Derecho a la vivienda
#29J: Málaga para vivir y no para sobrevivir
El día arranca con una Plaza de la Merced en la que ya no se cabía a primera hora. Mientras la gente intenta encontrarse, se desempolvan los megáfonos y las últimas pancartas son terminadas en el suelo, comienza a sonar una música que capta la atención de los y las asistentes.
En el centro, un grupo de bailarinas y bailarines, mochila a la espalda, comienzan a deambular por el suelo, yendo de ladrillo en ladrillo de forma desesperada. “Con esto quisimos preguntarnos hacia dónde vamos y lo que es sentirnos nómadas”, afirma Lula Amir, integrante de esta intervención artística junto a sus alumnas y alumnos.
Esto da el pistoletazo de salida a una manifestación histórica para la ciudad, con una cabecera en la que se puede leer “Málaga para vivir, no para sobrevivir”, “Corralas en lucha, ni un desahucio más” y “Entérate AVRA, a Calle Jara nadie la para”. AVRA es la Agencia de Vivienda y Rehabilitación de Andalucía, y hace menos de un mes notificó a cinco mujeres que viven con sus familias en el número 35 de la calle Jara (La Trinidad) que deben abandonar sus casas.
Ana Cortés, de Techo por Derecho: “Están rompiendo familias, desestructurando hogares, traumando a menores”, y un impetuoso “basta ya” que termina coreando el resto de la plaza.
Así, una marea de rabia y emoción a partes iguales, que cada vez se hacía más y más grande, comienza a bajar por calle Alcazabilla a ritmo de una batucada. Los cánticos suenan más fuertes que los free tours, y que las conversaciones que los turistas intentaban tener en las terrazas. El Teatro Romano deja de poder ser fotografiado sin que se cuele alguna pancarta de “Guiris go home” o “Se Vende Málaga”. Por primera vez en muchos años, hay más población malagueña que turistas en las calles.
Sorteando las mesas de las terrazas, a los guiris que fotografían y ríen sin entender nada, y a los cuatro fascistas que intentan colarse entre las y los manifestantes sin éxito, esta marea continúa por una Alameda Principal completamente llena de punta a punta. “Tía, qué fuerte, no veo el final”.
Sus maletas y bicis alquiladas no caben por los costados, y no tienen más remedio que esperar a que pase la manifestación. “Si nos tocan la vivienda, si nos tocan la vivienda, les paramos la ciudad”, nunca fue tan literal. Pasamos el Mercado Central de Atarazanas y subimos por Carretería. Huele a pescaíto frito, algunos camareros aplauden desde sus puestos de trabajo, no queda ninguna placa azul de AT (Apartamento Turístico) sin pegatina de Atentado Turístico, los guiris se asoman a los balcones, planteándose hacer balconing, o preguntándose por qué esta exhibición no aparece en la programación cultural que les dio su agencia de viajes, nunca lo sabremos.
“Paquito, ratero, no me da ni pa un campero”, “Un bosque urbano pa aguantar este solano”, “Las trabajadoras sexuales también son vecinas”, y “Cupo trans para vivienda social” , son algunos de los cánticos que se pudieron escuchar, rodeados de banderas LGTBIQ+, banderas de Palestina, banderas del bosque urbano. Pancartas de los y las pensionistas, de Las Kellys, de La Invisible. No falta nadie. Incluso un grupo de verdiales usan de escenario la Tribuna de los Pobres y cantan: “Cómo explicaremos, a mis nietos y a mis hijos, que convertimos su tierra en un cortijo. Perdiendo todas las guerras, sin dar siquiera batalla. Que regalamos las calles que vendimos cada playa. Que esa legión de gaviotas, de capullos y de idiotas, nos dejaron sin ciudad. Lo puñetero es sentirse un extranjero. Vete a vivir malagueño por la periferia. Que si aquí quieres volver siempre lo vas a poder hacer, como turista”.

Bordeando las tiendas de souvenirs y los menús en inglés, llegamos a la Plaza de la Constitución. Sobre la Fuente de Génova se leen los manifiestos que darán cierre a este memorable día. “Inversores, especuladores, rentistas y contrabandistas de nuestras casas y nuestras vidas controlan la ciudad para explotarla. Pero lo único que hace ciudad es la vecindad”, manifiesta una de las integrantes del Sindicato de Inquilinas: “por eso hoy aquí, en esta querida plaza a la que volvemos, en el corazón rentista de un modelo de ciudad que nos expulsa, lanzamos un grito a toda la ciudad y un aviso a los que nos gobiernan: esto solo acaba de empezar”.
Seguidamente, sube Rosi, una de las mujeres de Calle Jara 35: “Pedimos que nos escuchen, no solo a nuestra corrala, también a las corralas vecinas. La Trinidad somos nosotras, sus vecinos, los mismos que pintamos las calles cuando viene la feria, los mismos que trabajamos para que luzca el nombre del cautivo y La Trinidad, y los mismos que con muchos sudores hemos puesto en sus vivienda, hogares”. Tras ella, Ana Cortés, de Techo por Derecho: “Están rompiendo familias, desestructurando hogares, traumando a menores”, y un impetuoso “basta ya” que termina coreando el resto de la plaza.
Es el turno de Mari Trini, de Las Kellys, que narra las duras condiciones a las que están sometidas las trabajadoras del hogar, relatando los casos de anemia entre sus compañeras por la mala alimentación y la falta de descanso. “Si el trabajo te merma la salud, ¿qué sentido tiene ir a trabajar? Si nuestros políticos no solucionan el problema de un trabajo digno ni una vivienda digna, ¿de qué nos sirve votar en las elecciones?”.
Cierra Fabi, del Sindicato de Inquilinas: “Ante esta situación solo hay una salida: la autoorganización y la defensa de las luchas inquilinas. La impotencia se puede convertir en potencias si nos hacemos fuertes juntas desde abajo”, recordando la siguiente asamblea: 11 de julio a las 19:00 en La Casa Invisible.
Derecho a la vivienda
El movimiento por la vivienda se renueva en Andalucía en plena crisis habitacional
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