Opinión
Lander Martínez, el fontanero que rompió el espacio político de Elkarrekin

Jorge Luis Borges afirmó en una ocasión que Judas Iscariote era el mejor discípulo de Jesús, a quien entregó a cambio de treinta monedas de plata. ¿No debía morir igualmente para redimir al hombre de sus pecados? Por su lado, Dante Alighieri entendía la traición como el peor pecado de todos. Al fin y al cabo, era necesario ganarse la confianza y el afecto de la víctima. Otras posiciones, más sutiles y centradas en la arena política, se refieren a la guerra de posiciones que tiene lugar en el ajedrez para hacer jaque mate al enemigo. El rol del alfil es clave en el trabajo sucio de la dama, la cual, como sabemos, debe proteger al rey.
Estas definiciones pueden contribuir a contextualizar los movimientos de Lander Martínez en las últimas 24 horas previas a la implosión del espacio. Aceptó participar en la reunión que forzaron las bases en favor de la lista única para reventarla pocas horas después en una entrevista exclusiva con EITB. Ante las cámaras, alejado de la militancia, anunció que las organizaciones hasta ahora agrupadas bajo Elkarrekin Podemos concurrirán por separado a las próximas elecciones al Parlamento Vasco por primera vez desde 2016. En un momento en que se expresa como nunca antes la crisis orgánica del modelo vasco, la retahíla de traiciones ha hecho saltar por los aires a una formación que en el peor de los casos puede convertirse en extraparlamentaria y en el mejor engrosar el grupo mixto con Vox.Martínez está de facto a los mandos de Sumar desde que dejó su consultora, de nombre rimbombante (“Ahead - Ideas para transformar”), para organizar el proceso de escucha de Yolanda Díaz. Por entonces aparecía sonriente con las ejecutivas históricas de Podemos y demoraba las conversaciones sobre la coalición. Conocía el terreno. Quien fuera el mejor discípulo del errejonismo cuando se urdían las conspiraciones en Telegram para hacerse con el control de Podemos en Madrid (‘Jaque pastor’, le llamaron a la operación para derrocar a Pablo Iglesias), llegó a lo más alto de Podemos Euskadi de la mano de varias personas de confianza del llamado ‘clan de la Complutense’.
A un lado, Eduardo Maura, biznieto del cinco veces presidente del Consejo del Rey Alfonso XIII y sobrino de Jorge Semprún, que actualmente se desempeña como diplomático en el Instituto Cervantes de Brasil. A otro, Nagua Alba, quien llegó a pedir el voto para EH Bildu en detrimento de Elkarrekin Podemos, y cuya lealtad ha sido premiada ahora con su incorporación en el Ministerio de Derechos Sociales.
Lander Martínez aceptó participar en la reunión que forzaron las bases en favor de una lista única para reventar definitivamente la coalición de Elkarrekin pocas horas después en una entrevista con EITB
Tras la polémica dimisión de la primera dirección morada en Euskadi, que denunció el intento de imposición de las listas desde Madrid, Lander Martínez se hizo con la Secretaría General de Podemos a finales del 2017, llegando a manejar así un partido que contaba con centenares de miles de votos y un presupuesto millonario. Lo hizo tras las elecciones municipales, en un momento en que Alba, quien lideró la formación durante apenas un año, dejó la dirección de forma inesperada. Entonces, Martínez era solo un timorato informático de flequillo largo y gafas rectangulares, aficionado a la parafernalia soviética, y hasta entonces solo conocido en el mundillo de la política radical por haber sido expulsado de una radio autogestionada por su marcada simpatía con el régimen norcoreano de Kim Jong Un.
Los años demostraron que era un buen operador político, o fontanero en el argot, capaz de conseguir lo que se proponía: era persuasivo y falto de escrúpulos, determinante para la vieja y la nueva política. Ahora bien, la evolución palaciega de Martínez muestra que nunca ha tenido buen tino a la hora de proyectar liderazgos fuertes, levantar una organización más allá de colocar afines y construir proyectos de futuro.
Rodeado por una variopinta guardia pretoriana que nunca nadie había visto antes en política y que, demediada, le acompaña hasta la actualidad, el entonces líder del espacio eligió a Pili Zabala (hermana de Joxi Zabala, secuestrado por el GAL y asesinado por la Guardia Civil) como candidata a lehendakari en las elecciones en 2016. Este movimiento, en el que de nuevo la comunicación importaba más que la política, no duraría mucho. Zabala, entre reproches a la dirección por sentirse “ninguneada y harta del clientelismo”, abandonó su corto periplo por la política profesional.
Martínez, que ya entonces era el portavoz del grupo parlamentario, realizó entonces un viraje de su espacio político para sorpresa de propios y ajenos, declarando que no hay alternativa a uno de los mayores bastiones del régimen del 78, al 'caciquismo as usual' del PNV. De aquella época solo se le recuerda por tender la mano al Gobierno Vasco en 2019, apoyo que justificó en una serie de pequeños avances. “Ahora toca construir y aportar soluciones”, afirmó en la antesala de la crisis pandémica que se avecinaba.
El paso de Lander Martínez por Podemos Euskadi solo será recordado porque tendió la mano al Gobierno Vasco en 2019 y justificó el apoyo presupuestario al PNV porque “ahora toca construir y aportar soluciones”
Aquella legislatura fue bronca, el peso de los morados fue determinante en una cámara vasca de aritmética muy variable y se hizo sentir. El PNV no llegaba a la mayoría parlamentaria ni con los votos del PSE, y a pesar de los amagos de EH Bildu, aprobó los presupuestos vascos del año 2017 gracias a los votos del PP, a quien le devolvió el favor sosteniendo en las Cortes Generales al Gobierno de Mariano Rajoy. Aquellos apoyos propiciaron también una reforma fiscal que ha hundido, hasta hoy, la recaudación del impuesto de sociedades en los tres territorios históricos y convertido la estructura fiscal vasca en irremediablemente regresiva.
Aunque Iñigo Urkullu estuviera cavando entonces su propia tumba, y tras estar en el foco por rechazar una huelga general, Martínez entregó los últimos presupuestos de la legislatura a cambio de calderilla. Fue una carta blanca para un PNV que venía de un claro viraje a la derecha. Este movimiento tuvo enormes consecuencias a medio y largo plazo: acabó con cualquier horizonte más inmediato de una mayoría alternativa entre izquierdas. Por otro lado, además, abrió el camino a una competición nada virtuosa con EH Bildu.
En lugar de disputarse el antagonismo al proyecto de las élites dirigentes vascas, como exigían las bases electorales de Podemos, se construyó sobre una estúpida carrera para “presentarse como partido de gobierno” de la mano del partido con la hegemonía neoliberal más longeva de Europa.
Nadie sabe si ese viraje se debió a las conversaciones sobre política vasca que mantenía Martínez con su tío paterno, Mikel Martínez, viejo burukide del PNV alavés y uno de los que cayó con la corriente egibarista por el Caso de Miguel, o si lo explica el casi un año que pasó trabajando como desarrollador web en Trek Media, una empresa vinculada con la fontanería de la formación jeltzale. Pero lo cierto es que fue el inició de la destrucción de un espacio llamado a cambiar la política vasca en un momento, además, donde el conflicto contra las élites económicas y políticas se acrecienta debido a los problemas para garantizar el modelo vasco.
El problema es entrar en un bucle que se limite a reformar la administración vasca, y no su estructura material. Tras haber cooptado cualquier elemento social o disruptivo que hubiera en Podemos y ensanchado el espacio político a su izquierda hasta arrinconar a lo que quedaba de la izquierda confederal, EH Bildu ha iniciado la precampaña con ventaja en las encuestas y anunciando la posibilidad de una Gran coalición con el PNV. La vieja idea de Telesforo Monzón, entendida ahora como un frente nacional de tinte procesista, vuelve con fuerza con la intención de “grandes acuerdos de país”, en parte, debido a la asunción de que nunca más habrá un espacio a la izquierda con el que pueda gobernar.
Martínez no tendrá toda la responsabilidad de que los acontecimientos se hayan desarrollado de esta forma, pero figura como el gran artífice de entregar la iniciativa para determinar el grado de antagonismo en la política vasca a sus contrincantes. También carga con el peso de haber traicionado al espacio, en aras de unos objetivos políticos que nadie termina de entender, iniciando el camino hacia la autodestrucción.
Martínez no tiene toda la responsabilidad, pero carga con el peso de haber traicionado al espacio en aras de su autodestrucción y haberse opuesto a enfrentarse a sus contrincantes desde el antagonismo
Ocurrió en la citada entrevista en Egun On Euskadi de ETB1, concertada el día anterior con la intención de que circulara entre el resto de medios el marco de que Madrid no quería un acuerdo en Euskadi y zanjar la molesta iniciativa de la militancia del espacio, que recogió 500 firmas en favor de una lista unitaria en apenas tres días. Utilizó la misma técnica unos días antes, filtrando a El Diario el acuerdo de coalición con Ezker Anitza-IU y Equo, al que supuestamente Podemos no se había sumado debido a una falta de autonomía que mermaba su confianza.
Martínez reventó así, en dos golpes, una negociación a cuyo último encuentro ni siquiera acudió, pese a que había sido emplazado por los impulsores de la iniciativa, entre cuyos firmantes incluso había cargos electos durante su época al frente del partido. Aquella reunión, llevada a cabo con la máxima discreción y facilitadores de las cuatro formaciones coordinados por un independiente, no sirvió de nada porque existe quien cree que cinco ministros españoles haciendo campaña en Euskadi bastan para remontar la ausencia de una militancia que sostenga la candidatura y se conforma con los cálculos demoscópicos más conservadores.
De acuerdo con la hipótesis del secretario de organización de Sumar, Euskadi era el espacio para apretar el gatillo y terminar de liquidar a sus viejos rivales, aquellos que le ganaron las primarias en 2020, y a los que dejó en la estacada en medio de la pandemia, cuando se le puso sobre la mesa una reconstrucción conjunta, para despacharse con artículos de opinión desde los periódicos de la progresía.
Más allá de la arrogancia, el problema siempre fue el pensamiento mágico madrileño que permeó en el entorno de Lander Martínez. Creían que el partido se había levantado exclusivamente desde su dirección, no desde las bases, y culparon a Pablo Iglesias de fagocitarlas cuando los resultados electorales no fueron los esperados. La presentación en Hika Ateneo del libro de Andeka Larrea lo dejó en evidencia: hablaban de un “espacio vasquista” que ellos habrían construido. En un ambiente inusitadamente bizarro, el actual portavoz de Sumar Mugimendua subió a la palestra a presentar su texto y proyectó fotos de Lander Martínez y Pablo Iglesias, para despacharse entre gags de gusto dudoso.
En definitiva, cuando llegaron las negociaciones entre Sumar y Podemos existían pocos visos de éxito. Daba igual que Podemos Euskadi fuese favorable a Sumar desde su creación, que hubiera tensionado a la interna en favor de la convergencia, o que incluso hubiera aceptado no liderar la candidatura a lehendakari, aceptando también ceder el control del grupo parlamentario, algunos cargos, e incluso la ratio de recursos, elementos que Sumar nunca negoció en serio. Tampoco importaba que la dirección vasca, a trece días del cierre de la presentación de coaliciones electorales, hubiera puesto sobre la mesa su dimisión si Madrid o las bases rechazaban el acuerdo.
La formación, con entre escasa y nula implantación en el territorio vasco, ha insistido permanentemente en la falta de confianza respecto a Podemos debido a la posibilidad de que el acuerdo fuera tumbado por la dirección estatal, aunque esta no se hubiera pronunciado sobre la candidatura conjunta en Euskadi. Tras nueve semanas de silencio, Ione Belarra ofreció un off the record a periodistas el último día.
Más allá de los problemas derivados de la salida de los morados al Grupo Mixto y de la ruptura en Madrid, lo cierto es que Sumar Mugimendua ha falseado la realidad de la negociación vasca a sabiendas de que es la única fuerza que en ningún momento ha querido el pacto. Y lo ha hecho con la complicidad de Iñigo Martínez Zatón y las siglas de Ezker Anitza-IU.
Puede que moverse entre los mentideros madrileños prometa unos años de salario, cañas en Malasaña e incluso contratar a algunos compañeros de alforja (Valentina Torres o Yahkov Ruiz), pero la hipótesis de Martínez hace aguas. Si bien el más optimista de los escenarios otorga a Sumar cerca de tres asientos en el parlamento que se formará a partir de mayo, podría muy bien no conseguirlos, y terminar en el grupo mixto con Vox y los parlamentarios de Podemos Euskadi. Un fracaso como el de Galicia tampoco es descartable.
Pero lo más surrealista de toda esta historia es que la lógica de haber hecho estallar las negociaciones es muy poco estratégica y solo se explica por la rabia, única emoción que sobrevive en la política del cambio: Martínez podía haber asegurado un grupo con seis y hasta ocho actas parlamentarias, debilitando así a PNV y PSE, consiguiendo el control absoluto de la coalición y la absorción de Podemos, además de arrojar un rayo de luz contra el suicidio colectivo y un movimiento altamente ejemplarizante contra las luchas cainitas de Madrid. También un espacio desde el que impugnar la Gran Coalición que propone EH Bildu, pero ha optado por traicionarse a sí mismo, o a lo que un día representó la nueva política: mandar obedeciendo. Ninguna sorpresa.
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