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Andalucismo
Una colonia al interior de la colonia. Una sociología de la cuestión andaluza en Cataluña (II)
Para leer la primera parte: Una colonia al interior de la colonia. Una sociología de la cuestión andaluza en Cataluña (I)
Todas las genealogías del concepto de colonialismo interno nos llevan a II Conferencia del Komintern de Moscú de 1920 y al Congreso de Bakú. En el congreso citado Lenin presentó el documento “Sobre la cuestión nacional y colonial” que recogía las tesis de Lenín sobre autodeterminación, cuestión nacional e imperialismo. En estos debates participaron el indio M. N. Roy, el afroamericano Harry Haywood, el sardo Antonio Grasmci y el peruano José Carlos Mariategui. En los años sesenta, las definiciones de colonialismo interno se volverá a fusionar con las teorías del imperialismo, a través de Paul Sweezy y Paul A. Baran dando lugar a las teorías de la dependencia, centro-periferia y del subdesarrollo. De este debate surgen el concepto colonialismo interno de Pablo González Casanova (1968-2023) y también la aplicación para Galicia de Xose Manuel Beiras (en su obra O atraso galego de 1972). Todos ellos y desde diferentes perspectivas, llaman la atención sobre los modos en que el imperialismo no solo opera a nivel global entre sujetos estatales sino que al interior de los Estados tienen lugar procesos complejos de des-estructuración, desigualdad y extractivismo. Esta dominación interna se ejerce sobre poblaciones indígenas, comunidades migratorias, minorías nacionales, étnicas o religiosas.
Para el caso del Estado español, es evidente que está dominación colonial interna se produce en Galicia, Andalucía y Canarias, territorios que no participan de la alianza de élites del capitalismo español. El papel de Andalucía en el Estado, es un caso más que evidente de colonialismo interno definido por el desarrollo del capitalismo español y la dependencia económica de Andalucía respecto a la división regional de los procesos productivos. Se conforma entre el siglo XIII y el siglo XVI, se desarrolla con la Monarquía hispánica, se acentúa tras la perdida de las colonias americanas. se concreta tras la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas y el golpe del Estado plasma la política colonial de los militares africanistas del Protectorado en un nuevo régimen peninsular.
El modelo de colonialismo interno que sufre Andalucía respecto al Estado español, está atravesado directamente por la política migratoria interna que se establece como política de Estado tras 1939. Son la expresión de una nueva re-organización de los procesos productivos donde ya era más barato movilizar cuerpos que movilizar mercancías, y que conecta con varias necesidades del régimen. Pese a la oposición del régimen a las migraciones durante más de una década, asumió la necesidad de desarticular la retaguardia rural en Andalucía; vaciar los pueblos andaluces de miembros del bando republicano que habían sobrevivido. Esto conectó con la tendencia desarrollista producida a partir de los cincuenta, y la salida económica a la autarquía. Con ello el régimen encuentra, además, una manera de construir apoyos locales entre una emergente burguesía catalana adepta al régimen.
Las migraciones andaluzas en Cataluña, como ha investigado el antropólogo sevillano Ángel del Ríos conecta la guerra civil y la experiencia del bando republicano con un gran ciclo de represión, exilios y deportaciones que los combatientes andaluces sufren tras haberse replegado al frente de Barcelona y haber cruzado la frontera en 1939. La mayoría de los andaluces que combatieron en el frente de Cataluña, en Francia, y que acabaron en campos de concentración y de refugiados, no volvieron a Andalucía. Permanecieron en Cataluña y en algunos casos volvieron a por sus familias para establecerse en Cataluña. Una parte de la represión franquista en Andalucía tuvo que ver con permitir la huída de personas adeptas a la República desde Andalucía a Cataluña y a otros países de Europa. Sindicalistas, maestros, socialistas, milicianos, anarquistas y todo tipo de combatientes que habían sobrevivido a la guerra y a la represión de los primeros años, comienzan a exiliarse de Andalucía. Esto conecta la una primera ola migratoria, de exilio ideológico que se produce desde finales de los años cuarenta y comienzos de los cincuenta con una segunda ola migratoria de carácter económica y laboral producida a mediados de los cincuenta. Estas migraciones masivas de carácter económico se producen ante el final de la autarquía, el desarrollismo, la entrada en la ONU, el turismo, la construcción y la nueva industrialización comienzan a generar polos industriales allí donde la reconstrucción de la guerra lo iba permitiendo.
El Plan de Estabilización, liderado por el catalán Laureano López Rodó, líder del sector tecnócrata del Opus Dei, beneficiaba la industria catalana y vasca, en una búsqueda por parte del régimen de alianzas con élites locales catalanas y vascas. Por otro lado, el Plan de Estabilización implementaría en Huelva el llamado polo químico y en el Campo de Gibraltar la industria química, las refinerías de petróleo y gas natural. Las industrias mas contaminantes y destructoras de toda Europa occidental con consecuencias ambientales gravísimas como el aumento del índice de cáncer en estas comarcas.
A lo largo de la década de los sesenta, las migraciones andaluzas a Cataluña se convierten en una política de Estado. En una salida política que el régimen encontró para desarticular la sociedad rural andaluza, que había concentrado el mayor nivel de agitación agraria y sindical en los últimos cien años. Al mismo tiempo el régimen encontró manera de desnacionalizar la sociedad catalana. El régimen construyó así un pacto con las burguesías locales, que se enriquecían explotando a las masas andaluzas, extremeñas, murcianas que llegaban a Cataluña y que constituían una reserva de mano de obra de la burguesía en Cataluña.
A partir de ahí, la formación de ghettos de infravivienda en Cataluña, es una historia de sobra conocida, sobre todo por los y las que lo vivieron. En Cataluña, hay una parte del país, que ha nacido en chabolas y en barracas. Y que luchando contra la burguesía y contra la propia ciudad logró convertir en barrios lo que hoy conocemos como la periferia metropolitana de Barcelona que rodea la propia ciudad de norte a sur. Badalona, Besós, Santa Coloma. Nou Barris, Cornellá, L´Hospitalet, y el Baix Llobregat. Las luchas vecinales y comunitarias por los servicios públicos, por escuelas, asfaltado, bibliotecas, parques, alumbrado fueron una movilización de las vecinas contra la propia ciudad.
Pero además, la cuestión de la inferiorización de la cultura andaluza es fundamental para entender el patrón de colonialismo interno. Entre las formas de inferiorización cultural, fundamentalmente existen dos estrategias. La negación, el aislamiento y de erradicación de una determinada expresión cultural, musical, artística o lingüística. Como es el caso de la estrategia del Estado español con las lenguas minorizadas como el catalán, el euskera y el galego. La otra estrategia de inferiorización cultural es la folklorización de las expresiones culturales de los pueblos y las sociedades dominadas. Suele ser la estrategia utilizada por centros de poder en contextos en los que los pueblos dominados no son sociedades minorizadas sino demográficamente mucho mayores como son los contextos coloniales como América Latina, las políticas coloniales en África o las comunidades migrantes de gran escala al interior de las metrópolis occidentales. La folklorización está relacionada con la construcción desde el poder con una serie de marcadores culturales que se reproducen a través de dispositivos gestionados por el poder y que controlan y determinan cuál es la cultural del oprimido y sus representaciones. A su vez, el oprimido cae en un juego en el que negar estas expresiones es negarse a sí mismo. Pero reproducirlas de forma acrítica es reproducir el patrón de dominación. Por lo tanto la estrategia de todos los pueblos ha sido ocupar esos espacios de representación cultural folklorizada y disputar nuevas re-significaciones, representaciones y transformaciones desde su propia cultura en relación a los marcadores impuestos. La inferiozación de la comunidad andaluza en Cataluña también está atravesada por el señalamiento de las prácticas de religiosidad popular andaluza. Las prácticas de religiosidad andaluza producidas en torno a ritos asociados un catolicismo popular y comunitario, ha sido un conflicto identitario y étnico en Cataluña. Como ha señalado el antropólogo Manuel Delgado Ruiz. Las comunidades andaluzas en Barcelona y su periferia metropolitana han reconstruido toda una serie de expresiones populares y religiosas no sin resistencia de la propia jerarquía eclesiástica catalana y de ciertos círculos de la política catalana que encontraba en el desarrollo de esas prácticas una invasión cultural y una amenaza para su catalanidad. La andaluzofobia en Cataluña atraviesa la cuestión religiosa en tanto que expresión popular y cultural de la comunidad andaluza emigrante. Al mismo tiempo el apego a lo andaluz está expresado en numerosas ocasiones al acompañamiento y arraigo a tradiciones religiosas como las cofradías, la semana santa o las hermandades rocieras.
Y esto ha sucedido en Cataluña también con la cultura y las músicas populares de la comunidad andaluza. Durante los años sesenta y sesenta la cultura y la música andaluza estuvo profundamente denigrada, asociada a pobreza, marginación incluso representada como una amenaza contra su cultura catalana. Peret, que ha sido una de las grandes figuras artísticas de Cataluña, triunfó en Madrid, a finales de los sesenta. El reconocimiento en Cataluña se dio mucho más tarde, y seguramente no podría haberse dado a un artista con otro apellido. Peret fue el Elvis catalán, que legitimó y permitió la incorporación de una música popular de las comunidades gitanas, andaluzas y emigrantes de los suburbios metropolitanos de Barcelona. Más tarde llegarán Antonio González Batista Pescailla, descendiente de emigrantes, Gato Pérez argentino que llegó a Barcelona en los setenta. En 1979, se produce la única presentación como tal del disco La Leyenda del Tiempo, el disco de Camarón, cuyo título era un homenaje a Federico García Lorca, y cuyas innovaciones incluían incorporar el sitar, el bajo eléctrico o nuevas percusiones como el cajón peruano. Esa presentación se hizo en un festival de rock, llamado Super-festival donde actuaron también Weather Report, Stakley Clark o Jeff Beck. Y de Peret y Camarón, en los ochenta, a Ojos de Brujo, Estopa y Rosalía, como expresiones cutrales de una Catalunya impura y fronteriza. Y todo ello contra la concepción de la catalanidad cultural, construida desde una concepción étnica en torno a la lengua, la música culta y las expresiones culturales del interior de Cataluña.
Mientras tanto las subvenciones de la FECAC siguen estando dirigidas a expresiones folklorizadas, memorias intactas, custodiadas por las fuerzas del PSC y de CiU. La Feria de Abril también fue el gran pacto histórico entre el pujolismo y las élites dirigentes de las comunidades andaluzas vinculadas a las redes del PSOE andaluz y del PSC. Las comunidades andaluzas, mientras tanto, se aferran a las escuelas de sevillanas como un lugar común, como un lugar donde hablar con su acento, donde llevar a las nietas después del colegio, a que se expresen, se vistan, bailen y se reúnan con otras nietas de andaluzas. Mientras, ellas, las abuelas que nacieron en chabolas y barracas, las esperan en la peña, charlando con otras abuelas, sentadas, por les duelen las rodillas de limpiar escaleras más de cuarenta años sin estar ni siquiera contratadas.
Lo cierto es que el procés independentista, como todo conflicto, configuró dos bloques identitarios ficticios. El catalán progresista que agrupaba desde anarquistas de la CNT, CGT, CUP, ERC, hasta la derecha de CiU, PdCAT o Junts. El otro bloque era el bloque considerado españolista, conservador y reaccionario que agrupaba desde Comuns, PSC, hasta PP, Ciudadanos y Vox. Este conflicto y este división identidades dejó fuera a un millón de personas. Este millón de personas, que corresponde a los emigrantes andaluces en Cataluña y sus descendientes, se han debatido entre una catalanidad que les obliga a borrar todo rastro de su pasado, y una españolidad reaccionaria, monárquica, vinculada al franquismo. El resultado ha sido la desafección a la política catalana durante la última década, que a su vez ha creado, de nuevo, una cuestión andaluza en Cataluña. La gran diferencia entre el procés, y el 1 de Octubre fue, desde mi punto de vista, la masiva participación de las clases populares en un acto que implicaba una impugnación republicana y democrática al régimen. Cinco años después del 1 de Octubre, la mayoría independentista se han fragmentado. Su ampliación solo tiene un camino, que es el de incorporar a las bases populares metropolitanas de Barcelona.
Bueno, ¿y porqué ahora? Lo cierto es que esta reflexión quizás sea una mirada a contratiempo. Yo no soy exactamente charnego, ni catalán, soy andaluz, militante andalucista. Además Profesor en la Unviersitat Pompeu Fabra desde hace un año, con un contrato del Ministerio de Ciencia. Mi familia emigró desde el Valle de Lecrín y desde la Alpujarra hacia diferentes lugares. Se dispersaron entre L´Hospitalet, Rubí y El Ejido. Las migraciones andaluzas marcaron también a los que se quedaron. Una sociedad rota por sus propias emigraciones. Pero la migración andaluza no cesó en los setentas. La crisis de 2008 volvió a acentuar las migraciones de jóvenes andaluces a Cataluña, en el año 2020 viven en Cataluña 570.269, y en Madrid viven 261.000 andaluces. Los miles de jóvenes andaluces entre 25 y 40 años que hoy viven en Cataluña llegados en la última década, ven la cuestión andaluza en Cataluña como algo muy denso y espeso que les interpela sin saber muy bien porqué. Los ciclos migratorios no cesan por que las condiciones de desigualdad estructural en el Estado español no cesa. El desequilibrio territorial no ha cambiado y la estructura del Estado sigue privilegiando aquellos que tienen más capacidad de presión sobre la dirección de Estado. Mientra el Presidente español promociona la re-industrialización de Cataluña, cierra fábricas de Airbus en Puerto Real, al tiempo que abre otras en Getafe. La alianza del capitalismo español se reconstruye tras la ruptura que supuso la crisis económica de 2008 y la fractura territorial que se cerró en 2017. Pero esta interpretación que yo hago, a pesar de que suene a contratiempo, es la lectura de una nueva generación de andaluces en Cataluña. Que ya no arrastra la pesada culpa de la pobreza, de huir del hambre de la guerra. Una generación que es capaz de comprender que el conflicto entre el Estado español y la sociedad catalana ha tomado a las comunidades andaluzas como carne cañón, como campo de disputa y como cabeza de turco usada por unos y otros. Quizás es demasiado tarde ya para ser charnegos. El andalucismo, a través de las experiencias migrantes y de diásporas puede volver a pensar el papel de Andalucía en el conjunto del Estado, y artícular de nuevo las alianzas necesarias para las transformaciones que se requieren. El andalucismo tiene que servir a la causa de su país, defender los intereses de los andaluces, de sus comunidades migrantes, y reclamar otra historia de las diásporas andaluzas. Entender las formas que ha adoptado la dominación de Andalucía por parte del Estado español también implica pensar desde los andaluces en la diáspora. El andalucismo pertenece a los de abajo a los del sur, a los últimos. No lo olvidemos. Quizás, pensado de otro modo, nunca es tarde para ser charnego.
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