Memoria histórica
Los calendarios laicos: desde los almanaques al científico escolar del CSIC

El 11 de febrero se celebra el Día Internacional de la Niña y la Mujer en la Ciencia, una fecha ideal para hacer un repaso del historial de calendarios laicos y científicos desde sus orígenes.


11 feb 2025 07:00

Como todos los años, por estas fechas, el Calendario Científico Escolar del CSIC  llega a algunos centros educativos de España, un calendario de pared que, a diferencia de los tradicionales, no incluye el santoral católico, sino un elenco de nombres de mujeres y hombres relacionados con las ciencias en todos sus ámbitos, hitos históricos que contribuyeron al avance de la humanidad o la preservación del planeta, efemérides de carácter científico, reseñas sobre proyectos pioneros y acontecimientos de carácter laico, todo ello con un lenguaje no sexista, inclusivo y divulgador. Su objetivo, como afirmó el impulsor de la idea, Pablo Gutiérrez Toral, doctor por la Universidad de León, investigador del CSIC y miembro de Europa Laica, asociación que apoyó el proyecto desde el primer momento, es el de fomentar la cultura científica en las aulas, promoviendo las vocaciones STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), empleando un especial énfasis “en asegurar la visibilidad de las mujeres científicas y tecnólogas, para poner a disposición del alumnado referentes que promuevan las vocaciones científico técnicas entre las niñas y adolescentes”. En 2019, con el apoyo del Instituto de Ganadería de Montaña (CSIC), ubicado en León, y el decidido empeño de Asturias Laica y Europa Laica , el calendario se planteó como un proyecto de divulgación científica. Para ello se solicitó ayuda a la Fundación Española de Ciencia y Tecnología.

Sin embargo, la distribución última del calendario no corre a cargo del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, organismo del que depende el CSIC, sino de la labor altruista y voluntaria de los miembros y personas asociadas a los organismos u organizaciones que participan en su elaboración y cofinanciación. En el caso de Extremadura, la comunidad autónoma con uno de los mayores índices de alumnado que cursa la materia de religión en las aulas, lo distribuye Extremadura Laica, a través de numerosas profesoras y profesores que lo llevan a sus centros de trabajo. Según Javier Escudero , miembro de Extremadura Laica y padre de María Escudero Escribano , ingeniera química y referente internacional en materia de electroquímica y sostenibilidad, en Extremadura se distribuyen 135 calendarios, 90 en la provincia de Cáceres y 45 en la de Badajoz.

El calendario, que se comenzó a elaborar en 2020, cuenta con una versión online, que incluye enlaces del CSIC para realizar diversas actividades didácticas según las efemérides, dirigidas a educación primaria y secundaria. De excelente y muy manejable formato, acorde con los principios de accesibilidad y diseño universal, cada año mejora con algún nuevo contenido que lo hace más accesible y útil para la comunidad escolar, permitiendo además su aplicación en otros ámbitos de la sociedad, no solo educativos. En 2023, por ejemplo, su cuarto año, incluyó como novedad un recurso de apoyo para alumnado con dificultades en la competencia lectoescritora. La versión online del calendario dispone de ficheros ICAL, que permiten su integración en aplicaciones como las de Google Calendar, Outlook, Apple Calendar, así como archivos TTS Reader, lectores de texto con voz. Está disponible, además, en 11 idiomas: castellano, gallego, asturiano, euskera, aragonés, catalán, inglés, esperanto, árabe, portugués y farsi. También en Braille.

La tradición de los calendarios científicos y laicos, como el del CSIC, está ligada a la irrupción en la historia de la humanidad de derechos como la justicia, la igualdad y la libertad, el fundamento de los derechos humanos. Inspirado en los principios de la Revolución Francesa -Liberté, Égalité, Fraternité- el “Calendario revolucionario” fue elaborado por el matemático Gilbert Romme, con la colaboración de los astrónomos Joseph-Jerôme de Lalande, Jean-Baptiste-Joseph Delambre y Pierre-Simon Laplace. El poeta Fabre d'Églantine dio nombre a sus meses y días. Fue adoptado como calendario oficial por la Convención Francesa y mantuvo su vigencia entre los años 1792 y 1806, el 1 y 14 de la nueva era. Fue abolido por Napoleón y de nuevo implantado tras su derrocamiento. También estuvo vigente durante la Comuna de París, pero de forma muy efímera. Según este calendario, actualmente estaríamos en el año 233.

Aunque la Iglesia y sus asuntos siguieron estando presentes de forma omnímoda en la precaria morada de los pobres, el opio del pueblo, buena parte de estos fueron sustituyendo el santoral cristiano que regía el tiempo de sus días y sus faenas por referencias laicas

Las referencias mitológicas y religiosas del calendario cristiano-gregoriano, con meses como junio, julio o agosto, nombrados así en honor a Juno, Julio César o Augusto desaparecieron en este otro revolucionario, sustituyéndolas por menciones a la naturaleza, con el inicio del año en el equinoccio del otoño y no a inicios del invierno. Los nombres de cada uno de los meses refieren fenómenos naturales y climáticos, muchos de ellos relacionados con las tareas del campo, como Vendimiario, mes de la vendimia (septiembre-octubre), Brumario, mes de brumas y neblinas (octubre-noviembre), Frimario, mes de la escarcha, (noviembre-diciembre), Nivoso, mes de las nieves (diciembre-enero), Pluvioso, mes de las lluvias (enero-febrero), Ventoso, mes de los vientos (febrero-marzo), Germinal, mes de la primavera, cuando todo germina (marzo-abril), Floreal, mes de las flores (abril-mayo), Pradial, mes de la pradera (mayo-junio), Mesidor, mes de las mieses (junio-julio), Termidor, mes termal, del calor (julio-agosto), Fructidor, mes de las frutas (agosto-septiembre).

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Hacia mediados del siglo XIX y sujetos a nuevas innovaciones de la imprenta, comienzan a universalizarse los primeros calendarios de pared, realizados mediante cromolitografías en papel. Estos sustituyen a otros que se realizaban en planchas de latón, que solo se podían permitir la burguesía alta y la aristocracia y que mostraban alegorías religiosas en su mayor parte. En poco tiempo, y sobre todo con el auge del comercio de finales de siglo XIX, estos calendarios pasarían a llevar publicidad con ilustraciones muy vistosas y coloridas de productos o negocios. Los temas, cuando no eran publicitarios, podían ser de lo más variopintos, desde temas religiosos hasta escenas bucólicas, en ocasiones satíricos. Las clases bajas pronto se aficionaron también a estos calendarios de papel que les permitía conocer la fecha de las tareas del campo o festividades, generalmente unidas al santoral.

Eric H. Hobsbawn relató en Rebeldes Primitivos la progresiva secularización de la clase obrera durante la revolución industrial. Aunque la Iglesia y sus asuntos siguieron estando presentes de forma omnímoda en la precaria morada de los pobres, el opio del pueblo, buena parte de estos fueron sustituyendo el santoral cristiano que regía el tiempo de sus días y sus faenas por referencias laicas.

La difusión de los calendarios, unida al abaratamiento de su precio, hizo que entraran en la casa de los desheredados. Como apuntó Alejandro Civantos en relación a la producción cultural del libro, “los primeros obreros españoles que pudieron leer (…) no se vieron, no se reconocieron y en modo alguno se encontraron reflejados en los folletines, en las novelas seriadas o en las páginas de prensa que pretendían hablar de ellos” (Civantos Urrutia, Alejandro, Leer en rojo, auge y caída del libro obrero, 1917-1931, FAL). Esto hizo que la incipiente clase obrera se viera obligada a crear su propia cultura, conscientes de que, como señala Civantos, para ser “clase”, debían producir cultura de “clase”, para lo cual debían de hacerse, además, de los medios de producción, es decir, disponer de periódicos propios, imprentas propias, distribuidores propios, y de ilustradores y autores comprometidos con la producción de libros y periódicos obreros que fueran destinados a los obreros y que hablaran de los obreros. Algo muy parecido iba a suceder con los calendarios.

Entre 1867 y 1870 se publican los primeros Arbeiterkalender que conocemos, unos almanaques populares dirigidos a la clase obrera organizada de algunos países europeos, como Alemania. En algunos de ellos se suprimen las historias y leyendas religiosas, reemplazándolas por hitos históricos, principalmente de carácter revolucionario

Los calendarios en papel que se utilizaron para colgar en la pared o seguir el día a día estaban muy relacionados con los almanaques. Eran estas publicaciones impresas de carácter anual, generalmente publicadas al principio del año al que iban dirigidas, de diversos tamaños y de numerosas páginas. Solían incluir una página por cada mes y, en ocasiones, un calendario central con todos los días del año. Muchas eran de carácter temático -almanaque de teatro, político, militar- que introducían noticias de diversa índole, predicciones astronómicas, santoral diario y celebraciones ligadas a la Iglesia. Algunos contenían ilustraciones de lo más variopintas, en ocasiones muy críticas con el poder. Una recopilación de los almanaques franceses del siglo XVIII y XIX la podemos encontrar en la Bibliographie de quelques almanachs illustrés des XVIII et XIX siècles, par Félix Meunié, editado en Paris en la Librairie Henri Leclerc en 1906. Como ejemplar curioso, reseñamos el Almanaque del diablo, que incluía en sus páginas centrales un calendario del año 1737, una publicación de carácter jansenista firmada por el demonio Asmodeo con predicciones para ese año. La obra fue prohibida por la Iglesia y sus ejemplares quemados. Su autor, un sobrino del jansenista Pasquier Quesnel, excomulgado por Clemente XI, fue encarcelado en La Bastilla, donde se suicidó. Afortunadamente se salvaron algunas copias, de descarga gratuita en Gallica , el archivo francés.

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Entre 1867 y 1870 se publican los primeros Arbeiterkalender que conocemos, unos almanaques populares dirigidos a la clase obrera organizada de algunos países europeos, como Alemania. En algunos de ellos se suprimen las historias y leyendas religiosas, reemplazándolas por hitos históricos, principalmente de carácter revolucionario, como la Guerra de los Campesinos o los primeros pasos de La Internacional en 1864. El santoral cristiano, con sus nombres de santos y santas, es sustituido por deidades paganas, relacionadas con la mitología nórdica. También incluyen información sobre fenómenos astronómicos, como los cambios de luna, las conjunciones planetarias y estelares o los eclipses.

Este modelo se extendió rápidamente por toda Europa. En España ya en el periódico La Paz, de Murcia, en su edición del 20 de diciembre de 1865, se anuncia para 1866 el Calendario de pared en colores del Zaragozano Yagüe, el Calendario de El Omnibus, el Calendario de La Risa, el Calendario de Los Chistes, el Calendario de Gil Blas y el Calendario Ilustrado, todos a un precio asequible y todos con un diario de santos y hechos religiosos.

En el Estado español habrá que esperar a la publicación de La Tramontana para encontrar unos almanaques claramente anticlericales y laicos. La Tramontana era un periódico “vermell”, un periódico rojo, catalán, claramente anarquista, un semanario que llegó a publicar más de 700 números entre 1881 y 1896, acompañados por la publicación anual de un Almanach, entre 1888 y 1896, con la única interrupción de 1894 y 1895 a causa de su prohibición a manos de la policía de imprenta. Un reciente artículo de Ángeles Barrio Alonso (Universidad de Cantabria), explica con detalle la publicación del Almanaque de La Tramontana, exponente, como se dice en el mismo, “de una cultura política libertaria de naturaleza híbrida, liberal por filiación y obrerista por evolución” (Barrio Alonso, Ángeles, “El discurso visual del anarquismo: la singularidad de La Tramontana y su Almanach (1881-1896)”, artículo incluido en Miradas de la España de la Restauración desde la caricatura política, la iconografía y la prensa (1875-1923), Gonzalo Capellán (ed.), Editorial de al Universidad de Cantabria, Santander, 2024).

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Sus orígenes están en la imprenta La Academia, del republicano Evaristo Ullastres, fundada en 1877 y ubicada en la ronda de la Universitat, Barcelona, donde como expresa Ángeles Barrio, “recalaba lo más granado del librepensamiento y el anarquismo barcelonés de fin de siglo: Josep Llunas, Pedro Esteve, Antonio Pellicer, Anselmo Lorenzo, Eudald Canibell, Celso Gomís, etc.” En sus talleres se imprimió también el periódico Acracia y la mayoría de los folletos anarquistas que se distribuyeron por la ciudad y por Catalunya durante la I Internacional (referencias en Gráfica Anarquista Utópica Tinta, 1931-1939, Observatori de la Vida Quotidiana (ed.), Ajuntament de Barcelona. Josep Llunas, el primer director de La Tramontana, sería después el inventor del título para el libro de cuentos mítico “Dinamita cerebral”. Otro reciente libro que habla de este ambiente entre tipógrafos anarquistas y cultura libertaria es el de Susana Sueiro Seoane, El anarquista errante. La aventura transatlántica del tipógrafo Pedro Esteve (1865-1925), Marcial Pons Historia, 2024.

Pero a quienes debemos los primeros almanaques de carácter laico y científico es al matrimonio formado por Federico Urales y Soledad Gustavo, nombres con los que firmaban Joan Montseny y Teresa Mañé, ambos ácratas, maestros, pedagogos, intelectuales, activistas y editores de numerosas publicaciones en la historia del anarquismo y de la edición en general en España. Federico Urales ya había colaborado con La Tramontana y, según cuenta en sus memorias, tras su paso por El Progreso, dirigido por Alejandro Lerroux, viendo que el periódico estaba pronto a desaparecer a causa de la campaña llevada a favor de los presos de Montjuic, decidió fundar La Revista Blanca, cuya autorización ante la administración pidió su compañera, Teresa Mañé, en calidad de propietaria-directora.

Con el subtítulo de “Sociología, Ciencia y Arte”, La Revista Blanca, cuyo nombre tomó Urales de la Revue Blanche de París, comenzó a publicarse en 1898, y siguió su publicación, salvo un período de interrupción, hasta 1936. En sus páginas escribieron tanto intelectuales extranjeros como españoles, hombres y mujeres, todos ellos laicistas y muy ligados a la cultura científica que aborrecía el oscurantismo de la subcultura eclesiástica y burguesa española. Esta revista no solo fue un faro de conocimiento para el movimiento libertario español, sino para el mundo de la cultura en general y para la clase obrera que ansiaba alfabetizarse en particular. La Revista Blanca publicó su primer almanaque en 1901, en la Imprenta de Antonio Marzo, que estaba en la calle de las Pozas, 12, de Madrid.

Este almanaque incluía las efemérides de los principales hechos sociales, históricos, artísticos y científicos, desde la independencia de Suiza el 1 de enero de 1508 hasta la muerte del revolucionario Auguste Blanqui, el 31 de diciembre de 1880.

Completaban la publicación textos literarios, científicos, políticos…, a cargo de firmas como Fermín Salvochea, Miguel de Unamuno, Ricardo Mella, Teresa Claramunt, Anselmo Lorenzo, Pedro Vallina, Francisco Giner, Manuel Bartolomé de Cossío y otros muchos, acompañados de grabados de Julio Romero de Torres sobre la cuestión social.

En los años siguientes el Almanaque de la Revista Blanca, que llegaba a todos los rincones de España e incluso a otros continentes, incluiría un “calendario laico”, así titulado, que ofrecía un diario mensual con la sugerencia de un nombre laico para cada día del año, no contemplado en el santoral, como forma de contrariar la costumbre de poner al hijo o hija el nombre del santo del día en que naciera. Comenzaba por la A y seguía de modo alfabético, de tal modo que los dedicados a los primeros días del año eran Acacia, Acracia, Adelfa, Adolia, Adonis, Adriático, Afelio, África…, y los últimos Solidaria, Ovidio, Cendrina, Alejandrina, Electricia, Arrebol y Épico. Incluía también indicaciones para el año astronómico y numerosos artículos de las mentes más avanzadas y preclaras de la época que contaran con cierta conciencia social.

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A estos de La Revista Blanca les siguieron otros almanaques laicos y científicos en aquellos primeros años del siglo XX, Uno de ellos fue el de Tierra y Libertad, periódico también fundado inicialmente en forma de suplemento de la Revista Blanca por el matrimonio Montseny-Mañé.

Tierra y Libertad, que tuvo diversas épocas y diversos impulsores, publicó un anuario a finales de 1911, destinado al año 1912. Por entonces el semanario ácrata estaba dirigido por el tipógrafo y anarcosindicalista Tomás Herrero Miguel (1877-1937). El almanaque para 1912, impreso en el Establecimiento Tipográfico de Félix Costa, Calle del Conde de Asalto, 45, Barcelona, le fue encargado a Anselmo Lorenzo (1841-1914), uno de los primeros internacionalistas y autor del Proletariado Militante, entre muchas otras obras. En su cabecera llevaba el subtítulo de “Ciencia, arte, literatura y revolución social. Sociedad es equidad”. El anuario contenía textos sobre evolución humana y animal, el origen del sistema solar y de la tierra, el dinamismo atómico, el tiempo, la revolución, la libertad de enseñanza, el lenguaje, el anarquismo, el proletariado, la situación de la mujer, la vivienda y otros muchos más firmados por plumas como las de Elisée Reclus, Kropotkin, Anatole France, Visitación Portilla y el mismo Anselmo Lorenzo.

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El movimiento socialista también dispuso de sus calendarios de carácter laico, como el Calendario obrero elaborado por el tipógrafo e historiador socialista Juan José Morato para el año 1914.

Este calendario laico y obrero, prácticamente de bolsillo, por sus reducidas dimensiones, que lo hacían muy manejable, realizado en la Imprenta de Felipe Peña Cruz, calle Pizarro nº 16 de Madrid, incluía, aparte de las efemérides de la civilización, diversas semblanzas de los pensadores de izquierda, como Marx, Bakunin, Babeuf…, así como una estadística de las huelgas por término medio en los países europeos. Finalizaba con la reproducción de la letra y partitura de La Internacional, con letra de E. Partier y música de Degeiter, traducida por E. Ferraz Revenga, una Internacional que comienza con la siguiente estrofa:

¡Arriba, siervos de la Tierra!
¡Arriba, esclavos del hambre!
¡En su volcán la razón brama,
hora es al cabo que estalle!

Incluía también composiciones poéticas de carácter social, como un soneto firmado  por Juan Luis Cordero Gómez (1882-1955), poeta de Zarza la Mayor por entonces afincado en Cáceres y muy reconocido en la prensa extremeña, que habla de la situación de la mujer obrera en Extremadura y sus duras condiciones de vida en la recogida de la aceituna, como apañadora, en los siguientes términos:

Visión de diciembre. “La Apañadora”.

Del olivar sobre la tierra dura,
que la escarcha apretó, con sus rigores,
antes que el sol radiara sus fulgores,
va y viene la mujer de Extremadura.
El corazón se llena de amargura
y arde el alma en santísimos rencores
viéndola entre la grey de apañadores
encorvada y doliente su figura.
De la esperada edad santas auroras
iluminad con luces redentoras
estos rincones de la patria mía!
¡Tornad en libre a la mujer esclava!
¡Lanzad raudales de encendida lava
sobre la turba que la imprime impía.

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La proclamación de la Segunda República abrió el camino a estas publicaciones de carácter laicista. El artículo 48 de la Constitución, aprobada hacia finales de 1931, establecía que la enseñanza sería laica, se sacaba a la religión de la escuela pública y se introducían los preceptos de la Escuela Nueva, que haría del trabajo, como se decía en el texto constitucional, “el eje de su actividad metodológica y se inspirará en ideales de la solidaridad humana”.

Después vino el tiempo oscuro del fascismo y de la dictadura franquista, con la complicidad de la Iglesia Nacional Católica. Los santorales volvieron tanto a las aulas como a los domicilios, obligando incluso a quienes se habían inscrito en el registro civil con nombres no católicos a cambiarlos por otros reconocidos en el santoral. Todavía hoy día, estos calendarios que siguen la onomástica católica, apostólica y romana, siguen estando presentes en las aulas donde debe enseñarse con principios laicos y científicos. Ha habido que esperar muchos años para que, gracias a iniciativas como las de Europa Laica y otras organizaciones, con apoyo del CSIC, el calendario de un centro educativo vuelva a señalar el tiempo que acompaña nuestros días a la luz de la ciencia.

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Pepetrujo@gmail.com
11/2/2025 10:44

http://www.ateosenmadrid.es/wp-content/uploads/2024/12/CalendarioAMAL-2025Horizontal-Mesa.pdf

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