Cárceles
La doble condena de los presos en pandemia: “El aislamiento que reciben es tortura”

Familias y expertos denuncian abusos, desatención sanitaria y medidas desproporcionadas en las cárceles de Catalunya.
Ponent cárcel centro
Centro Penitenciario de Ponent (Lleida).
10 ene 2022 06:04

Las Navidades llegan a su fin. Unas fechas que recordaremos haber pasado junto a nuestros seres queridos, siempre que el covid-19 lo haya permitido. No es el caso de los presos del Centro Penitenciario de Ponent (Lleida), donde los internos han estado incomunicados en sus celdas desde mediados de diciembre tras un brote de coronavirus en el módulo 7. No han recibido visitas ni noticias de sus allegados, y tampoco se ha facilitado un canal de información fluida con las familias ni los abogados.

“Las cárceles son lugares donde hay vulneraciones de derechos sistemáticas, pero  con el covid se vuelven mucho más graves”, afirma Alejandra Matamoros, abogada del rapero Pablo Hasél, incomunicado en el centro. El confinamiento comenzó sin brindar ninguna explicación, dejando a los presos sin salir de sus cubículos durante horas. La letrada explica cómo las actuaciones del personal de prisiones se basaron en obstruir la información a estos y amedrentarlos con castigos. “Se les ha amenazado con hacerles pasar más tiempo y con no concederles futuros permisos”, denuncia. Por otro lado, también se han restringido los vis a vis y las comunicaciones con el exterior, lo que ha provocado la desesperación en el centro penitenciario, según informa la Plataforma Llibertat Pablo Hasél. “Sabemos que un preso se ha puesto en huelga de hambre y sed por la situación”, declaran. “El aislamiento que están recibiendo es tortura”.

“Se están negando derechos deliberadamente a los presos, entre ellos, el derecho a la defensa”, denuncia Matamoros

“Esto genera muchísima ansiedad a cualquier persona, pero para aquellas con problemas de salud mental, que son muchas en las prisiones, es otro nivel”, expone Matamoros. El entorno de los reclusos tampoco recibió información sobre la situación en la prisión. “La dirección del centro, con Aurora Morell a la cabeza, y la Conselleria de Justicia son conscientes de la tortura y el maltrato al que son sometidos no solo los internos, sino también las familias y los abogados, y no hacen nada”, reclama. Respecto a estos hechos, la dirección del centro penitenciario de Ponent ha declinado responder a las cuestiones planteadas por El Salto. “Se están negando derechos deliberadamente a los presos, entre ellos, el derecho a la defensa”, denuncia Matamoros.

Esta situación no es nueva en las cárceles. El Consejo de Europa ya advertía el carácter generalizado de las denuncias de malos tratos en el Estado español. Un problema agravado por la polémica gestión sanitaria en las prisiones en Catalunya, donde la Generalitat alberga las competencias sobre prisiones. La crisis del covid también ha evidenciado la precariedad y la falta de medios, así como la ausencia de garantías de derechos en el sistema penitenciario. El aislamiento no frena los contagios, lo único que puede hacerlo es la mejora de las condiciones de vida de los presos, expone Matamoros. En las prisiones, los niveles de salubridad son muy bajos; hay problemas de plagas porque está todo sucio, la alimentación es de muy mala calidad, lo cual afecta gravemente a su salud y no hay una asistencia sanitaria digna ni médicos para atenderles, espeta.

En algunos confinamientos penitenciarios los reclusos han llegado a estar 30 horas seguidas sin salir de las celdas, según expone el Observatorio del Sistema Penal de Barcelona

Diversas plataformas sociales han denunciado durante los últimos meses situaciones similares a la del centro penitenciario de Ponent en otras prisiones, entre ellas Brians 1, Brians 2, La Roca y Wad Ras, así como la exclusión de la población reclusa de medidas adecuadas de protección y vacunación contra el coronavirus. En algunos confinamientos penitenciarios los reclusos han llegado a estar 30 horas seguidas sin salir de las celdas, según expone el Observatorio del Sistema Penal de Barcelona, que también acredita el cumplimiento irregular y poco riguroso de los protocolos de seguridad sanitaria en las cárceles catalanas.

Violencia institucional en los confinamientos

“Cuando mi hijo murió se llevaron a su compañero de celda para que no contara nada”, explica una de las madres de la Asociación de Familiares de Presos a Catalunya (AFPC). La arbitrariedad y la utilización del aislamiento penitenciario como tortura ha sido reiteradamente denunciada y recabada por entidades como la Coordinadora Catalana de la Prevención de la Tortura (CCPT). Con la llegada del covid a las prisiones, la incomunicación de los presos se ha afianzado aún más, tomando formas similares al primer grado.

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Más de 2.400 presos están en cuarentena en sus celdas y casi todos los centros están cerrando sus puertas a entradas y salidas. Los sindicatos hablan de caos y de servicios médicos desbordados. Las organización de derechos humanos piden una excarcelación masiva.

 Y es que, en base a los protocolos públicos de la Conselleria de Salut, en caso de brote de coronavirus en una prisión —más de tres casos en el mismo módulo—, un recluso ha de estar un mínimo de 14 días aislado en su celda, “aunque su PCR sea negativa”, como puntualiza la letrada Matamoros. Sin embargo, en los procedimientos internos para las prisiones, a los que ha tenido acceso El Salto, se establece que, además, saldrán únicamente para lo imprescindible, “con estrictas medidas de seguridad, sin contacto con internos de otras celdas, el patio o las duchas”, “sin comunicaciones ni actividades” y sin poder visitar el comedor. “La gestión de la pandemia ha sido pésima, ha habido presos que han estado aislados 14 días y sus familias no han podido hablar ni un día con ellos”, cuenta Gracia Amo, fundadora de la AFPC. “Luego la comida les llega a través de unos agujeros en las celdas, cruda, sin descongelar… Cuando están confinados a veces ni siquiera reciben medicación ni atención sanitaria”, denuncia.

“No había ni lo básico, les daban una mascarilla para usarla cinco días seguidos, geles tampoco había. Nos donaron mil mascarillas para llevar a Brians 2 y no nos las admitieron”, cuenta Carmen Ripollet, madre de la AFPC

Estas organizaciones subrayan que la gestión sanitaria se está focalizando exclusivamente en aislar aún más a los presos, mientras siguen echando en falta las medidas de seguridad más esenciales. “No había ni lo básico, les daban una mascarilla para usarla cinco días seguidos, geles tampoco había. Nos donaron mil mascarillas para llevar a Brians 2 y no nos las admitieron, tuvieron que hacer en los talleres de costura unas con las sábanas, mi hijo se llevó mascarillas hechas con ropa de casa y no las dejaban entrar”, cuenta Carmen Ripollet, madre de la AFPC. “Ha habido una desatención sanitaria generalizada desde siempre y ahora se ha agravado”, añade. En el caso del centro penitenciario de Ponent, las zonas covid ni siquiera están separadas del resto de personas ingresadas con otras patologías no relacionadas y tampoco se encuentran señalizadas, tal y como explica el último informe del Síndic de Greuges. “Les aíslan a todos, pero luego no separan positivos de negativos y se acaban contagiando”, explica Amo.

Los efectos de la pandemia para la vida de los reclusos

Las actuaciones en las prisiones para abordar la crisis sanitaria son desproporcionadas y más en un contexto de pandemia, según concluye el psicólogo Jesús Alarcón. “La cárcel actúa como un magnificador de lo que ocurre en la sociedad, las medidas sanitarias vienen en forma de restricciones conductuales que, en el caso del aislamiento, llevan consigo al deterioro de las relaciones sociales y personales, mayores problemas psicológicos, conductas autolesivas y el aumento de la agresividad por desesperación”, expone. Los efectos del aislamiento son variados y nocivos para todo ser humano y van desde problemas cardiovasculares, gastrointestinales, migrañas, deterioro de la vista, insomnio, letargia, debilidad y agravación de los problemas de salud preexistentes, hasta depresión, problemas cognitivos, alucinaciones, psicosis, la automutilación y el suicidio. “En aislamiento, el número de suicidios se multiplica por tres en comparación a los presos en régimen ordinario y hasta por 12 respecto a una persona en libertad”, explica Amo.

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Por otro lado, el endurecimiento de los confinamientos tampoco ha contribuido a frenar la expansión del virus. Aunque el Departamento de Salud no proporciona datos actualizados, plataformas como la Asociación de Familíes de Presos a Catalunya han creado sus propios registros, que contabilizan un total de 2.354 casos positivos en 2021 para una población de 6.393 internos. Los centros que destacan por tener números más altos de contagiados son Brians 2 —740—, La Roca —243—, Mas d’Enric —229—, Ponent —119— y Brians 1 —106—.

De acuerdo con la información provista por parte del Departament de Justicia, no se han puesto en marcha protocolos adaptados para garantizar los derechos más básicos a los internos durante las cuarentenas ni medidas de prevención ante problemas de salud mental

Paralelamente a las medidas sanitarias, han aumentado también los suicidios desde el inicio de la pandemia, de 535 en 2019 a 556 en 2020. De acuerdo con la información provista por parte del Departament de Justicia a El Salto, no se han puesto en marcha protocolos adaptados para garantizar los derechos más básicos a los internos durante las cuarentenas ni medidas de prevención ante problemas de salud mental. Con respecto a esta situación, la Conselleria de Salut no ha realizado ninguna declaración.

El confinamiento en el C.P. de Ponent llegó a su fin la pasada semana, pero las plataformas sociales continúan organizándose para denunciar todos los abusos que siguen teniendo lugar entre los centros y cuya información solo llega a través de los propios internos. “Nosotras queremos visibilizar los malos tratos a los que son sometidos los presos con mucha asiduidad, asistirles, asistir a las familias… A nadie le gustaría tener un familiar en la cárcel y no saber nada de él”, explica Amo, de la AFPC. “Es necesario denunciar lo que se vive en las cárceles, porque si no van a seguir siendo coaccionados y la única forma de frenarlo es llevar la denuncia a las calles”, coinciden desde la Plataforma Llibertat Pablo Hasél. A este respecto, ya se han convocado movilizaciones para los próximos meses tanto en la ciudad de Barcelona como en otros puntos del Estado.

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