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Juventud
Jóvenes, sobrecualificados y sin trabajo: el panorama después de estudiar
Una vez cumplidos los 16 años, la juventud sigue un camino, a menudo formativo, en base a sus aspiraciones, pero también bajo sus propios condicionantes económicos, familiares y sociales. El deseo de miles de jóvenes de trabajar en aquello que han estudiado se ve a menudo truncado por el panorama económico español, el asunto de la sobrecualificación o la necesidad de supervivencia.
La situación laboral de la juventud de clase trabajadora sigue siendo sinónimo de precariedad, inestabilidad y sobrecualificación. El denominado “ascensor social” permanece averiado en un sistema en el que la desigualdad continúa siendo hereditaria; mientras, las contradicciones estructurales se acentúan bajo una nueva crisis que ha llevado a quienes aspiran a incorporarse al mercado laboral a un panorama desolador. El contexto socioeconómico postpandémico ha aumentado el paro juvenil en el Estado español alrededor del 40%, mientras que en la Unión Europea se sitúa en un 16%.
El problema viene de lejos. Gran parte de la juventud encadena contratos temporales, uno tras otro. Según datos del INE, más de un 70% de los que tienen empleo lo hacen bajo contratos temporales. Obtener un grado universitario no mejora la situación, ya que solo un 58% de los graduados en 2014 contaba en 2019 con un contrato fijo. Además, siguiendo lo expuesto en el estudio Contratos para la Formación y Contratos en Prácticas de Comisiones Obreras (CC OO), solo uno de cada cinco de los contratos de formación se convierte en indefinido.
Juventud sobrecualificada
El mismo informe de CC OO expone que un 21,2% del estudiantado graduado en universidades públicas en 2014 se considera sobrecualificado, es decir, que está desempeñando labores inferiores que en las que se ha formado. “Eso tiene que ver, sobre todo, con la estructura de la economía española: cuando los puestos de trabajo más cualificados se saturan, lo que toca es ir donde hay trabajo en este país, como la hostelería, o a otros sectores cualificados pero de trabajos más manuales o que no requieren tanto nivel educativo”, expresa Sergio Salas Nicás, licenciado en Sociología, doctor en Salud Pública y experto en inseguridad laboral.
Es el caso de Júlia (nombre ficticio), que mientras escribía su tesis doctoral —tras graduarse en biología y especializarse con un máster— tuvo que trabajar nueve meses de teleoperadora después de aplicar a varios empleos vinculados a sus estudios a los que no pudo acceder: “Estuve unos seis meses buscando opciones de lo mío, pero viendo que no salía nada empecé a buscar otra cosa porque al final el paro se termina y yo necesitaba ingresos”. Júlia reconoce que en alguna entrevista de su campo le reconocieron que estaba sobrecualificada: “Encajaba en el perfil, pero me dijeron que sabían que si yo encontraba otra cosa me iba a ir”. Estuvo en la teleoperadora nueve meses, hasta que encontró trabajo en un laboratorio.
“Entre dos personas con el mismo nivel de estudios, una con contactos y otra sin ellos, está claro quién lleva ventaja”, dice el sociólogo Sergio Salas
“Lo que condiciona que puedas acceder a un puesto de trabajo que se corresponda a tu educación no es solo la educación formal, sino los contactos que tengas, el tiempo que puedas permanecer después de la carrera aplicando a másteres o a trabajos…”, añade Salas. “Entre dos personas con el mismo nivel de estudios, una con contactos y otra sin ellos, está claro quién lleva ventaja”, expresa al sociólogo, al tiempo que insiste que se suma la urgencia material —o no— de sobrevivir: “Si tienes que trabajar 10 horas al día en otra cosa que no te has formado, es raro que te puedas enterar de las opciones que se acercarían más a lo que has estudiado”.
“A mí me encantaría poder permitirme trabajar gratis en una empresa que me guste con la esperanza de que me contratasen, pero si ni siquiera tengo la oportunidad de hacerlo por mi nivel socioeconómico esa posibilidad se esfuma”, apoya Rubén Carrillo, graduado en comunicación audiovisual cuya mayor parte de trayectoria laboral no pertenece a ese ámbito.
“Los estudiantes de clase trabajadora ven que no se colocan en el mercado laboral con la misma facilidad que los de clases alta”, apunta el sociólogo Carlos Javier Gil
Las diferencias en función de la clase social se observa en los rankings de empleabilidad de personas egresadas en universidades: el desempleo de titulados por instituciones privadas se sitúa en un 4,9% frente al 8,7% de las públicas, casi el doble. “Los estudiantes de clase trabajadora ven que no se colocan en el mercado laboral con la misma facilidad que los de clases alta”, consolida el sociólogo Carlos Javier Gil, investigador en el departamento de Ciencias Políticas y sociales del Instituto Universitario Europeo de Florencia.
Universidad
La universidad privada se hace cada vez más hueco en la educación superior española
Los datos del Ministerio de Universidades revelan que el número de personas matriculadas en instituciones privadas para estudios de grado ha aumentado en un 22% con respecto al curso 2015-2016, un crecimiento mucho más acusado en el caso de másteres. Expertos y estudiantes alertan de las desigualdades sociales que genera una mayor presencia de la universidad privada.
El experto también añade que “quien pertenece a la clase alta evita en mayor medida la sobrecualificación, pues quienes más heredan las profesiones de los padres son los médicos, abogados y mánagers de empresas”, y apunta que esta brecha social aumenta según se cambia de ramas estudiadas, es decir, se acentúa más en las carreras de ciencias sociales y de artes.
Cuestión generacional
Se dice que esta es la primera generación en 100 años que vivirá peor que sus padres. “El conflicto generacional se debe a un mercado de trabajo muy segmentado. Los jóvenes tienen barreras de entrada como contratos temporales, salarios bajos y precarizados, sin estabilidad económica”, explica Carlos Javier Gil. En cambio, “nuestros padres cuentan con gran experiencia laboral y empleos protegidos sindicalmente”, puntualiza.
Sergio Salas expone que en las investigaciones en las que ha participado al respecto, se concluye que si bien el grupo de adultos de más de 35-40 años tiene trayectorias laborales objetivamente más estables (contratos indefinidos en mayor proporción que los jóvenes, por ejemplo), se muestran muy preocupados por perder el trabajo: “Mi hipótesis es que esto pasa porque en España consolidar unas buenas condiciones laborales cuesta muchísimo tiempo, así que siempre va a estar preocupándote la idea de que puedas perderlas”. De hecho, contextualiza, la preocupación por empeorar las condiciones de trabajo son muy elevadas entre los jóvenes, que además registran mayor proporción de trabajos temporales y de episodios de desempleo en los últimos doce meses.
Desempleo
España, en el podio del desempleo juvenil en Europa
Un ejemplo de ello es la trayectoria de Rubén Carrillo, almeriense de 27 años con Formación Profesional (FP) en sonido, graduado en Comunicación Audiovisual y estudiante de máster en la actualidad. “Desde mi último año de FP no he parado de trabajar de dj, camarero, mozo de almacén, en proyectos de vídeo…. Durante el grado me ofrecieron una beca de 25 horas semanales como editor de vídeo por 300 euros al mes”, relata. Tras la beca, explica, le ofrecieron un puesto de trabajo por contratos de obra y servicio: “Al principio estaba bien porque era trabajo ‘de lo mío’, pero a mayores también ejercía de guionista, locutor, realizador… Incluso llegué a impartir cursos de edición de vídeo sin tener el contrato fijo”, denuncia. “Era un contrato de tres meses en tres meses, en cualquier momento podían echarme y cobraba poco más de 400 euros por 25 horas semanales, a la vez que trabajaba de camarero”, añade. Como su madre se había jubilado y en su familia necesitaban el dinero, terminó limitándose a la hostelería y se enfocó en acabar la carrera. Desde entonces ha colaborado en algunos proyectos audiovisuales de manera puntual, pero resultan del todo insuficientes, lamenta, para hacerse autónomo.
“Te pasas una gran parte de tu vida estudiando, para que luego te infravaloren en otros puestos, sin acabar encontrando de lo tuyo”, lamenta Laura Rodríguez, graduada en Biología
Laura Rodríguez, viguesa de 23 años graduada en Biología, titulada en el máster de profesorado y preparándose las oposiciones a profesora, ha trabajado en hostelería y en comercio. Asegura que ligar los estudios y el trabajo no fue tarea fácil. “Durante el máster fue una locura, trabajaba todas las mañanas, comía antes de entrar en la universidad y salía a las 21:00. Tuve mucho estrés”, expone.
Educación
Estudios y trabajo: binomio para clases populares
La clase mayoritaria en las universidades españolas sigue siendo la alta. Cerca de 45.000 estudiantes han tenido que abandonar sus estudios por motivos económicos en 2019. Debido al deficitario funcionamiento del sistema de becas, los que no cuentan con altos ingresos económicos se ven obligados a desempeñar empleos precarios para mantenerse.
Ahora Laura tiene un contrato fijo de 24 horas semanales más extras en una tienda de Vigo. “Me encantaría poder rechazar ofertas que no son de lo mío y no aceptar cualquier trabajo”, critica, mientras añade que “te pasas una gran parte de tu vida estudiando, para que luego te infravaloren en otros puestos, sin acabar encontrando de lo tuyo”. Para ella, el término de ‘ni-ni’ es una ofensa, ya que en su caso ha trabajado y estudiado desde que acabó el bachillerato.
Lo mismo sucede con Irene Mahugo, madrileña de 25 años que ha realizado un FP superior en diseño de interiores y ha estudiado escenografía. “Son trabajos muy eventuales y mal pagados”, comenta haciendo alusión a su trayectoria previa a su situación actual —auxiliar en una sala de museos—. “Llega un momento, ya sea por tu clase social o porque tienes cierta edad, en el que tienes que trabajar y formarte a la vez”. Tras acabar el grado universitario, lamenta, “te ves perdida y no sabes por dónde tirar, con quién hablar o cómo moverte, es como que te dan una palmadita en la espalda una vez acabas”.
Enfrentarse a una nueva crisis
Según Carlos Javier Gil, el hecho de que gran parte de los ingresos del Estado vengan del Turismo —que se caracteriza por generar empleo precario y temporal— hace que en las épocas de crisis se destruya muchísimo empleo: “Los jóvenes siempre han sido los más afectados en la destrucción del empleo respecto a otros países europeos durante estos ciclos”, señala. De hecho, la tasa de paro juvenil en España ha aumentado del 32% de enero de este mismo año, a un 42% en octubre. Para el experto, no obstante, “el problema no es que haya muchos universitarios graduados, sino que todavía se tiene que invertir muchísimo más en el cambio tecnológico”.
Otra gran diferencia respecto a los países de la OCDE es la edad de emancipación, con 26 años de media en la UE y en muchos de ellos a los 19 años. Los jóvenes del conjunto del Estado lo hacen a los 30 años. El sociólogo e investigador señala que “cuando se mezcla la precariedad, con la imposibilidad de tener proyectos de vida y el precio de la vivienda; emanciparse parece una quimera”. Júlia cuenta que, de hecho, ella se incorporará pronto a otro trabajo vinculado a su formación pero menos acorde a sus preferencias personales. “El trabajo en el laboratorio que estoy ahora me encanta, pero es un contrato por obra y servicio vinculado a la pandemia en el que vives con la incertidumbre de no saber hasta cuándo vas a estar”, explica. “Yo, y creo que muchos jóvenes, vamos buscando una estabilidad, porque tienes proyectos de futuro y no quieres seguir con este ir y venir”, reflexiona la joven. “En mi máster he conocido gente con hijos que lleva 15 años con contratos rotativos de seis meses, y muchos de ellos intentan opositar para acabar teniendo una estabilidad”, añade Laura Rodríguez.
Juventud
Sin empleo estable ni futuro claro: cómo la inseguridad laboral afecta a la salud de personas jóvenes
Júlia aceptó un trabajo que no tenía nada que ver con su carrera investigadora porque sabía que no quería marcharse de España. Laura Rodríguez, sin embargo, no lo tiene tan claro: “Me lo planteo continuamente, aquí no hay trabajo y en otros países sí”, expone. No sería la única en hacerlo: cerca de 87.000 trabajadores cualificados están trabajando fuera del país desde la última década. “Los profesionales que se han formado con dinero público están dando beneficios en otros estados”, critica Gil. “Sé que en Francia el trabajo audiovisual está mucho mejor valorado que aquí”, asegura Rubén Carrillo, “pero es empezar de cero en un país nuevo, aprender un idioma… Requiere mucho tiempo”, censura. Con todo, “si en uno o dos años no me sale nada de trabajo, es lo que toca”.
¿Por dónde pasa el futuro?
Bajo este panorama, “hace falta un cambio de modelo productivo para generar empleos cualificados, es la clave para que la digitalización no acabe con todos los puestos”, defiende Carlos Javier Gil. Rubén Carrillo critica que se haya generado “un sistema formativo con un montón de gente cualificada que no tienen acceso a un empleo de su sector” y defiende que “un Estado también tiene que generar ayudas y subsidios públicos a esas personas”. “El capitalismo está agotado y habría que cambiarlo desde ya, pero a corto plazo queremos comer”, concluye Laura Rodríguez.
Pero la presión para lograr cambios en las políticas siempre han pasado por la movilización social. Mientras según diversas investigaciones la juventud trabajadora a menudo se percibe en un segundo plano de la acción sindical, las fuentes consultadas animan a la colectivización del asunto generacional: “Creo que la unión podría ser una buena opción para hacerse escuchar”, valora Júlia. Para Rubén, “que todo esto esté normalizado debe de ser cuestionado por la gente, hace falta aglutinarlo para llevarlo a la realidad, yo saldrá a la calle”. Irene Mahugo lo apoya: “Organizándonos es como se han cambiado las cosas en el transcurso de la historia”, asevera.
En cualquier caso, que la cuestión de la situación laboral entre jóvenes tiene sus consecuencias y requiere soluciones —pasen o no por la movilización social— se evidencia en varios aspectos: por un lado, las consecuencias de la inseguridad laboral en la salud física y mental de la población trabajadora, o los altos niveles de síntomas de ansiedad o depresión tras una pandemia que ha difuminado todavía más la esperanza de miles de jóvenes en unas aspiraciones vitales determinadas. Salas hace referencia a la vinculación de esto con cuestiones políticas, como el descontento de la juventud con el sistema democrático. Gil apunta en este sentido: “Echo un poco en falta esa crítica social del 15M que hizo que la influencia activa del bipartidismo cayera. Hay que activar esos canales y seguir haciendo ruido y presión constante”, concluye.
Juventud
José Antonio Llosa: “El trabajo juvenil es precario y discontinuo porque no interesa que sea de otra forma”
José Antonio Llosa, psicólogo especializado en inseguridad laboral, precariedad y pobreza entre personas trabajadoras, analiza las circunstancias particulares que atañen a las personas jóvenes en el ámbito laboral y los efectos que esto tiene en la salud mental del colectivo.
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Jajaja, que perdidos están los jóvenes españoles.
Bienvenidos al siglo XXI, o te espabilas o mueres gracias a la película que te contaron y tú compraste, chaval!!!
No te enseñaron a vender, finanzas personales, deporte y salud, manejo de emociones...
Y tú no te enterastes que eso era lo que realmente necesitabas y te tragastes un montón de estupideces en la universidad.
Jajajaja espabila, lee y apaga la tele!!!
Es necesario ser realista,el problema es el país y no sus habitantes, todos los que tenemos una formación que comprenda otro idioma adicional y hemos salido al extranjero hemos encontrado mucho trabajo y poca diversión. La opinión es que España es un país ingenuo e infantil, que desde los años 60 solo produce camareros y tristes funcionarios.Es en la escasa entidad que tienen las empresas donde se encuentra la razón del atraso secular.La solución siempre ha sido la emigración,los grandes se han hecho fuera siempre.
Pues a ver si ese descontento se traslada a las urnas cuándo toca. Porque la puta abstención y la atomización del voto en grupúsculos animalistas y demas zarandajas, favorece a los grandes partidos seguidistas del neoliberalismo ejpañó
Hace 30 años tener un máster era una rareza, algo que sólo escuchabas en las películas, ahora no tener un máster (y un tatuaje [modo ironía, que ahora todo hay que explicarlo para no herir sensibilidades]) es casi sinónimo de "desprecio". Es cierto que la juventud (que estudia) está sobrecualificada ¿y para qué?, pues básicamente para servir de esclavos al atroz y perseverante capitalismo. Espíritu emprendedor, alma desolada. Se está olvidando SENTIR la Tierra y sus elementos, eso que llaman "las cosas sencillas de la vida", que para un rato vale, pero luego hay que producir para fardar de coche, zapatillas, mansión, vacaciones exóticas en Eurodisney, Laponia o la Asia más turística y por supuesto de vástagos en colegios bilingües, clases de padel y cenas de todo tipo de empresas . He llegado al medio siglo, tengo un par de hijos en la universidad, un trabajo fijo que disfruto a medias, ya que la tecnología nos está absorbiendo, además de una familia no muy Bernarda Alba y amigos con los que quedar, este año prácticamente nada, pero mi compañera de viajes y el que suscribe, cada vez estamos más convencidos de que nos ha faltado algo más, quizás la tan ansiada libertad, pero no la total libertad, para alcanzar ese estado, tienes que aislarte de todo y encontrarte a ti mismo ¿y otra vez para qué?, sino aquella que te hace sentir que no estás haciendo daño a todo los que te rodea y te permite espirar. Barrunto un mundo muy artificial, donde la estabilidad mental va a ser el precio a pagar por intentar vivir, sentir y padecer a golpe de click. El futuro no es la domótica y todos sus protocolos de eficiencia energética, sino la NATURALEZA OLVIDADA, es curioso que ahora no se quiera pasar calor en verano, ni frío en invierno, estamos “destemplados” y eso nos convierte en INSENSIBLES. Perdón por seguir aporreando las teclas y haceos perder el tiempo, me tendría que haber parado en “desprecio”, actualmente escribir mucho no está de moda, demasiada información para nuestros sufridos cerebros con bitrate variable, pues eso, a pesar de vislumbrar los Cerros de Úbeda, que lo importante ya no es “¿Ser o no Ser? sino ¿Neflix o Amazon Prime?
Si el enfoque del artículo fuera que el mercado de trabajo está infradesarrollado en comparación con el conjunto de Europa tendría sentido. Redundar en que las víctimas tienen aspiraciones y están sobrecualificadas es perder de vista el principal problema: un mercado laboral subdesarrollado desde hace décadas.
Lo de sobrecualificado lo diran ellos. Parece que estan cualificados en cosas que no interesan a las empresas...
Esto es consecuencia de una mala planificación, por parte de los gobernantes y todos los agentes sociales.
Haberle transmitido a la población que todo se consigue adquiriendo formación y las familias crédulos de todo.....hemos invertido en la educación de nuestros hijos e hijas confiados en que las universidades y demás agentes, solo tenían el objetivo de la mejora laboral y social de nuestros jovenes y que teniendo más títulos tendrían más posibilidad ....pero ya hemos comprobado que detrás de muchas titulaciones solo hay intereses económicos....pues hay titulaciones de grados y master que no sirve para trabajar en ninguna parte....solo para proporcionar buenos réditos a unos cuantos.
Como consecuencia tenemos una población con sentimiento de frustración y de haber perdido el tiempo.
Algunas pasamos de cajeras a que nos monten una pantomima y cobrar de los impuestos de los ingenuos
Yo ya dejé mi trabajo de cajera y ahora en Alemania me ganó mi buena plata como escort.
Una juventud que no quiere romper con todo y sólo "prepararse" para subir en el escalafón social no puede esperar otra cosa qué esto.