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Memoria histórica
Las muertes de Miguel de Unamuno y José Rizal relacionadas por el odio racista de Millán-Astray
“Viva España”, se dice que gritó José Rizal antes de ser ajusticiado un 31 de diciembre de 1896, hoy hace 118 años, en Manila, Filipinas. Cuarenta años después, Miguel de Unamuno fenecería, también en el último día de 1936, en su casa de Salamanca, en un presunto asesinato aún por esclarecer tras 88 años de impunidad.
Unamuno y Rizal tienen una biografía enhebrada que se une en algunos de sus puntos. Se conocieron y compartieron espacios. El bilbaino epilogó la biografía del tagalo. El nombre del filipino, en boca del vasco-salmantino durante el discurso del 12 de octubre en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, llevaría al fundador de la Legión Española, José Millán-Astray, a sentenciar a Unamuno a un trágico final por ser objeto de su odio.
Fascismo
Memoria La primera muerte de Unamuno empezó el 12 de octubre
Como ya es vox populi, tras el encontronazo con el fundador de la Legión, donde fue amenazado, Unamuno ya no pudo vivir en libertad. Desde aquel Día de la Raza en el que don Miguel mencionó al doctor José Rizal, vivió bajo arresto domiciliario, vigilancia permanente y amenazado de muerte, hasta el punto de que en sus últimos meses escribió no menos de siete cartas avisando de que sería asesinado.
En el acto de aquel día, junto a la esposa del dictador Carmen Polo y frente a jóvenes falangistas, Unamuno pronunció el nombre de José Rizal. En el papel donde apuntó ideas para el diacurso tenía escrita la palabra “Rizal” en el anverso, lo que confirma que, como en 1935, el filipino iba a ser protagonista. Recordemos otras palabras de aquella intevención: vencer, convencer, imperialismo, guerra internacional…
“Rizal” fue una palabra obviada en el relato oficial sobre la “muerte” de Unamuno, llegando a ser borrada en su reproducción en algunos libros que se han impuesto como referencia del relato sobre su final
“Rizal” fue una palabra obviada en el relato oficial sobre la “muerte” de Unamuno, llegando a ser borrada en su reproducción en algunos libros que se han impuesto como referencia del relato sobre su final. Autores de supuesto prestigio, como Salcedo (1964) o Trapiello (en su reedición de 2019), esconderán, por desconocimiento o negligencia, la grafía y significado de la palabra “Rizal”, apellido del doctor filipino. “Basta con acudir al documento original, custodiado en la Casa Museo de Unamuno en Salamanca para comprobar fácilmente la palabra Rizal manuscrita por el propio don Miguel”, explica a Hordago Manuel Menchón, cineasta, investigador de la muerte de Unamuno y director del documental Palabras para un fin del mundo (2020), disponible en RTVEPlay y Filmin.
“Para mí es tan español como nosotros el filipino Rizal, que se despidió del mundo en español”, diría Unamuno –según los apuntes tomados in situ del profesor Ignacio Serrano– recibiendo la reprimenda de Millán-Astray: “Los catalanistas morirán. Y ciertos profesores, los que pretendan enseñar teorías averiadas, morirán también”. Unamuno defendía a Rizal ante los falangistas porque sentía admiración y devoción por su persona y su altura intelectual. Había incluso escrito el epílogo de su biografía (un proyecto de Wenceslao Retana, otro filipino reconocido), y le había recordado en el mismo lugar y día del año anterior, en 1935, denunciando una concepción restringida y racista de la hispanidad con la que Unamuno no comulgaba.
Al analizar las notas de Unamuno del 12 de octubre junto con otros escritos posteriores, y contrastarlos con el documento del profesor Serrano, resulta evidente que lo ocurrido fue un incidente grave. Así lo describió Francisco Bravo, jefe de la Falange en Salamanca, en una carta dirigida el 13 de octubre a Fernando, el hijo mayor de Unamuno. “Sería doloroso que a tu padre pudiera sucederle algún incidente desagradable”, advertía. La hipótesis del asesinato ha sido documentada y empezó a abrirse paso gracias a Manuel Menchón y Luis García Jambrina, que con su libro La doble muerte de Unamuno (Capitán Swing, 2021) aportan los principales elementos para la reapertura del caso.
En un texto inédito –del 12 de enero de 1942– publicado por Togores, se recogen las apreciaciones del legionario mutilado durante aquella jornada. Le sorprende que Unamuno no salga a recibir a la esposa del dictador. En la apertura de la sesión, Millán-Astray observa en las palabras de Unamuno una negación del cargo de Jefe de Estado que ya había bautizado a Franco. Al mutilado le molesta que don Miguel diga en su intervención “que no hay antipatria” porque eso significa que los rojos no son anti-España. También le molesta que entone un canto a “Vasconia y a Cataluña”, “regiones separatistas en aquellos momentos en poder de los rojos”. También deduce que con su “vencer no es convencer” quiere decir que “con las armas no se gana la razón”, y esto también le llena de ira. Cuando Millán-Astray repara en Rizal, explica sin miramientos: “Esto, creo yo que muy pocos alcanzarían la perversa intención del señor Unamuno al nombrar al cabecilla Rizal en el momento en el que la guerra contra España estaba dirigida por los comunistas ruso-soviéticos-judío-masónicos”. Acusa a Rizal de masón anti-España y anti-Ejército.
"Si no hubiese sido por haber ido dando el brazo a la Señora del Caudillo e ir yo detrás de ellos, quizás hubiesen tomado alguna medida violenta contra el señor Unamuno”, reconocía Millán-Astray
Al terminar la sesión de la Fiesta de la Raza, tras haber arengado a las masas falangistas del paraninfo, el mutilado tuvo que tomar la decisión de parapetar a Unamuno tras Carmen Polo. Él lo recoge así: “Al terminar, la Señora del Jefe del Estado, salía sola y entonces me dirigí al señor Unamuno y le dije: 'Señor Rector: dé Vd. el brazo a la Señora del Jefe del Estado y acompáñela hasta la puerta a despedirla’. Él así lo hizo. Yo fui detrás. Luego supe que los estudiantes jóvenes y principalmente los falangistas, si no hubiese sido por haber ido dando el brazo a la Señora del Caudillo e ir yo detrás de ellos, quizás hubiesen tomado alguna medida violenta contra el señor Unamuno”.
El verdadero detonante del odio de Millán-Astray y del aislamiento del intelectual oriundo de Bilbao no fue, entonces, el discurso de Unamuno en su totalidad, sino la mención específica a José Rizal. Por la manera en que el franquismo actuó posteriormente, es evidente la importancia que los golpistas otorgaron al hecho de que el rector hiciera referencia al, a la postre, héroe filipino. El Régimen se esforzó por eliminar cualquier alusión al tagalo, logrando, al menos en parte, que aquel enfrentamiento se percibiera como una simple anécdota.
Años antes, según Unamuno cuando la Fiesta de la Raza era un “invento reciente, la fiesta en sí y la raza como tal”, el escritor y profesor vasco-salmantino había querido reconocer el papel de dos líderes: el libertador mexicano Benito Juárez, y el filipino José Rizal. En un comentario del 23 de octubre de 1935, publicado en Ahora, Unamuno critica que a estos hombres a los que idolatraba se les considere “anti-España” aunque el primero hubiese gobernado su patria refundada “en castellano” y el segundo se hubiera despedido de la vida en la misma lengua. Y todo por no tener “sangre europea” en su cuerpo.
En 1935 Unamuno advierte que en España se está imponiendo una idea de la raza como la que predominaba entonces en Alemania, avisando que aquello llevará a “guerras civiles inciviles” y a perseguir judíos y protestantes
Unamuno sigue con su comentario, recordemos, en 1935 mientras la guerra se acercaba y España se decantaba, avisando de que se está imponiendo una idea de raza como la que predominaba entonces en Alemania, la del racismo y el “arianismo”. Unamuno observa que no es ya solo la “limpieza de sangre y limpieza de conciencia”, sino una ortodoxia que ya ni siquiera es solo religiosa. Solo es buen español, da cuenta don Miguel, el “católico, apostólico, romano”, lo que parece un “despropósito” por dejar fuera al judío. En el comentario agrega que concebir así la raza lleva a “guerras civiles inciviles”. Los protestantes eran señalados, y Unamuno era, junto a Luis de Zulueta, sospechoso de tal, por lo mismo “enemigos de la auténtica España”. Unamuno termina su breve columna diciendo que se queda con su raza –en sentido espiritual, la lengua y la cultura que hace comunidad– y sin fiesta –sin fiestas que exalten una raza como concepto de rechazo al otro, se entiende–. No obstante, poco menos de un año después participará, muy molesto, en este mismo festivo que le llevará a la muerte.
La muerte de Unamuno aún sin esclarecer
Unamuno y Rizal murieron el mismo día del año, simple coincidencia, señalada por el hecho de que se conocieran y compartieran espacios vitales, así como que Millán-Astray y un imperialismo colonialista y excluyente se cruzaran en sus caminos.
La muerte del filipino fue documentada con una fotografía del momento; la del bilbaino, aún sigue sin ser esclarecida. Por ello, se puede concluir que mientras la ejecución de Rizal es un hecho histórico objetivo, la extraña muerte de Unamuno sigue estancada en la indefinición, a falta de que se reabra el caso para dilucidar las condiciones de un final que cuenta con una hipótesis fuerte de posible asesinato.
Memoria histórica
12 de octubre Las siete cartas en las que Unamuno pidió auxilio ante su inminente asesinato
Así lo señalaron primero Menchón y Jambrina, abriendo un camino al que recientemente se ha sumado Carlos Sá aportando nuevas evidencias, siendo una opción a la que la propia familia da credibilidad y participa de la voluntad de esclarecer lo sucedido. Su nieto Miguel de Unamuno Adarraga, presente aquel último día de 1936 en Salamanca durante el trágico deceso, es el más destacado.
Ambivalente es, por contra, la reciente intervención de otro familiar, el biznieto Enrique Santos Unamuno, que entre otras apreciaciones ambiguas, ha catalogado esta misma semana en El Correo que la muerte de su bisabuelo siempre ha estado rodeada de “rumores”, “habladurías de propaganda bélica” y que son fruto de “la obsesión en torno al posible asesinato” y “expresión de una cierta curiosidad morbosa y del talante más bien conspiranoico del siglo XXI”, no sin dejar de señalar que Menchón y Jambrina, primero, y Sá, después, aportan elementos que mantienen viva la tensión por esclarecer el trágico final del intelectual bilbaino.
En una eventual apertura de diligencias procesales, la principal aportación la debe realizar sin mayor dilación la medicina forense, para arrojar luz sobre el presunto crimen y complementarse con otras pesquisas. El reputado forende Paco Etxeberria, investigador de la Sociedad de Ciencias Aranzadi y actualmente asesor del Gobierno de España en materia de memoria histórica, ya realizó una valoración del acta de defunción de Unamuno para el libro de Menchón y Jambrina. Etxeberria, impulsor de una sociedad que lleva por nombre el del primo de Unamuno y eminente antropólogo Telesforo Aranzadi, afirma la inverosimilitud del certificado firmado por el doctor Adolfo Núñez, amigo del fallecido, apreciando que “se podría pensar en un traumatismo, o bien en una dislocación del cuello o una fractura de vértebras cervicales altas“. ”Si existe sospecha de lo anterior, la autopsia judicial hubiera sido preceptiva”, añade.
El forense Paco Etxeberria valora el acta de defunción de Unamuno: “Este tipo de muertes suelen ser incluidas en el concepto jurídico de muertes sospechosas de criminalidad, motivo por el cual se procede a la práctica de autopsia judicial”
Etxeberria afirma también que “en nuestro país este tipo de muertes suelen ser incluidas en el concepto jurídico de muertes sospechosas de criminalidad, motivo por el cual se procede a la práctica de autopsia judicial”. Concluye el forense que “cabe la posibilidad de traumatismos no presenciados, con escasos o nulos signos externos”.
Llegado este punto, solo una investigación exhaustiva podría esclarecer los hechos. Como afirma Luis García Jambrina: “Entre otras cosas, debería llevarse a cabo la exhumación y examen de los restos, así como la realización de otras pruebas periciales con el fin de esclarecer los hechos”. La principal institución que, junto a la propia familia, podría liderar la reapertura del caso es la Universidad de Salamanca, pero no parece haber movimientos en ese sentido, a la vista de que se haya paralizado la anunciada traducción de la biografía de Unamuno realizada por Margaret Rudd, en la que se entrevistó a los testigos presenciales y al presunto asesino Bartolomé Aragón.
Por su parte, la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) y la propia Sociedad Aranzadi también podrían contribuir a esclarecer los condicionantes de la muerte del intelectual vasco más importante de su tiempo. En cualquier caso, una investigación pública realizada con transparencia y profundidad, que bien pudiera ser acompañada también por otras entidades políticas o sociales, haría aflorar testimonios de personas vivas que, como es sabido, aún no han expresado públicamente lo que vieron y contaron en privado quienes presenciaron la muerte aquella Nochevieja de 1936 en la calle Bordadores de Salamanca. Porque, como Rizal, Unamuno también tiene derecho a que se haga justicia en su memoria.
La ejecución de Rizal dió pie a la independencia
En el caso del líder filipino, ¿Por qué fue ejecutado? Tras una estancia académica en España y ejercer su profesión en Francia y Alemania, Rizal regresa a Filipinas en 1892 y allí impulsa La Liga Filipina. Aunque tenía una excusa mercantil –ayuda a hacer negocios a filipinos con sus proyectos–, era de corte progresista y defendía el igualitarismo de la Constitución de 1812. De la Liga saldrían dos proyectos, uno radical y otro reformista –donde se encuadraba Rizal–. Solo cuatro días después, Rizal sería captado y desterrado al sur del archipiélago. En su exilio forzado, seguiría con su formación, su correspondencia y su actividad política.
Pidió ir a Cuba como médico del ejército español, y se le concedió el destino. Esperando en Manila al embargo, estalló la revolución en Filipinas. A pesar de ello, pasó una noche en Montjuic, pero fue inmediatamente devuelto a Manila. Se le acusaba de sedicioso, de haber instigado la revolución. Por lo mismo, fue condenado a muerte y ejecutado finalmente el último día del año de 1896.
Rizal pidió ser disparado mirando a los ejecutores. Decía no ser traidor a su patria ni a la nación española. Francisco Marín Calahorro, coronel de Caballería y doctor en Ciencias de la Información, recoge que fue disparado ocho veces mientras miraba el mar. El piquete de fusilamiento estaba formado por una primera línea de ocho soldados filipinos y detrás otra de ocho soldados peninsulares con fusiles Mauser, por si los compatriotas se negaban a disparar.
Gómez de la Serna le dedicó una semblanza. En ella se puede leer el imán que supone la figura culta de un filipino reformista como Rizal: “Caballero sin tacha, bondadoso, dulce, delicado y valiente, era tal la atracción de sus virtudes, que los oficiales de nuestro Ejército que le guardaban, se hacían sus íntimos: uno fue relevado por ello, por querer tanto a Rizal”.
Unamuno dice en el epílogo a la obra de los diarios de Rizal que los españoles que lo hicieron, lo hicieron por miedo. “Por miedo, sí. Hace tiempo que todos los errores públicos, que todos los crímenes públicos que se cometen en España, se cometen por miedo; hace tiempo que sus corporaciones e institutos todos, empezando por el Ejército, no obran sino bajo la presión del miedo. Todos temen ser discutidos, y para evitarlo pegan cuando pueden pegar. Y pegan por el miedo. Por miedo se fusiló a Rizal”.
En la víspera de su asesinato, Rizal hará las paces con los jesuitas, se confesará, se casará (esta es una hipótesis discutida) con la que era su compañera Josefina Bracken, hija adoptiva de un norteamericano que había intentado suicidarse por su ceguera incurable tras haber visitado al oftalmólogo Rizal. Rizal y Bracken se conocieron en el exilio del filipino en Dapitan. También en la víspera de su ejecución, Rizal le entrega una lamparilla a su hermana. Escondido en este regalo, el poema “Mi último adiós”.
“Ora por todos cuantos murieron sin ventura, / Por cuantos padecieron tormentos sin igual, / Por nuestras pobres madres que gimen su amargura; / Por huérfanos y viudas, por presos en tortura / Y ora por ti que veas tu redención final” (José Rizal, “Mi último adiós”)
El poeta, escritor, doctor y reformista filipino se despide de su país, donde dice observar cada vez más muertos, más huérfanos y viudas, sabiendo que va a allí donde no hay “esclavos, verdugos ni opresores”, que sí observa en su tierra aún no liberada aunque en armas. “Ora por todos cuantos murieron sin ventura, / Por cuantos padecieron tormentos sin igual, / Por nuestras pobres madres que gimen su amargura; / Por huérfanos y viudas, por presos en tortura / Y ora por ti que veas tu redención final”.
Juan Hernández Hortigüela ha documentado en Proceso político contra el último de Filipinas (Punto Rojo Libros, 2017) que la ejecución de Rizal está firmada un 30 de diciembre, pero se llevó a cabo un 31. El último día del año 1896. Cuarenta años antes de la muerte en extrañas circunstancias de Miguel de Unamuno. Otras fuentes han apuntado que la muerte se produjo el mismo día 30, cuando fue firmada la condena.
Rizal, la astilla en el ojo de Millán-Astray
Pero ¿quién era Rizal, que tan solo al ser nombrado hirió tanto al tuerto legionario? Un culto filipino, instruido en el seno de su familia por su madre, que estudió la carrera de Filosofía y Letras. Sensible a la pérdida de visión de su madre, se lanzó a estudiar oftalmología, pasando primero por Medicina General. Rizal dejó su Universidad de Santo Tomás en Filipinas y partió a Europa para especializarse. En Madrid cerró sus estudios, en París empezó como ayudante de un oftalmólogo y en Heidelberg, Alemania, por fin, ejerció como titular.
Rizal se erigió como un escritor reformista impulsando campañas para llevar a su Filipinas a adquirir mayor autonomía política. Con sus libros Noli me tangere y El filibusterismo es considerado un héroe por mostrar las costuras y las injusticias del régimen colonial español. Héroe le llamó Unamuno: “Sus hazañas fueron sus libros, sus escritos; su heroísmo fue el heroísmo del escritor”. Junto a Graciano López Jaena, Marcelo Hilario del Pilar, Mariano Ponce o Antonio Luna, formaron el grupo conocido como “Los ilustrados”. Rizal escribió en el quincenal La Solidaridad, impulsado por intelectuales filipinos que residían en Madrid y Barcelona.
La primera novela de Rizal, ‘Noli me tangere’, fue escrita a los 26 años, catalogada de subversiva y sus ideas fueron tomadas por los revolucionarios libertadores
Su primera novela, escrita a los 26 años, Noli me tangere, fue catalogada de subversiva y sus ideas fueron tomadas por los revolucionarios libertadores. A pesar de que Rizal fuera de formación jesuítica, la Iglesia católica la catalogaba así: "Herética, impía y escandalosa en el orden religioso, y antipatriótica, subversiva del orden público, injuriosa al gobierno de España y a su proceder en estas islas en el orden político”. En la correspondencia con su amigo el maestro austriaco Fernando Blumentritt, Rizal sabía del ruido que había suscitado: “Soy considerado alemán, espía, un agente de Bismarck, dicen que soy un protestante, masón, hechicero, un alma maldita. Se susurra que deseo montar planes, que tengo un pasaporte extranjero y que vago a través de las calles por la noche…”. Prohibido el libro, y deportado Rizal, algunas copias de la novela se movieron como contrabando por el archipiélago.
El filibusterismo, la segunda parte del libro prohibido anterior, se cerró en Biarritz en 1891 aunque se editó en Gante, Bélgica. El principal personaje de ambas novelas, Crisóstomo Ibarra, volvía desilusionado de su paso por España para iniciar la revolución en Filipinas. Aunque en la novela se narra la posible detonación de una bomba, finalmente la acción violenta se aborta, lo que se ha interpretado como la tensión que Rizal podría haber sentido al tratar de llevar a su país la independencia por medios pacíficos.
Anticolonialistas, los escritos de Rizal eran un insulto para el régimen de Franco. Su nombre de boca de Unamuno era lo último que toleraría el Régimen, encarnado por el militar mutilado en aquel paraninfo. José Millán-Astray había participado en la detención de Rizal, como explicitó el Instituto Cervantes recientemente en un acto en memoria del filipino.
Millán-Astray había combatido en Filipinas con solo 17 años. En su viaje, había compartido barco con un detenido José Rizal, al que se pasaría por un consejo de guerra acusado por rebelión y sedición
Vista desde la perspectiva del presente, la alusión a Rizal en aquel paraninfo de Salamanca puede parecer intrascendente, pues casi nadie se acuerda del simbolismo del mártir tagalo. Millán-Astray había llegado a Filipinas con solo 17 años, por lo que había sido condecorado al liderar a un pequeño grupo de militares contra un gran grupo de indígenas. Se sabe cómo acabó la revuelta por la independencia: España como imperio, perdió la colonia.
Se da la circunstancia, además, de que el barco que había llevado a Manila a Millán-Astray y tantos como él –1.383 hombres que integran el batallón de Cazadores n° 4– era el mismo en el que se desplazaba detenido José Rizal para ser sometido a un consejo de guerra por los delitos de rebelión, sedición y asociación ilícita por haber promovido la insurrección del archipiélago filipino. “Millán no recuerda o no quiere recordar que viajó camino a Filipinas en el mismo barco que Rizal. En otro de los capítulos de su vida, el incidente con Unamuno, el fantasma de Rizal aparece con fuerza, pues, como podremos ver más adelante, Millán nunca olvidó su condición de ex combatiente en Filipinas y lo que esta derrota supuso para España y para su generación”, explica Luis Eugenio Togores en Millán-Astray, legionario (2003). En 1936, en ese Día de la Raza, Millán-Astray pudo sentir la derrota, la pérdida de la colonia que tanto había peleado por mantener, recordando su viaje a Manila escoltando al doctor y escritor tagalo.
Unamuno idolatraba a Rizal
¿Por qué apreciaba tanto Unamuno a Rizal? “Bajo sus escuetas anotaciones palpita un alma soñadora tanto o más que en las amplificaciones retóricas de los personajes de ficción en que encarnó más tarde su espíritu tejido de esperanzas”, escribía Unamuno como epílogo a los diarios de José Rizal. Y seguía, apuntando que mientras Unamuno empezaba sus andanzas en la universidad en Madrid, Rizal ponía fin a sus estudios, “debí de haberme cruzado más de una vez con él mientras soñábamos Rizal en sus Filipinas y yo en mi Vasconia”. Parecidos en edad, Unamuno había acudido a la capital para realizar sus estudios en la que hoy es la Universidad Complutense de Madrid, defendiendo en 1884 su tesis doctoral Crítica del problema sobre el origen y prehistoria de la raza vasca.
Unamuno señala que los que asesinaron a Rizal no tenían nada de aquello de lo que en algún momento habían dicho tener. Porque José Rizal era un “místico” que “con los ojos en el cielo y los brazos en alto, guió a su pueblo a la lucha y a la vida”. Escribe Unamuno: “Amó a su patria, Filipinas, con poesía, con religiosidad. Hizo una religión de su patriotismo, y de esto hablaré luego. Y amó a España con poesía, con religiosidad también. Y esto hizo que le llevaran a la muerte los que no saben quererla ni con poesía ni con religión”.
Respecto a la lengua como problema del Rizal “escritor”, Unamuno argumentaba que, como él, que nació en la cuna de un español bilbaino, es decir, “un castellano pobre y tímido, un castellano en mantillas, no pocas veces una mala traducción del vascuence”, el escritor filipino “escribió sus obras en castellano, y que el castellano no era su lenguaje nativo materno, o, por lo menos, que no era el lenguaje indígena y natural de su pueblo”. Unamuno ve en las lenguas una fuerza viva, un punto fuerte y no una desventaja: “Nuestras palabras son palabras vivas; resucitamos las muertas y animamos de nueva vida a las que la tenían lánguida”, porque, según dice: “Nuestra lengua no es un caput mortuum, no es algo que hemos recibido pasivamente, no es una rutina, sino que es algo vivo y palpitante, algo en que se ve nuestro forcejeo”.
Rizal coincidió en clase con el primo de Unamuno, Telesforo de Aranzadi, reconocido científico oriundo de Bergara.
En un momento del texto, Unamuno compara a Sabino Arana con Rizal, a los que tacha de incomprendidos. “En Madrid, ese hórrido Madrid, en cuyas clases voceras se cifra y compendia toda la incomprensión española, se le tomó a broma o a rabia, se le desdeñó sin conocerle o se le insultó”.
Rizal coincidió en clase con el primo de Unamuno, Telesforo de Aranzadi, reconocido científico oriundo de Bergara. Según su biógrafo Jon Juaristi, a través de este y del profesor Miguel Morayta, masón y republicano federal que introdujo a Rizal en su logia, Unamuno pudo tratar con el futuro líder nacionalista, que le influiría hasta el punto de que acabó costándole la vida. “Lo cierto es que 88 años después de su muerte, don Miguel sigue esperando en su nicho a que se le haga justicia”, concluye Jambrina.
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Carlos Sá Mayoral, escritor “Franco es el urdidor de la persecución y, posiblemente, de la muerte de Unamuno”
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Me puede decir el nombre completo del autor que cita como Salcedo que habría escrito en 1964 sobre este tema?. Gracias.
Emilio Salcedo
https://es.m.wikipedia.org/wiki/Emilio_Salcedo_Salcedo
“En Madrid, ese hórrido Madrid, en cuyas clases voceras se cifra y compendia toda la incomprensión española, se le tomó a broma o a rabia, se le desdeñó sin conocerle o se le insultó”.
Madrid sigue siendo igual hoy en dia, sigue existiendo ese espíritu de incomprensión y odio hacia el resto de nacionalidades del país. Un lugar realmente horrible en lo político y cultural.