Flamenco
“Somos incapaces de vislumbrar un mundo no binario”

El bailaor Fernando López presentó en una de las cunas del flamenco, Jerez de la Frontera, su libro ‘Historia queer del flamenco’, que se editará en los próximos meses en Francia y Estados Unidos. El artista madrileño continúa compaginando arte, investigación y activismo en una prolífica carrera por un mundo más diverso.
Fernando López 01
Fernando López, junto a un mural de Federico García Lorca, en Jerez de la Frontera Alejandro López Menacho
24 jun 2022 06:00

La relación entre el flamenco y, concretamente de la danza, con “lo queer” no es un objeto de estudio usual. El artista Fernando López (Madrid, 1990) ha volcado toda una tesis universitaria en un ensayo editado por la Editorial Egales, sello especializado en temática LGTBIQ, que ya va por la cuarta edición y presentó en el Corral de San Antón, en pleno corazón de Jerez de la Frontera.

Historia queer del flamenco realiza un recorrido por aquello que se escapa de la norma en el flamenco, desde que apareciera la propia palabra en 1847 en el periódico El Espectador hasta nuestros días. Un ambicioso y extenso estudio sobre el que merecía la pena debatir y profundizar.  

¿Cómo ha sido recibido el libro en el seno de la comunidad del flamenco y del baile?
En general ha sido una obra bien recibida, tanto por la prensa como por los aficionados porque, aunque el tema pueda generar debate, está escrito y trabajado con seriedad. El estudio se apoya en un gran número de fuentes y, al final, siempre hay información que puede ser valiosa para todo el mundo: también para los aficionados al flamenco no son especialmente afines a cuestiones relacionadas con la diversidad de género y asuntos parecidos. 

El flamenco ha sido un compartimento estanco durante muchos años, tratado como un género artístico sobrio, con unos códigos muy masculinizados y heteropatriarcales, como analizas en los primeros capítulos del libro; sin embargo, algo parece estar cambiando. ¿Consideras que esta masculinidad tan latente ha lastrado la libertad creativa del flamenco durante décadas? 
Es verdad que el flamenco tiene esa parte conservadora. Lo curioso es que, al menos hasta la Guerra Civil, el flamenco era mucho más abierto de lo que ha llegado hasta nuestros tiempos. No es casualidad que tengamos todavía la imagen del flamenco como una cosa rancia, conservadora y heteropatriarcal, porque así fue su propia evolución en la dictadura franquista.

No es casualidad que tengamos todavía la imagen del flamenco como una cosa rancia, conservadora y heteropatriarcal, porque así fue su propia evolución en la dictadura franquista

Pero lo cierto es que el flamenco, especialmente en las grandes ciudades, cafés cantantes y demás, antes de la Guerra Civil, era un género mucho más abierto de lo que ahora parece. Se mezclaba con otras músicas, otros bailes, había transformismo y artistas que cantaban canciones con contenido feminista. Todo aquello desapareció por completo durante la dictadura y el flamenco acabó convirtiéndose en algo muy binario en cuestiones de género y que respondía a los ideales de género y estéticos del Nacionalcatolicismo. El flamenco contemporáneo y el flamenco queer son una reacción a ese tipo de flamenco. 

¿Cuál es el nexo de unión entre lo queer, un concepto todavía mutante, y el flamenco?
Hay puntos en común que tienen que ver con la marginalidad. Un espacio común fuera de la norma. El flamenco siempre tuvo ese carácter marginal, aunque luego fue un arte que se institucionalizó y sirvió para exportar la identidad española al extranjero y atraer turistas al país. Pero obviando este lado comercial, ambas comunidades tienen ese punto en común de poder acoger a personas que no tienen un lugar donde guarecerse; son los raritos, los pobres, los marginados, los que no tienen recursos… 

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¿Crees que sigue habiendo un estigma sobre el hombre que se dedica al baile y la danza en el sentido de que deben bailar de un modo muy viril, potente y rudo?
El flamenco es un arte muy masculino incluso para las mujeres. Para ellas, el hecho de que pudieran tener códigos que socialmente se consideran masculinos no suponía tanto problema porque era algo bien recibido, estéticamente aceptable. Esto no sucedía con los hombres afeminados. Lo afeminado era siempre lo débil, lo inferior y lo rechazable: algo que estéticamente no gustaba. Precisamente por eso los bailaores y los cantaores que se vestían de una forma más afeminada o se movían de otra manera, eran rechazados. De hecho, esto sigue ocurriendo y es uno de los puntos que todavía no hemos superado. Por ejemplo, en el caso de bailaores travestidos o que visten bata de cola que, lo hacen a menudo desde un baile con mucho tecnicismo y virtuosismo, un baile con un acompañamiento musical potente, que hace que su forma de bailar no sea considerada en absoluto afeminada, porque está construido desde una fuerza considerada como muy masculino, y que resulta atractiva para los espectadores. Son hombres vestidos de mujer, que portan accesorios femeninos, pero que bailan de un modo muy fuerte, muy masculino y muy intenso. Por tanto, son bien recibidos a pesar de llevar ropa de mujer. Hay pocos bailaores que hayan bailado de un modo femenino o afeminado (no es lo mismo) y hayan sido bien recibidos por el público, incluso hoy en día.     

Hablas del baile de personas con diversidad funcional, es un capítulo muy interesante en el que abogas por una inclusión real.
El flamenco ha sido muy especial a la hora de acoger a personas con diversidad funcional o neuro-divergencia a lo largo de su historia. Al ser un arte que se desarrollaba, en parte, en comunidades marginadas, tenía la posibilidad de acoger a todo el mundo, porque no tenía ínfulas de alta cultura o cosas por el estilo. Pero es cierto que han sido casos excepcionales.

Al ser un arte [el flamenco] que se desarrollaba, en parte, en comunidades marginadas, tenía la posibilidad de acoger a todo el mundo

Ahora existen varios proyectos como los que nombro en el libro en el que se acogen a todo tipo de personas, cuerpos y bailes. El siguiente paso sería que no tuvieran que formar parte de un proyecto específico de inclusión sostenido por un discurso de apoyo social, sino que fueran artistas que pudieran desarrollar sus carreras en cualquier tipo de compañía y estilo.

Dices en el libro, en relación a un espectáculo de Israel Galván en el que se traviste de mujer, que “la comunidad flamenca del baile es una comunidad activamente reflexiva, capaz de plantearse preguntas con jondura”, ¿es positivo para el flamenco la eliminación de estereotipos ligados al género?
No es que sea positivo, es que es urgente, y no para el flamenco sino para la sociedad en general. Somos poco conscientes de cómo esos binarismos atraviesan nuestras vidas en todos los aspectos: la manera de vestirnos, cómo nos movemos, los espacios en los que podemos mear y los que no, los espacios en los que nos cambiamos en los gimnasios, las profesiones que podemos ejercer, las actividades de ocio, el tipo de música, nuestros roles sexuales… Todo pasa  por ese filtro binario de género, y, por supuesto, el flamenco como parte de la cultura, también. Creo que aún no somos capaces de vislumbrar un mundo sin esa categorización binaria tan básica y al mismo tiempo tan presente en nuestro día a día. 

¿Queda algo de los cafés cantantes de antaño en España? ¿Qué es lo más parecido que tenemos en la actualidad?
Lo más parecido a los cafés cantantes que existe actualmente, y esa es mi apuesta fuerte, es lo que se llama flamenco contemporáneo, no los tablaos. Los tablaos realizan un tipo de espectáculo que se creó y gestó a lo largo de las décadas de los 30, 40, pero especialmente en los 50, espectáculos muy específicos destinados a los turistas que luego se han llevado a los grandes teatros, pero que no conservan el germen de experimentación, de espectáculo y de revista de mezcla que sí están siendo recuperado, de manera actualizada, por el flamenco contemporáneo. Sobre todo el tema de la hibridación, de la experimentación, del tipo de artista, que hoy llamaríamos multidisciplinar y que se veía cada día en los cafés cantantes. El proyecto estético está más presente en el flamenco contemporáneo y las performances que en los actuales tablaos. 

Hablas de un activismo LGTBIQ-F (f de flamenco) en el libro. ¿En qué momento se encuentra?, ¿se ve amenazado por la deriva política en España?
Creo que la deriva de la ultraderecha en España y en Europa es un efecto de boomerang que se genera cuando se ha vivido un periodo de gran apertura y de conquista de derechos. Forma parte de la propia dinámica de los avances. Supongo, espero y deseo que sea un paréntesis, y que seamos capaces de dar el salto y seguir avanzando. Las perspectivas no son muy halagueñas y quizás hayamos tocado un máximo, un techo donde podemos llegar desde el activismo hasta dentro de un tiempo. 

¿Puede ganarse la vida un artista flamenco que rompa los patrones de género o está destinado a la marginalidad?
Hablo desde el privilegio más absoluto porque soy un artista que, paralelamente, tengo una carrera académica. Me puedo permitir dar clases en la universidad y compaginar la investigación con la creación, y esto me ayuda en mi trabajo artístico. Pero lo que veo en la comunidad del arte queer no es alentador: una enorme precariedad como la veo en la danza, y en general en las artes escénicas.

Hay pocos espacios y los que existen están ocupados por grandes estrellas que, de alguna manera, lo fagocitan todo

La gente joven que empieza tiene la sensación de una gran frustración, de no tener espacio, de que no se les permite el acceso. Hay pocos espacios y los que existen están ocupados por grandes estrellas que, de alguna manera, lo fagocitan todo y les impiden ir escalando, aunque sea poquito a poco, para poder dedicarse al baile de manera digna. La gente lo acaba haciendo porque la creatividad a menudo es pura necesidad, y sigue creando porque lo necesita y forma parte de su vida, pero muchas veces hay que compaginarlo con otra vida laboral.

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