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Dana
La protección de Navarra frente a eventos extremos: ¿estamos dispuestos a invertir en planificación?
Los trágicos eventos recientes provocados por la DANA en Valencia demuestra que fenómeno que alguna vez consideramos extraordinarios son cada vez más frecuentes y devastadores. Hablan además de una llamada de atención ineludible: las catástrofes naturales no son solo teoría y estadística, sino una realidad que afecta nuestras vidas y deja una estela de dolor a su paso. Las lluvias torrenciales en la región han dejado pérdidas humanas irreparables, han afectado a cientos de miles de personas y han generado daños económicos millonarios.
Parte de la causa radica en el cambio climático, que exacerba la intensidad y frecuencia de estos fenómenos. Pero el problema de fondo es que simplemente no estamos preparados para estas situaciones.
Hemos construido viviendas, infraestructuras y zonas industriales en lugares frágiles ignorando el papel esencial de una ordenación territorial que respete los límites de la naturaleza
Por ejemplo, si nos fijamos en la planificación urbana de las ciudades, observamos que durante décadas se han diseñado asentamientos en zonas inundables o áreas vulnerables sin sopesar correctamente los riesgos que podrían tener para las personas y sus hogares. Hemos construido viviendas, infraestructuras y zonas industriales en lugares frágiles –junto a ríos, aguas abajo de presas o en laderas volcánicas– ignorando el papel esencial de una ordenación territorial que respete los límites de la naturaleza.
El planeta para el que fueron creadas nuestras políticas y normativas actuales ya no existe. Hoy enfrentamos un mundo transformado, con desafíos climáticos y riesgos naturales que exigen respuestas nuevas y urgentes. Por eso, incluso cuando se consideran los riesgos naturales en la planificación, esto no basta. Tener un plan de evacuación o respuesta ante emergencias no es suficiente si se queda en el papel: debe implementarse, revisarse, actualizarse, comunicarse regularmente a la población y ensayarse con simulacros.
La eficacia de estos planes radica no solo en su diseño, sino también en su capacidad de adaptación y en la preparación de la comunidad para activarlos cuando sea necesario. En definitiva, la práctica de la protección es una actividad tanto individual como colectiva.
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La situación en Navarra
Podríamos discutir sobre si la gente de las zonas afectadas por la DANA sabía que existía un riesgo real, si se les había formado y preparado para actuar ante una emergencia, si la coordinación entre organismos fue la correcta, o si el sistema de alertas funcionó de forma eficiente, pero esto es algo que los responsables políticos tendrán que aclarar a su debido tiempo, haciendo un análisis a posteriori para saber cómo pueden mejorarse los mecanismos existentes para evitar que esto ocurra de nuevo.
Ahora bien, hace falta dejar de mirar solo a Valencia y la reciente catástrofe de la DANA para entender la urgencia de actuar. Mismamente en Navarra encontramos ejemplos claros de la necesidad de reforzar nuestra resiliencia urbana y un caso en particular que se nuestra desatendido de manera preocupante. La ciudad de Sangüesa, situada junto al río Aragón y aguas abajo de la presa de Yesa, lleva décadas bajo la sombra de un riesgo latente. El recrecimiento de la presa sigue siendo un tema polémico debido a los riesgos geológicos que implica y, por ende, a la amenaza potencial para la población aguas abajo tras la evacuación, expropiación forzosa y demolición de dos urbanizaciones.
En Navarra tenemos ejemplos claros de la necesidad de reforzar nuestra resiliencia urbana y un caso en particular que se nuestra desatendido de manera preocupante, la ciudad de Sangüesa
Ante esta situación, el Ayuntamiento de Sangüesa ha tomado importantes medidas preventivas. En 2014, se elaboró el Plan de Actuación Municipal ante el Riesgo de Inundaciones de Sangüesa-Zangoza (PAMRIS) como primera estrategia para definir acciones frente a posibles inundaciones. En 2017, se creó la “Hoja de Ruta hacia el Plan de Evacuación de Sangüesa-Zangoza (PES)”, un documento técnico diseñado para detallar los pasos necesarios hacia la implantación de un plan de evacuación en caso de una rotura de la presa de Yesa.
Gracias a estos esfuerzos, el PES fue homologado por la Comisión de Protección Civil del Gobierno de Navarra en 2022, consolidando una respuesta organizada ante emergencias. Además, dos años antes, el Ayuntamiento instaló un sistema de sirenas de alerta con una subvención del Gobierno de Navarra, garantizando que la población pudiera estar informada y avisada para actuar en caso de emergencia.
Estas acciones demuestran el compromiso de las autoridades locales con la resiliencia de Sangüesa y la protección de sus habitantes, pero la respuesta no debería quedarse en la redacción de un plan. El riesgo es real y se debe avanzar hacia una implementación completa, constante y dinámica que involucre a toda la población. En el caso de Sangüesa, desde la presentación del PES a la población a principios de 2023, no se han llevado a cabo las medidas restantes señaladas en la Hoja de Ruta para la correcta implementación del PES.
El grupo de trabajo, creado en su momento para redactar e implementar el Plan, no se ha vuelto a reunir. Tampoco se ha revisado la adecuación de los planes de evacuación de edificios vulnerables conforme al PES. No ha habido nuevas iniciativas formativas ni informativas (como folletos o charlas), ni se han realizado simulacros, ya sean parciales o totales.
Además, falta un mecanismo para actualizar y revisar el PES regularmente, en coordinación con otros planes y mecanismos autonómicos, lo cual es fundamental para convertirlo en un documento vivo que evolucione junto a las necesidades de la ciudad.
La gestión de riesgos debe ser una prioridad constante, no solo un compromiso tras el desastre. ¿Estamos dispuestos a invertir en planificación, prevención y resiliencia?
No deberíamos esperar a que las tragedias sucedan para tomar medidas. La historia y los recientes eventos de la DANA en Valencia y otras localidades tanto mediterráneas como centroeuropeas, aún muy recientes, nos recuerdan que los planes de evacuación no pueden quedarse en un cajón. De lo contrario, cuando llegue el momento de utilizarlos, todos los esfuerzos invertidos se volverán inútiles: un plan desactualizado, vecinos sin saber qué hacer ni dónde ir, y sistemas de alerta que fallan en el momento crítico.
La educación de la población es crucial, ya que no sólo ayuda a reducir el riesgo, sino que crea una cultura que salva vidas. Y la preparación, si no se mantiene activa y funcional, corre el riesgo de convertirse en una falsa seguridad que solo agrava la situación.
Debemos tomar esta llamada de atención de la naturaleza como una oportunidad para abrir los ojos y actuar. Podemos tener planes técnicos impecables, sistemas de alerta eficaces, infraestructuras adaptadas a los riesgos naturales, planes de evacuación detallados, pero si después no existe voluntad política para mantenerlos, revisarlos e implementarlos, todo ese esfuerzo no servirá de nada.
Es esencial que la gestión de riesgos sea una prioridad constante, no solo un compromiso puntual tras cada desastre. ¿Estamos dispuestos a invertir en planificación, prevención y resiliencia o dejaremos que la tragedia sea nuevamente nuestra única maestra?