Coronavirus
Familias cuestionan la obligatoriedad de las mascarillas para el próximo curso escolar

“Lo han hecho de maravilla”, “qué bien se han portado”, “son unos campeones”, llevan repitiendo adultos de todos los colores —familias, profesorado, sanitarios, incluso políticos— alabando la responsabilidad y obediencia de los canijos a lo largo de la pandemia. Y así ha sido: el esfuerzo de los niños, niñas y adolescentes ha sido titánico ante las restricciones sanitarias en las aulas, un verano casi sin abuelos ni primeros besos y el confinamiento infantil más estricto de Europa, que les condenó durante dos meses a quedarse en casa sin sentencia previa —posteriormente se comprobó que los niños no actúan como súper transmisores, ni siquiera transmiten como un adulto—.
Han sobrellevado todo ello con nota. En el País Vasco, un territorio con una incidencia de covid alta incluso ahora, el pico de aulas cerradas por confinamiento se registró el 25 de septiembre de 2020 con un 1,44%; la pasada semana terminó con un habitual 0,45%. Ahora, los críos nos ven tomar cerveza en las terrazas y hacer deporte al aire libre sin mascarilla, mientras ellos juegan al pilla-pilla con la mascarilla puesta. El anuncio el pasado 19 de mayo del Gobierno de continuar con la obligatoriedad de la mascarilla para el próximo curso no ha calado bien en familias que cuestionan la ausencia de debate social ante la enésima imposición a un colectivo que carece de voto.
Debido al uso intensivo de la mascarilla en la escuela, combinado con las gafas, a Mario le han salido hongos en un ojo, y ahora no quiere ponerse las gafas
Lara García tiene dos hijos, un bebé de ocho meses y un niño de 5 años que asiste a una escuela pública de Madrid. Cursa el último año de educación infantil y, a pesar de que en esa etapa no existe la obligatoriedad de la mascarilla, a las pocas semanas de empezar el curso, el niño llegó a casa explicando que, o se ponía mascarilla, o no podía jugar con los demás niños en la hora del recreo. Meses después, observaron que de noche se rascaba mucho un ojo y, en febrero, el oftalmólogo le recetó un tratamiento de tres semanas. Le habían salido hongos. La mascarilla le empaña las gafas y el vaho crea el caldo de cultivo adecuado para este organismo. “Ahora quiere llevar mascarilla, pero no quiere ponerse las gafas”, explica su madre. Necesita las gafas para corregir un ojo vago.
“Me parece fatal que el curso que viene arranque igual. A los niños les han metido un miedo innecesario. Mario tiene pesadillas nocturnas cuando antes no las tenía, creo que les han hecho cómplices de un sinsentido. En Madrid, cuando nos han confinado lo primero que hacían era cerrar los parques infantiles públicos, mientras la terraza del bar estaba llena”, lamenta García.
La afección más habitual por el uso de la mascarilla es la sequedad visual y tensiones en la articulación temporomandibular; en patologías previas, puede provocar queratitis fúngica y conjuntivitis bacteriana en los ojos
Afecciones en la salud visual y maxilofacial
El uso intensivo de mascarilla comporta afecciones en la salud visual y maxilofacial. Desde la Clínica Barraquer de Barcelona, el oftalmólogo Jose Lamarca, especialista en córnea, alerta de que “el principal problema, tanto de las mascarillas quirúrgicas como las de tela y las FFP2 y 3, es la falta de hermeticidad de la salida del aire que, dependiendo de la fisonomía facial, sale proyectado casi siempre hacia los ojos, por lo que a todos los niveles y edades vemos un incremento de la sequedad”. Recomienda usar una tira de esparadrapo, preferiblemente de papel, para ajustar la mascarilla a la nariz.
La sequedad afecta a la capa superficial de la córnea, explica. “Para que esté transparente, la córnea debe estar hidratada, si no tenemos la sensación de fluctuaciones a nivel visual. La sequedad nos da la sensación de que no vemos bien. Hablamos de pacientes normales”, acota. “Si entramos en lo patológico, la mascarilla, que es un mal necesario, no ayuda”. Y la queratitis fúngica, la conjuntivitis bacteriana y la pérdida visual se añaden a la sequedad ocular.
Francesca Folguerà ha perdido 0,75 y 0,50 de visión. Lleva tres décadas tratándose de sequedad con un combinado de dos colirios, a lo que hace cuatro meses sumó una queratitis. “Ya estoy vacunada y mis compañeros de trabajo y mis amigas entienden mi situación, por lo que cuando estoy en la oficina me quito la mascarilla los ratos que lo necesito y cuando quedo con mis amigas al aire libre, no me la pongo”. El Gobierno tampoco ha hecho una propuesta concreta para una desescalada escalonada en la población adulta, que podría empezar con las personas ya vacunadas (como en Rusia) o en los espacios abiertos, como en Portugal (a partir del 13 de abril), Bélgica, Alemania e Inglaterra, entre otros.
El uso prolongado de la mascarilla también comporta afecciones maxilofaciales, sobre todo en adultos. La fisioterapeuta especializada en disfunciones de la articulación temporomandibular, Idoia Bilbao, indica que a lo largo de la pandemia ha incrementado el número de pacientes que atiende. “La mascarilla nos hace respirar por la boca, en vez de la nariz, trastornando el uso de los músculos y forzando la articulación temporomandibular”, indica. Como con la sequedad ocular, estas afecciones son mucho más frecuentes en la edad adulta, pero ello no implica que a los menores no les afecte.
Emma (10 años) considera “injusto” que ella tenga que llevar mascarilla cuando corre en el recreo y en el parque infantil, mientras los adultos pueden practicar deporte al aire libre sin mascarilla
Correr seis horas los miércoles
Emma tiene diez años y está terminando cuarto de primaria en una escuela pública de Bilbao. Usa la mascarilla desde que sale de casa, a las 8.20h, hasta que vuelve, alrededor de las 18h, si no llueve. Solo se la quita durante los 20 minutos del comedor escolar y el tiempo que le lleva merendar en el parque infantil. Dice que no quiere llevar mascarilla el curso que viene. Está cansada y un pelín harta. “Cuando corro, me ahogo, y corro mucho. Sobre todo, los miércoles. Corro seis horas entre gimnasia, el patio, el patio del jantoki (comedor, en castellano), luego en el parque y en artes marciales”. Solo la actividad extraescolar de artes marciales la realiza en un gimnasio cerrado y privado. Si no llueve, la asignatura de gimnasia este curso la dan al aire libre, en la calle peatonal de enfrente del colegio.
“Me parece injusto que los adultos puedan hacer deporte sin mascarilla y nosotros tengamos que llevarla. Hasta mayores están sentados en el banco del parque sin mascarilla, como la señora gritona del parque”, concluye y aprecia sobre una mujer que les riñe cuando corren bocata en mano por el Campo Volantín. “Y cuando le hemos dicho que ella no la lleva y no merienda, se ha puesto la suya, que es de rejilla. Es injusto”, insiste antes de cantar la canción que han compuesto sobre esta señora.
Otra madre, Rebeca Martínez, coincide desde Madrid con esta niña: “No se pueden tomar medidas restrictivas con cosas importantes de cualquier manera, ni se pueden alargar en el tiempo sin mucha explicación o ninguna, como si las medidas restrictivas se hubieran instalado indefinidamente. No hay forma de que se bajen del burro y no hay espacio social para cuestionarlas”, se queja sobre la infantilización de la población que a lo largo de la pandemia ha realizado en diversas ocasiones el Gobierno. “Yo no me tengo que poner la mascarilla cuando hago deporte al aire libre, pero mis hijos sí. Son incongruencias odiosas”, recalca.
Desde Castelló de la Plana, la maestra Laia Forés opina sobre el impacto del uso continuado de la mascarilla en las aulas de infantil: “Doy clases a niños de 3 y 4 años, por lo que mis niños no llevan mascarilla, pero están aprendiendo la dicción del lenguaje y con la mascarilla se pierde enseñanza. Necesitan vernos la boca para aprender a reproducir los fonemas correctamente. Probamos la pantalla para algunas actividades, pero se empaña y tampoco funcionaba”.
Como madre de dos hijos en primaria (7 y 11 años), Forés indica que los niños “lo han llevado bien, han asumido que deben llevarlo todo el rato y ya está, pero sí creo que si la vacuna avanza, deberían proponer acabar con la obligatoriedad. Ahora en los restaurantes podemos comer hasta diez personas juntas y con una distancia social más corta que en las aulas. Y este es otro tema: las relaciones sociales también debemos trabajarlas a nivel cognitivo en el aula. Les estamos dejando una huella emocional”.
El consejero de Educación de la Generalitat de Catalunya ha abogado por eliminar la obligatoriedad de llevar mascarilla en las escuelas “si la situación es segura”
Catalunya se planta
De momento, solo el gobierno de Catalunya ha abogado por eliminar la obligatoriedad de llevar mascarillas en las escuelas “si la situación es segura”, algo que dependerá de la inmunidad de grupo y el ritmo de vacunación, indicó el consejero de Educación de la Generalitat, Josep Gonzàlez-Cambray en una entrevista reciente en Catalunya Ràdio. También avanzó que una de las prioridades del curso 2021-22 será “reforzar el acompañamiento emocional de los jóvenes en los centros”. Uno de los juegos a los que ahora juega Emma en el parque le llaman el infectado, una versión pandémica del clásico pilla-pilla, además de coche amarillo, ¡vacunado!, un juego de agudeza visual en el que se hacen un gesto en la cara cuando ven un coche, autobús o furgoneta de ese color y se declaran inmunizados.
Las declaraciones de Gonzàlez-Cambray tuvieron lugar después de la Conferencia Sectorial de Educación y un Consejo Interterritorial de Sanidad conjunto el 19 de mayo. El diario El País accedió al documento propuesto por el Consejo de Ministros a las autonomías, en el que se hacía hincapié en que las medidas acordadas para el curso actual “han funcionado”, y que el calendario de vacunación para los menores aún “está pendiente de definir”. Por lo que abogan por repetir medidas —mascarilla, ventilación de las aulas a ser posible de forma “permanente”, entradas y salidas escalonadas y mínimo contacto entre grupos—.
El cambio tendrá lugar en secundaria que, para recuperar la presencialidad plena de la formación, acotarán la distancia entre pupitres 30 centímetros, pasando de 1,5 a 1,2 metros. Asimismo, “se plantea la posibilidad de flexibilizar el tamaño de los grupos” en Primaria. Es decir, volver a las aulas masificadas de 20 alumnos en Infantil y 25 en Primaria y prescindir de los profesores extra contratados este curso.
Una de las peticiones más demandada entre el sector para hacer frente al fracaso escolar es disminuir la ratio de alumnado por profesor, por lo que, además de mantener la obligatoriedad de la mascarilla al elevar el número de alumnos por aula, el próximo curso se perderá la oportunidad de caminar hacia una demanda histórica en materia educativa. El refuerzo del profesorado contratado para la pandemia en España es de alrededor de 35.000 empleos.
En el País Vasco, han sido alrededor de 1.000. “No aparecen en la Relación de Puestos de Trabajo del próximo curso”, alerta Ana Pérez, portavoz del sindicato mayoritario en educación Steilas, aunque confía en que Educación se comprometa a contratarlos con recursos extraordinarios al margen del presupuesto anual general. En el curso de Emma, desdoblado ahora en tres aulas por el covid, volverán a ser solo dos aulas a partir de septiembre, confirma su madre tras la reunión de final de curso con el profesor.
El Hospital Vall d'Hebron publicó un estudio sobre transmisibilidad del covid-19 en niños catalanes tras la reapertura de las escuelas y concluyó que “solo un 8% de los pacientes pediátricos fueron transmisores de la infección al resto de su núcleo familiar”
Estudio sobre la transmisión de los niños
El Hospital Vall d’Hebron, Barcelona, realizó un estudio amplio sobre la transmisibilidad del covid-19 en los niños dividido en dos partes: durante el confinamiento y en verano e inicio del curso escolar. En esta segunda parte, presentada el 27 de noviembre, concluyeron que “solo un 8% (86 casos) de los pacientes pediátricos con diagnóstico covid confirmado en Catalunya entre el 1 de julio y el 31 de octubre fueron los transmisores de la infección al resto de miembros de su núcleo familiar”. El estudio se realizó a partir de 1.081 pacientes pediátricos con PCR positiva y 3.515 contactos familiares.
“El estudio prospectivo reafirma que los niños son menos transmisores del sars-cov-2 que los adultos en el entorno domiciliario, como ya apuntaba la primera parte, realizada entre el 1 de marzo y el 31 de mayo en pleno confinamiento”, explicó el doctor Pere Soler, jefe de la Unidad de Patología Infecciosa e Inmunodeficiencias de Pediatría de Vall d’Hebron. Unos datos que concuerdan con la menor presencia de receptores ACE2, una proteína humana fundamental para la infección por coronavirus. “Ahora constatamos que la libre circulación de los niños y el retorno a las escuelas no han supuesto una mayor transmisión por parte de ellos”. El profesorado fue considerado colectivo de trabajadores esenciales, por lo que se les ha inoculado la vacuna contra el covid-19 con preferencia, independientemente de su franja de edad. En septiembre se espera que la totalidad del profesorado haya completado la pauta de vacunación.
La Organización Mundial de la Salud sigue manteniendo la recomendación de no usar mascarilla en niños de cinco años o menores y que entre los 6 y los 11 años se regule en función de los siguientes factores: si hay transmisión generalizada, la capacidad del niño para utilizar la mascarilla de forma segura, el acceso a las mascarillas, la supervisión adecuada de un adulto, las posibles repercusiones de llevar puesta una mascarilla sobre el aprendizaje y desarrollo psicosocial y los entornos e interacciones específicas del niño con otras personas que corran un alto riesgo de sufrir una manifestación grave de la enfermedad.
Abusos a la infancia
Covid y abusos a la infancia: “Debemos prepararnos para unas secuelas sin precedentes”
La situación de estrés y tensión derivada de la pandemia ha llevado al extremo las situaciones de violencia en el hogar, abocando a las víctimas a estar aisladas de los servicios de ayuda y asistencia. Estos abusos, que generalmente tardan años en salir a la luz, dejarán consecuencias graves a nivel de salud mental a los menores que tuvieron que confinarse con sus agresores.
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No son vectores, son niños y niñas
Para el futuro, deberíamos plantearnos que quizás una estrategia de inversión en residencias o en atención domiciliaria de calidad hubiese evitado más muertes que la reclusión de niños y niñas.
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Infancia y adolescencia: sin voto, con voz
Niños, niñas y adolescentes han llegado al reconocimiento como ciudadanía plena hace apenas treinta años, pero este escenario en el que son sujetos de pleno derecho genera aún resistencias. Sin embargo, ellos y ellas son sujetos situados: tienen opiniones y las expresan, con o sin permiso. La crisis del covid-19 ha puesto de manifiesto cómo sus derechos, necesidades y opiniones han quedado, como casi siempre, al margen.
Opinión
Mafaldocracia
Blindamos el mundo adulto como el único serio, dejamos fuera los mundos niños, los mundos adolescentes, incluso los mundos viejos.
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