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Guerra en Ucrania
El silencio antimilitarista: ¿Hay alguien ahí?
Comenzamos 2023 continuando con una guerra en Europa en la que como en todas las guerras confluyen diferentes factores e intereses. Asistimos a una escenificación multidimensional. Por un lado, los hechos violentos y acciones bélicas, asesinando y expulsando a la población de sus lugares de vida, y por otro, la perversión del lenguaje al nombrar los acontecimientos y las medidas político-militares adoptadas, las diferentes varas de medir las acciones de unos y otros y sus consecuencias derivadas. Esto es, el discurso ideológico único secundado por todos los medios de comunicación legitimando a unos y condenando a otros. También se hace notar el aumento escandaloso de comercio armamentístico disfrazado de solidaridad, así como el impacto de la guerra en los sistemas económicos aumentando el enriquecimiento de unos pocos en detrimento de muchos. Otro factor es el retraimiento de las necesarias medidas para afrontar la crisis climática y medioambiental, priorizando la financiación de la guerra. O la aceptación masiva de un aumento del presupuesto militar. En definitiva, la normalización de la barbarie.
La perversión de lenguaje y el discurso ideológico de los medios ha provocado la normalización de la barbarie
Nos han hecho percibir como lo más natural del mundo que tengamos que suministrarnos (o sea comprar) gas traído desde Estados Unidos en peligrosos y contaminantes barcos transatlánticos. Y facilitar (o sea, comprar también a Estados Unidos) armamento para todas las naciones europeas, además de para las que se encuentran combatiendo. El negocio del siglo aprobado por todos los parlamentos, todos los partidos políticos, todos los medios de comunicación… toda la población que asiste “de convidado de piedra” a esta “locura legal”.
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En esta guerra, como todas las guerras, no hay ejércitos buenos y ejércitos malos. La función y objeto de los ejércitos es matar personas, destruir bienes, infraestructuras, y equipamientos civiles, arrasar ciudades. Las armas son para quitar vidas, herir, mutilar, convertir en escombros los lugares de vida de la gente. En la Guerra de los Balcanes, en los las diferentes intervenciones militares por el control del crudo en los países árabes (guerras del Golfo) y en otras, se repiten las mismas escenas, que la propaganda se encarga de parcelar y designar con valoraciones diferentes, retorciendo el lenguaje o directamente mintiendo. Si habría que encontrar un denominador común en todas las guerras, este es la utilización de la población civil como rehén, sometiéndola a diferentes intensidades de sufrimiento para obtener ventajas políticas económicas o militares entre los contendientes. Los perpetradores de la violencia son los ejércitos, las armas son sus instrumentos, y el gran negocio de las empresas de armamento, los comerciantes de la muerte con carta de impunidad legal.
En esta guerra, como todas las guerras, no hay ejércitos buenos y ejércitos malos. Las armas son para quitar vidas, herir, mutilar, convertir en escombros los lugares de vida de la gente.
En Siria, Afganistán, Irak, Kuwait, Belgrado, Yemen, Palestina y tantos otros países se bombardeó a la población civil, se destruyeron vidas, comunicaciones, suministros, pueblos, exactamente igual que se está haciendo ahora en Ucrania. Pero según nos hacen ver, depende de quién sea el perpetrador, se reparte de diferente manera la culpabilidad. EE.UU, la OTAN, pretender salvaguardar la democracia. Putin, su gobierno, Rusia emplean un ejército asesino contra la población civil. Si algún día hubiera tribunales internacionales para juzgar a genocidas, tendrían que pasar por el banquillo de los acusados todos aquellos perpetradores (militares y políticos) que han provocado, instigado, ordenado, y ejecutado las acciones que han arrasado países enteros en los últimos 40 años. Estados Unidos con sus dirigentes, halcones políticos y generales deberían ocupar un lugar destacable junto a Putin y otros muchos, como las dictaduras del petrodólar y sus jeques endiosados.
Los perpetradores de la violencia son los ejércitos, las armas son sus instrumentos, y el gran negocio de las empresas de armamento, los comerciantes de la muerte con carta de impunidad legal.
Y ante esta brutal actualidad que asalta nuestras vidas sorprende la ausencia de la disidencia. El silencio antimilitarista. ¿Dónde está la gente que luchó contra la Política de bloques militares (OTAN y Pacto de Varsovia), las personas que pelearon la insumisión generando una movilización de desobediencia civil sin precedentes que acabó cargándose la conscripción, el reclutamiento forzoso? ¿Dónde están la gente y organizaciones que nutrieron y dieron forma a las movilizaciones contra las guerras del golfo pérsico?
Cabe preguntarse qué habría sucedido si hubiera sido la OTAN quien invadiera Ucrania, haciendo exactamente lo mismo que el ejército ruso a órdenes de Putin. ¿Se habría producido una respuesta antimilitarista, de unidades de acción contra la guerra, grupos organizados, movilizaciones, manifiestos? Probablemente sí. Y es que desafortunadamente la disidencia se manifiesta también con diferentes varas de medir los acontecimientos.
Guerra en Ucrania
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En el momento actual parece no ser políticamente correcto organizarse contra esta guerra, exponerse a la crítica, a la confrontación dialéctica. En un pasado no tan lejano los Objetores de conciencia se organizaron en un movimiento (MOC) que a su vez se articuló internacionalmente con la Internacional de Resistentes a la Guerra (IRG). Durante años estuvieron solos predicando en un desierto social y políticamente adverso (y pagando sus consecuencias). Fue su perseverancia en las convicciones antimilitaristas a pesar de la pequeñez de su movimiento y de la incomprensión del medio social político y mediático la que desembocó finalmente en el estallido de la Insumisión, en la popularización de la lucha contra el ejército mediante la desobediencia y la denuncia política.
Fue su perseverancia en las convicciones antimilitaristas a pesar de la pequeñez de su movimiento y de la incomprensión del medio social político y mediático la que desembocó finalmente en el estallido de la Insumisión
Aquel interpelante movimiento desapareció con el fin de la mili. Las organizaciones antimilitaristas se disolvieron. Ni siquiera la guerra de los Balcanes reactivó la acción antimilitarista. Únicamente se reaccionó ante los bombardeos de la OTAN sobre Belgrado, pero después de haber guardado silencio, sospechosamente, durante 8 años ante el genocidio militarista ejercido sobre la población civil de Bosnia. Al igual que el actual de Ucrania, aquel conflicto armado estuvo protagonizado por países de la antigua URSS. También, entonces, algunos se preguntaron qué habría sucedido si aquel enfrentamiento hubiera estado iniciado y protagonizado por la OTAN. ¿Habrían saltado las costuras de la izquierda, del antimilitarismo latente que aún existía? Probablemente sí. Se habría montado un movimiento de protesta y denuncia de aquella guerra. Solo lo hicieron al final, cuando aparecieron los aviones de Estados Unidos. Ya se sabe, la OTAN, los yanquis, otra vez vuelve a las andadas imperialistas y nosotros con ellos… a la contra. Como siempre.
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No hay razones para no actuar hoy, ahora. Hay motivos de sobra. Cuando menos para juntarse, analizar, debatir, y ofrecer un mensaje. Romper este silencio antimilitarista, denunciar la guerra, lo que la nutre, y todo lo que supone. Aunque no se nos entienda. Aunque resulte impopular. Aunque nos ignoren los medios. Debemos tener el coraje de mostrar otra visión. De perseverar en la convicción antimilitarista contra la guerra y los intereses que subyacen en torno a ella. Y para esto el primer paso es crear foros de encuentro, deliberar, analizar sin prejuicios lo que está sucediendo desde nuevos registros diferenciados del discurso único. Valorar si desde el antimilitarismo, desde el pacifismo, desde la izquierda, o desde cualesquiera que sean nuestras convicciones, podemos aportar otra visión, o incluso conformar un movimiento antibelicista transversal que cuestione lo que está pasando. ¿Hay alguien ahí?
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Unidas Podemos ha sido el unico partido que ha defendido y defiende el no a la guerra, diplomacia, diplomacia y diplomacia, desde el inicio del conflicto ucraniano. Las armas no traen nada bueno.
Gracias por romper este marmóreo silencio en torno a una guerra en la que estamos participando con nuestros impuestos, con nuestra sumisión a la OTAN, nuestros votos y nuestro silencio cómplice. Y cómo no hay muchos espacios para debatir sobre las vías de la paz y el antimilitarismo aprovecho este para señalar que el antimilitarismo y el pacifismo social siempre ha denunciado las guerras y el armamentismo venga de dónde venga, y no se le puede señalar cómo "prosoviético" o maníqueamente anti-OTAN. Otra cosa es que en el movimiento anti-OTAN y después en la lucha contra la mili se sumaran grupos de la izquierda autoritaria que aprovecharan esas aguas para sus fines, precisamente los herederos de esa izquierda autoritaria que hoy están en el gobierno (la vicepresidenta que quiere sumar, el líder del partido surgido de la Plataforma contra la OTAN que dice unir, y los del partido morado) han apoyado o al menos consentido la mayor subida del presupuesto militar de la historia, y el envío de armas a Ucrania, la cumbre de la OTAN, o el que estemos embarcados en una guerra interimperial en el que incluso se está tensando la cuerda de la destrucción atómica. Hay una izquierda autoritaria, populista, leninista, o/y socialdemócrata que nunca fue pacifista, ni antimilitarista, y que ahora, ante al abismo de la catástrofe climático-ambiental y de la guerra atómica, demuestran que no son ni siquiera izquierda.
La cultura de la inteligencia, eso del coeficiente, es un estigma que nos impide crecer.
Solo una minoría puede ser consciente (en las condiciones históricas actuales, con muchos factores, como el de la clase social), de su propia inteligencia.
Lo demás es crear enfermus*: unos se creerán que no están por encima de lo “aceptable” (¿quién o qué define esto y por qué?) y el estigma funciona en ellos haciéndoles estúpidos de verdad. El opuesto es quien se cree más inteligente de lo que es, llevando a errores. Muchísima frustración. Es el aceite necesario para que corra, cada vez más, la maquinaria de la competencia. Que por leyes físicas, si no somos capaces de evitar ese camino, nos lleva finalmente al canibalismo. Guerras. Torturas. Horror infinito, si es que las leyes que gobiernan la existencia son infinitas.
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* Nota:
Creo que es mejor usar la U que la E para referirme a mi mismu. Creo que aúna todas las variables que me definen en una:
Inteligencia (Yo) = [(Cerebro Izq madre, Cerebro Derecho padre); La sociedad; La memoria; El Cuerpo]
Además que es la menos esperada. La U siempre la relacioné con el morado. Además es la última, a la q menos se lu espera xD. Igual que el morado, poco usado a mi entender por lo menos hasta hace no mucho, cuando vivía en sociedad y sabía cómo fluía el río. La U y el Morado siempre los he asociado a ambos a una amiga de la infancia que se llama Lucía. Por la U de Lucía. Y a ella la asociaba con este color no sé muy bien por qué. Quizá la ví alguna vez con una bufanda morada. Es 1 de las 2 personas que recuerdo con cariño de mi infancia.