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Pensamiento
Sarah Jaffe: “En realidad tenemos que hacer menos. E impedir que algunas cosas sucedan”
La periodista Sarah Jaffe ha realizado lo que se podría calificar casi como un tratado sobre el trabajo en nuestros tiempos. En un libro que mapea, gracias a numerosos autores y referencias, las luchas laborales de las últimas décadas, Jaffe también recorre los espacios laborales concretos donde la gente es explotada, se organiza y responde. En Trabajar. Un amor correspondido (Capitán Swing, 2024) la autora estadounidense realiza un recorrido exhaustivo de los distintos espacios de trabajo: los hogares, los grandes almacenes, las ONG, la academia, donde la gente lo entrega todo para recibir cada vez menos.
Y en medio de este sistema en el que “la devoción por el trabajo nos mantiene explotados, agotados y solos”, según reza el subtítulo de su obra, Jaffe reflexiona sobre otras formas de pensar nuestra relación con el trabajo, la disputa por el tiempo propio, o las propuestas como una renta básica universal. Con mucho humor y generosidad, la autora diserta sobre estos temas, pero también sobre Trump, los fascismos, Chat GPT o su tentación de pasar de todo y devenir pastora de ponis, con la amplitud de quien sabe que, en realidad, todo está relacionado.
En tu libro te haces una pregunta central: ¿por qué se supone que tenemos que querer trabajar?
Creo que empecé a pensar en ello cuatro años después de terminar la universidad. Estaba trabajando en restaurantes, lo odiaba y no se me daba bien. Quería dejarlo. Deseaba desesperadamente ser escritora, ser periodista. Volví a la universidad, estudié periodismo, hice todas las prácticas cuando tenía casi 30 años. Y finalmente conseguí el trabajo: ahora soy periodista. Esto es genial. Estoy agotada, no gano dinero y estoy estresada todo el tiempo. Así que esto no ha mejorado mi vida mágicamente. Es más, estos trabajos siguen teniendo los mismos problemas que mis curros en restaurantes. Aquí también tenemos jefes que te acosan sexualmente —uno de mis anteriores jefes es una especie de acosador sexual famoso. A estas alturas, todavía no nos pagan lo suficiente. Seguimos trabajando muchas horas. Bromeo diciendo que trabajar en restaurantes es un buen entrenamiento para ser periodista, porque tienes que ser capaz de sonreír ante cualquier cosa que te digan. En realidad hay mucho más en común entre estos dos empleos de lo que yo pensaba. Todo sigue siendo muy precario. En cierto modo, incluso más precario que antes.
Me puse a escribir sobre el trabajo, venía queriendo hacerlo desde tiempo atrás. Me parecía que no había suficientes personas en los medios de comunicación estadounidenses escribiendo sobre este tema, solo conocía a un puñado de personas a las que admiraba. Cuando me puse a hablar con la gente sobre sus trabajos, recuerdo conversar con algunos productores de telerrealidad que se estaban sindicando y decían cosas parecidas: “He trabajado muy duro para llegar a este empleo en la televisión y ahora todo es precario y los contratos son a corto plazo. Trabajamos 80, 90 horas a la semana y esperan que durmamos en la sala de edición”. Pensé “esto no me pasa solo a mí, va mucho más allá”. Entonces empecé a preguntarme, en primer lugar, por qué queremos trabajar. ¿De qué va esto? Porque, en realidad, es un poco extraño cuando se piensa en ello. Si nos fijamos en la historia más amplia de la vida humana, la idea del trabajo asalariado no era algo que se nos ocurrió porque queríamos divertirnos, ¿verdad?. “La gente se aburre, tengamos empleos. Ahora tienes que hacer esta cosa durante equis horas a la semana y te pagan por ello. Y si lo haces mal, te despiden y no puedes pagar el alquiler”. No parece un reto muy divertido.
Claro, porque muchas veces cuando se defiende el trabajo, digamos el valor del empleo en sí mismo, no se habla en concreto de en qué consiste. ¿Cómo se sobrevive a esta contradicción entre la abstracción del trabajo y el trabajo que realmente tenemos?
Cuando eres pequeña y tus padres te preguntan qué quieres ser de mayor, tú dices, no sé, bombero, porque eso es algo que sabes que existe. Nadie dice “quiero ser consultor financiero internacional”, los niños no dicen eso porque no saben lo que es. Pero en la práctica, sales al mundo habiendo sido moldeado en una determinada dirección, probablemente por tu familia, probablemente por dónde fuiste a la escuela, probablemente por aquello con lo que entras en contacto a lo largo de tu infancia, tu adolescencia. Si vas a la universidad, cuando terminas, te señalan un puñado reducido de cosas que puedes hacer. Recuerdo a mis padres siempre diciendo “puedes ser lo que quieras”. Yo decía “genial, quiero ser escritora”. Y ellos decían “no, eso no, así no vas a ganar dinero”. Y yo decía “bueno, pues quiero ser otra cosa”.
Ese es el discurso: puedes hacer cualquier cosa, solo tienes que trabajar lo suficientemente duro. Puedes ser lo que quieras... excepto esto, eso y aquello. Aunque aquí estoy, soy escritora, mamá (ríe). Y sí, la brecha entre ese “qué quieres ser” cuando eres pequeño y se supone que podrías ser cualquier cosa, y la realidad de que muy pocos de nosotros podemos acabar eligiendo, es tan poco reconocida porque justifica todas esas condiciones de mierda. “Si no te gusta trabajar en restaurantes, trabaja duro y saldrás de ello. Si trabajas en McDonalds es que no eres lo bastante listo para trabajar en otro sitio. No es que la economía se componga en gran parte de empleos de servicios con salarios bajos”. Esa es la bonita historia que les contamos a los niños. Supongo que esta sigue siendo la historia que nos cuentan a los adultos. Sólo que es mucho más desagradable y tiene peores consecuencias.
La ironía hace más fácil decir, “mira, estamos jodidos en el lugar de trabajo, es un lugar fundamentalmente no libre y vamos a pasar la mayor parte de nuestras vidas en él nos guste o no”
Usas mucho la ironía en tu libro, así como estás siendo bastante irónica en esta conversación. ¿Solo podemos describir esta realidad siendo irónicas?
Creo que es más fácil dar malas noticias a la gente si la haces reír. Tengo un nuevo libro que acaba de salir en inglés —a ver si Capitán Swing lo traduce (ríe)—, trata sobre el duelo. Me está resultando mucho más difícil hablar de él porque no se pueden hacer bromas de la misma manera.
La ironía hace más fácil decir “mira, estamos jodidos en el lugar de trabajo, es un lugar fundamentalmente no libre y vamos a pasar la mayor parte de nuestras vidas en él nos guste o no”. Resulta más fácil decirle eso a la gente, y llevarlos de viaje por espacios de trabajo diversos, por las historias oscuras de estos empleos, si puedes hacer que la lectura y la narración sean más agradables. Si puedo hacer que escucharme no te haga sentir miserable, creo que es más probable que la gente lea hasta el final y diga, vale. En la conclusión del libro, dejo un poco de lado el humor, y digo “mira, realmente apesta que tengamos que pasar nuestras vidas haciendo esto”. ¿Y si empezamos a soñar con vivir diferente?, ¿si invitamos a otras personas a vivir diferente?
Nadie me había preguntado antes sobre la ironía. Creo que es una pregunta genial. Me hace pensar. Vivimos en un mundo donde este tipo de aspecto es algo normal, sobre todo para las generaciones más jóvenes. Yo tengo 44 años, y creo que estamos acostumbradas a este tipo de distanciamiento irónico unido al humor, ese tipo de tono a través de cual experimentamos el mundo. A veces puede ir demasiado lejos. Puede animarnos a sentarnos y sentirnos cómodos siendo más listos que los demás y no querer cambiar nada. Así que hay un reto, supongo, cuando lo adoptas: tienes que asegurarte de que no vas demasiado lejos y que en realidad todavía estás poniendo algo de sinceridad sobre la mesa.
Yo estoy hablando de la vida de las personas en este libro. Converso con gente que realmente me confió gran parte de su historia, su historia personal, sus luchas, sus desafíos. Una de las mujeres del libro murió de covid19, Anne Marie, que aparece en el capítulo de los trabajadores del comercio minorista, la trabajadora de Toys R Us. Nunca llegó a verlo. Le envié un correo y después recibí el mensaje de que había fallecido. Así que, aunque creo que tener algo de humor y frivolidad es útil, siempre he intentado recordar que estoy contando las historias de las vidas de las personas. Y eso es una gran responsabilidad.
Lo que pones sobre la mesa es el hecho de que nos pagan cada vez menos para hacer a algunas personas cada vez más ricas. En pandemia, como explicas, nos hicimos aún más conscientes de todo el trabajo no pagado que entregamos al sistema. La gente después empezó a renunciar. ¿Crees que ha habido un cambio en el sentido común? ¿Que la gente se está hartando de “sobrealimentar” a los ricos con su trabajo?
Estaba leyendo las noticias esta mañana. Dios bendiga a América: Donald Trump ha puesto a Elon Musk a cargo de la eficiencia del gobierno, algo que puede traducirse en que su trabajo va a consistir en despedir a un montón de gente. Elon Musk es simplemente lo peor de muchas maneras. Es un idiota, y le vas a dar un trabajo que es básicamente ser Donald Trump en El Aprendiz, pero en el gobierno. No creo que les vaya a ir muy bien que Elon Musk sea la cara tras el despido de mucha gente. Puede sonar muy bien si eres un cierto tipo de persona decir que vamos a eliminar toda esta ineficiencia en el gobierno y vamos a reducir la burocracia y vamos a despedir a estas personas que no hacen nada. Pero en la práctica, lo que viene es un despido masivo y eso va a tener efectos. Va a afectar a otras personas. Va a causar más despidos todavía porque eso es lo que hacen los despidos. Y la cara de todo esto, va a ser un niñato multimillonario, cuya fortuna familiar proviene del apartheid y, básicamente, del trabajo forzado en Sudáfrica.
La de Musk es una historia bastante particular, y en muchos sentidos contradictoria con el relato que le gusta contar a Donald Trump. Eso de que él es un hombre hecho a sí mismo y tú también puedes serlo. Claro, ni él es un hombre hecho a sí mismo, ni nadie más puede hacer lo que él hizo. Pero él mantiene este discurso de que va a mejorar la economía para los trabajadores mediante una combinación de recortes de impuestos para los ricos y el despido de muchos empleados públicos. Eso no va a funcionar. De hecho, eso no funciona. Solo va a hacer más ricos a los ricos y al final de cuatro años se inventará otra cosa, pues nadie está ofreciendo soluciones. Por eso les ha ido tan mal a los demócratas, porque tampoco han ofrecido nada. El New York Times titulaba: “¿Por qué ha bajado el porcentaje de votos demócratas?”, y es como, bueno, ¿qué han hecho para mejorar la vida de la gente? Te señalarán un puñado de proyectos de ley y un montón de bonitas palabras sobre el crecimiento del PIB, o que han creado algunos puestos de trabajo... bla, bla, bla. El hecho es que muchos de los empleos que se han creado la gente ni siquiera los relaciona de alguna manera con el gobierno. Se nos ofrece tan poco, y eso aplica a todo el mundo. Estados Unidos para mí es una respuesta fácil ahora mismo porque es de donde soy. En todas partes, sin embargo, vemos que los ricos se hacen más ricos y el resto de nosotros no. Que los alquileres son demasiado altos y el gobierno no se esfuerza por resolver el problema.
Opinión
Opinión ¿Cómo se convirtió Elon Musk en el hombre más rico del mundo?
Aquí habéis tenido estas horribles inundaciones en Valencia. En los EE UU, tuvimos este huracán que fue directamente al centro del país donde se suponía que estas cosas no pasaban. Tienes catástrofes climáticas en lugares donde no se supone que haya catástrofes climáticas, y nadie tiene ninguna respuesta para eso. Es increíblemente frustrante, increíblemente exasperante. Así que la gente está buscando respuestas y algunas de las respuestas que están buscando son las equivocadas. Por ejemplo, si Donald Trump deportara a cada persona indocumentada en los EE UU, como ha prometido, lo que haría es arruinar la cadena alimentaria. Los cultivos se pudrirán en los campos porque adivinen quién está recogiendo nuestra comida. La comida que has pedido no te llegaría porque adivinen quién está conduciendo el Uber. Es un efecto enorme en la economía.
La principal razón por las que esos trabajos son ocupados por personas en situación irregular es porque son más fáciles de explotar. Tienen menos acceso a derechos legal. Una deportación masiva no mejorará la vida de nadie. Empeorará nuestras vidas, incluso desde una perspectiva realmente egoísta y horrible y sólo te importa conseguir tomates frescos. Nadie recogerá los tomates. Aparte de cómo esto afectaría a mis vecinos, mis amigos, mi comunidad, que sería horriblemente perturbada, vigilada y abusada. Todo lo que algunos parecen estar ofreciéndonos es el placer de ver a otras personas sufrir.
Y ante esta falta de soluciones, de alternativas, de ganas, ¿crees que estamos ante un punto de inflexión donde el fascismo, el racismo, ofrece estas falsas salidas?
Yo he venido aquí para este Congreso Laboral que Yolanda Díaz está montando —me parece divertidísimo que yo esté hablando en él, yo que soy una chica que escribió un libro— esto es al menos un intento de pensar algunas soluciones, me interesa escuchar lo que la gente va a decir. Y es que si no hay más alternativas, el fascismo parece atractivo para un cierto tipo de persona. Las personas que no se sienten amenazadas por él, a las que les dicen: vamos a hacer América grande otra vez o vamos a traer de vuelta el franquismo. Cualquiera que sea la oferta, se trata de mirar hacia atrás a algún período mítico de grandeza. Eso es central en el fascismo. Y siempre es una mentira porque esos periodos nunca fueron grandiosos para la mayoría de la gente.
Tenemos que tener mejores respuestas para la gente y tienen que ser cosas que la gente sienta en su vida cotidiana y no solo cosas que lean en el periódico, como que la economía va muy bien. “Mira qué bien. Yo sigo sin poder pagar el alquiler. Sigo teniendo dos trabajos. Así que, sí, creación de empleo. Estupendo. Tengo tres, ¿sabes?”. Hay más empleos en la economía, pero ¿qué significa eso en realidad? En la práctica, significa que algunas personas tienen tres empleos y otras no tienen suficiente. No está bien distribuido.
Entonces llega alguien que te dice que tiene las respuestas y que va a hacerlo mejor. Pues hay gente que querrá probar. Conecta también con cierta herencia de la pandemia. Es algo que me dijo la periodista italiana Francesca Nava —hablé con ella para mi nuevo libro— sobre la gente que votó a los que decían “no más encierro” porque nadie podía decir “no más pandemia”. Ningún partido político puede hacer desaparecer la pandemia, así que votan por la gente que dice que no habrá más bloqueo. Pero la forma en la que la pandemia afecta a la gente es diferente. Hay quienes tenían que ir a trabajar, por ejemplo, en las cocinas de los restaurantes, y respirar unos sobre otros. Quienes tenían que ir a trabajar en las plantas empacadoras de carne o en hogares de ancianos eran mucho más propensos a enfermarse y morir que la gente como yo que puede trabajar desde una oficina en casa y no tener que entrar en contacto directo con nadie. Es horrible decirlo así, pero nos hemos visto obligados a acostumbrarnos a la muerte masiva. Y lo estamos viendo de nuevo ahora en tiempo real en Palestina. Llevo un año despertándome, mirando mi teléfono y pensando qué demonios podemos hacer al respecto. Y todo lo que se ha hecho no ha sido suficiente.
Afirmas que este paradigma del TINA (No hay alternativa) neoliberal reaparece cada vez que pensamos en otras propuestas, para tener otras vidas, como la renta básica universal o una reducción de jornada laboral. Incluso cuando estamos presenciando un genocidio, tenemos muy arraigada esta creencia de que pase lo que pase, tenemos que seguir.
Ha habido tantas veces en los últimos años que me he dicho “¿qué estoy haciendo?”. Y mi respuesta a estas crisis suele ser trabajar más duro. Me digo a mí misma que es porque hago periodismo y el periodismo que hago no lo hace tanta gente. Así que durante el covid19 mi amiga Michelle y yo, que hacemos un podcast laboral juntas, empezamos a hacer entrevistas a trabajadores y a hablar con gente sobre su experiencia laboral y la pandemia. Y empezamos a publicarlas, unas cuantas a la semana, por muy poco dinero, trabajando todo el tiempo.
Cuando Trump fue elegido por primera vez en 2016, hice algo similar. Empecé esta serie de entrevistas y estuve hablando con gente que se estaba organizando por todo el país. Y desde que comenzó el genocidio en Gaza, la vida se han convertido en ir a acciones, ir a protestar, ir a reuniones, ir a todo, estar en un constante movimiento. Estoy tratando de pensar en ello de manera un poco diferente esta vez, no lanzarme a trabajar más. Mi padre de derechas diría, no se trata de trabajar más duro, sino más inteligentemente. Por supuesto, él se mató a trabajar, así que ¿qué sabrá?
En el nuevo libro escribo sobre esta propuesta de Walter Benjamin respecto a las revoluciones como un momento en el que la humanidad consigue accionar el freno de emergencia. En lugar de que todo sea como, debemos hacer más y más y más y más, en realidad, tenemos que hacer menos. Impedir que algunas cosas sucedan. La ironía desafortunada es que tenemos que hacer cosas con el fin de detener otras cosas. Las huelgas llevan un montón de organización: como llevaría mucha organización detener las cosas de una manera organizada en lugar de simplemente decir “me voy a quedar en casa”.
Al organizarse esta gente ha logrado hacer que el trabajo apeste un poco menos, ganar algo de tiempo para sí. Gran parte de su lucha es para trabajar menos
Creo que hacer esas cosas solo para uno mismo no ayuda a nadie. Puedo tener un mejor equilibrio entre mi vida laboral y personal, al menos ahora, cuando la gente todavía quiere escuchar lo que tengo que decir. Puedo trabajar un poco menos, pero eso no ayuda a nadie más y no cambia la forma en que funciona el mundo. Por eso creo que la organización es tan importante. Por eso cada uno de los capítulos del libro termina con la historia de cómo se han organizado unos y otros trabajadores. Conocí a todas estas personas a través de su trabajo de organización, y esa historia es la que quería contar, no limitarme a explicar por qué el trabajo apesta. También al organizarse esta gente ha logrado hacer que el trabajo apeste un poco menos, ganar algo de tiempo para sí. Gran parte de su lucha es para trabajar menos, para tener una mejor compensación, conseguir control sobre su horario, tener derecho a tiempo libre pagado o a una indemnización por despido en el caso de Anne Marie, tener derecho a alguna indemnización cuando la empresa cierra. Las demandas que la gente está haciendo son pequeñas en cierto modo.
Una de las otras cosas que la pandemia nos mostró es que los gobiernos pueden realmente reorganizarse muy rápidamente y hacer cosas. Como Donald Trump, cuando nos envió a todos cheques de 1.400 dólares. Resulta que podemos poner en marcha la renta básica universal porque ya lo han hecho. Lo hicieron una sola vez, pero eso significa que podrían seguir haciéndolo. Cancelamos los desahucios para que la gente no pudiera ser desahuciada durante cierto tiempo. Son cosas que podríamos hacer permanentemente porque ya se han hecho. Sabemos que también podrían hacerlo ahora. Y gran parte de la vuelta a la normalidad, creo, ha sido para hacernos olvidar eso.
Bueno, dar dinero a la gente es una transferencia brutal de poder que lo cambiaría todo, no se lo pueden permitir.
Exactamente. Así que tenemos que volver a hacer chapuzas y amenazar con deportar a mucha gente. No podemos mejorar la vida de la gente. Dios mío, ¿cómo se te ocurre acaso sugerir eso?
Estabas hablando sobre organización, tu libro viaja a través de distintas organizaciones de trabajadores, como decías, luchando por ampliar derechos. Pero ¿la organización tiene que acompasarse con alguna forma de transformación antropológica respecto a la forma en la que nos relacionamos con el trabajo?
Claro, la organización es un ángulo de algo más amplio, pero tiene que venir acompañada de un cambio político. Ese cambio político tiene que ser más que nunca internacional, no puede ser sólo en un país, aunque ese país sea tan grande e inútil como Estados Unidos. Tiene que ser un reto más amplio, porque estamos viendo el auge del fascismo y de la extrema derecha en todas partes. No está ocurriendo solo en un par de países. Creo que los estadounidenses a menudo no se dan cuenta de esto, que pasan por alto la idea de que estos diferentes gobiernos que están surgiendo tienen mucho en común. Hay una especie de sensación de que Donald Trump es una aberración. Y él es sólo un síntoma, si no fuera él, sería otro y será otro porque Trump no es tan joven y probablemente morirá en algún momento en un futuro no muy lejano. Y luego tenemos a J.D. Vance.
Los que atravesamos son problemas globales porque son problemas sistémicos. Son patrones del sistema capitalista. Problemas derivados de una crisis de consumo, y es que estamos consumiendo la tierra hasta la muerte. Hemos producido tanta basura que no necesitamos, que estamos incendiando el planeta, y la única promesa que ha hecho Donald Trump al respecto es hacerlo más rápido.
Se trata pues, de cambiar todo el sistema en este punto de la historia, pero luego vemos otra conferencia de la COP, este año en Azerbaiyán . ¿Y de qué hablan? De créditos de carbono. ¿Cómo puede ser? Estamos jugueteando en las afueras de algo que nos está matando a todos. Este sistema sigue colapsando. Ha habido dos o tres crisis de todo el sistema en mi vida adulta, y no soy tan vieja. No podemos seguir así. Pero eso no significa que las respuestas que la gente va a abrazar vayan a ser las correctas.
Todas estas cosas que nos dicen que son inevitables son en realidad decisiones que se están tomando para que un puñado de personas puedan beneficiarse
¿Crees que, más allá de los nubarrones fascistas, mantenernos corriendo y reaccionando es una forma de mantenernos dentro de este sistema, de hacernos cómplices?
Un amigo mío muy querido está escribiendo un libro sobre ese tema. Acabo de visitarlo, Brett Scott, antes publicó un libro llamado Cloud Money, que es sobre el paso a los pagos digitales, y las sociedades sin efectivo, como algo que se presenta como inevitable. Estamos viendo lo mismo con la Inteligencia Artificial ahora, que esto es inevitable, que esto es el progreso y es así como funciona, como si no fuera resultado de decisiones que personas reales toman en las oficinas. Se nos dice que es inevitable que nos deshagamos del dinero en efectivo y que todos usemos tarjetas, pero eso tiene consecuencias: todas mis tarjetas son emitidas por alguna corporación o algún banco que está haciendo dinero de cada transacción. Todas estas cosas que nos dicen que son inevitables son en realidad decisiones que se están tomando para que un puñado de personas puedan beneficiarse. Somos arrastrados a ellas y, de alguna manera, interpelados a creer en ellas. Y cuando nos detenemos a pensar en ello decimos “yo no quiero vivir así. Esto es basura”.
Hablan de incendiar el planeta. Porque la cantidad de energía y agua y todo lo que se utiliza para generar, ya sabes, un párrafo de texto por Chat GPT es simplemente descabellado. Como descabellado es pensar que podemos hacer de esto una parte regular de la existencia humana, porque es, de nuevo, incendiar el mundo. Nos mantiene tan ocupados que no tenemos tiempo para pensar en estas cosas. Caen sin más en nuestra vida, como si los chicos de las tecnológicas nos dieran un regalo: ¡podemos usar Chat GPT gratis! Nada es gratis y todos vamos a pagar los costes. Incluso si elegimos no usar la IA.
Es como mi amigo con el dinero en efectivo. Cuando hizo el lanzamiento de su libro en Londres, donde todo se paga solo con tarjetas de crédito en todas partes, él estaba como “tengo que encontrar un bar que acepte dinero en efectivo”. Imagina, siempre se queja de lo difícil que es. Su decisión personal de usar dinero en efectivo no va a impedir que ninguno de estos bares en Londres funcione solo con tarjeta. Puedes luchar individualmente contra el sistema todo lo que quieras, pero va a seguir estando allí. Yo puedo fijarme mejores horarios de trabajo en este momento porque soy freelance. Puedo decidir que no voy a trabajar los viernes, darme una semana de cuatro días. Lo que no puedo darme a mí misma es una renta básica universal, por desgracia.
Pero que yo decida pasarme a la semana de cuatro días no le da a nadie más esta posibilidad, no cambia el capitalismo, y no cambia el hecho de que, por ejemplo, si dejo de ser una periodista deseable, si mi próximo libro es un fracaso total y tengo que volver a trabajar en restaurantes, ya no tendré ese control sobre mi horario. Este tipo de empujones personales temporales contra el sistema no son suficientes.
Justo hablas de la renta básica, me gustaría profundizar en ello, en la pandemia se habló mucho de renta básica universal, pero en lugar de eso, aquí acabamos con una ayuda llamada ingreso mínimo vital cuyas disfuncionalidades están causando mucho sufrimiento.
No creo que nadie tenga que trabajar para no morir. Eso es un principio básico. A todos se nos debería permitir vivir. En Nueva Orleans hay muchos campamentos de personas sin hogar... los hay en todas las grandes ciudades, pero en Nueva Orleans hay muchos más porque hace calor la mayor parte del año y la gente puede dormir fuera sin morirse de frío. Así que siempre ha sido una especie de atracción para las personas sin vivienda, pues no morirse es una gran ventaja. Pero ahora, por supuesto, todo ha empeorado. Taylor Swift acaba de tocar en Nueva Orleans y el gobernador envió a todos los Departamentos de Estado que tenía bajo su control para desmantelar los campamentos de personas sin hogar. No le dan a la gente un lugar para vivir, solo les echan. Tiran sus pertenencias y empeoran aún más sus vidas, que ya son realmente duras. Sin ninguna solución. Y eso es una locura para mí. Es ridículo que vivamos en un mundo con este nivel de indigencia, este nivel de pobreza, este nivel de desigualdad. Correcto. Que Elon Musk gane suficiente dinero en una hora para darle a toda esa gente una casa de dos habitaciones. No sé si eso es realmente cierto, pero supongamos que lo es aunque no haya hecho los cálculos. Es simplemente ridículo que vivamos así.
La gente siempre me dice que si hay una renta básica la gente no va a trabajar. Y les digo: “Así que admites que la única razón por la que la gente va a trabajar es para no morirse de hambre... estás probando mi punto al decir que si le damos dinero a la gente, no trabajará. Sí, tengo razón en las dos cosas, que el trabajo apesta y nadie quiere hacerlo. Y que no deberíamos tener que hacerlo”.
Cuando el libro salió por primera vez yo estaba en Axios, un sitio estadounidense de noticias estúpido. El entrevistador estaba realmente enojado conmigo, repetía eso de “¡entonces la gente no va a trabajar!”. Le dije: “Eso suena como un problema para usted, señor”. Él realmente quería que yo dijera que eso era un problema. Y yo estaba como “genial. Ese es un gran problema. Me encantaría tener ese problema. Maravilloso”. Me encanta la idea de que todo el mundo deje de trabajar y luego averiguar lo que realmente es necesario hacer. Porque la parte desafortunada de esto es que el trabajo que esencial, el que hay que hacer, los hacen las mujeres, lo hacen las personas racializadas. Es trabajo de cuidados, es trabajo de limpieza, es recoger la basura. Son todas estas cosas que son increíblemente infravaloradas en nuestra sociedad.
Pensamiento
Guy Standing “La izquierda debe reinventarse o tendremos otro periodo fascista”
Trabajar en saneamiento es uno de los empleos más peligrosos en Estados Unidos. Es algo así como dos veces y media más probable que te maten en ese ámbito que si eres un oficial de policía. A pesar de todo lo que oímos acerca de los agentes de policía que reciben disparos, en realidad es mucho más peligroso recoger la basura. Y eso es algo que se necesita desesperadamente. Cada vez que hay una huelga de trabajadores de saneamiento, estoy muy feliz, a pesar de que es asqueroso. Es cierto. Hay basura por todas partes, pero es una de las demostraciones más claras de la importancia de este trabajo en el que nadie quiere pensar. No nos gusta pensar en nuestra basura. Simplemente la sacamos y alguien viene y la recoge, ese trabajo hay que hacerlo.
El mundo sería mucho más sano si nos sentáramos y pensáramos muy bien, ¿qué necesitamos? ¿Qué trabajos hay que hacer? ¿Qué cosas nos gustan? A mí me gusta la ropa bonita. Llevo un vestido de un diseñador de Nueva Orleans. Aún querría tener ropa bonita. Gastaría más dinero en menos cosas y compraría cosas bonitas que tendría para siempre, mientras las cuide. Hay cosas que queremos, hay cosas que necesitamos y que harían nuestras vidas placenteras y divertidas sin tener que estar corriendo en esta carrera a ninguna parte.
Una de las cosas que la administración Biden hizo durante no mucho tiempo fue el crédito fiscal infantil, una forma de ingreso básico para los niños. Cada familia podía recibir 300 dólares al mes o algo así. Se pagaba a la gente directamente, no solo se deducía al final del año, era una especie de renta básica. Y lo hicieron temporal porque son estúpidos. Se extinguió. Yo estaba tan cabreada escuchando a los periodistas políticos estadounidenses preguntándose por qué Biden no ha recibido más reconocimiento por el crédito fiscal infantil. Pues porque se acabó. Desapareció. ¿Queréis que la gente esté agradecida porque les dieron algunas migajas por un tiempo? Eso es como decir ¿por qué Donald Trump no recibió más apoyo por los pagos en efectivo de 1.400 dólares? Bueno, porque solo pasó en un determinado momento. Es esta misma sensación de que debemos estar agradecidos por las migajas. Estoy en contra de la gratitud. No queremos estar agradecidos por esta basura que nos habéis dado. Hazlo permanente y estaré agradecida.
Dejen de gastar mis impuestos en matar niños en Gaza y, por favor, gasten mis impuestos en alimentar niños en Estados Unidos. O en Gaza
Pero al menos en estos momentos se pensó que tener hijos era un bien social. Que a pesar de no tener hijos propios, yo también invierto en el bienestar de todos los niños. Yo estoy muy feliz de que mis impuestos se destinen a pagar ingresos básicos para los niños. Es maravilloso. Me encanta. Por favor, chicos, cobradme más impuestos por ello. Dejen de gastar mis impuestos en matar niños en Gaza y, por favor, gasten mis impuestos en alimentar niños en Estados Unidos o en Gaza. Francamente, también me gustaría que mis impuestos alimentaran a esos niños. Estaría muy contenta con eso, con alimentar a toda la infancia con mis impuestos, poner un techo sobre las cabezas de la gente. Me encantaría que los impuestos que pago a la ciudad de Nueva Orleans pusieran en una casa a toda la gente que vive en una maldita tienda de campaña bajo el paso elevado, que fuera una casa bonita, que fuera más bonita que la mía.
Cuando empiezas a pensar en estas cuestiones, todo el asunto parece muy ridículo. Van a poner más reactores nucleares al lado de Three Mile Island, planta nuclear donde hubo un famoso accidente, con el fin de alimentar la IA para que los universitarios puedan plagiar ensayos más fácilmente. ¿Para qué sirve realmente el Chat GPT? La gente está en plan: “Mira, puede hacer esto, puede hacer lo otro, puede hacer lo que quieras”. Unos amigos acaban de escribir un libro sobre el trabajo detrás de la IA, se llama Feeding the machine. Señalan que sí, que hay proyectos útiles para algunos, temas de cálculo avanzado que requiere toda esta potencia de cálculo. Pero que la mayor parte es basura. Es encontrar formas de reemplazar el trabajo humano, porque el trabajo humano hace cosas sucias como ir a la huelga. Para eso es toda esta tecnología de Inteligencia Artificial. Es para hacer a la gente más controlable.
Si el problema que preocupa a la gente con la renta básica es que nadie trabajará, bien, entonces tienes que hacer que el trabajo apeste menos.Si tenemos que pagar más a la gente por recoger la basura porque hay una renta básica. Bien. Deberíamos pagar más a la gente por recoger la basura. Deberíamos pagar más a la gente por cuidar a los niños. Deberíamos pagar más a la gente que cocina en los restaurantes. Están muy mal pagados.
Laboral
Remedios Zafra: “La precariedad en los trabajos creativos funciona como forma de domesticación”
Me has recordado, cuando hablas del trabajo desde el prisma del amor romántico, a otra autora, Remedios Zafra y su El Entusiasmo, cuando habla de este apego emocional del que se alimenta la explotación en determinados sectores. Llegas a explicar que buscamos en el trabajo lo que no encontramos en el amor, porque trabajar nos deja cada vez menos tiempo para las relaciones con los otros. ¿Cómo salir de este callejón?
Me doy cuenta de que siempre acabo volviendo al amor en mis libros. Ha pasado con mi último libro sobre el duelo. ¿De qué trata el duelo si no es sobre la gente que amamos? Pienso que una de las muchas cosas que esta carrera de ratones currantes hace bien, es que nos mantiene solos. Literalmente. Hay una razón que está en el subtítulo del libro: la devoción por el trabajo nos mantiene solos. Pasa también cuando no tienes tiempo para mantener tus relaciones humanas y las que tienes se forjan a través del trabajo. Yo tengo amigos maravillosos, increíbles, hermosos y brillantes que he conocido a través del trabajo. Anoche salí con uno de ellos, lo conocí porque lo entrevisté para un reportaje y congeniamos. Y entonces me dije, vamos a tomar algo. Y ya nos hemos tomado algo en tres países distintos. Ese es un maravilloso efecto secundario de lo que hago para ganarme la vida.
Pero para una gran cantidad de puestos de trabajo, y me viene a la mente otro libro, Feeding the Machine, donde se habla de los distintos eslabones de la cadena de producción tecnológica. En el libro hay un tipo que trabaja en una granja de servidores y eso es muy, muy solitario porque no se necesita mucha gente para hacer funcionar estas cosas gigantes. Sólo tienes que asegurarte de que la electricidad permanece encendida. Es un trabajo realmente solitario, como trabajar en un almacén de Amazon donde la máquina en tu muñeca te aleja deliberadamente de otras personas. Se supone que se trata de mejorar la eficiencia. Pero también es para que no empieces a hablar de tener un sindicato. Hay una verdadera razón deliberada por la que el trabajo está diseñado para evitar que hablemos entre nosotros. Es porque cuando hablamos entre nosotros, tendemos a darnos cuenta de que nuestras condiciones apestan y tal vez deberíamos sindicalizarnos.
El capitalismo necesita que nos amemos unos a otros para que nos cuidemos mutuamente de forma gratuita. Pero también, vuelve casi imposible que nos amemos
Pero el trabajo también tiene un profundo efecto en nosotros fuera: si pasamos la mayor parte del día trabajando, tenemos menos tiempo para conocer gente. Si tienes hijos, familia, otras responsabilidades... si cuidas de parientes ancianos o enfermos, tu mundo se reduce al tamaño de esas responsabilidades. Todo lo que hago es nombrar libros (ríe) pero mi amiga Emily Kenway escribió un libro maravilloso llamado Who Cares, que trata sobre ser un cuidador familiar. Y lo escribió a partir de su experiencia cuidando a su madre, que se estaba muriendo de cáncer. Terminó haciendo toda esta investigación y entrevistando a todas estas personas sobre diversos aspectos de las políticas de cuidados pero también sobre sus propias experiencias cuidando. Y una de las cosas que todo el mundo dice es cuánto se encoge tu mundo porque todo tu tiempo se va en el cuidado de esta persona. Cuando ella habla de ser un cuidador familiar, ese cuidado está por encima de cualquier otra responsabilidad: si todavía tienes un trabajo, al volver a casa tienes que cuidar de tu persona enferma. Y la gente lo hace por amor. Pero también es agotador. La forma en la que se sostiene el mundo es sobre el cuidado de las mujeres, que en principio funciona con amor, aunque nos nieguen el acceso a él.
Esa es una de las contradicciones fundamentales en el mismo centro de todo, el capitalismo necesita que nos amemos unos a otros para que nos cuidemos mutuamente de forma gratuita, para que hagamos toda la reproducción social sin remuneración. Pero también, vuelve casi imposible que nos amemos unos a otros. Y por eso aparecen todos estos artículos sobre una epidemia de soledad, cómo cada vez más ancianos están envejeciendo y muriendo solos. Es como si el sistema se estuviera desmoronando. Cito un libro más, el de Pamela Madison, Care in the Highest Age of Capitalism. Ella escribe sobre la forma en que los cuidados son cada vez más una fuente de beneficios. Bien. Algunos días debería anotar cuántos libros cuelo mientras estoy hablando de los míos. Pero todos estos son geniales. Así que, sí, el sistema nos obliga a querernos. Y lo hace muy difícil. Jodidamente difícil.
Hablas también de la culpa como un arma del capitalismo, algo que impregna nuestras subjetividades. Es difícil combatir colectivamente la culpa.
Soy judía, tengo la culpa bien presente (ríe) La culpa que me dice que no estoy trabajando lo suficiente. La culpa por tomarse un tiempo libre. He puesto “fuera de la oficina” en mi correo electrónico. Cambié mi foto de perfil de WhatsApp para que dijera “Si estás pensando en mandarme un mensaje sobre las elecciones, no lo hagas”. No estaré disponible para tus sentimientos sobre Donald Trump para las próximas dos semanas. Déjame en paz, cuando vuelva de vacaciones, entonces podremos hablar. Todavía me siento mal por haber hecho eso. Es esa sensación de que tenemos que seguir haciendo cosas. Tenemos que seguir produciendo cosas.
El otro día lo hablaba con un buen amigo, ambos somos dos personas en sus cuarenta que han tenido bastante éxito en su campo. Pasamos mucho tiempo este verano vagando por Londres y hablando de cómo no somos felices. Tipo: he hecho todas las cosas que se supone que debo hacer y no soy feliz. Me siento una gilipollas diciendo esto, así que solo se lo puedo decir a él (bueno, y ahora también a ti y a las personas que lean esta entrevista). Y él me hacía callar refiriéndose a mi propio libro: ya sabes, el trabajo es un amor no correspondido.
Está esa sensación de que soy extraordinariamente afortunada, pero también de que trabajo muy duro. Y a pesar de haber escrito este libro, sigo trabajando demasiado. Y me siento fatal si digo que odio mi trabajo a veces, que quiero hacer algo totalmente diferente con mi vida, pero no puedo averiguar qué podría ser. Me siento culpable diciendo que a veces quiero tirar todo esto a la basura e irme a criar ovejas. Acabo de leer un libro sobre los ponis de las Islas Shetland, en el norte de Escocia. Y yo estaba como, ¡quiero ir a criar ponis Shetland! ¡Eso es lo que quiero hacer!
Esa es la vida que quiero, pero se supone que no debes decir eso. Se supone que debes decir, tengo éxito y es genial. ¿No es maravilloso que la gente en diferentes países quieran hablar de este libro que escribí? Claro que la culpa también opera de otra forma ahí: debes estar agradecida por lo que tengas porque todo puede desaparecer. Y si te atreves a decir que en el fondo es una mierda, entonces eres terrible por no estar agradecida.
Creo que es importante decir que no elegimos la manera en la que funciona este mundo. Todos somos arrastrados a él nos guste o no. La mayoría de nosotros no tenemos nada por lo que sentirnos culpables. Bueno, en realidad no sé qué cosas terribles habrá hecho la gente en su vida personal. Quizá si haya cosas por las que deban sentirse culpables. Tal vez todo esto este rollo solo va de mí procesando lo de mi herencia judía.
En todo caso, en los últimos años, creo que especialmente desde la pandemia, creo que la culpa funciona menos, que la gente es más consciente de que lo que le pasa no es culpa suya. Pero de nuevo, aquí hay caminos diferentes. Uno puede ser votar por Donald Trump, decir: no es mi culpa, la culpa es de este colectivo o este otro. Terminas señalando con el dedo de la culpa a alguien. Pero yo creo que a quien deberíamos señalar con el dedo es a la gente que realmente tiene la culpa, ¿y quiénes son? Pues todos aquellos que ganan dinero con nuestra explotación.