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Ferrocarril
Carta al ministro de Transportes y Movilidad Sostenible
Sr. Ministro:
Las calles de Navalmoral de la Mata se inundan precisamente donde se pretende construir uno de los tres pasos subterráneos para peatones (paso a nivel de La Paz) a sabiendas de que es una zona inundable. Cerca de donde acaban de destruir el puente sobre las vías del tren, hay una explosión de gas que obliga a todo el vecindario a ponerse mascarillas y prohibir siquiera fumar. En el otro extremo de la ciudad rompen tuberías dejando a toda la zona sin agua. Síntomas de una obra no integradora que hay que parar cueste lo que cueste.
El ministerio del cual depende la obra en ejecución del tren de altas prestaciones a su paso por la ciudad de Navalmoral, ahora con usted como nuevo ministro, y equipo responsable, debe atender a la imperiosa transformación de la ciudad de Navalmoral, ligada desde hace 145 años al ferrocarril, antes de que sea demasiado tarde. Pedir que se modifique del proyecto (crear una columna vertebral urbana verde, accesible y permeable de 1,5km) no dejaría sin tren a la región (la línea empieza en Madrid) ni será volver al punto de partida (¿16 años después?). Y, desde luego, ni impedirá que en el 2032 la línea esté totalmente electrificada (a sabiendas que de Navalmoral a Madrid no será con vía doble).
Tren de alta velocidad
No al muro Ahora o nunca: el Tren de Alta Velocidad pone en peligro a Navalmoral de la Mata
Conocemos que el tren rápido no es un AVE ni lo necesitábamos, aunque desde la construcción del primero, el Madrid-Sevilla, esa fue la promesa hecha inmediatamente para Extremadura: “seremos la siguiente línea en tener el flamante AVE”. Después de 40 años como Estado de las autonomías, ya no necesitamos un tren digno a 300 km/hora, sino que la dignidad de las personas sea respetada. Solo necesitamos una línea doble, electrificada y mixta que pudiera parar en las estaciones con la debida intercomunicación modal.
Cuando hace 5 años se creaba la Plataforma No al Muro en Navalmoral de la Mata lo hacíamos para exigir al gobierno municipal una participación que se nos negaba de manera continua. Es decir, conocer el proyecto del tren de altas prestaciones a su paso por la ciudad, tener la información acerca de las negociaciones con Adif a fin de mejorar el proyecto y colaborar en sus resoluciones constructivas.
Siempre hemos pedido lo que en cualquier democracia se promueve, la participación social activa, y máxime en proyectos duraderos que puedan afectar a la vida de las personas para un largo periodo (más de 100 años). Entonces, el equipo de gobierno era del partido socialista obrero español tanto en el ayuntamiento como en la comunidad autónoma, y tuvimos que convocar, distintos colectivos moralos, la primera concentración en la plaza de la estación (24 de octubre de 2018) para hacernos visibles. Conseguimos que nos pudiéramos reunir con el equipo redactor del proyecto, el director de obras de Adif, y con el apoyo del Colegio de Arquitectos de Extremadura trabajar para dar con la mejor solución: el soterramiento.
Soterrar el tren no era ocultarlo; se trata de un proyecto de ingeniería no especulativo y que reconoce la realidad urbana de la ciudad de Navalmoral
Soterrar el tren no era ocultarlo; se trata de un proyecto de ingeniería no especulativo y que reconoce la realidad urbana de la ciudad de Navalmoral. Todos sabemos que es una ciudad mediana, no es una metrópoli, pero sí pertenece a una región que sigue apostando por hábitats urbanos a escala humana.
Desde luego, la repercusión del tren a su paso por Navalmoral venia de mucho tiempo atrás. Algunas alegaciones a los estudios informativos y declaración de impacto ambiental proponían crear una estación nueva y línea fuera del casco urbano. Gobernaban, turnándose en diferentes gobiernos, el PP y el PSOE, donde ambos pedían el soterramiento en caso de pasar el tren por la ciudad. Desde luego, informes técnicos anteriores ya lo recogían, como por ejemplo el redactado en 1998 por los arquitectos locales durante la revisión del planeamiento urbanístico. Pero no fueron capaces de materializar lo que la gran mayoría pedía en caso de seguir pasando el tren por la ciudad. Ambos partidos, por tanto, responsables a partes iguales de que el soterramiento no apareciera en la publicación definitiva, en el BOE.
¿Qué hacer para defender lo que entonces se dejó a la buena voluntad futura?
Habría que buscar 16 años más tarde, entre todos, mejorar el primer proyecto aprobado, contemplar los plazos y su repercusión social y económica dado que se trata de una infraestructura que desempeña un papel crucial en el desarrollo y la sostenibilidad de la ciudad y comarcas vecinas.
No se trataba solo de resolver como fuera un punto localizado dentro de la línea Madrid (Toledo) -Badajoz (Lisboa), sino de establecer de una vez por todas la justicia de movilidad y accesibilidad en una región abandonada, aun hoy, que no tiene un tren electrificado capaz de potenciar todos los servicios que ofrece el ferrocarril (mercancías, viajeros, de servicio público y ahorro energético). Y que no nos vengan con que no damos la talla futura ni de viajeros, ni de economía o de grandes aglomeraciones urbanas.
En junio 2019, hubo una reunión clave entre el gobierno en funciones del Ayuntamiento de Navalmoral, técnicos de la Asociación del Sector de la Construcción local y el diputado por la provincia de Cáceres, miembro de la Comisión de Transportes del Congreso de los Diputados. A ella se llevaban las conclusiones de las reuniones de trabajo mantenidas con el equipo redactor, con la Plataforma cívica y el jefe de proyectos de Adif, y todo apuntaba a que la gran inversión de cerca de 100 millones de euros no debería servir para dividir la ciudad para siempre. Rotura urbana, es decir social, marginando toda la parte norte, pero también económica hundiendo al comercio local y mutilando espacios verdes y de tránsito.
No es de extrañar que incluso el propio Ministerio de Transición Ecológica conteste que la propia Declaración de Impacto Ambiental puede estar caducada
Se reconocía en ese encuentro que el primer proyecto (el aprobado en 2011) era una “chapuza” valorada en 72 millones y que, con las debidas mejoras en superficie, se había logrado aumentar el presupuesto en 22 millones, pero aun seguía siendo “infumable”, como así se publicó en prensa. Y lo era porque no se llegaba a integrar la infraestructura con los requerimientos que las nuevas normativas y legislación, tanto ambiental como de perspectiva de género y accesibilidad universal, se habían creado desde aquel entonces, hace ya 16 años. No es de extrañar que incluso el propio Ministerio de Transición Ecológica conteste que la propia Declaración de Impacto Ambiental puede estar caducada. No es de extrañar, tampoco, que el proyecto en ejecución no se adecue a la legislación vigente en un futuro nuevo Plan General de Urbanismo para la ciudad.
¿Qué nos queda por hacer?
Como Plataforma cívica, seguir exigiendo que nos escuchen desde el Ministerio recién nombrado. Por justicia social un gobierno progresista no puede dejar un futuro cercenado para siempre, a sabiendas de que la comunidad autónoma de Extremadura está dispuesta a financiar parte de ese soterramiento, en una línea que tienen el coste más barato de todas las realizadas hasta ahora.
También, continuar trabajando conjuntamente con todas las instituciones, organismos y colectivos. Ante el bochorno económico de invertir 100 millones de euros en destruir definitivamente una ciudad (¿le sobra el dinero al Ministerio?) nos cuesta admitir sin rechistar que ya está todo decidido, y por supuesto no queremos acostumbrarnos a que nos desprecien, a que nos ofrezcan cualquier cosa y a creernos inferiores a otras ciudades que, con menos motivos y razones, están diseñando una ciudad del siglo XXI.
Y, desde luego, a todas las personas que piensan que hasta los humanos nos acostumbramos a todo, incluso a lo peor, decirles que el muro jamás se va a construir en Navalmoral porque sería volver a épocas medievales, a un modelo de ciudad murada con pasadizos, aumentando la discriminación social y provocando la mala salud ambiental y democrática.