Ecologismo
No son molinos, son gigantes

Los gestores del Parque eólico Artzentales-Sopuerta un día se presentaron en el pueblo, decían una cosa pero sus palabras señalaban otra.
mafia eolica
24 sep 2022 08:00

Un día llegaron al pueblo dos hombres para explicarnos el proyecto de un “Parque eólico” que quieren construir en nuestros montes. Decían que era un proyecto de energía renovable “de vascos para los vascos”, promovido por una empresa bizkaina y destinado a alimentar las necesidades energéticas del territorio. Aseguraban que esto podría traernos beneficios en cuanto pueblos afectados, pues podríamos negociar “reparaciones” con la empresa promotora. Por ejemplo, podríamos negociar una rebaja en el precio de la electricidad. O como habían hecho en un pueblo de Araba, donde a cambio de instalar aerogeneradores habían proporcionado a la gente abrevaderos para el ganado.

Lo que quieren construir aquí en realidad no es un “parque”, sino una central eólica de enormes proporciones

No quieren construir un “parque”, sino una central eólica de enormes proporciones. Ocho aerogeneradores del tamaño más grande que existe (200 metros de altura), con el respectivo cableado para la evacuación de la energía producida. A pesar de la imagen tranquilizadora que los promotores querían transmitir, fácilmente puede imaginarse el impacto que esta obra tendrá en este medio rural: abrirán avenidas de siete u ocho metros de ancho por los montes para subir las maquinarias de instalación y mantenimiento; en las cumbres, colocarán bases de cemento de tamaño descomunal para sujetar unos molinos aún más descomunales.

El impacto sobre el territorio incluirá el destrozo de caminos y acuíferos, así como de plantas y animales, entre ellas varias especies protegidas. El paisaje se verá irremediablemente afectado, tanto por la obra, como por la presencia de los enormes molinos en la cornisa montañosa. Todo esto conllevará una degradación general de la zona: las casas y los suelos perderán valor, el turismo de naturaleza desaparecerá y empezará un proceso de despoblación. “Enkarterri es la cola de Bizkaia”, dicen, un territorio que mucho antes de los molinos ya era víctima de una lógica depredadora: aquí los bosques de robles fueron convertidos en plantaciones de eucaliptos y florecieron empresas contaminantes. Una vez más, este territorio pagaría los efectos colaterales del “desarrollo”.

Energías renovables
Energías renovables Energías renovables e insostenibles
Los proyectos para la producción de electricidad, y la oposición vecinal que suscitan se multiplican en Navarra y Araba.

No es un caso aislado. Este tipo de megaproyectos energéticos están siendo impulsados en nombre de la “crisis energética y ambiental”. De hecho, la central eólica Artzentales-Sopuerta es parte de un proyecto más grande que afecta a toda la Cordillera Cantábrica y existen proyectos eólicos y fotovoltaicos de grandes proporciones en muchos lugares del territorio español. En los últimos años, y sobre todo en los últimos meses, el sector de las energías renovables ha empezado a ser objeto de una fiebre especulativa, alimentada por procesos tan complejos y globales como el pico del petroleo y la guerra en Ucrania.

Este tipo de megaproyectos energéticos están siendo impulsados en nombre de la “crisis energética y ambiental”

En el caso de esta central, al contrario de lo que afirmaban los promotores en su charla, no hay nada especialmente “vasco”: detrás de la empresa que financia el proyecto hay una transnacional energética; y detrás de esta, la famosa Blackstone, un banco de inversión sin rostro que, simplemente, está comprando el mundo. Tampoco el consumo de la energía que producirían estos molinos tiene especial relación con el territorio. De hecho, esta central es parte de un sistema energético que conecta toda Europa. No está dimensionada en referencia a las necesidades locales o regionales, sino respecto a un flujo de importaciones y exportaciones de escala continental. También aquí se puede ver una lógica depredadora: ciertos territorios son explotados y destrozados para suplir las necesidades de otros, mediando el beneficio de unos pocos. No es nada nuevo. Con sus diferencias, es lo mismo que las empresas europeas han estado haciendo y hacen, por ejemplo, en muchos lugares de América Latina.

El parque eólico, a pesar de su bonito nombre, es una aberración. La lógica que lo origina tiene mucho más que ver con la especulación financiera que con la búsqueda de soluciones a la crisis que vivimos. Desde hace décadas los expertos en cuestiones ambientales y del desarrollo afirman que la solución de la crisis energética pasa por el cambio a un modelo basado en pequeñas unidades de producción de energía, en el autoabastecimiento a escala comunitaria y en la reducción del consumo. Esto lo saben también las instituciones, que en los últimos tiempos han estado pronunciando discursos y promoviendo planes que van en este sentido. Pero, más allá de lo que se escribe en el papel, el dato real es que las instituciones avalan estos megaproyectos, mientras que las subvenciones para instalaciones privadas y comunitarias son ínfimas e inciertas.

Luchar contra estos molinos significa, en el fondo, luchar contra todo lo que hay detrás, contra la mafia que los impone y el dogma que los avala.
La idea de sustituir la energía de los combustibles fósiles con otra fuente de igual escala e intensidad, para mantener los niveles de consumo y la estructura energética actual, es una quimera que se está convirtiendo en pesadilla. Algunos lo llaman tierrainfinitismo, el mito según el cual se pueden encontrar soluciones para que la economía siga creciendo hasta el infinito. Es un mito, una creencia que resiste a pesar de la evidencia. Es un dogma en el que se apoyan estructuras de poder explotadoras, que especulan con la muerte de la naturaleza y, en consecuencia, también de las personas.

Ante todas estas incoherencias, se queda uno perplejo al ver como los partidos políticos, que deberían representar al pueblo, se alinean con este dogma y aceptan sus “efectos colaterales”, aunque perjudiquen directamente a sus territorios. Es evidente que detrás de estos molinos existe una red de intereses que vincula la política y la empresa, entre los niveles local, estatal y transnacional. Luchar contra estos molinos significa, en el fondo, luchar contra todo lo que hay detrás, contra la mafia que los impone y el dogma que los avala. Parece una locura, como la de don Quijote. Pero también tenemos el ejemplo de los movimientos indígenas y populares que en otros lugares se enfrentan sin medias tintas al neoliberalismo depredador para proteger lo forestal, las aguas y, en definitiva, su propio medio de vida. Aquí, igual que allá, si los molinos quieren caernos desde el cielo de la crisis global, la gente debe responder desde la tierra, desde nuestro sentimiento de pertenencia al territorio y el compromiso de defenderlo.

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yermag
yermag
25/9/2022 14:03

Zorionak Eukene, oso ongi ta oso interegarria da zure hitzak. Ordun bildu-pnv-pose-pp berdin da ! En vez de llenar los polígonos industriales de placas solares, joden los montes con enormes, descomunales, aerogeneradores. Es como poner el buey delante del carro. Las grandes empresas y fondos buitre ¿habrán sobornado a los alcaldes de Bildu de Zestoa, Azpeitia y Arrasate ? A partir de ahora habrá que traducir "Euskal Herria Bildu" como Destrozar Euskal Herria.

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gaursoytonto
26/9/2022 11:53

es increible como manipulas y lo llevas a tu terreno el impecable artículo.A-LU-CI-NAN-TE

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