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Cine
La tensión entre el cine militante y la absorción industrial
Un año más, Bilbao es el hogar del Festival Internacional de Cine Documental y Cortometrajes, Zinebi, que ya cumple su edición número 65. Por las raíces del cine documental, Zinebi es escenario de una tensión entre la celebración de documentos socialmente diversos, críticos, a través del propio cine y su arte, pero no puede evitar ser perturbado por las pretensiones capitalistas que lo devoran y exprimen para lucrarse. La tensión entre el cine como producto industrial y el cine como expresión humana, también ha tenido lugar este 2023.
La película de ficción producida en Singapur Beyond the Other Shore y el largometraje sobre la guerra de Ucrania In the Rearview se han llevado los principales premios. El Gran Premio del Cine Vasco ha sido para Ximinoa, de Itziar Leemsans, y El Soldao, de Alejandro Cabrera, ha conseguido el Gran Premio del Cine Español.
Durante el festival no solo se ha hablado de cine. Mujeres dedicadas al montaje han reivindicado su rol ante una situación laboral cuyos entornos suelen ser, literalmente, asfixiantes.
Durante el festival no solo se ha hablado de cine. Mujeres dedicadas al montaje han reivindicado su rol ante una situación laboral cuyos entornos suelen ser, literalmente, asfixiantes. También ha habido espacio para la reflexión sobre la trasposición al cine de la realidad y qué significa hablar de ella en la pantalla.
Mesas de montaje que ahogan
Virginia García del Pino, Ariadna Ribas, Ana Pfaff, Julia Juániz, Carolina Martínez Urbina y Diana Toucedo tomaron la palabra. Ellas son montadoras profesionales de distintas generaciones. Han trabajado con Carlos Saura, Víctor Erice, Basilio Martín Patino, Isaki Lacuesta, Alejandro Amenábar, Albert Serra, Neus Ballús o Carla Simón. Pero sus vidas han estado marcadas por un entorno laboral hostil y, sí, también ahogante.
En este espacio se vio reflejada la compartida situación de precariedad en el ámbito de trabajo de todas las montadoras, en mayor o menor medida. En muchas ocasiones pasan largas horas de trabajo en lugares sin ventilación y a plena oscuridad que, al contrario de lo que se piensa, no es lo idóneo para montar metrajes. Pasan horas y horas frente a pantallas, y acaban con problemas de visión. Aunque no siempre tienen la “suerte” de trabajar en estos espacios sin oxígeno y deben trabajar en su casa, recibiendo a los directores de sus proyectos en su propia allí, perdiendo parte de su intimidad y de su espacio personal. El de montadora es un oficio históricamente maltratado.
En la conversación entre ellas se señaló que las mesas de montaje sin espacio no solo son asfixiantes por todo aquello. En algunas ocasiones, ha sido el lugar idóneo para que algunos compañeros se propasaran, pegándose a ellas. En definitiva, un entorno laboral asfixiante.
El trabajo entre bambalinas que da lugar a una pieza cinematográfica, observaba Carolina Martínez, es vertical cuando se habla de producción industrial, y las figuras autoritarias proliferan en las salas de edición.
Tampoco son escuchadas, claro. Carolina Martínez recordaba cómo carecían de catering en rodaje hasta que aparecía el director, por ejemplo, aunque lo exigiesen para aguantar largas jornadas laborales. El trabajo entre bambalinas que da lugar a una pieza cinematográfica, observaba Martínez, es vertical cuando se habla de producción industrial, y las figuras autoritarias proliferan en las salas de edición.
Cine
Zinea Donostiako Zinemaldi Alternatiboak “gogoeta kritikoa” sustatu nahi du
¿Vacaciones pagadas? Normalmente, como contaron, se les propone un periodo de doce semanas de trabajo. De esas doce, una es de descanso y otras tres más, a la vuelta, de trabajo. Con normalidad, no cobran la semana que no trabajan. Las montadoras mostraron, además de una unánime situación de inestabilidad laboral, una fuerte unión e intención militante en la comprensión del cine.
Cine y realidad
El Zinebi centra su actividad en proyectos cinematográficos de no ficción, es decir, cine documental. Gracias a ello, cineastas de todos los rincones tiene espacio para reflejar su realidad, o, al menos, la realidad silencia de otros a través de sus encuadres.
Encontramos películas como Notre corps, de la actriz, escritora y directora francesa Claire Simon. En ella relata el día a día de un hospital centrándose en el área que trata el cuerpo de las mujeres cis y trans y también de los hombres trans. Trata de recorrer la mirada transfeminista desde las diferentes experiencias médicas por las que pasan estos cuerpos. Simon no pretende filmar el sufrimiento. Su posición es éticamente intachable. Se le oye acompañar a una mujer de parto sin acompañantes. Todo va a ir bien, parece escucharse. En el mismo documental, Simon escucha a un grupo de mujeres en protesta frente al hospital donde, denuncian, han sufrido abusos al asistir al ginecólogo. La visión de la cámara se extiende hasta sí misma, la directora, cuando durante el rodaje es diagnosticada de cáncer y decide filmar el momento en el que el doctor le da la mala noticia. La cámara parece estar presente, y de repente, parece desaparecer entre el espectador y la pantalla. “No eres la única que está sufriendo” era el subtexto de su cine-realidad.
En un momento como el que vivimos, que no deja de ser una realidad arrastrada por más de 70 años, la cineasta Lina Soualem vuelve con su madre a Tiberias, tierra Palestina, para rodar Bye Bye Tiberias. A través del archivo histórico cinematográfico palestino y junto al testimonio de su madre, su abuela, otros familiares y amigos, cuenta cómo los colonos se establecieron allí, destrozaron su barrio y obligaron a desplazarse a su familia. Pasean por las calles de Tiberias, pero también por las memorias del pueblo Palestino y de una familia alejada de su hogar a consecuencia de la colonización y del genocidio israelí. Al mismo tiempo, siempre con una visión de justicia, Soualem muestra una celebración del apoyo comunitario y el amor entre las personas de su entorno a pesar de sus dificultades.
Palestina
Crónica Dueles, Palestina
Otros de los elementos centrales del Zinebi son los cortometrajes, una forma de cine esencial en la historia para contar que, normalmente, carecen del apoyo de grandes productoras que permitan el desarrollo de un largometraje a cambio de la capitalización de la obra. Además, este formato demuestra el compromiso de los actuales cineastas y su militancia.
El director Lukas Marxt presentó Valley Pride. Tras un tiempo de investigación en varias zonas de Baja California, México, filmó las condiciones de explotación de la población mexicana para el cultivo gran parte de la comida de Estados Unidos. Grandes corporaciones agricultoras convirtieron esa zona desértica en una zona de cultivo alimentada por el agua del Río Colorado a través de un canal artificial con esta única función, para después llevar todo el desagüe al lago Saltón, el cual, igual que la zona de cultivo, está al borde del colapso ecológico. Una constante maquinaria explota el terreno y a quienes lo trabajan a escalas inimaginables para, tras recoger lo sembrado, dejar un suelo totalmente destrozado.
Igor Smola presentó su cortometraje POV Memory, en el cual hace un retrato de los crímenes de guerra cometidos por un militar en Azerbaiyán desde una poesía explícita y quizás demasiado explicada, recogiendo a través de una voz narradora y las imágenes captadas (que guarda un ordenador), en este caso, cómo un soldado mutila y guarda partes de su víctima como trofeo.
En Zinebi se permiten y promueven espacios que atacan la creatividad, la esencia social y la libertad de este cine documental, crítico y alternativo.
Pero no todo en el Zinebi es justicia feminista, racial y, en definitiva, social, sino que algunas proyecciones logran un efecto contrario al que pretendía su director. Es el caso de Sur l’adamant, película ganadora del Oso de Oro al cine social, de Nicholas Philibert, se muestra un centro de cuidados personas con diversas casuísticas relacionadas con la salud mental. El cine-realidad que se narra, expone el “trastorno mental” desde el testimonio, desde el tratamiento, exponiendo el pasado, su pasado, sus miedos. Mientras el director parece querer asentar su cine como un relato humano, el público reacciona con risas y cuchicheos ante actitudes nada normativas. La decisión bienintencionada del cineasta lleva a una reacción “cuerdista” de los espectadores ante la pantalla.
Streaming y la promoción del cine industrial
En Zinebi se permiten y promueven espacios que atacan la creatividad, la esencia social y la libertad de este cine documental, crítico y alternativo. Así, en uno de los eventos del festival, se juntaban representantes de distintas plataformas de streaming, como Movistar +, Filmin, Primeran y RTVE. Todas estas plataformas tienen una visión más consumista de las obras que producen o proporcionan un espacio en sus servidores. Simplemente, sus obras, a las que denominan “contenido”, tienen que vender. En la conversación de los cuatro representantes de estas empresas se habla tendencias, de valor económico y de suscriptores. ¿Cómo sacarle el mayor partido a esos archivos históricos?
Independientemente de su iniciativa, privada o pública, coinciden en la visión inversora en el cine documental e incluso parecen celebrar poder invertir poco en ello por las distintas necesidades del cine ficticio. Ana Peláez, representante de RTVE, expresó que ahora mismo muchos documentales son en cierta forma “la base de su negocio”, dejando aparte toda la supuesta misión de la televisión pública de hacer llegar a toda la población el cine.