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Sanidad pública
Cronología del desmantelamiento de un hospital
No es fácil documentar el progresivo desmantelamiento de un servicio público. Tampoco de un hospital, como es el caso. No suelen constar órdenes concretas que desaten el proceso; tampoco pronunciamientos públicos reconociendo las intenciones últimas. No se hacen así estas cosas. Son bajas no cubiertas, refuerzos que nunca llegan, servicios que dejan de prestarse, traslados inesperados y promesas incumplidas las que se suceden y complementan para llegar, finalmente, al mismo resultado.
Por eso, es difícil asegurar si es precisamente eso lo que está ocurriendo en Llerena, una localidad del sur de Badajoz de algo menos de 6.000 habitantes, que asiste atónita y cada vez más enojada al deterioro asistencial de una de sus joyas sociales: un hospital general, de funcionamiento prácticamente intachable durante décadas, que cubre una población de unas 44.000 personas de varios pueblos de las comarcas de la Campiña Sur y Tentudía y que, además, ha servido durante este tiempo para avivar la localidad en todos los aspectos indirectos que una actividad de este tipo entraña, desde el comercio a la hostelería pasando por la vida social o el mercado inmobiliario.
Sanidad pública
Pandemia y desigualdad Atención primaria: una historia de recortes y olvido
La cartera de agravios es, quizás por técnica, poco llamativa para enumerar aquí. Digamos que ya no hay traumatólogo de forma permanente; que las radiologías, antes disponibles a diario, ahora solo se realizan en días alternos; que el servicio de ginecología no incluye todas las pruebas necesarias; que la escasez de quirófanos aumenta las listas de espera; o que el departamento de diálisis también ha sido recortado. Así que los llerenenses tienen ahora que recorrer 42 kilómetros hasta la localidad vecina de Zafra para recibir tratamientos que antes tenían en casa y, lo que es más gravoso, los habitantes de otras localidades, como Granja de Torrehermosa, que antes hacían esos 40 kilómetros hasta Llerena, ahora tienen que hacer el doble hasta Zafra.
Llerena, una localidad del sur de Badajoz de algo menos de 6.000 habitantes [...] asiste atónita y cada vez más enojada al deterioro asistencial de una de sus joyas sociales: un hospital general, de funcionamiento prácticamente intachable durante décadas, que cubre una población de unas 44.000 personas de varios pueblos
Por eso, no es extraño que la protesta convocada el pasado 11 de febrero por la Plataforma en Auxilio del Hospital de Llerena, con una marcha que partió de las puertas del centro sanitario hasta cortar la cercana carretera N-432, contara entre sus aproximadamente 2.500 participantes con vecinos de los pueblos cercanos, que ven también peligrar el paraguas sanitario que durante décadas les ofreció el centro. La iniciativa resumía en tres reivindicaciones tanto malestar: “La recuperación de los servicios perdidos y consolidación de los existentes; la ampliación del número de quirófanos y la puerta en marcha de la Unidad de Cuidados Críticos”, una antigua promesa de la Junta de Extremadura, aprobada por unanimidad en la Asamblea autonómica en 2016 y de la que aún no se tienen noticias.
La aparición de Zafra no es inocua en esta polémica. Vaya por delante que la plataforma llerenense es especialmente cuidadosa en evitar en sus reivindicaciones cualquier mención a la localidad vecina: respetan y comparten las aspiraciones sanitarias de sus habitantes y en ningún caso aceptan que se apele a una supuesta rivalidad entre poblaciones para explicar lo que está ocurriendo. Pero lo cierto es que, de una forma u otra, Zafra tiene mucho que ver. Nos explicamos.
Promesas olvidadas
El hospital de Llerena fue levantado en 1982, y tampoco entonces fue pacífica, desde el punto de vista político, la decisión última sobre su ubicación. Zafra, con una población que ronda los 17.000 habitantes, aspiró siempre a un servicio sanitario similar; y por eso, cuando en 2002 la Junta de Extremadura asumió las competencias de Sanidad, compró el hospital privado que la empresa Pascual había construido en la ciudad (por cierto, previendo lo que iba a ocurrir y aprovechando así una inmejorable oportunidad de negocio; pero eso es otra historia).
La prensa de la época recoge con estas palabras el modelo de convivencia de ambos hospitales, que atribuye a la Junta de Extremadura y a la Dirección Territorial del Insalud: “El área sanitaria de Llerena-Zafra quedará con un hospital de área en Llerena con todos los servicios correspondientes y en Zafra un pequeño hospital complementario de aquel”. Es decir, el de Llerena seguiría siendo el hospital de referencia de la zona y el de Zafra lo que se conoce como de alta resolución, con urgencias, medicina interna y cirugía menor ambulatoria. Una manifestación llegó entonces incluso a reunir a unos 7.000 personas, con alcaldes a la cabeza, para acelerar las inversiones necesarias, siempre, señalan las crónicas, con ese reparto de competencias en mente.
Digamos que ya no hay traumatólogo de forma permanente; que las radiologías, antes disponibles a diario, ahora solo se realizan en días alternos; que el servicio de ginecología no incluye todas las pruebas necesarias; que la escasez de quirófanos aumenta las listas de espera; o que el departamento de diálisis también ha sido recortado
Pero el modelo se ha ido diluyendo a lo largo de los años y, especialmente, según afirman desde la plataforma, en los últimos tres años, cuando la vacante de un especialista en el hospital de Llerena supuso, a la postre, el pistoletazo de salida para un sucesivo recorte de servicios que, en la mayoría de los casos, ahora son prestados de forma compartida con el hospital de Zafra, cuando no de forma exclusiva. Insisten en la plataforma, según las declaraciones a El Salto de dos de sus portavoces, Rosa Julián y Miguel Sánchez Rafael: “Nada que objetar a que Zafra aumente sus servicios. Tampoco, incluso, a que sea el centro elegido para instalar unidades de nueva creación. Pero que Llerena mantenga los que siempre ha tenido”.
Ceciliano Franco es el director gerente del Servicio Extremeño de Salud y, tras su conversación con El Salto, queda claro que, efectivamente, esa ‘jerarquía’ entre los hospitales de Llerena y Zafra ya no existe. Franco reconoce, de hecho, que en su concepción del modelo sanitario del área Llerena-Zafra ambos hospitales “se conciben juntos, conviven y se complementan” y que es necesaria una estrategia de “sinergias” adecuada para atender a una población de en torno a cien mil personas. Incluso apela a la “generosidad de un hospital con otro” para que eso funcione. De hecho, desde la plataforma en Auxilio del Hospital de Llerena denuncian que también en la Gerencia del Área de Salud Llerena-Zafra, que encabeza María Rosa Soria, se ha comenzado a hablar de ambos centros como si de “un complejo sanitario” se tratara; un complejo sanitario, ironizan, “con un pasillo de 42 kilómetros”.
Sanidad
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Así que, desde esa concepción, que cambia por la vía de los hechos consumados consensos que parecían asentados, el temor a que los recortes continúen en Llerena no parecen en absoluto infundados. Y tampoco han sido mitigados por la última promesa del Servicio Extremeño de Salud que, casi a la vez que la protesta del día 11 se producía, se descolgó con el anuncio de un nuevo proyecto para hacer del hospital de Llerena un centro de referencia para la atención a los pacientes crónicos con enfermedades complejas y que necesitan de prolongadas estancias de convalecencia. Por indefinida, por lo que parece un intento para desviar la atención y porque, incluso, podría efectivamente conllevar una desaparición de otros servicios, la promesa fue acogida con escepticismo por la plataforma.
Es otra de las reivindicaciones de la plataforma, de tan simple formulación como lógica: “Que se desplacen los médicos y no los pacientes”.
A pesar de ello, Franco no cree justificadas las protestas de la plataforma, entiende que los supuestos recortes se han “magnificado” en un momento en el que la pandemia ha distorsionado el funcionamiento de todos los hospitales y asegura que la pérdida de servicios no es significativa. Y asegura, tajante, que no hay una decisión de potenciar un hospital frente a otro, Pero reconoce errores que habrá que corregir. Por ejemplo, esa decisión de dejar sin guardia permanente de traumatología a Llerena; el incumplimiento de los plazos para la apertura de la Unidad de Críticos que, seis años después de su aprobación, le gustaría hacer realidad en los próximos meses; y acabar con una perniciosa dinámica, esta atribuible a la gestión directa, que permite a los especialistas agrupar en Zafra, en un solo día y por comodidad, las consultas externas que deberían alternar entre las dos ciudades. Es otra de las reivindicaciones de la plataforma, de tan simple formulación como lógica: “Que se desplacen los médicos y no los pacientes”.
En cualquier caso, detrás de esta situación hay, sobre todo, personas, algunas de la cuales estuvieron en la manifestación del 11 de febrero: porque los 14 kilómetros que tenía que recorrer para sus revisiones tras la operación de vesícula son ahora casi 60; porque se debate entre si aceptar ser operado a 40 kilómetros de su casa para reducir el tiempo de espera; o porque la revisión que el neumólogo le había prometido para dentro de seis meses se produjo en realidad, pandemia mediante, tres años después. Las tan cacareadas sinergias no parecen funcionar en su caso.