al menos cada cinco años. Con 2ºC serán 5,6 veces más probables, afectando al 37% de la población en el mencionado rango de tiempo.

Por supuesto, los seres humanos lo sabemos y por eso establecimos una agenda de hitos y obligaciones a cumplir, con citas anuales para avanzar en el trabajo y hacer recuento. En un ejemplo increíble de estupidez, pues con perspectiva solo se puede y se podrá ver así, los Gobiernos del mundo no las siguieron, dando tímidos pasos adelante, inmensos traspiés y unas cuantas zancadas hacia atrás. La Cumbre del Clima de Bakú del pasado noviembre, como tantas otras, fue un ejemplo de esto.

Si el año comenzó con temperaturas de la superficie de mar en niveles récord, la anomalía continuó buena parte del año en una ola de calor marina que se notó especialmente en el verano boreal

La segunda cumbre consecutiva celebrada y organizada por una potencia petrolífera abiertamente contraria a lo que viene siendo salvar el clima global fracasó en su principal cometido: dotar de financiación suficiente a esa lucha en los países con menos recursos. El principal acuerdo con el que se cerró es que estos recibiesen 300.000 millones de dólares anuales del Norte global, responsable histórico del desastre, para adaptación y mitigación del cambio climático, cifra que deberá estar sobre la mesa allá por 2035. Por contra, en el inicio de la cumbre se hablaba de al menos 1,3 billones anuales, y desde ya. Visto el papelón, “año perdido” —otro más— ha sido el principal calificativo a esta COP29 puesto desde las organizaciones que integran el movimiento por el clima.

Es el enésimo año perdido en un momento en el que la cosa se pone realmente fea, y los acontecimientos se aceleran, aunque los humanos estemos a otras. Hasta que nos toque en carne propia, como en València. Es preliminar, pues el año no ha acabado y el cálculo es complejo, pero el informe del Global Carbon Project presentado en la COP vaticinaba 41.600 millones de toneladas de CO2 emitidas em 2024. Es un aumento del 0,8%, cuando el IPCC dejó claro allá por 2018 que tocaba reducir un 7,6% anual desde 2020. Leña al fuego.

Crisis climática
Crisis climática El incremento de la virulencia en las dana que la comunidad científica lleva años prediciendo
Desde el Grupo Intergubernamental de Expertos para el Cambio Climático de la ONU a la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, el consenso científico alerta de que el Mediterráneo sufrirá gotas frías más intensas y virulentas.

Leña y océanos. Si el año comenzó con temperaturas de la superficie del agua de los mares en niveles récord —por encima de los 21ºC de media, en torno a medio grado más que nunca—, algo que ya venía ocurriendo en 2023, la anomalía continuó así buena parte del año en una ola de calor marina que se notó especialmente en el verano boreal. En agosto, el Servicio Climatológico Copernicus de la UE alertaba de que nunca el Mediterráneo había tenido una temperatura media tan alta durante tanto tiempo. Rondaba los 29ºC, frente a Egipto llegaba a 32ºC.

Más hitos para mostrar todas las líneas que hemos cruzado en 2024. Una recopilación de datos hecha por Climate Central ofrecía la información de que España sufre ya dos semanas más al año con noches tropicales, aquellas en las que el termómetro no baja de lo 20ºC. Es algo que le ocurre ahora a 1.300 millones de personas en el mundo, aunque siempre hay alguien debajo: 2.400 millones de personas suman ahora dos semanas más de noches tórridas, y en esas las mínimas están por encima de los 25ºC.

España experimenta ahora, de media, ocho días menos al año con temperaturas mínimas por debajo de los 0ºC respecto a la era preindustrial

También tenemos récords de invierno. Recientemente el mismo equipo de divulgación científica hacía público que, tras analizar las temperaturas de los años 2014 a 2023, España experimenta ahora, de media, ocho días menos al año con temperaturas mínimas por debajo de los 0ºC respecto a la era preindustrial. Otra buena noticia para las estaciones de esquí ibéricas.

Quemamos más combustibles fósiles que nunca

¿Hará todo esto que las sociedades humanas se pongan las pilas? No parece. La actualización de la base de datos de CarbonMajors sobre emisiones de gases de efecto invernadero revelaba en abril un dato desconcertante. La mayoría de compañías dedicadas al negocio del gas, el petróleo y el carbón produjeron más combustibles fósiles en los siete años posteriores a la firma del histórico acuerdo que en los siete años anteriores. Lógica pura (capitalista, en este caso).

De hecho, las señales no pintan bien. A la cabeza de la (aún) primera economía del mundo ha vuelto un señor que, si bien es conocido por su inestabilidad y sus bandazos en materias diversas según le viene el viento, en materia climática ha sido férreamente partidario del suiciodio colectivo humano. Donald Trump ya sacó a los Estados Unidos de París y puede volver a hacerlo. Además, sus políticas suponen más leña al fuego. Según indicaba durante la COP29 Carbon Brief, medio especializado en cambio climático, de eliminarse legislaciones verdes de la era Biden como la Inflation Reduction Act y otras enfocadas a rebajar las emisiones, las políticas de Trump añadirían probablemente 4.000 millones de toneladas adicionales de CO2 hasta 2030.

La Actualización del PNIEC aumenta el porcentaje de reducción de emisiones a 2030 de un 23% a un 32%. No es poco, pero no es suficiente

Aunque quizá lo peor no sea eso. Tampoco la legión de aprendices que poco a poco van conquistando Gobiernos en nombre de esa extrema derecha “moderna” que no enarbola —al menos en público— esvásticas pero sí todo el resto de lo peor del fascismo, sumando un afán anarcocapitalista destructor de todo lo que huela a Estado, público o servicio social, y todo lo que suene a ecología. Lo peor es que si los países ricos que crearon la crisis climática (pongamos Estados Unidos) reniegan de las soluciones, las naciones en desarrollo que ahora capitanean las emisiones globales (pongamos China o India) tienen el argumento perfecto para hacer lo mismo que los otros. El resultado lo vivirán los hijos y nietos de todos aquellos que decidieron pasarse eso del cambio climático por el arco del triunfo, a la par que millones de especies animales y vegetales de este planeta. Todo por la pasta, y por la bravuconada varonil como forma de vida que campa hoy por la política global.

Más cerca, aunque no seguimos la senda suicida de la alt right obsesionada con la inmigración y con destruir el Estado, sus servicios y de paso a la humanidad, tampoco es que seamos alumnos modelo. En septiembre el Gobierno español de Pedro Sánchez aprobaba la actualización del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2023-30 (PNIEC), el nombre con el que se conoce el documento que se erige como la hoja de ruta de la descarbonización en España, que está por ver si se consigue cumplir.

Mirando a un vaso medio lleno, aumenta el porcentaje de reducción de emisiones a 2030 de un 23% a un 32%. No es poco, y es una buena noticia. Así se reconoce, pero la valoración entre sus críticos es clara: no es suficiente.

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Anomalías climáticas El planeta cumple un año con una temperatura media 1,5ºC superior a la era preindustrial
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La argumentación de estos parece bastante lógica. La ciencia dejó ya hace tiempo claro que debería ser un 55% a nivel global. Por esa regla de tres, España, rica nación en un mundo precario, no solo debería igualarla, sino superarla. Por eso Ecologistas en Acción, Greenpeace, Oxfam Intermón, Fridays For Future y la Coordinadora de Organizaciones para el Desarrollo demandaron al Estado por “inacción climática” en 2020.

Lo llamaron el Juicio por el clima, y estaba ya enterrado. Un recurso ante el Tribunal Constitucional, aceptado hace apenas una semana, lo ha devuelto a la vida. Los jueces señalan que la demanda tiene una especial trascendencia constitucional porque el recurso versa sobre una materia relativa a un derecho fundamental sobre la que no hay doctrina. Deberán decidir ahora si el Supremo, que cerró el proceso, no tuvo en consideración la posible violación de derechos fundamentales en su sentencia de 2023 y si el cambio climático afecta a estos.

Quién sabe, quizá el artículo sobre el balance climático de 2025 nos trae sorpresas, y una de ellas es que el Constitucional obliga al Estado a aumentar la ambición del PNIEC al 55%. Soñar es gratis.

Crisis climática
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Los seis jóvenes que demandaron a 33 países por inacción climática ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos no han visto prosperar su demanda, algo que sí han conseguido las 2.000 mujeres que forman Klimaseniorinnen en su caso contra Suiza.
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yermag
yermag
26/12/2024 12:07

Pablo "¿un afán anarcocapitalista destructor de todo lo que huela a Estado? ¿de verdad crees que Milei está destruyendo el Estado? mas bien se limita a eliminar o recortar el "estado de bienestar" para restaurar el Estado tradicional: aumentando el Estado en su vertiente represiva con mas presupuesto militar y policial.
Pablo, ¿por qué en vez de usar el insultante término "anarcocapitalista", no usas el concepto de "eliminación del Estado de bienestar?
Tú artículo es insultante para toda la parte ácrata aficionada a El Salto, ¿te lo harás mirar? Esperamos que si.
Por cierto, si Milei es "anarcocapitalista", entonces la China dirigida por el PC, es comunista-capitalista. O directamente puedes tirar a la basura el diccionario.

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