Comunidad de Madrid
Las mujeres de la Cañada mantienen viva la lucha por el territorio
En julio de 2022, un vecino de la Cañada Real (Madrid) regresó de unas vacaciones y se encontró con que el Ayuntamiento había demolido su casa. La demolición, “arbitraria” y “deliberadamente injusta”, llevó a ser inhabilitado por nueve años a la persona que firmó la orden, el jefe del Servicio de Disciplina Urbanística, Julio César Santos. Hoy, 30 familias, muchas con niños y mujeres embarazadas, han recibido cartas que informan de que sus casas serán demolidas en un mes, algunas con la misma firma -las últimas resoluciones están firmadas en octubre-.
Estamos en el Sector 6 de la Cañada Real, el asentamiento que atraviesa los municipios de Rivas-Vaciamadrid, Madrid y Coslada. A las seis de la tarde aún no se ha encendido el cartel colgante con las palabras “luz para Cañada”. Este sector sufre, desde octubre de 2020, un corte de suministro que llevó al Comité Europeo de Derechos Humanos del Consejo de Europa a condenar al Estado por vulnerar hasta 10 derechos básicos de la población.
Ahora, además, se acelera el proceso de realojar a sus habitantes y demoler el barrio. Por la larga calle se ven, aquí y allá, casas ya reducidas a escombros. Hay otras que resisten; algunas no han podido tirarlas por motivos estructurales, como vigas que las conectan entre ellas. Hay personas que han optado a realojo, y otras que han tenido que irse sin nada. Hay familias que compraron la casa a personas ya realojadas y cuya suerte es incierta. Hay casas aisladas y sin más vecinos que los escombros de antiguas viviendas. Hay zonas sin asfaltar. Hay un camino por el que no pueden acceder los vehículos y una madre que lo recorre cada día para llevar a sus hijos al colegio. Hay un nuevo invierno que asoma: el sexto a oscuras. Son piezas de un abandono institucional que genera un impacto nocivo en la salud mental.
“No hay nada regalado”
Frente al grafiti con las palabras “amar en la oscuridad”, en el nuevo local de la asociación Tabadol tras el incendio que arrasó su anterior centro de reunión, se organizan las mujeres para sopesar sus opciones: muchas han recibido la carta con fecha de derribo. Algunas optan a realojo, otras no. Las hay que no quieren abandonar su barrio. Otras, aunque quisieran, no tienen alternativa. Entre las conversaciones hay incertidumbre y la rabia de ver peligrar los hogares que habitan hace muchas décadas. Una de ellas se queja: para ellos es una chabola, no una casa, dice.
“El corte de suministro eléctrico desvió todo a la lucha por la luz. Hasta que nos hemos dado cuenta de que luchar por la luz no lo es todo, porque también está la lucha por la vivienda, han pasado cinco años”, comenta Houda Akrikez, presidenta de Tabadol y lideresa comunitaria. Ella es hija de uno de los vecinos que, como tantos otros, adquirieron un terreno en el Sector 6 en la década de los 90 y construyeron en él una casa. Como su padre, la gente compraba las viviendas e incluso invertía dinero para hacerlas habitables. “No hay nada regalado”, dice Akrikez. Tampoco para los vecinos que llegaron después de la ley de 2011. Sin embargo, una de las condiciones para los realojos es poder demostrar que residencia en Cañada anterior a diciembre de 2011. Desde Tabadol, calculan que el realojo no va a llegar más que a un 20% de las familias.
Una de las condiciones para los realojos es poder demostrar que residencia en Cañada anterior a diciembre de 2011. Desde Tabadol, calculan que el realojo no va a llegar más que a un 20% de las familias
En el local donde se reúnen y organizan su resistencia, mientras sus niñas juegan en un rincón, las mujeres de la asociación hablan de estos “realojos impuestos”: no dan opción de elegir, dicen, y vienen con “actitud amenazante”. “Un familiar mío cumple los requisitos. Pero le han dicho que tiene que salir o derriban la casa”, comparte una de las mujeres. Hay personas a quienes han prometido condiciones que luego no se cumplieron. A una mujer se le concedió un alquiler social de 700 euros que, con una sola nómina y tres hijos, tuvo que rechazar. Otras vecinas han sido reubicadas en pisos aún en reforma y malas condiciones. A algunas familias, a los meses de entrar a vivir, les han subido el alquiler. Aunque se les aseguró que el 70% de los realojos estarían dentro de la comunidad de Madrid, la mayoría se producen en pueblos muy alejados, contribuyendo a la rotura de vínculos.
Una historia de lucha que no cesa
Akrikez y otras mujeres, de todos modos, no quieren la opción de realojo. Su objetivo es quedarse. La misma casa que construyó su padre y que hoy tiene fecha de demolición es la que ella quiere defender hasta el final. “Para mí, la Cañada Real es mi identidad, es mi casa. Hay un arraigo importante, aquí he vivido mi infancia, mi adolescencia. He tenido a mis hijas en la misma casa”, dice.
También es el barrio donde ella ha desarrollado su activismo político y vecinal. La asociación que hoy preside surgió a partir de la firma del Pacto Regional para la Cañada Real, que contó con las aportaciones de varios actores pero no con los propios vecinos; por eso, un año después, se lanzó el proyecto ICI para detectar líderes y lideresas del barrio que dieran a conocer el pacto entre la gente. Así surgió Tabadol. “Éramos chicas jóvenes, estudiantes”, recuerda Akrikez. “Empezamos el movimiento con la única idea de entender qué estaba pasando en el barrio, pero luego nos hemos visto metidas en un montón de movidas. Creo que podemos estar orgullosas de haber hecho bastantes cosas para el barrio y la comunidad”.
La asociación, que formaron para poder entrar en la Asamblea del Pacto Regional, es hoy la única del Sector 6 de la Cañada. Aunque siempre han estado “en lucha constante”, el corte de luz fue la gota que colmó el vaso. Entonces Tabadol se movilizó, creció, la Cañada salió en los medios e incluso fue escenario de un premiado cortometraje. Pero la activista se queja de que su barrio sigue estigmatizado (es el sector con más población migrante y gitana) y, como consecuencia, invisibilizado.
Preparando una movilización: la Cañada se queda
La Cañada Real tiene una historia larga que precede a barrios como Rivas, Covibar o los actuales desarrollos urbanísticos de la zona, como los Berrocales, considerados por muchos el motivo real para intentar “borrar” el sector 6 y parte del 5. El Pacto Regional ya incluía ese plan de desalojo, proceso iniciado en 2018, asegurando en su segundo anexo que se iban a garantizar los servicios básicos para las familias mientras se buscaran soluciones para los sectores, algo que, según Akrikez, no se ha cumplido.
“Lo que están haciendo es un desarraigo total. Han intentado separarnos. Es más doloroso para las familias gitanas porque tienden a estar en comunidad y lo que están haciendo es mandar al padre a una punta y a los hijos a otra”, Houda Akrikez
“Lo que están haciendo es un desarraigo total. Han intentado separarnos. Es más doloroso para las familias gitanas porque tienden a estar en comunidad y lo que están haciendo es mandar al padre a una punta y a los hijos a otra”, dice. También se muestra crítica con el papel de las entidades sociales, que actúan como “salvadores” de los vecinos al mismo tiempo que les envían el mensaje de que lo mejor es abandonar y marcharse. “Les dicen, imagínate vivir en un piso, en un barrio más limpio, mira la persona que ha sido realojada, tiene luz, agua caliente… Esto cala más que el mensaje que doy yo de vamos a luchar”, admite.
Sin embargo, ellas no se rinden. Acompañadas por colectivos como la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) de Vallecas o la Laboratoria, las mujeres de Tabadol llevan un mes organizándose para quedarse en su barrio. Por un lado, han interpuesto recursos contenciosos para pedir suspensiones cautelares de los derribos, aferrándose a sentencias como la inhabilitación de Julio César Santos; por otro, preparan acciones inminentes, como una gran marcha organizada para el 31 de enero. En ella quieren pedir la cesión de los terrenos que ellas, sus padres y madres dedicaron tanto tiempo y esfuerzo en construir, y lanzar una demanda: que la Cañada, un barrio más de Madrid, no sea borrada del mapa.
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