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Euskal Herria
Voces palestinas desde Euskal Herria: “Hay que exigir que nuestros Gobiernos corten relaciones con Israel”
“Ahora mismo nadie puede ponerse en mi piel ni saber, por mucho que yo lo explique, lo que estoy viviendo. Y yo, por mucho que lo intente, no puedo ponerme en el lugar de las personas que allí lo viven”. Desde el 7 de octubre, Jaldia Abubakra carga en sus espaldas grandes dosis de ansiedad y preocupación. La indignación que también soporta viene provocada por la pasividad, dice, de la llamada comunidad internacional. “No sabes qué hacer. Sientes que todo es poco”, contaba cuando se cumplían 41 días de asedio ininterrumpido al pueblo palestino en Gaza. Allí nació, en un campo de refugiados. Sus padres formaron parte de las más de 700.000 personas expulsadas en 1948 de sus territorios originarios.
Ella salió a los nueve años de Gaza. Tras pasar un tiempo en El Cairo, llegó a Madrid hace ya más de 30. Tiene familiares y amigos a lo largo de toda la extensión de la Franja. Dos días después de hablar con Hordago-El Salto supo, a través de un canal de información de Telegram, que las fuerzas militares de ocupación israelíes habían bombardeado la casa de su hermana. Sus familiares se refugiaron en la vivienda de otros parientes. Allí resisten en una habitación con otra familia mientras escuchan bombardeos y disparos en el exterior.
Palestina
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Para ella, desde aquí, la única vía de escape a la desesperación es “alzar la voz por todos y todas aquellas que desde Palestina no pueden a través del trabajo diario”. Lo hace desde el Movimiento de Mujeres Palestinas Alkarama (La Dignidad en árabe), una organización palestina, feminista, laica y anticolonialista cuyo objetivo es generar un nuevo espacio de enunciación para las mujeres palestinas en la diáspora. Allí milita desde que el colectivo fuera creado en 2017, y con él visita frecuentemente Euskal Herria debido al frenético ritmo de actividad de charlas y colaboraciones.
Jaldia Abubakra: “¿Pedro Sánchez ha sido capaz de obligar a Israel a cumplir las resoluciones? Si no están pagando un precio por los crímenes que están cometiendo, ¿por qué iban a dejar de cometerlos?”
“Cuando escucho a Pedro Sánchez decir que va a reconocer el Estado de Palestina y que van a trabajar por la solución de los dos Estados, que no contemplo como solución, pienso que se trata de una mofa. ¿Habéis sido capaces de obligar a Israel a cumplir las resoluciones? Si no están pagando un precio por los crímenes que están cometiendo, ¿por qué iban a dejar de cometerlos? Hay que exigir que nuestros Gobiernos corten las relaciones con Israel, seguir el ejemplo de lo que se hizo con Sudáfrica para acabar con el régimen de apartheid”, sentencia Abubakra. Añade la herramienta del boicot como una acción indispensable de resistencia externa y rechazo al colonialismo. Subraya, e insiste en varias ocasiones en hacerlo, que el carácter del conflicto “no es religioso, sino económico”. Esta idea es esencial a la hora de no consumir productos de empresas que colaboran con Israel ni como con firmas que se lucran de la colonización de Palestina.
“Mi familia tiene dos millones de personas”
El éxodo palestino en el Estado español no tiene cifras porque no reconoce a Palestina como un Estado. Tal y como recoge la periodista Sara Plaza Casares, de El Salto, en el reportaje “Palestinas en España: Duermo con el teléfono en la mano”, el dato demográfico oficial más cercano llega desde la Oficina de Asilo y Refugio del Ministerio de Interior. “Entre 2021 y 2019 se han registrado 1.060 solicitudes de asilo de palestinos y palestinas. En ese mismo tiempo se han denegado 1.904 solicitudes”, apuntaba la periodista.
Azahara Hag: “Si me preguntas por mis familiares en la Franja de Gaza, te voy a responder que tengo una familia de dos millones de personas”
“Si me preguntas por mis familiares en la Franja de Gaza, te voy a responder que tengo una familia de dos millones de personas. Al ver las noticias, a los y las niñas, a los adultos… No me sale separar entre quién es cercano y quién no”. Contestaba Azahara Hag poco antes de que comenzara la manifestación celebrada en Bilbao el pasado 11 de noviembre, reproducida también en Gasteiz, Iruñea, Hendaia-Irun y Maule. Tiene 16 años, es palestina descendiente y bermeotarra. “Esto desespera mucho. Haga lo que haga termino pensando en lo que allí sucede”, describe. Hag no ha podido visitar todavía el lugar originario de parte de su familia porque las fuerzas coloniales israelíes no permiten la entrada a su padre. “Durante todos estos años he intentado traer Palestina a Euskadi y, ahora mismo, no puedo perder ni una oportunidad de todas las que me están ofreciendo para difundir la explicación y el contexto de lo que está ocurriendo. Para mí es una obligación que me empuja hacia delante”.
Palestina
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Hag reconoce que la reacción de la sociedad civil le ha sorprendido en un sentido positivo y le ha llegado a conmover: “Al menos en Euskal Herria, creo que está siendo una pasada. Andas 20 metros por la calle y ya has visto algún cartel, alguna pintada o alguien con el pañuelo”. En este sentido coincide con Jaldia Abubakra, que lo explica: “los crímenes han sido tan terribles que no hay forma de ocultarlos”. Y añade: “Esto no pueden maquillarlo bajo el disfraz de estar defendiéndose. La gente ya no se traga las mentiras de los medios de comunicación ni la propaganda sionista”. Sin embargo, Azahara Hag se muestra escéptica con la posible falta de compromiso debido al paso del tiempo. Muchas personas que apoyan la causa hoy quedan anestesiadas pronto: “Puedes estar muy afectado por lo que sucede, pero como se ha visto con otros temas, con el tiempo puede ser que te acostumbres a vivir con ello. Es decir, que ya no vayas a las manifestaciones ni hables del pueblo palestino”. Recalca, por todo ello, que no solo se trata de “mantener las movilizaciones” sino de que “sirvan como base para construir algo más grande”.
“Creo que lo que se está viviendo ahora en las calles es una contradicción lógica de esta opresión colonial. Se está despertando más solidaridad, más interés y tenemos la posibilidad de que más gente nos oiga”, mantiene Taher Ali, un joven palestino descendiente nacido en Madrid y residente en Algorta. Asegura que las movilizaciones masivas llegan y se recogen en Gaza, lo que supone “un balón de oxígeno a pesar de la manipulación de los medios”.
Caída de la entidad sionista
A Taher Ali lo que le sitúa dentro de la identidad palestina, además de sus raíces, es el rechazo al capitalismo e imperialismo occidental. El colofón llegó en 2008 con la Operación Plomo Fundido: “Entonces vi que vecinos de mi familia morían y de repente fui consciente de que podía perder a mis seres queridos en cualquier momento”, explica. Su padre tuvo que marcharse de Gaza, de donde era y donde vivía, tras haber sufrido una detención administrativa que duró más de 90 días. Ali se considera afortunado por poder haber visitado Gaza.
Taher Ali piensa que este “genocidio” supone la “constatación de que la entidad sionista estaría llegando a su final. La cuestión es cuánto será capaz de destruir antes de que ocurra”.
“Estos momentos están siendo muy difíciles. Desde Plomo Fundido las operaciones de masacre se han venido repitiendo. Cada dos años se siembra la muerte de una forma más grande. He tenido que llorar a dos primos a los que no voy a volver a ver”, expresa. Asegura que este genocidio supone la “constatación de que la entidad sionista estaría llegando a su final”. Y culmina con otra reflexión: “La cuestión es cuánto será capaz de destruir antes de que ocurra. Por ejemplo, con la batalla de Argel quedó derrotado el colonialismo francés y aún así cometieron muchas barbaries antes de que Argelia pudiera ser independiente”.
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Ali se organiza en Al Yudur (raíces, en árabe), un colectivo de palestinas y palestinos en la diáspora, exiliadas de Palestina o nacidas en el exilio que pretende contribuir a la liberación de su pueblo a través de la politización popular y el contacto con su cultura. Asimismo, también milita en Samidoun, la red internacional de solidaridad con los presos y presas palestinas, que busca la libertad de estos a través de una dimensión colectiva. Ambos colectivos, junto con Alkarama, forman parte de Masar Badil, Movimiento Ruta Revolucionaria Alternativa. Este movimiento tiene entre sus objetivos “renovar el rechazo de los partidarios de Palestina en todo el mundo a todos los acuerdos y tratados que socavan los derechos del pueblo palestino, desde la colonial ‘Declaración Balfour’ hasta las últimas negociaciones que la Autoridad Palestina pudo haber concluido con el estado sionista”.
Ali recuerda que los palestinos y las palestinas tienen “derecho reconocido al retorno a nuestros lugares de origen, lugares que en su mayoría no están en la Franja de Gaza. Están en todos estos territorios que hoy en día se llaman Estado de Israel y que nosotros llamamos la Palestina del 48”.