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Andalucía
Pero...¿De Córdoba, Córdoba? No, de un pueblo
¿De dónde soy si estoy en la ciudad? ¿De dónde soy si estoy en otro pueblo? A menudo hacemos referencia al nombre de nuestra capital de provincia para situarnos, aún cuando no conozcamos de ella ni la tercer parte. Esto se debe a que sabemos que para la persona que nos está preguntando quedará menos duda y sinceramente (ironía) porque queda mejor a priori ser de Córdoba, Sevilla o Málaga que de Montalbán, El Rubio o de Sedella.
Investigadora en el Instituto de Migraciones de la UGR.
Integrante del colectivo Antroposures.
Ahora que llegan las vacaciones de Semana Santa, para muchas de nuestras jóvenes volver al pueblo se convierte en un auténtico rito de paso. Pasar del:
“¡Ay que bien estoy, aquí no me conoce nadie!” al ¡”En mi pueblo es que no hay ná”!
En mi pueblo es que no hay ná podría ser la traducción de que con lo que su garganta ronca cantó en su día Morente:
“Presumes de que eres la ciencia, yo no lo comprendo así, porque si la ciencia fueras ¡ay! me hubieras “comprendío” a mí. Porque siendo tú la ciencia, no me has “comprendío” a mi…
[Enrique Morente, Sueña la Alhambra]
El pueblo no está en los parámetros de la ciencia de la modernidad. De la ciencia urbanística que se ha ido construyendo en los ritmos del tiempo sin tiempo. Hay que tener una disponibilidad amplia de ofertas de ocio, educativas, de viaje, para no tener tiempo ni de disfrutarlas. Y si, en ese climax si encontramos un lugar de comodidad.
De hecho, esto se ve muy claro en el denominador común en la forma de enunciación ¿De dónde soy si estoy en la ciudad? ¿De dónde soy si estoy en otro pueblo? A menudo hacemos referencia al nombre de nuestra ciudad para situarnos, aún cuando no conozcamos de ella ni la tercer parte. Esto se debe a que sabemos que para la persona que nos está preguntando quedará menos duda y sinceramente (ironía) porque queda mejor a priori ser de Córdoba, Sevilla o Málaga que de Montalbán, El Rubio o de Sedella. Con esto, estamos privando a quienes nos hacen la pregunta que descubran la inmensa geografía que rodea nuestro lugar de origen. Y muy probablemente esto le esté ocurriendo a la otra persona ¿cómo rasgarse las vestiduras y tomar esa posición de seguridad y no complejo desde el primer momento? ¿Por dónde empezamos? No es lo mismo “soy de un pueblo de Córdoba” que soy de Montalbán, un pueblo de Córdoba Aquí sí que el orden altera el producto final que es nuestra respuesta políticamente enunciada de una u otra manera.
Las pueblerinas crecemos con la idea de querer saber cómo serán las ciudades. De abogar por el anonimato, por el ¡“Ay que bien estoy, aquí no me conoce nadie”! Pero llega un punto en el que realmente no te conoce nadie porque nadie conoce a nadie. Algo tan básico como una vecina es ya hoy todo un lujo. Una persona constante que viva en la proximidad de tu hogar en la ciudad se torna complicado sobre todo en los centros y determinadas zonas. Se acabó, se está esfumando. La modernidad ha disuelto la línea de lo grande y lo pequeño. Ahora lo que importa es lo instantáneo. Muchos sitios a visitar en muy poco tiempo, muchas fotos que publicar en muchos lugares distintos. Que el tiempo no tenga valor, porque no hay tiempo de tener tiempo, solo de gastarlo. De ahí lo que se conoce como crisis de identidad, de desconexión con los territorios, de afectividad, de amistad. Se ha puesto sobre la mesa la necesidad de no ser de ninguna parte, la ciudadanía del mundo pone sobre la mesa el mantel del desarraigo. La patrimonialización ha sido un efecto del extractivismo cultural para ponerlo al servicio del mercado y sacarlo del pueblo. A nuestras primas no les parece chick comer lentejas si no vienen en formato de hamburguesas y se las comen en un restaurante que usa muebles de los que hay en la casa de mi abuela, sin embargo. Hay una oda a lo antiguo desde lo romántico, que hoy se llamaría Vintage, pero que realmente es un recicle revalorado. Aparentar que es bonito, único, singular lo del pueblo, pero sin el pueblo, que aquí somos todas urbanitas (ironía +).
Me comentaba una chiquita hace unos días. “En mi pueblo es que no hay ná” y sin embargo el pueblo tenía una historia cooperativista de manual de economía crítica. Era o podría ser el ejemplo práctico de la teoría que le fascinaba, de las luchas que lleva pegadas en su carpeta pero que no identifica con su pueblo porque nadie le ha contado la relación directa que puede llegar a tener. En los pueblos no hay ciencia, hay otras cosas… por ejemplo, el pueblo de la chiquita tenía una confitería que había ido pasando por tres generaciones que hace las magdalenas más ricas de toda la comarca. Pero claro, se llaman magdalenas y no Muffins. Y las hacen y venden en horario partido, descansando al mediodía y no tienen música tántrica, si no el cacareo de las vecinas poniéndose al día.
En el nombre del pueblo y del espíritu Santo, ahora que se acerca la Semana Santa, ve a tu pueblo, besa a tu abuela y a tu tía que eso es lo más sororo , feminista y revolucionario que puedes hacer por y con ellas. Cómete un paquetito pipas con tu amiga y cuéntale a tu padre todo lo que la ciudad te ha enseñao pero eso sí… luego escucha.